Hogares antorcha

3 de octubre de 2021

“Mi fuego penetrará
tus huesos
y hasta lo más
profundo de tu corazón.

El fuego apasionante
de mi amor
avivará tu espíritu
y todo lo que estaba
muerto cobrará vida.

No cierres tus ojos
ni mires otras cosas,
fijá tu mirada en la mía
y que por mis llamas
tu vida sea consumida”.

Poema por Yamila A.

Muchas veces gastamos todas nuestras fuerzas en lo que hacemos, llegando cansados y agotados. Es necesario encontrar descanso, el cual no es un lugar, no es darnos tiempo, sino que es una persona, es Jesús. Descansamos yendo a una comunión más profunda con él. Cada tiempo que invertimos en intimidad con Dios es fuerza que se multiplica y debemos ser intencionales para que eso ocurra.

Cada vez que vamos a su Palabra la hacemos parte de nuestra vida creciendo en sabiduría y eso hace que el tiempo rinda. En la iglesia disfrutamos de las reuniones, los grupos de vida son oasis para nosotros, cada vez que nos congregamos recibimos fuerzas, damos y somos renovados.

Cuando disfrutamos de Jesús también lo hacemos con los que amamos, tomamos tiempo en familia, amigos, somos intencionales para reunirnos con personas que nos edifican. La iglesia de la que cada uno somos parte, es un lugar donde podemos hacer amistades sanas donde disfrutamos de la gente. Lo que se disfruta en Dios crece, se desarrolla y bendice a otros. Cuando nos encerramos en nosotros mismos, cuando nuestro circulo de amistad o nuestra relación es pequeña, nos asfixia, nos quedamos sin aire y eso es un trabajo de Satanás, pero cuando nos abrimos para compartir lo que Dios tiene con otras personas formando relaciones sanas, eso nos trae descanso y una bendición extraordinaria.

La palabra de este trimestre es Hogares Antorcha y está enfocada en las familias, una decisión muy espiritual es la elección, en este contexto que estamos viviendo como sociedad, para prepararnos para los tiempos difíciles que vienen.

Como familia nos debemos entrenar a través de las pruebas, de las vivencias de cada día, pero por sobre todo debemos ser intencionales para poner a Cristo como fundamento inamovible y como prioridad establecida en nuestros hogares. En la congregación tenemos espacios para que ese diseño funcione, personas que nos ministran, que nos acompañan; tenemos el espacio de Nueva Cultura que enseña y acompaña a los niños formando una identidad firme en Cristo. Por eso es muy importante la iglesia como una gran familia pues nos ayuda para que los Hogares Antorcha se concreten.

Aun en los momentos difíciles que nos toque vivir que nos encuentre preparados como familia para poder sostenernos, cada área y cada vida sostenida hace que Cristo se manifieste y sea la fuente. Lo más importante es el acuerdo en el hogar, que quizás es lo más difícil, pero debemos entender que tenemos que determinarnos y decidir si ardemos para Cristo o para Satanás, no hay términos medios. Cuando un hogar se enciende por el fuego del Espíritu Santo vamos a ser sorprendidos por lo que viviremos, enfrentaremos lo que venga. Nuestros hogares antorchas serán avivados para alumbrar a otros pero también para dar luz dentro de la familia, más allá de las situaciones difíciles.

El Espíritu Santo es el encargado de encender ese fuego en cada hogar, si él no tiene espacio en nuestra casa no habrá ninguna antorcha encendida, está esperando con el fuego para que le abramos las puertas. Si como padres vivimos sostenidos en Cristo eso mismo les va a testificar a nuestros hijos para que ellos también puedan vivirlo.

El Señor nos quiere preparar para lo que viene, si hay algo que no nos trae descanso es la tolerancia al pecado, lo que no podemos resolver nos aplasta pero el confesar nuestros pecados nos trae sanidad. Abrirle la puerta al Espíritu Santo nos permite que esa antorcha arda y alumbre toda la casa.

Es el tiempo de congregarnos en familia para preparar ese hogar antorcha, un hogar encendido permite estar firmes en medio de una pandemia, pues hogar no tiene que ver con una constitución familiar sino con el fuego encendido. No importa en el lugar donde vivamos, si tenemos mucho o poco, el hogar es fuego y donde hay fuego hay respuestas; está el Espíritu Santo.

Un hogar encendido aviva la intimidad, la compasión por los demás, se establece en comunión no solo con la casa, sino con el cuerpo de Cristo donde se evoca su retorno. Todo esto nos ayudó para estar en pie en medio de una pandemia, desarrollarnos y multiplicarnos. Creemos que nuestras casas son de avivamiento donde la voz se levanta para profetizar, para que el Espíritu Santo sea el centro, donde las discusiones se resuelvan de rodillas a los pies de Jesús. Nuestras casas ocupan un lugar físico, un lugar espiritual y debe estar ocupado por el Espíritu Santo, si así no fuere ese espacio lo ocupará otro espíritu.

Una antorcha fue diseñada para traer luz en situaciones adversas, no necesita de un cuidado especial para arder, sino que arde en medio de la tormenta, en medio de la oscuridad, para atraer con esa luz a los que están lejos y para hacer milagros extraordinarios.

Jesús está a la puerta para alumbrar nuestros hogares y recordarnos quiénes somos en Cristo Jesús.

Isaías 56:7 (NTV) “Yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.”  

Esto no solo referencia al templo, sino que el destino de nuestra casa es conocida como casa de oración a las naciones, juntos somos parte. Durante los meses de octubre, noviembre y diciembre hay una palabra clave que está en Gálatas:

“Y la escritura, privando que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva de Abraham diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” Gálatas 3:8 (NTV)

Somos iglesia y como tal somos la expansión de su reino porque es nuestra naturaleza. Vivimos en un punto alejado del mundo en una pequeña ciudad en lo último de la tierra, pero entendemos que hemos sido escogidos por Dios como una plataforma de avivamiento. Cada lucha a lo largo del año, cada perdida como familia de fe y cada herida sana por su gracia nos ha preparado para este momento como un hogar antorcha.

La bendición de Dios no es para acaparar ni estar cómodos, es un impulso sobrenatural para manifestar su gloria en las naciones, de manera concreta somos invitados a terminar este año como un instrumento de justicia y consuelo para las naciones que Dios puso en nuestros corazones y que como nota de alteridad se acercarán a nosotros en esta etapa.

El carácter de nuestros hogares fortalecidos por una manifestación poderosa de Dios en este tiempo no necesitaran de las condiciones ideales para alumbrar, sino que en medio de la persecución y la imposibilidad su luz será más fuerte. Como una pista de aterrizaje, compuesta por muchas pequeñas luces que señalan el sitio preciso de llegada de vuelo que se espera, estaremos dispuestos a ver  en medio de la adversidad preparando el camino de regreso para el Rey de gloria y el avivamiento que le precede a su segunda venida.

Viendo lo que Dios tiene para esta última etapa nuestra prioridad será preparar la casa para los que están lejos.

En el capítulo 3 de Gálatas Pablo nos habla que somos parte de la promesa que Dios le dio al pueblo de Israel. El Señor, de antemano, sabía que la salvación iba a estar a disposición de todos y por eso le hizo la promesa a Abraham que de su descendencia iban a ser benditas todas las familias de la tierra. Dios eligió a un pueblo pequeño, insignificante y sin territorio para que desde ahí saliera el rey.  Amamos a Israel porque Dios la eligió para que viniera desde allí el salvador quien volverá a pisar esa tierra y reinará por siempre y para siempre.

Miles de años de historia ratifican la palabra de Dios, hasta el día de hoy la ciencia descubre que Dios tenía razón, este pequeño pueblo que fue masacrado y perseguido por la Alemania en diferentes momentos y hoy rodeado por sus enemigos sigue siendo el centro de los ataques pero se está preparando para recibir al Dios de gloria que pronto viene. Todo esto empezó en una familia con Abraham que recibe la promesa, Dios le promete que de su descendencia vendrá una bendición que se extenderá a todas las familias. Jesús desde su linaje viene a salvar la tierra pero no caduca en ese momento sino que esa promesa también nos sigue hasta el día de hoy a nosotros.

Hoy somos el resultado de esa promesa, cuando lo conocimos al Señor y lo aceptamos en nuestras vidas nos convertimos en portadores de la promesa dada a Abraham y a quien le predicamos también se convierte en portador, es algo que permanece y sigue hasta que Cristo venga. Esta promesa no se agota, nuestra casa es un hogar antorcha, podemos haber perdido seres queridos, o haber pasado por fracturas y divisiones, pero sabemos que el odio, la perdida y los ataques del diablo tienen fecha de vencimiento, más las promesas de Dios para nuestra casa son eternas.

Abraham deja el pasado atrás, cada familia que se inicia es un nuevo destino, un nuevo propósito, un nuevo nombre. Abraham se aferra de la promesa que Dios le da, disfruta de su hijo Isaac y de su promesa. Por más que parezca frágil nuestra familia o nuestro llamado debemos abrazarlos porque es la promesa de Dios hecha carne, no despreciemos lo que tenemos, lo que está en nuestras manos, no reneguemos de lo que hemos vivido porque todo lo que tenemos es lo que Dios prometió.  

“Todas las promesas que Dios puso en nuestras manos no empiezan ni terminan en nosotros, sino que son eternas y producen resultados gloriosos, Dios no se arrepiente de ponerlas en nuestras manos y de llamarnos. Nuestras casas son hogares antorchas y cada una de las promesas que Dios nos reveló a través de nuestras vidas se cumplirán y serán de bendición para todas las generaciones. Hay algo que Dios derramó en nuestras casas que tienen que ver con naciones y cuando arde en nuestros corazones el fuego del Espíritu producimos vida, cada familia tiene una historia y cada historia fue escrita por la mano de Dios para ser de bendición”.

 

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