La unción pudre el yugo

Quizá reconstruir
la casa en ruinas
es también
reconstruir la intimidad.

Quizá reconstruir
el templo es también
no dejar que se
apague fuego dentro.

Reconstruir la
casa en ruinas
quizá no solo
se refiere a mi vida,
sino a la vida de Dios en mí.

Poema por Yamila A.

Estamos en el último mes del trimestre de unción y lo cerramos leyendo el libro de Hageo. Este libro tiene solo dos capítulos, es una profecía completa, fuerte y directa al corazón. Las palabras proféticas que vienen de parte de Dios tienen como destino hacerse carne en nuestras vidas y las vamos acompañar con oración, con clamor; viendo cómo la palabra de Dios se cumple sobre nosotros.  

La unción tiene el poder no solo de quitar el peso negativo de nuestras vidas, sino de pudrir, de dejar sin efecto lo que nos ata y aparece en nosotros. ¿Qué cosas nos atan y en qué tiempo estamos viviendo? 

Hageo 1:1-15 (NTV) Cuando leemos la palabra no podemos de dejar de mirar la realidad entendiendo lo que el Espíritu Santo nos está hablando, podemos pararnos a quejarnos y a enojarnos con el gobierno o entender que tenemos una responsabilidad. Hageo le habla al pueblo y les exhorta que deben reconstruir la casa de Dios y no se trata de lo físico, sino de nuestras vidas. La casa de Dios no es algo construido con las manos, sino que es cada una de nuestras vidas porque somos templo del Espíritu Santo, vasos de barro que portamos la gloria de Dios.  

Hay una crisis grande y la respuesta a ello es que la casa de Dios tiene que ser reconstruida. Hageo le dice al pueblo que no les alcanza y que no salen adelante porque están enfocando su vida en lo que no corresponde. Les pide que suban al monte, busquen madera y edifiquen la casa de Dios porque es de donde viene la unción, es donde la gloria de Dios se derrama y donde se establece. Nuestro destino es crecer, Jesús murió en la cruz para liberarnos del pecado, para romper las ataduras, para quitarnos de la maldad. La respuesta de este sistema a ese destino es ponernos yugos, como Satanás no nos puede matar, no nos puede destruir nos coloca yugos. El yugo es aquel peso que ata a los bueyes para que puedan arar y obedecer, ese peso los condicionaba, les quitaba la libertad e iban hacia donde el yugo los enfocaba.  

Este sistema nos pone yugos de ansiedad, de muerte, yugos donde lo que tenemos no nos alcanza, el sistema nos presiona. En esta temporada nos falta el tiempo para todo, no nos da el tiempo para congregarnos, pero sí quizás para muchas otras cosas que no son de bendición para nuestras vidas. Debemos tener un enfoque, tenemos que abrir nuestros ojos y ver lo que está pasando, parece que nunca alcanza, aunque hagamos de todo y ahí aparece el yugo de la ansiedad que el enemigo utiliza para dominarnos al punto que nos lleva a la muerte. Pero está el pueblo de Dios, al cual Hageo le habla para que se den cuenta de lo que estaba sucediendo, ellos estaban volviendo de la cautividad y el templo estaba en ruinas, la gente había ocupado el tiempo en reconstruir sus casas y no el templo, pero al recibir la palabra de parte de Hageo obedecen, dejando lo que estaban haciendo y comienzan a reconstruir la casa del Señor. Llevan madera, recursos y el Señor mirando esto con agrado, los bendice. Por eso sabemos y entendemos que el yugo que el enemigo pone sobre nuestras vidas Dios lo pudre y nos hace libres.  

Isaías 10:27 El enemigo quiere hacernos agachar la cabeza con el yugo para no ver el retorno de Jesús, entonces golpea nuestra familia, nuestros hijos, nuestra salud y nuestra economía. No nos puede parar por eso trata de dirigirnos, someternos. Pero la promesa es que en este tiempo el Señor quitará el peso de nuestra carga y el yugo se pudrirá a causa de la unción.  

El poder reunirnos, el invertir tiempo en la Presencia de Dios pudre yugos. Muchas veces se torna una carga congregarnos, buscar de Dios, amar a nuestra familia, bendecir, pero de pronto nos damos cuenta que lo que realmente es una carga es pagar la consecuencia del pecado que muchas veces arrastramos y que nos conduce hacia la muerte, el mundo siempre nos impone esa carga. Jesús nos menciona en la palabra que los que están trabajados y cargados deben descansar en él porque su yugo y su carga son ligeros.  

Para los que seguimos a Jesús existe el yugo, cargamos sobre nosotros la responsabilidad de guiar a una familia, de amar a quienes tenemos al lado, de guiar a las personas, pero todo ese peso es fácil, es ligero, es simple, lo llevamos en el Señor. Él nos promete que nos quitará el peso de la cerviz y lo pudrirá con la unción, es tiempo de recolectar madera, de orar por nuestra familia, de sumergirnos en la Presencia de Dios, de pagar el precio, de ser agradable delante de los ojos de Dios porque haciendo eso la unción será renovada sobre nuestras vidas.  

El rey David era un muchacho olvidado por su padre, tenía el peso del abandono sobre su vida y el peso de la tristeza, pero aun con ese yugo sobre su cabeza adoraba al Señor haciendo que su vida sea una casa para Dios. El profeta Samuel lo unge y cuando viene la unción pudre el yugo que cargaba pasando de ser un muchacho olvidado a ser el rey de Israel.  

“La unción viene cuando la casa es reconstruida, viene cuando las cosas se ponen difíciles, pero sabemos que si adoramos y decidimos buscar al Señor ahí estará la respuesta. La unción rompe el yugo por eso respondemos en obediencia a la palabra de Dios para ver los milagros en nuestras vidas.” 

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