Vivir la vida de Cristo

24 de abril de 2022

“Hago de tus heridas, mis heridas
y de tu sanidad, mi sanidad.
Tu resurrección también es la mía
porqué cortaste el cordón umbilical
que a lo terrenal me unía, y ahora,
mi verdadera vida está escondida en vos.

Me visto de tu piel,
me habita tu sangre”.

Poema por Yamila Arce.

En medio de mucha confusión el apóstol Pablo le enseña a una iglesia que esta bombardeada de ideas y pensamientos raros, de religiones extrañas que les prohíben o les obligan a hacer cosas. Pablo le dice a la iglesia en Colosenses 2:6-7 que así como conocieron a Jesús deben seguir sus pasos, edificándose y arraigándose en él para poder estar firmes en la verdad.

Jesús es la verdad por eso cuando nos predicaron por primera vez hubo un choque espiritual entre lo que conocíamos, creíamos y la verdad que es Cristo. Así nuestra fe crece formando en nosotros una vida de gratitud que abre puertas. 

La única manera de que la verdad se apodere de nuestras vidas es siguiendo a Jesús y que nos arraiguemos en su verdad.

Trazamos como iglesia un camino con muchas herramientas para que la vida de Jesús fluya en las personas. Por eso están los grupos de vida donde: somos discipulados, podemos escuchar la palabra, oramos los unos por los otros, abrazamos al que está al lado, contenemos, ayudamos al necesitado, adoramos, acompañamos a las personas enfermas, nos conectamos con Escuela de Vida, tenemos Casa de Oración donde formamos un ambiente de plena adoración y nos potenciamos en dirección a donde somos llamados por Dios (salud, deportes, nueva cultura, educación, etc.)

Para muchos la fe es una carga, pues se piensa que la iglesia prohíbe muchas cosas, Jesús dijo que el reino de los cielos es como una perla de gran precio que un hombre descubrió, vendió todo lo que tenía y la compró, es como aquel que en un campo encontró un tesoro, volvió a enterrarlo, fue y vendió todo lo que tenía para comprar el terreno. El reino de los cielos funciona como una búsqueda permanente del tesoro, el Evangelio se torna en una buena noticia.

Colosenses 3:1-25 (NTV) El apóstol Pablo nos enseña cuál es el punto de partida: ya no estamos muertos sino que Jesús nos resucitó. Todo el tiempo el diablo viene a recordarnos los errores por eso debemos declarar cada día que Jesús pagó un alto precio por nosotros haciendo que todo lo viejo quede atrás para hacer todas las cosas nuevas. Pablo nos menciona en el capítulo 3 de Colosenses que debemos tener nuestros ojos enfocados en las cosas de arriba, para dar relevancia a tener una vida en Cristo. Colosenses es como el mapa de la búsqueda del tesoro. Primer paso del tesoro encontrado: entender que fuimos resucitados, todo lo viejo pasó poniendo nuestros ojos en las cosas de arriba, es decir en Jesús que está sentado a la diestra del Padre. Caminando hacia el tesoro nos vamos a encontrar muchos obstáculos, enfrentaremos tormentas y muros elevados pero cuando miramos a Jesús quien enfrentó tormentas, que rompió el velo que nos separaba de Dios Padre, aquel que estuvo muerto y resucitó, quien fue, que es y que está listo para volver por nosotros, mirándolo a Él y permaneciendo en Él entonces no habrá ningún obstáculo que nos pueda detener.

La religión nos hace ver que mirar a Jesús es una carga porque ponemos la mirada en las cosas de abajo, pero cuando entendemos que Él nos perdona, que su gracia es suficiente, que su misericordia es abundante y que su amor es eterno queremos que venga la próxima pista, el próximo desafío pues sabemos que aquel que venció la muerte está con nosotros.

Ese es el mapa que tenemos para caminar lo primero que encontramos son obstáculos que nos impiden disfrutar de la nueva vida que nos da. Pablo nos da otro ítem en el mapa, dice que hagamos morir las cosas pecaminosas y terrenales que nos acechan, que no tengamos nada que ver con la inmoralidad sexual, la impureza, las bajas pasiones y los malos deseos, no seamos avaros, pues la persona avara es idolatra, pues a causa de estos pecados viene la furia de Dios. Debemos eliminar el enojo, la furia, el comportamiento malicioso, la calumnia y el lenguaje sucio, no mentirnos unos a otros porque ya nos hemos quitado la vieja naturaleza pecaminosa y todo lo perverso que eso conlleva.  

Cuando ponemos nuestra mirada en las cosas de arriba, las cosas de abajo nos siguen atormentando, no nos pide que debamos ser perfectos, sino que nos advierte que debemos separarnos para llegar a destino. Vivimos en un mundo que nos lleva a aceptar la inmoralidad como algo natural. Cuando se nos pide que nos apartemos de todo lo que no está correcto no nos pide algo difícil, sino que simplemente nos pide vivir para lo que fuimos diseñados.

Todo lo que es incorrecto contamina nuestra nueva vida, debemos eliminar todo lo que no nos edifica, ¿cómo lo eliminamos? Trabajando en humildad y mansedumbre porque así Dios obrará, pero mientras se nos vende un mundo de ideales fantasiosos, la destrucción avanza y en definitiva los que tenemos y vivimos en la verdad somos los únicos que portamos una solución real. Pablo nos exhorta a vestirnos con una nueva naturaleza, para renovarnos a medida que vayamos conociendo a nuestro creador, pareciéndonos más a él cada día.

No importa la condición que tengamos, Cristo vive en todos nosotros, nos vestimos de Cristo y cuanto más caminamos en ese conocimiento más nos parecemos a Él. 

Cristo somos todos iguales sabiendo que mayor es el que sirve, no nos acomodamos a las jerarquías pues eso pasa, pero el parecernos a Cristo es eterno. Cuando más tenemos de Jesús más crecemos en paciencia, gentileza, en humildad, en compasión y en bondad.

El tesoro es la vida eterna, una vida plena en Él, ajustemos el mapa para llegar al tesoro, perdonemos las ofensas porque Jesús nos perdonó todo. Despojémonos de todo lo que no sirve, la ofensa muchas veces la usamos como un arma o como un escondite pues muchas veces no queremos cambiar. Cuando perdonamos y pedimos perdón nos hacemos quizás vulnerables pero somos libres, debemos tener el valor para enfrentarnos a nosotros mismos y renunciar a ser el que siempre le amarga la vida a los demás. Dios nos diseñó para vivir una vida de paz entregando a su hijo en la cruz para libertarnos y vivir esa vida libre.

Dios en el mapa nos deja unas instrucciones especiales y prácticas. Le pide a las esposas que se sujeten a sus esposos, que estén a la par los dos (esposo y esposa) Cristo es el que sustenta la relación en el matrimonio. Les dice a los maridos que amen a sus esposas no tratándolas con aspereza, pues el trato con la esposa refleja la relación con Dios y logrando esto se podrá tener buena relación con todos los demás.

También les habla a los hijos para que respeten siempre a sus padres y a los padres que no provoquen a sus hijos para que no se desanimen. A los trabajadores que sepan que todo lo que hacen no es para sus jefes, ni para la gente, sino que todo lo que realizan es para Dios. Pablo menciona que debemos esforzarnos y ser diligentes porque la diligencia rompe con la maldad, el bien vence al mal siempre. Donde hay una persona diligente esa persona incomoda, hemos desarrollado la capacidad de mejorar todo lo que tocamos, de cambiar todo lo que está por delante.

Colosenses también nos menciona que el Señor nos recompensará, Dios paga bien, pero si hacemos las cosas mal recibiremos también por lo que hacemos mal. Apocalipsis 22:12  nos dice: He aquí yo vengo pronto y mi galardón conmigo para recompensar a cada uno según su obra, el galardón es un premio al mérito, como un galardón divino, hay tesoros, hay un nivel de honra para los que caminan en el Señor, los que sembraron con lágrimas cosechan con alegría.

Los que vivimos la vida en Cristo revelamos a Jesús y en todo lo que hacemos hay recompensa.

Vivamos para agradar a Jesús pues tenemos recompensa. Él es nuestro amo, comencemos a descubrir ese tesoro que Cristo tiene, seamos guiados por el Espíritu Santo para que los lugares sean transformados, para que los ambientes a donde vayamos cambien. Eso es posible por eso Jesús murió en la cruz para resucitarnos con él y trazarnos un camino para vivir una vida en plenitud y de paz amando a los demás. Empecemos por el altar entregándonos al Señor tal cual somos, buscando que él nos perfeccione para ser mejores, que su voluntad se cumpla en nosotros. Si le pedimos de su Espíritu el Padre nos lo dará porque Él es el punto de partida en todo. No escuchemos al enemigo, no aceptemos lo que no somos, busquemos entregar todo lo malo porque en Dios hay recompensa.”

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