Pasión por su presencia

28 de agosto de 2021

Yo quiero cuidarte,
quiero ser consciente de que
estás conmigo y en mí.

Como el amor más importante,
como el tesoro más valioso.

Quiero ser cuidadosa con tu corazón,
saná esta ceguera con la que nací,
yo no quiero ser ciega a tu belleza.

Poema por Yamila Arce

Como iglesia estamos leyendo el libro de Éxodo, el cual, lo podemos dividir en dos etapas, en el medio está el capítulo 19 que sería como la bisagra que después dará comienzo a la revelación de las instrucciones. ¿Cuál es esa bisagra que nos lleva de vivir solo experiencias a empezar a tener una revelación que forja nuestra identidad y nos impulsa más allá?

Éxodo 19:1-25 (NTV) Moisés hablaba con Dios de frente y era la conexión que el pueblo tenía porque no conocían a Dios de manera personal, pues estaban recién saliendo de la esclavitud con sus corazones tan torcidos y la majestad de Dios no impedía que ellos entren, sino que los está guardando y muchas veces los límites de Dios nos salvan la vida.

Muchas veces tenemos temor a la libertad porque la asociamos con un espacio sin límites, pero la libertad no es la capacidad de hacer lo que queremos, cuando y como queremos, sino que necesita de marco que nos protege a nosotros y a los demás. La presencia del Señor es libertad, su palabra nos dice que donde está el espíritu de Dios hay libertad, por eso el pueblo debía aprender a caminar y vivir en libertad. Cuando Dios no se manifiesta en mi casa, en mi vida hay espacio para que otras cosas tomen ese lugar, por eso esta escena que divide las dos etapas de los libros es trascendental porque le dará al pueblo de Israel la conciencia de la presencia de Dios.

La presencia de Dios es lo que trae libertad.

Dios le dice a Moisés que descenderá de manera visible con un humo espeso y una voz de trueno donde resonará la voz del carnero, que cuando descienda en el monte de esa manera y su presencia se haga visible que no se acerque ninguno del pueblo al monte, solamente que lo haga Moisés para que Dios hable con él y luego le trasmita todo al pueblo. Dios le debe poner límite al pueblo para cuidarlos pues no estaban listos, ni preparados para absorber todo lo que había en ese lugar. Moisés era el nexo que conectaba al pueblo de Dios con la presencia.

Dios aquí ya nos está mostrando cuál es su propósito con nuestras vidas, cómo manifestarse tangiblemente para que lo podamos tocar, percibir, ver y tener conciencia de la realidad de su presencia. Con el pueblo directamente esto no lo podía hacer porque la santidad exige santidad por eso Dios busca un mediador que suba y que baje de su presencia. Dios le dice a Moisés que al tercer día descenderá y hablará con el pueblo para darles las instrucciones trazando un camino, forjando una amistad para llevarlos a cumplir el propósito. El deseo de Dios de materializarse en algo que se huele como humo, que se escucha como trueno. Más adelante Dios elige al tabernáculo como punto de encuentro, quiere acercarse paso a paso a su pueblo porque el deseo del corazón de Dios es ser uno con su pueblo.

Tenemos que aprender a vivir con la conciencia de su presencia.

Sabemos que Dios es un Dios real, que anhela hacerse visible, un Dios que se puede oler, vivir y tocar, no un Dios imaginario de una filosofía que nos enseña diez secretos para ser ricos, para vivir mejor. No es una teología que nos revela a través del conocimiento a Dios, Él es real y ¿Cómo se materializó esta figura de Dios en nuestras vidas, o como la llevamos adelante hoy? El monte, las leyes y Moisés se resumieron en una sola persona “Jesucristo” quien estaba en la gloria del Padre donde están los truenos y descendió para hacerse hombre semejante a nosotros para vivir nuestro dolor y pecado, aplastando todo lo que nos impedía acercarnos a ese monte. Luego ascendió para sentarse a la diestra del Padre con toda su gloria para que muy pronto le veamos descender del cielo.

San Juan 17 nos menciona cuando Jesús ora por nosotros dejando instrucciones para el momento en que suframos aflicciones, sabiendo y dándonos a entender que no pertenecemos a este mundo, sino que somos parte de la esencia y naturaleza de Cristo, dejándonos su gloria y su sustancia que es el Espíritu Santo.

Cuando hablamos del Espíritu hay algunas figuras que lo representan: el viento, el fuego, el agua de vida, el aceite de la unción porque la labor del Espíritu Santo es que vivamos una relación con Dios que se materialice en hechos concretos, donde su presencia en nuestras casas y nuestras vidas no es algo que tenemos que recordar y alimentar todos los días, sino que es real.

Cuando tenemos consciencia de su presencia tenemos claridad.

Antes de conocer a Cristo no teníamos claridad, nuestra respuesta quizás era el maltrato, el abuso contra nuestros cuerpos, la toma de decisiones erradas que lastimaban a los demás viviendo arraigados a la religión e intoxicados por el pecado pero de repente esa claridad se acercó dándole lugar a Jesús en nuestros corazones.

Vemos hoy con la claridad que Cristo nos dio otros horizontes para poder ser diferentes, sabiendo que Dios nos ama más allá de nuestro pasado, donde nos va perfeccionando y sanando para ir al monte del Señor. Tomamos las instrucciones de Dios no como una carga, sino con libertad porque tenemos consciencia de su presencia. Los mandatos que vienen de parte de Dios no nos limitan, nos impulsan, nos traen sanidad. Y no son una carga que nos asfixia, además entendemos que servir a Dios es el acto más maravilloso de amor que podemos tener y no solo haciéndolo en la iglesia, sino todos los días de nuestras vidas.

¿Cómo se sustenta el servicio? Obedeciendo a su palabra, conociendo su presencia, por eso Jesús oraba enseñándonos cómo hacerlo. Antes el pueblo no se podía acercar a su presencia porque moría pero ahora sabemos que Jesús pagó el precio muriendo por nosotros. Ahora está la puerta abierta al monte, podemos subir a su presencia, sumergirnos en la nube, escuchar su voz estableciendo una relación personal, continua y permanente con él.

Oremos haciendo un espacio en nuestros hogares, adoremos en todo nuestro entorno, contemplemos su belleza, cantemos sus canciones, seamos parte del cuerpo: de la iglesia de Cristo. Amémonos los unos a los otros, descubramos los dones sobrenaturales que han sido entregados para cada uno de nosotros, vivamos atreviéndonos a caminar de gloria en gloria y de poder en poder.

Si Dios está conmigo vivo en libertad.

La palabra que Dios le da a Moisés es que construirá de ellos una nación de sacerdotes, una nación de gente conectada con Dios. Por eso, en su palabra nos habla de que hemos sido llamados de las tinieblas a su luz admirable para convertirnos en una nación de reyes y sacerdotes, una nación santa, escogida por Dios para anunciar sus virtudes en nombre de aquel que nos rescató de la oscuridad y nos trajo a su luz eterna. Ese es nuestro destino, pero el problema es que perdemos la consciencia de su presencia, cuando todo produce solo ruido de baterías e instrumentos, o cuando en nuestros grupos de vida todo se vuelve monótono o nuestra oración es solo por los alimentos, o nuestra conexión con Dios solo está ligada a lo que debemos hacer cada día entonces sus instrucciones pierden valor en nuestros corazones. Nuestra vida espiritual comienza a caer, el corazón se enfría y el propósito se anula, cuando el pueblo de Israel perdió la consciencia de la presencia de Dios lo perdió todo. 

Muchas veces esperamos que llueva del cielo fuego pero en realidad ese fuego esta materializado en nosotros. En Lucas 4 cuando Jesús dice “el espíritu del Señor esta sobre y me ha ungido (…)” nos está diciendo que esa gloria, esa nube, ese viento y esa voz de trueno está en nosotros. Esa shejiná/shekina que estaba en el monte, esa gloria que no es otra cosa que la presencia del Espíritu Santo ahora está en nosotros, por eso daremos vista a los ciegos, alimentaremos a los pobres, curaremos al herido, abriremos puertas de cárceles declarando que este es el año del favor de Dios porque su presencia vive en nosotros.

Minimizamos el poder que nos habita, desconocemos la gloria que está dentro nuestro, esa voz de trueno, ese humo que todo lo consume, esa gloria que habitó el monte está a nuestra disposición. Sin embargo nosotros vivimos con un pie en el borde y otro afuera, pero hay una invitación del Espíritu Santo en este tiempo, una invitación a subir, a conocerle porque el hombre que vimos ascender va a descender y la gloria que lo habita vendrá con él y vamos a reinar para siempre.

“El Señor nos invita a subir al monte para desprendernos de lo que nos mantiene atados y anclados a una realidad que nos asfixia para comenzar a vivir una comunión intima que nos desafía una y otra vez. Cuando venimos a su casa todos traemos la porción de la gloria de Dios que nos habita y cuando nos conectamos y acercamos al monte todo se inunda de su presencia. Por eso tenemos palabra, revelación, nos vamos renovados, podemos acercar a nuestros amigos que están enfermos para ser sanados, podemos salir y buscar a la gente para traerla al monte porque la gracia de Dios nos habita. Debemos recuperar esa consciencia de quién es Él, lo que ha hecho y lo que hará para volver a honrar su presencia en nuestros hogares y no acostumbrarnos, sino que vayamos más profundo. Estamos en un tiempo de cielos abiertos, no perdamos la pasión por su presencia.”

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