Cadenas de esperanza
27 de agosto de 2023
La esperanza nos lleva a activar conforme a lo que creemos y el activarnos nos lleva a que seamos parte del milagro.
Pr. Maxi Gianfelici
Podemos preguntarnos: ¿cómo una cadena puede ser sinónimo de esperanza? En la anterior nota hablamos de Pablo cuando estaba en la isla de Malta y es mordido por una serpiente, pero él no muere, sino que les predica a todos los habitantes de la isla y después de recuperarse sigue su camino hacia Roma. Pablo llega a Roma, comparece ante el Cesar, lo ponen preso y en su tiempo de cautividad el evangelio fue esparcido por toda Roma y Pablo preso desde allí escribió gran parte del Nuevo Testamento, pero luego terminaría decapitado. La muerte de Pablo no está relatada en las cartas, ni hay mención de ello.
Hechos 28:17-31 (NTV)
Hechos es un libro de esperanza y entendemos que la esperanza no avergüenza. La esperanza es muy necesaria pero en este tiempo es un factor que esta sobreevaluado. La esperanza no es una ilusión emocional en la nos podemos apoyar cuando no vemos lo que va a pasar, sino que es parte de un todo que nos sostiene. El mismo Pablo escribiría en Corintios que hay tres cosas que prevalecen: la fe, la esperanza y el amor, siendo este último, el mayor de todos. ¿Qué describe Pablo? Describe a una persona que es el centro de apoyo en nuestras vidas, si Jesús fuese una piedra, tendría tres lados, cada uno de esos lados estaría descripto por estas palabras –un lado seria la fe, otro lado seria la esperanza y el otro lado el amor- sabemos que este trinomio bendito se revela a lo largo de toda la escritura -Padre, Hijo y Espíritu Santo- tres días antes de la resurrección los tres son uno, el uno en Dios está compuesto por algo comunitario. Dios ama esa conexión que todo lo sostiene.
Jesús es la fe, la esperanza y el amor, es la piedra angular que sostiene nuestras vidas.
Dios no es un Dios tirano que sale a nuestro encuentro y nos deja tirados por la vida chocándonos, sino que esta porque es el Dios de toda nuestra historia. Cuando vamos a su encuentro se convierte en la piedra fundamental de todo lo que estamos construyendo, apoyamos nuestra vida, nuestra familia en esa piedra angular de tres lados – fe, esperanza y amor – ¿Qué nos sostiene? ¿La fe de creer que Jesús nos puede llevar al cielo? Claro que no, sino la fe de esta persona que es Cristo Jesús, que es Dios hecho hombre, muriendo en la cruz para salvarnos y traernos libertad. Al creer que él hizo esto creemos también que puede resucitar todo lo que estaba muerto, creyendo también que él volverá.
La fe es la plena conciencia de una relación permanente con Jesús. El amor es la esencia que nos levanta una y otra vez, es la gracia inmerecida que hace que lo que tenemos y lo que somos nutra nuestra vida. La esperanza es el fruto del amor y la fe, la esperanza es el lado que tiene una proyección hacia el futuro, es la certeza de aquello que ya fue hecho porque creemos que Jesús ya resolvió nuestro futuro.
Cuando sostenemos nuestras vidas en eso todo lo que construimos es eterno y cuando la tormenta golpea podemos apoyarnos allí. Por eso, cuando nos movemos de ese triángulo bendito perdemos estabilidad y la vida que vivimos deja de ser vida. Pablo construye sobre eso graficándolo y representándolo a lo largo de todos los escritos del Nuevo Testamento, pero en ese momento cuando logra salir del naufragio, arriba a Roma y al llegar lo colocan en una prisión domiciliaria donde está atado a un soldado todo el tiempo, sin embargo, le permitían recibir visitas teniendo la libertad de evangelizar, pero siempre atado a una cadena.
Cuando llega a Roma, que es la capital del imperio que dominaba la mayor parte del mundo en ese momento, Pablo llama a los judíos que vivían allí, a los principales que son de su pueblo y les dijo que desearía que lo visiten en su prisión domiciliaria para contarles que no había hecho nada en contra de ellos, que era injusto que este preso, que estando en Jerusalén y siendo soldado romano los tribunales no encontraron ninguna falla en él. Pero los judíos hicieron fuerza para que lo condenaran, entonces puede apelar al Cesar para que tengan en claro que nada de lo que hacían como cristianos atentaba contra las leyes positivas vigentes.
Los judíos le comentan a Pablo que ellos no sabían mucho de él, pero que habían escuchado que ese movimiento de los cristianos estaba siendo perseguido por todas partes, así que le piden a Pablo que les cuente de qué se trata todo eso. Pablo sienta a los jefes judíos explicándoles por qué estaba preso, mientras les habla, él está con una cadena y en un momento toma esa cadena diciéndoles que esa cadena no es romana, no son circunstancias difíciles, no son eventos desafortunados que lo han llevado a esa situación, sino que les dice que está atado con esa cadena a causa de su esperanza. Pablo con la cadena en la mano dice: -esta esperanza es la esperanza de mi pueblo y la esperanza de nuestro pueblo, es el Mesías, esta esperanza ya ha venido – .Pablo está declarando que esa cadena que lo tiene preso a una condena, esa cadena que simboliza que no se puede mover en realidad es su esperanza.
Pablo dice «la esperanza ya ha venido» entendemos que cuando la esperanza llega deja de ser esperanza, porque se concreta, pero Cristo es tan grande que va más allá de la respuesta de ese momento. Entonces cuando Pablo les explica quién era Jesús, la gente que lo fue a ver se dividió, por un lado estaban los que creyeron, y por el otro los que no creían. Por lo tanto, entre ambos grupos comenzaron a discutir yéndose del lugar. El fruto de ese evangelismo no fue lo que esperaba Pablo, entonces recordó lo que decía el profeta Isaías «para qué le predicaría a un pueblo que no quería escuchar, que tenía el corazón endurecido, que tendría la esperanza delante de sus ojos pero que no iban a querer abrazarla» tendrían los oídos y los ojos tapados, el corazón cerrado pero cuando ese pueblo no quiera oír y no quiera abrazar la esperanza, Dios levantaría otro pueblo que sí abrazaría esa esperanza.
La esperanza es la certeza de que todo lo que habría de cumplirse se cumplió en Cristo Jesús.
Cuando Pablo termina de leer eso Lucas termina el libro de los Hechos diciendo que Pablo se estableció en ese lugar, y atado en esa cárcel con una cadena predicaba. También Pablo pagaba todos sus gastos, pues a lo largo de todo el Nuevo Testamento vemos que las iglesias que él había fundado lo sostenían económicamente, él está preso pero no deja de cumplir con los mandatos que el imperio le impone y de esto se encarga Lucas de dejarlo bien en claro cuando escribe el libro de los Hechos.
Pablo en ese lugar le predicó el evangelio a toda Roma y nadie lo pudo detener. En alguna oportunidad le va a decir a Timoteo que no se avergonzara de él pues era preso de Jesús. Pablo no era preso de los romanos, no era preso del hambre ni del frio, sino que era preso de Jesús, esa cárcel la había elegido cuando se determinó a dar su vida por Cristo, declara que era la mejor situación que le estaba pasando, aunque desearía que fuera de otra manera.
Necesitamos renovar nuestra esperanza, porque podemos renunciar a la fe y al amor, pero si muchas veces a lo primero que renunciamos es a la esperanza. La esperanza es esa parte de Cristo que nos abre un destino nuevo, la esperanza es lo que nos lleva a invertir, a crecer, a desarrollarnos, quien tiene esperanza sabe que aunque las condiciones no estén dadas y aunque haya perdido mucho en la vida por delante nos espera lo mejor pues las cosas ya se resolvieron en Cristo Jesús. La persona que vive con esperanza no peca, no padece de ansiedad, no padece de estrés. La esperanza no es un sentimiento de una sensación de libertad inconsciente.
La esperanza es la seguridad de que sin importar las circunstancias Cristo ya venció. «Él es nuestro Mesías, nuestra esperanza ya ha venido».
Cuando perdemos la esperanza, se desmoronan los vínculos y las relaciones. No tenemos el control de nada porque hemos puesto nuestras vidas en las manos de Jesús, las personas que se desarrollan en la esperanza pueden tener vínculos que no los atan a la otra persona, sino que nos llevan a elegirlos con amor y libertad. La gran mayoría que debemos resolver de nuestros vínculos no tienen que ver tanto con el pecado y la falla, sino porque nos quedamos sin esperanza. Dejamos de mirar hacia adelante, dejamos de mirar al propósito y a lo que Dios haría. En medio de este tiempo donde muchos corazones son encendidos, también tenemos corazones que se han cerrado y no es nuevo pues, Isaías lo profetizó diciendo que habrá gente a la que se le hablará y cerrará sus ojos, sus oídos y sus corazones. Debemos elegir de qué parte del pueblo estamos, que realmente seamos de los que escuchan la voz del Espíritu Santo.
Debemos entender que si nos falta la esperanza nos falta un aspecto de Dios que nos lleva a vivir una vida anclada a cosas que no son Cristo.
Hebreos 6:18-19 (NTV) Pablo nos dice que Dios ya hizo las dos cosas, la promesa y el juramento. Muchas veces nosotros prometemos convencidos pero no tenemos la capacidad, sino que hacemos como un pronóstico, es decir, ponemos todo de nosotros para cumplirlo pero no tenemos la certeza de poder hacerlo porque no tenemos el dominio sobre todo. Pero Dios no es así, cuando él promete juramenta, es decir, que ya cumplió, es el que fue, el que es y el que ha de venir. Dios nos promete que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
¿Cuántas promesas por Dios dimos muertas o pensamos que estaban enterradas? Debajo de capas de maldad, de pecado y dijimos Dios ya se olvidó de nosotros, pero de repente el Señor vuelve a hacer resurgir eso que estaba muerto y nos encontramos sirviéndolo otra vez. Estamos soñando y creyendo que a pesar de los años lo que Dios dijo que haría lo hará, pues cuando el promete cumple porque es imposible que él nos mienta.
Dios no promete aquello que ya no ha hecho de antemano. Él es nuestra esperanza, el ya cumplió, Jesucristo es el ancla para nosotros porque tenemos la certeza de que Dios nos va a llevar más allá.
Esa es nuestra esperanza, es nuestra cadena que nos une y nos mantiene en medio de la tormenta, la cadena que sostiene al ancla tiene como propósito que el barco no colapse. Jesús es el sumo sacerdote que traspasó de lo temporal a lo eterno, debemos elegir a qué cadena estamos atados. Si no estamos atados a una cadena de esperanza entonces estaremos atados a cadenas de temor, de inseguridad, de miedos, de falta de expectativas. Tendremos amor y fe pero las cadenas que no son de esperanza nos limitaran para alcanzar lo que Dios prometió que haría con nuestras vidas.
¿A qué nos une la cadena de esperanza? Nos une al Espíritu Santo, nos ata a Él y está a nuestro lado para conducirnos a la esperanza. Es quien nos guía por el lugar correcto, es quien nos levanta cuando nos caemos.
No es una cadena de religión que nos limita, sino que es una cadena de alguien más poderoso que nos lleva a atravesar las circunstancias más difíciles, la esperanza en Cristo Jesús no avergüenza. Es un ancla que nos mantiene en medio de la tormenta pero también es la cruz que marca el final. La fe, la esperanza y el amor son como una brújula que nos marca el camino, de las tres cosas la esperanza seria la aguja, el amor es la estructura y la fe es todo lo que le da forma. La esperanza nos marca el rumbo, es la que nos dirige, nos alienta, nos levanta. La esperanza viva nos lleva a tomar decisiones claras.
“Nuestra esperanza está puesta en el Mesías, en Jesús, quien murió y resucitó, el que prometió que va a venir y como lo juramentó lo va a cumplir. Él es nuestra esperanza, esta esperanza es la que la gente necesita hoy. Esa ancla que el mundo no tiene, esa firmeza que este sistema no nos puede dar. Dios no miente. Debemos animarnos porque Dios hará todo lo que dijo que iba a ser. La iglesia esta sostenida por el líder eterno que es Jesucristo.”