Tranquilo, te voy a fallar

26 noviembre de 2023

San Juan 20:1-10 (NTV)

Nos habla de que Jesús resucita, después en Juan 20:11-18 nos menciona que se le apareció a María Magdalena y a otras mujeres. Igualmente después de la resurrección se encontró con sus discípulos (Juan 20.19-20) y allí hace como algo como una terapia ocupacional: la cual es una rama de la psicología que se ocupa del hombre trabajando, porque la labor y el trabajo nos brinda identidad, uno cuando es, hace y se hace. Lo que hacemos refleja la abundancia de nuestro corazón, la boca habla de lo que abunda pero lo que hacemos no tiene el filtro que el lenguaje o el habla tiene.

Jesús comisiona a sus discípulos, les da una misión para que hagan juntos al igual a nosotros, nos comisiona para avanzar juntos. Pero a veces algunos de nosotros queremos ser esos mercenarios espirituales e ir solos a conquistar tierras, pero esta es una milicia que también es cuerpo y vamos como milicia porque Él va delante como poderoso gigante. Si Dios es por nosotros quién contra nosotros (Romanos 8:31) lo que significa que El cómo todo líder, como todo Señor de Señores, como todo Rey de Reyes va al frente de la batalla y jamás hemos visto a Jehová de los Ejércitos perder una batalla.

Como Él ganó todas nuestras batallas lo único que hacemos al pelearlas es tener la convicción de que es así. Ya tenemos la victoria, por eso cuando ganamos somos más que victoriosos, tenemos victoria por la victoria.

Esa comisión es la que hace el propósito de nuestra vida cristiana que es predicar al mundo el perdón, el arrepentimiento para salvación para que nadie se pierda y para que al creer se desate una realidad espiritual sobrenatural. No es por vista sino que es por fe, lo que llamamos visión que es revelación, es simplemente el plano sobrenatural de nuestra visión original.

Después que Jesús comisionó a sus discípulos nos dice que sopló en Juan 20:22 al Espíritu Santo (como Génesis 2:7 – el halito de vida) pues solo con el Espíritu vamos a poder llevar adelante la misión juntos, no es con nuestras fuerzas, sino con su Espíritu, dice el Señor. Por eso, si estamos cansados, nuestras fuerzas han decrecido, nuestro cuerpo se cansa, se desgasta, pero de pronto la esperanza en el recuerdo vuelve sabiendo que en el poder de Dios se perfecciona en la debilidad humana. Mientras más débiles somos más fuertes somos, por eso también frente a las grandes pérdidas que nos tocan vivir en este mundo, del cual ya teníamos aviso. Como dice el Salmo 23 que habrán valles de sombras de muerte, pero también nos enseñó que habrá una mesa servida delante de quienes nos quieren angustiar y habrá asimismo una copa que estará rebosando, cuando él rebosa la copa es para que desborde en nuestras vidas para todos los demás.

Dios es un Dios de abundancia y sobreabundancia.

Entonces ese Espíritu que sopló allí es quien también habita en nosotros, estamos hechos como lugares de paso, pero a veces queremos tener ese Espíritu como para tener un poder personal.

El Espíritu no puede ser compatible con la necesidad egoísta del yo, por eso Jesús toma su lugar y solo puede haber uno sentado en el trono, entronicémoslo en nuestros corazones y en nuestras vidas, que nuestro yo sea destronado.

Adornemos el trono para el Señor, vengamos al trono de la gracia con reverencia. Antes no se podía ir delante de los Reyes sin agacharse, no se les podía dar la espalda tampoco, pero pensemos por un momento estar delante del Rey de Reyes y que nos tome de la mejilla y nos levante la cabeza con tanto amor como solo Él lo tiene.

Solo el Señor nos corona de favores, porque para el que honra a Dios habrá honra.

Luego de comisionarles y darles el Espíritu Santo sucedió algo milagroso, que no es otra manera que explicar en el plano natural lo que en el plano sobrenatural es ordinario y común, es decir lo natural de lo sobrenatural es milagroso, es la tercera aparición que Jesús tenía pero esta vez con siete de los discípulos –Juan 21:1-8 que nos habla de la pesca milagrosa.

Muchas veces nos puede pasar de estar apasionados de un ministerio pero nos olvidamos de sus palabras, encargos y comisiones. Vemos en este caso cómo sus discípulos permitieron que entren las emociones, se entristecieron por la muerte de su maestro y volvieron a tomar las redes. Muchas veces nos puede pasar de ponernos tristes y por una cuestión de fe o falta de convicción volvemos a los que hacíamos antes, tenemos una regresión, porque todo el presente insatisfactorio es una tentación para volver atrás.

Cuando lo hacemos perdemos el presente a través del cual podemos proyectarnos y esa es la enfermedad que toda la sociedad actual joven está viviendo, no sabe que proyectar, hay una generación de cristal que le cuesta construir porque todo lo que vale cuesta y no cuesta dinero sino que tiempo, no hay nadie que pueda comprar un segundo más o agregar un segundo más a su vida.

La palabra tiempo se deletrea «amor» entonces entendemos que cuando amamos simplemente damos todo nuestro tiempo, lo cual no es un gasto, pues para nosotros el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Él es nuestra razón de existir y de seguir existiendo en la eternidad. Solo tenemos dos planos de existencia: la muerte no existe para nosotros. (1º Corintios 15:55)

Jesús después de la pesca milagrosa –Juan 21:9-13- hace algo fantástico, cocina para esos seguidores, luego de que estuvieron toda la noche sin pescar y que Pedro haya tirado las redes varias veces sin resultado alguno, pudo ver a una persona que lo miraba desde la orilla quien le dijo: “tiren la red una vez más”. Ese Dios de la visión es el Dios de la provisión para que esa red no vuelva vacía. Cuando Jesús le dijo a Pedro que tire la red es porque algo había para juntar pues su palabra jamás vuelve vacía, sino que cumplirá el propósito por la cual ha sido enviada. El propósito de Dios quizás pueda ser estorbado pero jamás impedido. Lo que Dios dijo que vamos a ser, vamos a ser y hacer, lo único que sirve como catalizador es decir: <sí, Señor, creo> pero después la fe necesita obras para completar su ciclo de realidad, como el amor necesita acción para hacerle real.

San Juan 21:15-17 (NVI)

 

Dios no es un Dios de culpa. Él quiere sacarnos de la culpa para llevarnos a la responsabilidad.

Muchas veces vamos a estar atrapados en la culpa, la cual no es de Dios, sino del diablo. La  culpa es un lugar pasivo donde uno u otros nos ponen para ser el chivo expiatorio de algo que no funcionó, para ser el depositario de algo que no anduvo bien, de la frustración personal o de las ajenas. La diferencia es que la culpa esta en tiempo pasado y no hay nada para hacer, solo hay que sufrir, en cambio la responsabilidad es que tenemos una nueva oportunidad para cambiarlo todo. Siempre en la responsabilidad hay algo que podemos hacer. Muchas veces en nuestra humanidad corremos riesgos y dejamos las cosas tan críticas, tan descuidadas, tan riesgosas, como si tuviéramos tiempo, vida y como si no hubiese consecuencias, a veces no pensamos.

Quedamos atrapados en la culpa, ¿Cuántas veces no pudimos continuar una conversación porque nuestra mente nos trae a memoria que venimos de fallar? Quizás las personas a nuestro alrededor nos piden certeza en nuestras acciones, dichos, hay días que amamos, hay días que nos enojamos, hay días que estamos indiferentes. Tenemos que aceptar que nuestra condición muchas veces no difiere de la de Pedro, quien fue usado por el Espíritu para revelar la identidad de Cristo, pero también después fue usado por el mismo Satanás. Tenemos que velar constantemente en oración sin cesar, en comunión sin cesar para que lo que fluya a través de nosotros sea el Espíritu Santo, es la exigencia de un adorador que vive en adoración.

El amor es la fuerza contraria al yo, al egoísmo, el amor es una fuerza centrífuga y no centrípeta, el amor es apertura, el sufrimiento cierra. Y ahí a veces estamos sufrientes, padecientes, enojados e irritables con la vida, con el otro y con nosotros mismos por no haber sido o por no llegar a ser. No sabemos si podemos comprometernos con algo o alguien y hacerlo bien, algo nos preocupa pues si depende de nosotros hay muchas probabilidades de que fallemos en algo. No siempre quien tenemos al lado va a ser como queremos que sea, nos va a desilusionar, pero gracias a Dios que el Espíritu Santo trasciende el error para ver a la persona. El diablo quiere ver el error para distanciarnos pero el Espíritu quiere que veamos a la persona para acercarnos.

Hay una frase que cita un psicólogo: ámame cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite, eso es la misericordia de Dios, eso fue Jesús y eso es el Espíritu Santo, cuando menos lo merecemos, él está diciendo: “Te amo con locura” y nosotros le decimos: pero, Señor, me equivoque> y nos responde “Te amo con locura”, nosotros decimos: te fallé y nos vuelve a decir “Te amo con locura”.

Dios odia el pecado, no porque lo daña a Él, el diablo no lo puede dañar porque es intocable, es como decir que la oscuridad daña a la luz. A Él lo que lo destruye es que el diablo toque a sus hijitos, que el pecado arruine vidas, porque como todo Padre, un hijo es la prolongación de su presencia. No podemos exponer a quienes amamos. Pedro estaba en el mismo lugar que cualquiera de nosotros, tratando de comprometerse con Dios en algo que vendría y seria esencial para la cristiandad a lo largo y a lo ancho del mundo para todo el tiempo. Dios es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin y Él está por sobre el tiempo, el cual no le afecta, pero vemos como allí estaba Pedro y de pronto en este compromiso como cualquiera de nosotros que tenía que tomar por lo que vendría estaba dubitativo. Jesús le dice: ¿Pedro, me amas? Porque toda acción importante y trascendente no puede requerir de otra materia prima que no sea el amor, pues el amor es el vínculo con la gente.

El amor es el vínculo perfecto, si no hay amor que no haya nada, el amor nunca es a medias, es todo. Por eso, cuando Dios entregó a su Hijo y cuando lo hizo, vació el cielo. Porque el amor no puede hacer otra cosa que el sacrificarse en sí mismo.

Entendemos que en Jesús fueron reunidas: todo su acto victorioso, toda potestad en la tierra y en el cielo, todas las cosas del cielo y de la tierra le fueron concedidas por esa autoridad que tuvo en la cruz. Él vendrá por los suyos y se los devolverá al Padre, Él dejó esa comisión en nosotros, que somos la prolongación del deseo de todo hijo con su papá y su mamá, solo que estos deseos son buenos.

Pero podría ser la misma sensación de querer comprometernos con el Señor y que el enemigo nos diga: ¡no!, fallaste, haciéndonos sentir culpables impidiéndonos el compromiso, cuando Dios nos dice: ¡te amo, dale para adelante, no sos culpable! El enemigo nos dice: vas a volver a fallar, lo cual seguro será así, somos pecadores, pues la carne tiene el vicio del pecado. Nuestro vínculo con el pecado nos hace tóxicos, tenemos una relación toxica con Dios, pero como Él es todo, luz simplemente toda nuestra oscuridad desaparece. Pedro había negado a Jesús antes de su crucifixión , le había fallado tres veces antes que cante el gallo, lo podía pronunciar con certeza, Jesús le pregunta: ¿me amas? Y Pedro le responde: te quiero, por segunda vez: ¿me amas? Pedro vuelve a decir: te quiero, finalmente le pregunta: ¿me quieres? Pedro le dice: sabes que te quiero. Es que tenemos que saber que los apodos, esos sobrenombres, son una cuestión simple. Cuando bíblicamente Jesús nombra a Simón Pedro, está reflejando que están las dos naturalezas juntas.

Dios nos pone un nombre nuevo para que actuemos en una identidad nueva, pero no desapareció nuestra vieja vida, fuimos muertos a esa vieja vida. 

Somos los únicos que la hacemos resucitar todo el tiempo. Somos los únicos que vamos al pasado y traemos cosas viejas a lo nuevo, somos los únicos responsables de vestirnos con vestiduras blancas y de pronto por descuido ponernos una media vieja y olorienta. El Espíritu es una fuerza proactiva y creativa, el arte es la expresión subjetiva y única que nos brinda la libertad de esos hijos de Dios. Por eso que un artista frustrado es alguien que dejo de creer y de crear, es alguien que abandonó la compañía del Espíritu Santo. Pero cuando el Espíritu Santo viene podremos llegar hasta lo último de la tierra.

Si en nuestro trabajo, nuestra relación, nuestra amistad, nuestra escuela nos hemos sentido frustrados, si no hemos tenido el resultado esperado es hora de ser uno con el Espíritu nuevamente. Es hora de que vuelva a habitar en nuestra casa, entendemos que no es Él quien se va, sino que somos nosotros que le dejamos de hablarle. Hay apodos cargados de amor pero hay otros que están cargados de desprecios, “de la forma que alguien nos llama muestra la distancia en la que siente que nuestra relación esta”. Jesús le dice: Simón quien estaba lejos pero también había un Pedro cerca. Simón Pedro ¿me amas? Tenemos amores tóxicos, amores humanos pero tenemos el amor perfecto también que habita en nosotros, ¿Qué hace el amor tan perfecto en un ser humano tan imperfecto? Repara, restaura.

Jesús está buscando la respuesta que nazca del corazón, la respuesta más profunda y el compromiso más serio y más significativo. Estaba buscando la respuesta de un amor que transcienda todo lo personal, que no sea un amor egoísta, ni mezquino.

Pedro por la culpa y por la inseguridad intentaba responder a un amor filio, un amor cercano pero no tanto, importante pero no tan trascendente. Jesús quería que sea el amor ágape, la experiencia superlativa del amor, porque había una misión que cumplir. “Pedro va haber una realidad, va haber una piedra en ti que será inamovible, que estará bien cimentada, bien fundada, una piedra donde la cual se pueda construir, lo que ninguna tormenta pueda echar, lo que ningún viento pueda derrumbar, va a estar construida con ese amor transcendente. El amor es la materia prima que liga todo lo trascendente, todo el universo, porque Dios es amor.

Por tanto lo que Dios une no lo separa el hombre. “Petra-Pedro” sobre esta declaración va haber una iglesia a través del tiempo y la distancia. Sobre ese amor donde vas a cuidar los corderos y dónde vas a cuidar las ovejas, donde no hay amor que no difiere de la edad, donde hay un amor ágape que se sale de uno para irse a los demás.

Donde de repente todos estamos habitando en un espacio que es una atmosfera espiritual donde todas nuestras diferencias se tornan en oportunidades y fortalezas en torno al Espíritu Santo. En el cual, todas las amenazas se tornan en fortalezas para avanzar en lo que viene creativamente, donde no hay división, no hay pelea, no hay vos y yo sino que hay un nosotros. Pedro-Piedra, sobre ese amor se va a edificar la iglesia, una iglesia que no va a estar construida por ninguna mano humana, sino una iglesia llenos de hijos que adoran a su Padre.

“Cerramos nuestros ojos terrenales para que se abran los ojos espirituales y ponemos toda nuestra atención en la persona de Jesús quien está frente a nosotros. Entendemos que el diablo en algún punto querrá hacernos recordar que no somos dignos, ni merecedores pues fallamos, pero Jesús nos mira con la misma ternura y mirada de amor que miró a Pedro cuando lo negaba las tres veces. Hoy Jesús nos dice: ¿me amas?

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