El legado

28 de abril de 2024

En este trimestre la palabra que nos acompaña es la Familia de Dios y como iglesia vamos a comenzar a leer ahora el libro de San Marcos. El cual, es una ametralladora, son historias de milagros, una tras otra, creemos que vamos a vivir milagros en nuestras familias. Todos necesitamos milagros en nuestra economía, en nuestros hijos que están lejos, en nuestro entorno familiar. Vamos a orar, a clamar, a ayunar y declaramos que los milagros más extraordinarios pasarán en nuestros hogares.

Para finalizar compartiremos el último texto de Éxodo que es el libro que leímos en este mes que termina y vemos que Éxodo no es otra cosa que instrucciones personales que Dios le delegó a Moisés para construir una habitación con toda la reglamentación para que Dios descendiera y estuviera allí.

En este libro podemos ver cómo Moisés peleó con Amalec, después cruzó el mar rojo y caminó a la tierra prometida, un camino que tenía que durar cuarenta días y terminó durando cuarenta años en el desierto, toda una generación. Por esto, no vamos a permitir que nuestra generación se pierda en el desierto. No permitiremos que solo sea un recuerdo todo lo que estamos viviendo, apenas estamos empezando, sabemos que todo se va a multiplicar, que su gloria descenderá. Si este lugar nos queda chico, nos iremos a otro espacio, la comunidad se extenderá y todos los que vengan después de nosotros verán una gloria mayor de la que estamos viendo hoy. “Pues la gloria postrera será mayor que la primera”. La gloria de Dios no tiene nombre ni apellido de hombres, sino que se revela a través de su iglesia.

Moisés pasa mucho tiempo en la presencia de Dios, por ejemplo recordamos cuando sube al monte de Dios y por cuarenta días conversa con el Señor cara a cara para ver queé puede hacer con el pueblo. Allí Dios le dio los diez mandamientos, le dijo a Moisés que el descendería pero para que eso ocurra era necesario establecer algunas pautas revelándole allí la construcción del tabernáculo, que era una tienda de campaña.

Ese tabernáculo es especial pues es el punto de encuentro entre el cielo y la tierra, el cual tiene una forma y estructura determinadas y materiales determinados. No solo se establece ese espacio físico del cual Dios haría su manifestación, sino que lo más importante del tabernáculo era una caja que representaba el arca del pacto o el arca de la alianza, la cual alojaba las tablas de la ley y representaba la presencia de Dios. El arca estaba guardada en el lugar santísimo donde solo el sumo sacerdote podía entrar. Dios le da a Moisés también la institución de la religión porque establece que debe tener sacerdotes con una vestimenta especial, quien debería entrar todos los días a la presencia de Dios. El libro de Éxodo termina con las instrucciones que Dios le da a Moisés y con la construcción de esto. Deuteronomio completará la historia de Moisés donde ya tiene ciento veinte años y después de renegar cuarenta años en el desierto con el pueblo, llega a la puerta de la tierra prometida, al monte Nebo. Allí se para pensando que entraría y Dios le recuerda a Moisés que no entraría por haberse enojado y golpeado la piedra mientras caminaba con el pueblo. Fue tremendo esto para un hombre que luchó toda su vida para alcanzar algo y cuando llegó al final no pudo, pero la palabra nos dice en Deuteronomio 32 que allí Moisés cantó haciendo un recuento de las maravillas de Dios.

Dios no piensa en base a un hombre sino en base a pueblos, a generaciones. Si Moisés entraba a la tierra prometida entonces Josué no hubiese surgido y el pueblo no hubiese cambiado. La gloria de Dios es demasiado grande para que la porte un solo hombre, el pueblo de Dios es más grande que Israel o la iglesia, es eterno, de toda tribu, lengua y nación y a través de las edades. Las transiciones son necesarias porque cuando Dios hizo la transición con Moisés, no lo quitó sino que lo preservó para otra temporada.

Moisés también apareció fuera de lugar, cuando Jesús comienza su ministerio, llama a los apóstoles más cercanos, los lleva a un monte y allí Jesús se despoja de la vestidura de hombre y se transfigura, apareciendo en escena Moisés. Pedro sugiere hacer una enramada en el lugar para quedarse allí con Jesús, Moisés y Elías quien también había aparecido. Esto fue como una muestra que Jesús tuvo para sus íntimos, no porque buscaban un lugar de privilegio, sino que fueron personas que estaban dispuestas a darlo todo por completo.

Después de todo el legado de Moisés parece que no fue llevar al pueblo hasta el otro lado, sino que el legado de Moisés fue entregar su vida para que la presencia de Dios hiciera su habitación en medio de un pueblo imperfecto. Moisés fue el primero en encontrarse con Dios cara a cara, a través de una zarza ardiente Dios le dijo: <yo soy El gran Yo Soy y porque Yo Soy el que soy vos vas hacer>. Se le revela a Moisés. El legado que Moisés nos deja es el nombre de Dios, su esencia, su naturaleza y no solo eso, sino que él también recibe los diez mandamientos, él está frente a una nube de gloria con el fuego encendido y comienza a tomar nota. Esos diez mandamientos que Moisés recibe no son reglas que cumplir para poder entrar al cielo, los diez mandamientos es el diezmo de los principios básicos de aquellos que nos encontramos con Dios.

De repente, vino Jesús de Nazaret diciendo que para que estos principios se cumplan, que parecen antinaturales en un mundo natural, él iba a dar su vida para resumir esos diez mandamientos en uno que dice: <amarás al Señor tu Dios con toda tu mente, con todas tus fuerzas, con todo tu corazón y amarás a tu prójimo como a ti mismo> así Jesús nos complicó la vida porque nos pide amar más que a nosotros mismos, es por eso que Jesús murió, nos liberó de los pecados para que podamos vivir bajo ese legado.

El legado más extraordinario que nos dejó Moisés fue el arca, el punto de encuentro entre Dios y la tierra. Mientras Moisés estuvo vivo hablaba con Dios y él le decía que hacer. Pero cuando el legado lo sigue Josué, su relación fue diferente con Dios, porque Moisés no solo dejó un sucesor en Josué sino que dejó establecida la presencia de Dios para todo el pueblo, así funciona la transición en Dios. Cuando Jesús se fue no dejó un Jesús junior, sino que dejó a la iglesia, hizo transición en un cuerpo con líderes, apóstoles, ministerios. Moisés se fue y dejo un tabernáculo, la presencia de Dios no era solo para el, sino que era para el pueblo, era una habitación, dedicó su vida para que no se fuera, porque cuando Dios se fue del pueblo ellos fueron esclavos por cuatrocientos años. ¿De qué nos sirve liberar a alguien, si después va a volver a ser esclavo?

El legado tiene que ver con aquello que intencionalmente se otorga a otro y se traspasa de una generación a otra. Moisés no solo cuidó un pueblo sino que recibió de Dios para dejar un legado, el cual fue que la presencia de Dios estuviera como una habitación permanente.

El legado no está vinculado con lo que podamos dejar materialmente, sino a lo que estamos dispuestos a ofrecer.

Jim Elliot uno de los misioneros que entrega su vida en Ecuador dijo: “ no es tonto aquel que entrega aquello que no puede retener” y la realidad es que todos estamos diseñados para ofrendar nuestra vida, el tema es ¿a qué o a quién se la vamos a ofrendar? El ser humano está diseñado para ofrendar su vida por algo, no podemos vivir por nada, porque aquellas personas que no tiene una razón para morir, para entregar su vida, entonces no vive, la vida se convierte en una rutina permanente.

El pueblo de Dios en Éxodo sabía que ellos habían salido de la esclavitud con un objetivo y ese objetivo era ofrendar sus vidas a Dios. Moisés le dijo a Faraón que los deje ir para que puedan adorar, que no es otra cosa que entregar sus vidas, es rendirse por completo. Cuando Dios les da a Moisés el diseño del tabernáculo no le dice que se hará de la nada, sino que lo iba a construir el pueblo, que llevaran lo que tengan en sus manos, llevaran madera, las mujeres hilaran el pelo de cabra para teñirlo, los príncipes llevaran oro y plata, la gente más sencilla llevara lo que tenga a su mano. Le dijo que invitara a todos, a los que tenían espíritu de sabiduría, a los que creaban, a los artesanos, a aquella tribu de Levi para que haga su tarea, pues todos tendrán un lugar asignado en la construcción.

Éxodo 36:2-7 (RVR)

El legado de Moisés es más grande que sí mismo, es un legado que el pueblo va a construir, les dijo que todos lleven de acuerdo a la posibilidad de cada uno para ofrendar, esa no es la primera vez que el pueblo ofrenda en el desierto. Cuando Moisés se fue al monte para hablar con Dios y queda Aarón a cargo del pueblo, viendo que Moisés no bajaba al pasar los cuarenta días decidió hacer un becerro de oro como Dios y el pueblo ofrendo para ello. Mucha gente hoy pone su fe en dioses falsos, van detrás de agoreros, detrás de curanderos solo para pagar por el mal, o rinden su fe a historias místicas. O simplemente depositan su fe en una posibilidad enterrándose en un casino, en una adicción, o tratan de buscar el bien haciendo lo mejor posible, ídolos que no son suficientes para conectarnos con Dios. El mundo cree, la gente cree porque necesita creer, necesita tener una razón para poder ofrendar su vida y estar completa. Vemos cómo el pueblo sale del desierto, Moisés se va y deciden hacer un becerro como su dios ofrendando todo su oro, pero en cuanto Moisés baja del monte tira las tablas de la ley. El pueblo por su idolatría tiene un castigo, raya el becerro, lo tira al agua y les hace tomar esa agua, todo lo que se ofrenda a los ídolos termina por matarnos.

Nosotros muchas veces seguimos sembrando nuestras vidas a todo lo que no es dios, por eso cuando Dios le da este modelo a Moisés funciona, decirle al pueblo que construirían juntos el tabernáculo, produjeron con sus manos de los que Dios les había dado, todos daban lo mejor que estaba a su alcance. Entonces, el tabernáculo se terminó. El tabernáculo es una revelación de Cristo y también una revelación de iglesia. Es el punto de encuentro de Dios y del ser humano en la tierra, ese punto primeramente se da en Cristo Jesús y cuando Jesús asciende.

Cada uno de nosotros que somos su iglesia nos transformamos en el puente para conectar a la gente con Dios.

Un legado es esto, ¿qué le dejamos a nuestros hijos? Ellos verán ¿a qué le ofrendamos nuestras vidas? ¿Cuál fue nuestra causa, compramos ídolos propios o nos rendimos para un legado mayor? Por eso, Moisés invita a traer ofrenda, pero llegó un momento que sobraba y les dijo que ya no trajeran más, esto nos recuerda a la parábola de Jesús cuando mando a cerrar la puerta para que ya nadie más entrara, que se quedaran afuera, esto es muy fuerte. Cuando Dios nos llama a ofrendar nuestras vidas y pensamos que ya no tenemos valor, que no tenemos nada para dar y decidimos dejar nuestra vida para nosotros entonces el Señor no nos obliga, pero se pudre.

Cuando tenemos un llamado de Dios a ofrendar nuestras vidas y no la damos, se pudre.

Que dolor sentiría la gente del pueblo que no pudo ofrendar y se quedó fuera cuando Moisés dijo que ya estaba, que ya no llevaran más ofrenda, lamentablemente no pudieron ser parte de la construcción del legado que Moisés dejaría. Toda la gente que ofrendó murió en el desierto porque era gente complicada, lo único que quedó de esa gente fue lo que ofrendaron para el tabernáculo, que era un punto de encuentro entre el cielo y la tierra. Es decir, literalmente, la gente que caminó por el lugar y no participó en aquello a lo que Moisés les invitó fue raída su memoria.

Hay una frase de Billy Graham que dice: “No me preocupa ser conocido por los hombres, no me preocupa que la gente sepa quién soy, lo que me preocupa es que un día voy a estar en la Presencia de Dios y quiero que él me conozca.”

¿A quién estamos ofrendando nuestras vidas? Dios no corre a Moisés de la escena, sino que su vida es una ofrenda. Hoy nosotros tenemos la invitación para ofrendar nuestras vidas y corazones.

Cada instante, cada minuto, cada segundo de nuestras vidas cuentan porque es eterno, no es que un día moriremos y habrá eternidad, claro que no, la eternidad la estamos viviendo ahora.

No vivamos solo para resistir o busquemos a un Dios que solo se amolde a nuestras necesidades. Un Dios que no demande más que un momento en la reunión, o un Dios que no requiera más que otro hable por vos. Nuestro Dios no es así, el entregó en la cruz la vida de su único hijo quien resucitó y venció a la muerte no para tener un culto de domingo, sino para tener un cuerpo donde morar, una iglesia que reine con él por siempre y para siempre. Nuestro legado es más grande que trabajar toda una vida en un mismo lugar, es más trascendente que esas doce horas que le dedicamos al trabajo, que es importante, por supuesto, porque nos sostiene. Pero si es solo eso estaremos ofrendando nuestras vidas a un becerro que nos envenenará, ahora si nuestras doce horas de jornada laboral son para cumplir el propósito, bendecir a la gente que nos rodea, avanzar, abrazar a otros, entonces cada minuto invertido será para siempre. Todo lo que hacemos acá es eterno.

“Entendemos que en este lugar del mundo Dios está construyendo un tabernáculo donde él quiere morar, y no es un tabernáculo hecho de manos, sino es hecho de familias, de vidas, de personas donde todos somos llamados a ser parte. Hoy tenemos en nuestras manos nuestras vidas, no importa cuán rota este, o cuan exitosos o virtuosos seamos, es vida y Dios no recibe menos que vida. Ofrendemos hoy nuestras vidas porque es lo que va a permanecer, es lo que va a caer sobre nuestros hijos y nietos y es lo que permitirá encontrarnos juntos un día para ver a Jesús regresar.

Ofrendemos nuestras vidas para construir la iglesia que reinará con el Señor por siempre y para siempre. No importa que habitemos el desierto más seco de la tierra. Si él nos llamó, si nos sacó de la esclavitud, él va abrir el mar, él va a romper las cadenas, él va a poner el recurso, porque a lo que él nos llamó a construir será construido, porque a lo que él nos llamó a vivir, será vivido con intensidad, porque él no falla. No nos diseñó para vivir en el desierto, nos ha llamado de toda lengua, tribu y nación para ofrendar nuestras vidas, para construir un cuerpo que será lleno del Espíritu Santo para llevar su gloria a todas las naciones de la tierra.

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