Las escamas

2 de junio 2024

Estamos en el segundo trimestre del año donde el concepto es “La familia de Dios” y compartimos este texto “Ya no somos ni peregrinos, ni extranjeros, ni desconocidos sino que somos ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios” Efesios 2:19 NTV

No somos parte de cualquier familia o a cualquier lugar, sino que somos parte de la familia de Dios. Comenzaremos a ministrar durante este mes la cultura de “Hogares encendidos” y el concepto de hogar es más grande que el de familia, porque la familia puede ser de diferentes formas, está integrada por afectos, por sangre, por apellido o simplemente por conexión pero el hogar es lo que contiene a la familia. El hogar no tiene que ver con una caja lujosa o con un lugar físico, sino que tiene que ver con hoguera. Mientras haya fuego no importa el espacio físico sino que importa lo que se construye en esa comunidad que vive en ese lugar. El hogar es lo que define el olor, la cultura, la forma de la familia. El hogar nos da identidad, nos da la marca, la referencia. Por eso, un hogar encendido hace que la familia permanezca conectada y es importante pues en este mes hablaremos de recuperar las disciplinas espirituales que permiten que el fuego siga encendido: ayunar, orar en familia, danos palabras de referencia los unos a los otros.

Cuando un hogar esta encendido el entorno puede ser frío pero el calor del hogar transformará el ambiente. El hogar no se adapta al ambiente de afuera, sino que produce su propio ambiente, genera su propio espacio, tiene su propio fuego. Cuando el fuego de los hogares comienza a arder se produce transformación en el ambiente. No dejemos que el fuego se apague. ¿Qué estamos haciendo para que el fuego de nuestra casa se encienda? Lo más normal es que aportemos para que el fuego se apague y escaparnos de nuestra casa antes de hacer de nuestra casa el lugar de refugio donde Cristo gobierne de forma permanente. Muchas veces atacamos a los nuestros, respondemos negativamente con los que nos rodean, con los que amamos y el fuego se va apagando. Es complicado cuando el fuego se apaga y tenemos que volver a encenderlo. Lo que más nos cuesta es contribuir con pequeñas cosas, pequeños actos de gratitud.

Animémonos a volver a encender el fuego en nuestros hogares porque cuando el fuego está encendido todo cambia.

Comenzamos a leer juntos el libro de Hebreos el cual es muy particular porque se trata de volver avivar el fuego. No se ponen de acuerdo todavía sobre quién lo escribió algunas investigaciones dicen que fue Pablo, otros que fue Lucas y algunos lo aseveran pero históricamente está dentro del canon bíblico pero no definido su autor. El libro de Hebreos es una epístola para los judíos que se convirtieron al cristianismo pero se están volviendo atrás, se están enfriando pues salieron del judaísmo. Recibieron a Cristo, tuvieron una experiencia con él pero ahora el cristianismo está siendo perseguido y parece que ahora esa religión, que al principio era buena porque hablaba de amar al prójimo, de ayudar perdió lo bueno y es más atractivo ser judío nuevamente que ser cristiano. Entonces, se escribe esta carta de Hebreos para darles a conocer que no es bueno volverse atrás y lo que expresa esta carta es que Jesús es más grande que Moisés, que Jesús es más grande que los ángeles, que Jesús es más grande que un profeta de Nazaret. Él es el hijo de Dios, el centro de todo, él es la razón porque todas las cosas fueron creadas. ¿Cómo se vuelve a encender el fuego en esta gente? Es poniéndolo a Jesús en el centro de la escena, que tome el lugar que puedan entender quién es, que se les quite el velo para ver a Jesús tal cual es.

Hebreos 1:1-5 (NTV)

La presentación de esta palabra nos lleva a Jesús. El autor de Hebreos vuelve hacer una exaltación nos dice: – miren con atención porque el Hijo, Jesús del que estamos hablando es aquel que irradia la gloria de Dios, es la manifestación del carácter de Dios. El Hijo con el poder de su palabra sustenta todo el universo. Y ese Hijo después de ir a la cruz y dar su vida está a la diestra del Todopoderoso en el lugar de más elevado honor, por eso el nombre del Hijo.

Lo que el autor nos está diciendo es que abramos nuestros ojos para darnos cuenta a quien estamos siguiendo, adorando y sirviendo. Cuál es la razón por la que respiramos y nos movemos, a quién estamos buscando, estamos creyendo en una persona o una religión. O estamos detrás del Hijo quien no es una estampita, ni una idea, sino que el Hijo es la tercera persona de la Trinidad, quien sustenta todo con la diestra de su poder.

Si no queremos que el fuego se apague Jesús tiene que volver al centro de la escena, tal como él es.

Uno de los problemas más grandes que enfrentamos es la pérdida del temor de Dios en la iglesia, en la familia o en nuestro corazón. Cuando nos da lo mismo, cuando todo se convierte en una rutina y en un fastidio dejamos de ver con claridad a Jesús y cuando no lo podemos percibir el fuego de nuestro corazón se apaga.

Hebreos 2

El autor refuerza la idea de que no perdamos de vista al Hijo, de quien es y cómo él es superior de los ángeles, es superior a cualquier religión, a cualquier idea, él es Dios y es quien todo lo sustenta. Y como él es el Hijo no podemos descuidar una salvación tan grande, la sangre del Cordero no se pisotea, el nombre de Dios no se usa en vano, no estamos en sus caminos porque simplemente vivimos una religión que es más conveniente para nosotros. La palabra nos dice que en el último tiempo muchos negarán su fe y que el amor de muchos se enfriará, pero así como vemos personas que se alejan del amor de Dios que alguna vez disfrutaron, vemos a personas rendidas y entregadas al Señor. Niños a quienes Cristo se les revela y comienzan a profetizar, a adolescentes y jóvenes que llenan el altar de pasión porque ven la revelación de Jesús con claridad, matrimonios transformados y vidas cambiadas por el poder de Dios. Mientras unos pierden la esencia de la salvación que les fue otorgada otros la abrazan con fuerza.

Hebreos nos menciona que en el último tiempo todo esto sucederá, como dice la Biblia Reina Valera que <a nuestra salvación debemos cuidarla con temor y temblor> pues la salvación se pierde, la cual no es un pase mágico que guardamos en el bolsillo y el día que nos muramos lo presentamos en el cielo y nos dejan pasar. La salvación es más grande que tratar de no pecar toda la vida y ser lo más bueno posible para que no nos vayamos al infierno mañana, es mucho más que eso.

No creemos que Dios haya entregado a su único Hijo solo para garantizarnos una entrada a la eternidad, es mucho más que eso, es vivir esta vida en la plenitud del propósito por el cual Cristo murió en la cruz del calvario.

Dios quiere que seamos felices, que el tiempo que nos toque vivir en este lugar seamos plenos, completos aun en medio de la dificultad, aun en medio de la pérdida, aun en medio de un mundo y un sistema que no funciona. La salvación es más grande que irnos al cielo, la salvación es vivir la eternidad ahora, es contarle al mundo, es vivir sus milagros, en la necesidad experimentar su provisión, es vivir entregados de tal manera que lo hagamos real en nuestras casas, con nuestros hijos y a donde nos movemos. No se trata de cuan bien podemos fingir, aunque no lo sintamos cuanto puedo repetir algo hasta que lo empecemos a sentir, no se trata de eso. La persona de Cristo es real pero hay cosas que nos impiden verlo.

Hay un personaje en la palabra que es Saulo de Tarso, es un hombre que conoce a Dios, es el autor del libro de los Hechos, es quien se convierte en Pablo después. Saulo no tiene malas intenciones, es un hombre religioso que ama a Dios y tiene celo por la religión que profesa. Después que Jesús muere en la cruz y resucita, sus seguidores lejos de desaparecer comienzan a multiplicarse por todos lados profesando el nombre de Jesús. Entonces Saulo se pone furioso, diciendo cómo puede haber algo que ofenda al nombre de Dios, que ofenda a su religión, hay una mezcla de judaísmo, de filosofía griega y de heridas en el corazón de Pablo que lo llevan a explotar de ira.

Este hombre queriendo hacer la obra de Dios le pide permiso a las autoridades y se convierte en un sicario, en un asesino religioso que mata en el nombre de Dios, saca las familias cristianas de sus casas, mata a sus hijos y desata una persecución en el nombre del Dios que él cree, hay un problema con Pablo que conoce a Dios pero no conoce al Hijo. La religión lo trastorna de tal manera que lo vuelve violento, lo convierte en alguien que juzga, que hace daño, por eso es que Pablo queda ciego antes de que lo visite Ananías.

Saulo persiguiendo a la iglesia se encuentra con una Teofanía de Dios y Jesús lo para en medio del camino, lo tira del caballo, se le aparece, físicamente y Jesús le dice a Saulo ¿Por qué lo perseguía? Pero Saulo no lo conoce. Entonces le pide a Saulo que se reitre en un lugar porque alguien lo visitaría y al instante en que Saulo se encuentra con esta visión queda ciego. Lo que produce la ceguera no es la visión, sino que Saulo ya estaba ciego, solo que no se había dado cuenta.

Así es la vida sin Jesús, vivimos ciegos. Hacemos lo que hace todo el mundo, vivimos como todos viven, es normal el engaño, el pecado, las adicciones, atentar con nuestra vid. Es normal pensar que somos inútiles, que no vamos a poder hacer nada con nuestras vidas, que vamos a repetir la historia de nuestros padres porque tenemos los ojos llenos de escamas, porque no podemos ver. Andamos por la vida sin saber que estamos ciegos, andamos pensando que eso es todo lo que vamos a vivir, hasta que de repente el Señor sale a nuestro encuentro y nos damos cuenta que estamos ciegos y ese encuentro hace que el Espíritu Santo traiga convicción de pecado y sentimos un hambre dentro nuestro de que hay algo más, que no es solo sobrevivir o repetir historias, costumbres, culturas.

Saulo al chocarse con Jesús se da cuenta de que está ciego, y esa ceguera espiritual se transforma en una ceguera física y termina vulnerable en un rincón esperando lo que Jesús va hacer. Mientras Dios llama al profeta Ananías para que vaya a ver a Saulo porque él lo había elegido como un instrumento escogido, Ananías no tenía mucho ánimo de ir a verlo porque sabía lo que él era.

Dios tiene que trabajar con el corazón de la iglesia que está representado por la vida de Ananías para ir y enfrentarnos a lo que no queremos porque ahí es donde él tiene propósito. 

Ananías ora por Saulo y se le caen las escamas de los ojos, esas escamas que eran como capas que le impedían ver al Hijo, capas de religión, de odio, de filosofía humanista, capas interminables. Saulo termina de ver a Jesús cuando ve a Ananías, cuando las escamas de sus ojos se les caen lo primero que ve es al profeta y lo primero que percibe es la iglesia. Ananías le declara a Saulo que era un instrumento de Dios para llevar salvación. La revelación completa de Jesús hace que las escamas se caigan para que Saulo sea transformado en Pablo, un asesino que se convierte en apóstol. Un sicario se convierte en alguien que da vida, alguien que estaba totalmente enajenado por la religión se va a convertir en el autor del nuevo testamento. Por eso, no sería raro que Pablo sea el autor del libro de Hebreos, porque él termina conociendo al Hijo mejor de lo que pudo conocer Pedro que lo vio físicamente, mejor de lo que pudo ver Juan, la percepción de Pablo es declarar “Él es el Hijo, el irradia, gloria, él es por el cual todo fue creado, él es Jesús, la persona más bella y más extraordinaria. Pude conocer el carácter de Dios cuando conocí a Jesús y por el poder de su palabra todo se sustenta”. Por eso, insta Pablo a cuidar la salvación con temor y temblor, que le podamos dar el lugar que se merece porque es el más grande que los ángeles. Jesús está sentado en un lugar de honor a la diestra del Padre y este es el Jesús que está en medio nuestro cada día.

No podemos menospreciar una salvación tan grande, no podemos permitir que el fuego de su Espíritu se apague en nuestras casas. No podemos permitirnos vivir un evangelio mediocre, alimentarnos con excusas que nos permitan pecar y estar separados de lo que Dios tiene.

JESHUA, el alfa y la omega, el primero y el último, el que sustenta nuestras familias y sostiene nuestras vidas. No podemos pintar de misticismo una relación profunda con él, tenemos que desarrollar comunión con el Hijo, sin importar la condición pues él no elige hogares perfectos, elige hogares reales donde encender el fuego de su presencia, y cuando él se manifiesta las escamas se caen y empezamos a verlo tal cual es.

Pablo era impermeable a la unción del Espíritu, no le llegaba, era impenetrable por eso el Señor debe tirarlo del caballo pero aun así no logra penetrar su corazón, pero cuando se caen las escamas, cuando Pablo recibe la revelación espiritual de Jesús pero también a través de su iglesia es transformado completamente.

No podemos descuidar una salvación tan grande, necesitamos que se caigan las escamas de nuestros ojos. Necesitamos ser despertados a una nueva dimensión del amor de Dios.

Necesitamos limpiar nuestros ojos con colirio, porque se nos llenan de escamas, de capas que nos impiden ver a Jesús y nos amoldamos a ver mal. Permitamos que Jesús quite todas las escamas para que le podamos ver con claridad, no nos amoldemos a verlo lejos.  Las escamas no permiten ver el agua de vida que me da vista, perturban nuestra visión de Dios y nos hacen ver a nuestros hermanos de forma negativa, nos hacen ver al mundo espiritual de una manera distorsionada, hacen que los demonios cobren más fuerza que el Hijo de Dios. Hacen que juzguemos a nuestros hermanos porque no nos permiten ver lo que Dios está haciendo en sus vidas, hacen que nos convirtamos en críticos de la iglesia y nos volvamos jueces de la iglesia permanentemente.

Pero cuando viene el Espíritu Santo y toca nuestros ojos nos fascina el poder verlo. Por eso el autor del libro de Hebreos reconoce al Hijo, no es cualquier Dios, no es una estampita, no es un Dios que demanda una vela o sacrificio humano, es aquel que venció a la muerte, es el carácter revelado de Dios, es el que irradia su gloria. Jesús nos cambió la vida, nuestra oración debe ser que haya un avivamiento sobre la iglesia donde el Espíritu Santo traiga convicción de pecado. Donde nuestros ojos sean lavados para que le podamos ver a él y que al verlo podamos entender con claridad la palabra, podamos ver a nuestra familia como el la ve, nuestro futuro como él lo ve y podamos alimentar el fuego del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Esta verdad Dios la confirma mediante señales. Somos esa señal de Dios, la señal marca el camino, el rumbo, la diferencia, él confirma su palabra por medio de señales, para la ciudad Rawson y nuestras vidas, sean una señal que confirmen a Jesús. Los que se añadirán en este tiempo a nuestras casa vendrán porque nuestras vidas serán una señal que revela a la persona de Jesucristo y por eso van a querer conocer y saber lo que Dios está haciendo. La palabra se confirma por señales y maravillas.

Todos los días Dios hace maravillas, todos los días Dios nos perdona, renueva su amor y misericordia sobre nuestras vidas.

También confirma su palabra con diversos milagros, pero cuando nos apropiamos de los milagros de Dios y lo vivimos solo para nosotros sin compartirlos, el propósito del milagro se estanca. La persona que se queda con los beneficios de seguir a Dios pero se olvida de Dios está atrapada en su propio milagro. También confirma su palabra con dones del Espíritu Santo según su voluntad, pues dentro nuestro hay un fuego que fue puesto desde antes de la fundación del mundo que es una herramienta sobrenatural para cumplir el propósito y a Dios le gusta sacar esa gracia.

Él confirma la palabra con los dones que son la manifestación del Espíritu para traer plenitud al cuerpo de Cristo, hay una capacidad dentro de nosotros que tiene que ser despertada. No todas son iguales, los ministerios son dones, pastores, maestros, las personas que administran tienen esa capacidad de generar recursos, de bendecir a otros, eso es lo que Dios puso para confirmar su palabra en nuestros corazones.   

¿Cómo se despiertan los diversos milagros y dones? Por medio de la revelación clara de Jesús. Anhelemos con todo el corazón que en esta temporada, amada iglesia, se caigan las escamas de nuestros ojos para que podamos ser llevados a una nueva dimensión del amor de Dios. El Espíritu Santo viene para abrir nuestros ojos, para recordarnos el propósito y decirnos que somos instrumentos escogidos por Dios para llevar la gloria del Señor a todo lugar. No somos cualquier cosa, no nos define nuestro pasado, sino que nos define nuestro presente. Deben caerse las escamas de nuestros ojos para que Jesús se pueda revelar a nuestras vidas tal y como es, para ver a Jesús con claridad y profundidad nítida. Él es el Hijo y en estos últimos días el Hijo está hablando, el Hijo irradia la gloria de Dios, expresa el carácter de Dios y sostiene todo con el gran poder de su palabra. Él después de haber limpiado nuestro pecado se sentó a la derecha del Dios en el cielo y esto demuestra que el Hijo es superior a todas las cosas.”  

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