Bautismos

10 de diciembre de 2023

Estamos leyendo las cartas de primera y segunda de Pedro, es una buena oportunidad de terminar este año parados en la palabra de Dios. No es que en diciembre nosotros estamos terminando un ciclo para volver a empezar otro, en Jesús la vida no son historias que se repiten una y otra vez. En las etapas que nos tocan vivir no se trata de tropezar de nuevo con la misma piedra, sino que Jesús murió en la cruz para darnos la libertad para que nuestro camino sea de ascenso hacia Él. Por eso, cada etapa de nuestras vidas son escalones donde en un escalón enfrentamos cosas, debilidades que tenemos que cambiar, pero que nos llevan a nueva etapa que requiere un nuevo esfuerzo, que requiere una nueva temporada. De repente otro escalón que es más largo el cual parece más difícil pero  que nos eleva hacia una nueva posición. Es un camino hacia arriba pero que nos lleva más profundo. No vamos a cerrar este año diciendo: ¡uy, otra vez! sino que lo vamos a cerrar diciendo: ¡puede que estemos cansados, puede que hayamos perdido o que hayan cosas que no hemos hecho pero no vamos a poner nuestros ojos en lo que perdimos sino en lo que queda por delante!

Con Jesús siempre se gana, nunca se pierde. Con Él en los procesos vamos descubriendo profundidad.

El diablo, la muerte, el infierno, la gente que no nos quiere nos van a recordar todo el tiempo lo que nos falta, lo que no nos alcanza, lo que no es suficiente, pero es necesario que permanezcamos firmes en aquello que logramos, en donde nos encontrábamos y a donde Dios nos llevó, en todo lo que nos perdonó para que nos paremos hacia una nueva temporada. Primera de Pedro nos dice que somos probados, somos expuestos pero que este es un camino hacia una medida más gloriosa, que este es un camino hacia una revelación más profunda de Jesús en nuestras vidas.

1º Pedro 3: 13-22 (NTV)

 Pedro habla de un bautismo, habla que en el proceso de la vida, sufrir no es una opción. En la ecuación de la vida, sufrir es parte del proceso, nacemos en sufrimiento. Cuando una mamá va a dar a luz pasa sufrimiento y dolores, pero cuando ese proceso llega a su fin termina en alegría, comenzando una nueva etapa. Lo que nos explica Pedro es que en la ecuación de la vida siempre vamos a sufrir, podemos sufrir haciendo el mal lo cual produce muerte o podemos sufrir haciendo el bien por la causa de Cristo. ¿Qué es sufrir por la causa de Cristo? Es cuando descubrimos que tenemos un propósito, que estamos vivos, que no solo estamos en la tierra para sufrir ocho, diez o doce horas de trabajo para comer, vestirnos, vivir, volver a quejarnos y satisfacer nuestras necesidades, no es así, nuestros sufrimiento no puede estar solo puesto en sobrevivir pues hay eternidad en lo que Dios hizo en nosotros. Por eso Pedro nos menciona que podemos sufrir haciendo el mal que no tiene resultado o podemos sufrir haciendo el bien lo cual tiene recompensa. En esto pone por ejemplo a Jesús diciendo: <El sufrió, siendo que era perfecto, inocente y no tenía pecado ¿Por qué se lo merecía? No, sino que sufrió por nosotros>

Pedro explica que cuando vino el diluvio y el agua cubrió la tierra fue porque estaba llena de maldad, pues el hombre se había levantado contra el hombre y la inmoralidad lo había cubierto todo. Por eso, Dios cubre la tierra ¿para traer juicio, para traer limpieza? Claro que no, lo hizo para traer salvación, para traer un nuevo comienzo, porque de esa agua con la cual inundó la tierra como juicio, se transformó en el bautismo de Noé y su familia, donde la tierra fue redimida para empezar una nueva etapa.

Eso es el bautismo, es un juicio en contra del pecado que trata de acusar todo el tiempo, es un juicio contra el sufrimiento que nos ha quitado la paz y en medio de esas aguas, donde Jesús dio su vida por nosotros, es el comienzo de una nueva etapa.

Un juicio determina el fin de la injusticia y el principio de un nuevo orden que Dios establece. En el diluvio Dios llenó la tierra con agua pero cuando vino Jesús, quien sufrió por nosotros, inunda la tierra con amor. Jesús nos dijo que en la vida tendremos aflicción pero que confiemos porque él había vencido al mundo (San Juan 16:33). Este sufrimiento no será para llegar a fin de mes, no será para sobrevivir, sino que marcará un camino a la eternidad, tendrá propósito, tendrá un destino glorioso porque somos bautizados en Él. Muchos de nosotros sufrimos sin sentido, por lo malo que hemos hecho o por las circunstancias en la vida y ese sufrimiento produce una muerte espiritual. Hogares destruidos, familias rotas, vidas sin sentido donde todo lo que importa es lo material y nada más. Pero, de repente, cuando Cristo viene a nuestras vidas nosotros morimos al pecado y ahora nuestro sufrimiento tiene propósito, nuestras pérdidas son ganancias, nuestra vida tiene un sentido.

El Dios creador que está desde el principio se hace hombre y por obediencia se entrega por amor a nosotros para pagar el precio de nuestro dolor y pecado. Para que no volvamos a morir, para que vivamos para resucitar pero por sobre todas las cosas para que tengamos un sentido en la vida.

Nuestras historias hablan, no fuimos perdonados para nada, no fuimos traídos de vuelta a casa para nada, no fuimos dotados de talentos para nada, fuimos llamados por Dios. En esta generación tenemos un problema con el sufrimiento, no nos gusta, no lo queremos, queremos esquivarlo, tomamos analgésicos para que no sintamos el dolor, pero no entendemos que el sufrimiento es parte de nuestra vida. Esta generación crece en búsqueda del placer instantáneo, ya no es tan importante construir una relación, formar un hogar, la inmoralidad, la pornografía, el pecado, las adicciones, la violencia, la maldad, o simplemente encontrar placer a bajo costo. No estamos dispuestos a pagar un precio por cosas importantes, entonces quitamos el sufrimiento de esta ecuación.

Seguir a Jesús implica sufrimiento. La palabra sufrió se traduce del griego murió. Cristo murió, es decir, que sufrimiento no tiene que ver tanto con dolor, sino que tiene que ver con una conclusión, tiene que ver con una etapa final, es parte de nuestras vidas. Dios nos llamó a sufrir por su causa, nos llamó a aceptar y ser agradecido, la vida con Cristo es una aventura extraordinaria.

Jesús no necesitaba ser bautizado, es el Alfa y la Omega, el Primero y el Último. Sin embargo, él que es el principio de todo se bautiza, para hacer la declaración “todo el que esté muerto en mí vivirá, todo aquel que se sumerja en mí tendrá nueva vida”. Todo aquel que venga a mí tendrá una historia que contar, su sufrimiento tendrá sentido. El sufrimiento sin sentido produce culpa y la culpa busca excusas, se encierra en el pasado.

Aquel que se encuentra con Cristo deja la culpa por el arrepentimiento y se hace cargo de lo malo que haya hecho. Y cuando viene el arrepentimiento el Señor es suficiente para transformar nuestro sufrimiento en recompensa.

Sufrir por Jesús es una honra que nos lleva a dar más de lo que podemos dar, que nos lleva a soñar con cosas que van más allá de nosotros, todo empieza cuando nos sumergimos en él. Jesús por su sufrimiento está sentado a la diestra del Padre, por eso todo principado, todo poder, toda autoridad, toda persona en el mundo se somete bajo su autoridad y lo reconoce como Jesucristo, el Señor. Por el sufrimiento de Cristo toda la autoridad de este sistema se le fue conferida a Él, por eso todos deberemos dar cuenta en un momento delante de él.

La autoridad sobre nuestras vidas ya no la tiene el temor, el pecado, nuestros apellidos, o lo que hicieron nuestros abuelos en el pasado, ni nuestros errores, sino que desde el momento que nos bautizamos en Jesús la autoridad completa y absoluta de nuestras vidas la tiene aquel que está sentado en el trono. Ya no vivimos para este mundo.

“Necesitamos volver a sumergirnos en Él, necesitamos encontrar placer en Él. Necesitamos aceptar esta nueva etapa. Todo se trata de quien está sentado en el trono, no se trata de nosotros ni de nuestros esfuerzos, sino de su sacrificio por nosotros. Si hoy estamos cansados de sufrir sin sentido, si sentimos que nuestros sufrimientos solo nos han llevado a la perdida, o sentimos que solo estamos sobreviviendo, reconciliémonos con el Señor para que sea renovado el fuego de nuestro corazón.”

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