Búsqueda perpetua

7 de noviembre de 2021

“El fuego de su aprobación ardía en su corazón y eso era lo más valioso para Él, el sentirse seguro, el sentirse en casa y en paz. Aunque no tenga tanta gloria ni nadie sepa su nombre, aunque ante los ojos de los demás solo haya sido una flor frágil, a Él solo le importaba lo profundo, lo oculto, esas raíces que crecían en la profundidad y que solo el Padre podía ver. Él podía recibir muchos halagos, pero solo le importaban unas pocas palabras: “este es mi siervo amado, a quien yo sostengo, en quién mi corazón se complace” y ahí se encuentra la gloria más grande porque cuando el cielo te aprueba todo lo demás sale sobrando”.

Microrrelato por Yamila A.

 

Estamos en un trimestre que tiene que ver con DISCIPULAR: que es consolidar y tener la fuerza necesaria para que todo lo que Dios nos ha dado podamos multiplicarlo y desarrollarlo. En este mes de INSTRUCCIÓN atendemos a la palabra que Dios tiene para nosotros.

En los libros de primera y segunda de Samuel vemos como Dios le proveyó de un rey al pueblo de Israel.

EL REY QUE NO PUDO SER

En aquel tiempo Samuel era el profeta enviado por Dios y aunque no estaba convencido de la idea del pueblo, obedece a Dios escogiendo con el corazón, cuerpo y alma al rey que iba a gobernar al pueblo. Guiado por Dios escoge a Saúl, quien no era una mala persona, venia de una buena familia, tenía un buen nombre y estaba lleno del Espíritu Santo. Esta familia renombrada de Israel, a la que pertenecía Saúl, había perdido a un grupo de burros y Saúl preocupado por buscarlos, se encuentra con su llamado. Llega hasta la casa del profeta Samuel quien lo dirige a lo que sería su destino: convertirse en rey de Israel. Es increíble cómo Saúl buscando a un grupo de burros se encuentra con su reinado.

¿Detrás de que burros andamos en este tiempo?

Saúl estaba ocupado y era diligente. Dios busca a personas ocupadas; muchas veces perdemos el tiempo buscando una posición o lugar en la iglesia para satisfacer nuestros logros personales sin tener en cuenta que solo debemos ser fieles a Dios.

Nuestra tarea es buscar lo que Dios tiene para nosotros, luego Dios nos honra y nos da dignidad. No debemos quedarnos quietos, no se trata si alguna vez recibimos una palabra o un llamado, se trata de salir a buscar burros, hacer las tareas que nadie quiere hacer, servir y agradar a Dios en el living de nuestra casa, sería muy loco pensar que detrás de ello encontremos un gran llamado.

Saúl no encuentra a los burros pero sí a su llamado.  La palabra nos menciona que era buen mozo, bien parecido, que en Israel todos le llegaban al hombro, o sea que era un varón alto y tenía todas las condiciones de un líder admirable. Samuel unge a Saúl porque este tenía todo lo que se necesitaba: unción, carácter, el favor de la gente, una familia ordenada y un hijo que lo amaba. Sin embargo tuvo una debilidad de carácter y se puso en el lugar de Dios.

Tenía instrucciones precisas de esperar al profeta para levantar un altar de adoración, pero con las mejores intenciones trata de reemplazar a Samuel y por querer tomar el lugar de Dios, fue rechazado. Con todo esto Dios lo sigue respaldando incluso a pesar de que ya lo había desechado. Podemos entender entonces que respaldo no es lo mismo que aprobación. No buscamos hacer cosas para que nos respalde, queremos ser aprobados por Dios. Podemos producir las mejores cosas para Dios y Él nos respaldaría porque los dones y el llamado son irrevocables, pero nosotros no somos irrevocables. Saúl fue desechado y aunque siguió teniendo la autoridad que recibió, Dios se olvidó de él y eligió a un nuevo rey. Es triste vivir toda una vida solo con el respaldo de Dios pero no con su aprobación.

Saúl va a la guerra y Dios le da instrucciones claras de que elimine las cosas que no estaban bien, pero Saúl toma la victoria y quiere disfrazar su desobediencia con un sacrificio a Dios. Samuel lo confronta con su desobediencia y teniendo la posibilidad de tener la aprobación de Dios solo se conforma con el respaldo.

1º de Samuel 15:30 (NTV)

Saúl reconoce su pecado, sabe que Dios ya no es más su Dios, pero aun así solo le interesa quedar bien delante de los ojos de los demás contando solo con el respaldo. Samuel lo acompaña, llora desesperadamente por Saúl, pero Dios le aclara que ya lo había desechado y que tenía un rey conforme a su corazón. A pesar de que Saúl tuvo todo, vivió  victorias, fue lleno del Espíritu Santo, profetizó, logro grandes cosas se quedó solo con el respaldo sin preocuparle la aprobación de Dios.

No repitamos la historia del rey Saúl. Derramemos todo delante de su Presencia, no nos conformemos con contar solo con el respaldo de Dios y perdamos su aprobación. Muchas personas teniendo potencial de hacer grandes cosas, grandes llamados, contando con el respaldo de Dios evangelizaban, adoraban, fueron lideres pero de repente no hubo aprobación y hoy están lejos de Dios sin potencial. Cuando un potencial no se explota se convierte en frustración. Si una persona en Dios llamada a gobernar, a reinar, a servir toma ese potencial para sí mismo, eso se convierte en frustración que es un veneno que mata, que envuelve a las personas en pecado, entristeciéndolas, arrastrándolas y dejándolas sin futuro.

Es diferente la insatisfacción porque siempre se busca la aprobación de Dios haciendo algo más, una búsqueda perpetua y perfecta de Dios. Cada encuentro nuestro con Dios es extraordinario y esa insatisfacción es la que nos lleva a mejorar. La insatisfacción nos lleva cada vez más a un eterno peso de gloria, pero la frustración nos lleva a perderlo todo como le paso a Saúl con su llamado.

Cuántas veces hemos vivido una religión detrás del respaldo de Dios, pero eso se desvanece y nos perdemos en el camino.

“Creemos con todo nuestro corazón que somos una iglesia que honra su pasado porque eso nos permitió estar de pie hoy, entendiendo esa vieja declaración que “lo que viene es mejor y es mayor”. No vivimos de la frustración de las cosas que se podrían haber hecho mejor, sino que tenemos una visión mayor. Queremos ver a la ciudad rendida a los pies de Jesús, de ver familias como hogares encendidos que no solo perduran y se mantienen en la dificultad, sino que salen para las naciones de la tierra. Saúl no tuvo la gracia de vivir a Jesucristo, pero nosotros sí, tenemos al ungido que nos levanta, nos sostiene y nos perdona. No queremos ser un rey que no pudo ser, somos un pueblo de reyes y sacerdotes que no regalamos nuestra corona, pues a Cristo le costó una corona de espinas en la cruz. No vendemos nuestro llamado, no negociamos nuestra integridad, no renunciamos a nuestra hambre de santidad, no perdemos la profundidad de una comunión íntima con Dios. No permitimos que nuestros hijos o nietos se paren sobre lo que hemos vivido, sino que puedan llegar mucho más lejos y ungidos por el Espíritu Santo. ¡Nos levantamos para vivir una nueva temporada, Señor, queremos tu aprobación! El destino de nuestro reinado es glorificar a Cristo como el único Rey y Señor.”

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