Camino a Emaús

29 de agosto de 2021

“Yo te quiero ver,
quita los velos
y las impurezas
de mis ojos
para poderte contemplar.

No quiero ser ciego,
no quiero tenerte enfrente
y no ser consciente
que caminas a mi lado,
que te sentás en mi mesa
y que partís el pan con tus
propias manos.

Abrí mis ojos a lo eterno,
y que lo efímero se deshaga”.

Poema por Yamila A.

A cada lugar que vamos Jesús se revela, fuimos comprados por la sangre de Cristo y por eso en cada espacio donde nos movemos la presencia de Dios fluye a través de nuestras vidas. Por eso debemos darlo a conocer porque es parte de la entrega que Dios demanda de nosotros, se despertará con señales y milagros a través nuestro y nos respaldará de manera sobrenatural.

Cerramos este trimestre con el Evangelio de San Lucas con el momento de la resurrección del Señor. En el capítulo 23 y 24 nos relata cómo Jesús es sacrificado pero no sentado en su propio dolor, sino poniendo su corazón  en los seguidores, animándolos a que no lloren, desatando perdón sobre los que lo crucifican; de pronto esa exclamación que sale de él: consumado es, permitiendo que el cielo se abra y se entregue por toda la humanidad. Este es el día de nuestra redención y libertad, Jesús es llevado a la tumba donde las mujeres que le seguían son las últimas en despedirse de él y son las primeras que el domingo temprano a la mañana ven la tumba vacía con un ángel que les anunciaba que Jesús había resucitado.

Las mujeres corren a contarles a los discípulos la buena noticia pero ellos no les creyeron, sin embargo Pedro corre a la tumba para comprobarlo. A la mujer en la teología se la toma como un modelo de la iglesia que acompaña a Cristo hasta el último momento, María, María Magdalena y Juana que eran parte del equipo del Señor, son las que reciben la revelación.

Nosotros somos iglesia siendo impulsados para ver a Cristo, para que se nos revele y ¿cómo se revela? A través de lo que sucede en la congregación, mientras adoramos el Señor revela su palabra, cuando damos un saludo, manifestamos una oración, cada uno conectado correctamente revela a Cristo. La iglesia siempre llega primero no solo cumpliendo pensando en sí misma, sino que mirando al Señor.

Para los discípulos ese era el peor momento ya que su maestro había muerto, fueron sacudidos porque la persona que les había llevado esperanza y por quien habían dejado todo ya no estaba, a pesar de que Jesús les había dicho lo que iba a suceder. Muchas veces cuando la vida nos golpea tan duro nos olvidamos de todo. Cuando perdemos un ser querido o tenemos un diagnóstico con el cual no sabemos que pasará, nos olvidamos de todo lo que creemos. Pero es increíble que a pesar de que caminamos en el dolor Dios siempre está en medio nuestro, permanece en medio del silencio, en medio de la situación más caótica se revela.

No está mal si muchas veces tenemos dudas porque son las puertas a la fe, lo que está mal es apropiarnos de las dudas, es acercarnos al temor o detenernos. Algunas veces estamos como esas mujeres que a pesar de la incertidumbre caminamos.

San Lucas 24:13-33 (NVI) Esta escena nos muestra cómo los discípulos estaban consternados, desorientados, caminando hacia una primavera cálida buscando un alivio por la pérdida que habían sufrido. Dios es creativo, el Jesús que se les presentó a estos discípulos no era el mismo que había caminado con ellos porque tenía una nueva manera de ser visto y se reveló haciéndolos parte de su naturaleza por medio de la comunión. Cuando Jesús parte el pan los ojos de ellos fueron abiertos.

Cuantas veces oramos de la misma manera o hacemos las mismas cosas pero entendemos que a medida que pasa el tiempo, cuando tenemos una relación con alguien, ésta va cambiando y se vuelve más plena cada vez. Asimismo cuando nos adentramos y profundizamos más en nuestra relación con el Señor la comunión es diferente, el encuentro cambia.

Amor es invertir todos los días en una relación permanente que evoluciona, crece, enfrentando los miedos juntos, es servir y darse el uno al otro de una manera creativa. Una relación evoluciona de manera que aprendemos a comunicarnos y crecer juntos.

Con Jesús pasa lo mismo, los discípulos no pueden verlo resucitado porque tratan de percibirlo de la misma manera que antes, querían tocar las manos callosas del carpintero,  ver el rostro encendido del amado, querían apoyarse en su pecho y escuchar el tono de su voz. Pero ahora Jesús era diferente, acababa de vencer a la muerte, de derrotar al infierno y se disfraza caminando a la par de ellos en medio de su dolor.

Los discípulos se enojan cuando Jesús les pregunta del porqué caminaban tristes, le cuestionan de que era el único que no se había enterado de lo sucedido con su maestro, vaciando su corazón delante de Él. Cuando ocurre esto Jesús los confronta diciéndoles que eran duros de cerviz pues todavía no habían entendido lo escrito en la palabra, de que todo esto iba a suceder. Pero aun así no se les revela nada, llegando a la casa quedándose con ellos y sentándose a la mesa, al ver las marcas de los clavos cuando parte el pan dando gracias, recién en ese instante se dieron cuenta que estaban con su maestro. El velo se les cae cuando están en esta comunión, la nueva manera de ver a Jesús se les revela, lo perciben y cuando esto sucede Jesús desaparece.

Allí entienden por qué sus corazones ardían cuando hablaban y caminaban junto a Jesús por Emaús, entonces corren hacia Jerusalén a contarles a los demás y allí Jesús se vuelve a revelar. Somos como los discípulos caminando hacia una primavera cálida tratando de escuchar a Dios de la mejor manera, pero mientras nosotros hacemos lo que podemos Jesús viene hacia nosotros diciéndonos que hay una nueva manera de revelarse en el cuerpo, en la mesa, no es ir a la iglesia, es ser iglesia y en la comunión de los santos Jesús revela sus heridas. Vemos en sus heridas cicatrices que revelan unción, autoridad, por eso cada vez que nos reunimos la gente recibe sanidad, liberación, reciben de ese Jesús revelado, cuando adoramos él muestra sus manos, el pan se parte, nos bendice y se nos revela su persona.

Cuando él se nos revela corremos a contarles a otros y siendo parte del cuerpo vemos cómo Jesús se muestra hacia los demás.

“Quizás nuestro camino a Emaús se ha hecho muy largo por estar parados en nuestros propios conceptos, en nuestras propias formas, esa era la actitud de los que caminaban por allí, sin permitir que Jesús cambie sus estructuras y abra sus ojos. Hoy más que nunca Jesús camina junto a nosotros y desea revelarse de una nueva manera a nuestras vidas. Necesitamos rompernos para que se revele con mayor profundidad, renunciar a los odres viejos para que lo nuevo de Dios venga. Y si él en medio de este mundo loco, de todas las naciones de la tierra el Señor ha hecho un paréntesis para mirar a una pequeña ciudad de la Patagonia, para caminar, cenar con nosotros, entonces entendemos que en nuestras vidas hay propósitos enormes y eternos. No despreciemos su voz, no esperemos que alguien nos posicione o eleve, no nos conformemos a lo que somos y si hay heridas o cargas sabemos que las heridas de Jesús todavía tienen poder para sanar dando autoridad. En la comunión es donde Jesús se revela llevándonos más lejos y más profundo de lo que imaginamos para llegar a todas las naciones de la tierra.”

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