Creados para llevar frutos

Me despojo,
renuncio a las apariencias,
me libero de ellas.

yo quiero que comas
de los frutos dentro de mí
y que te sacien, que a
tu paladar sean deseables.

no hay otra cosa que
quiera más,
no hay un deseo más grande
en mi corazón, que este;

que te deleites
una y otra vez
en mí y que te sientas complacido.

Poema por Yamila A.

Muchas veces estamos llenos de cosas que nos asustan, que no le agradan a Dios. Pero nada que no nos guste va a salir de nuestras vidas si no nos sentamos en la Presencia de Dios y lo quitamos. Cuando esto ocurre nos damos cuenta que no todo lo que está dentro nuestro es malo. Jesús vive en nuestro interior, todo lo que se revela es lo que está dentro. La palabra nos dice que todo hombre de su corazón saca tesoros nuevos y viejos, esto quiere decir que dentro nuestro hay tesoros increíbles los cuales vemos y vivimos una vez que quitamos todo lo que no sirve.

Nos sumergimos en la Presencia y en la palabra de Dios porque es lo que nos sostiene cada día. San Marcos 11:12-14 y 20-26  Jesús en este pasaje, enojado con la higuera la maldice. A lo mejor muchas veces nos enojamos con cosas pensando que perdimos el tiempo sintiéndonos insatisfechos porque no sale lo que queremos. Las cosas no tienen la culpa pero descargamos nuestras emociones sobre ellas y muchas veces ponemos nuestras expectativas en ellas. Asimismo vemos en el pasaje como Jesús se enoja, el enojo es una reacción propia del ser humano que nos avisa que hay una perdida, pero no podemos hacer del enojo una carga donde vamos a vivir atrapados.

Jesús dijo: airaos pero no pequéis, no se ponga el sol sobre nuestro enojo. Debemos tener dominio propio, trabajando nuestro carácter para que lo que este dentro nuestro no salga de una mala manera. Jesús viendo la higuera sabía que no era tiempo de higos pero tenía hambre, tenía una necesidad. Por eso, al ver que la higuera le propone una salida que no puede sostener, distrayéndolo del propósito se enoja y la maldice diciéndole: por aparentar y no tener, nadie comerá de tu fruto. Luego nuevamente Jesús se enoja cuando va al templo y ve a los cambistas haciendo negocio en la casa de su Padre usándola como medio de comercio.

Al volver de allí los discípulos que habían escuchado a Jesús cuando maldijo a la higuera, la vieron seca y le preguntaron a su maestro ¿cómo podes tener dominio sobre la naturaleza? Pero Jesús les enseña diciendo: que si ellos tienen fe genuina le van a decir al monte que se mueva y lo hará, también les enseña que deben perdonar genuinamente a quienes les ofenden porque de lo contrario no podrán ser perdonados por el Padre.

Con eso les enseña la integridad y el valor de carácter, muy pocas veces se lo ve a Jesús enojado pero realmente lo que le enoja es la hipocresía. Un árbol con mucho follaje pero poco fruto, Dios no mira lo de afuera sino que mira el corazón. El fruto es lo que tenemos dentro de nosotros: el amor, la benignidad, la mansedumbre, es el carácter de Jesús que se manifiesta en nuestra vida todo lo demás es follaje. Todo lo que hacemos se desprende de lo que somos, sino no sirve. Jesús tenía hambre y la higuera aparentaba tener sustento pero cuando pone la mano no había nada. Lo que Dios detesta es ver a las personas que aparentan ser algo pero que después desilusionan a los demás. La estrategia más poderosa del diablo es generar apariencias, el enemigo no se viste de cuernos y tridente sino como ángel de luz, es toda apariencia. Por eso Jesús desata un juicio sobre la higuera por su apariencia de engaño.

No venimos a la iglesia para aparentar sino para llevar fruto de vida, fruto del carácter de Jesús. Por eso la fe es más que pensar que puedo hacer algo inalcanzable, eso es pensamiento positivo, la fe es una persona que está con nosotros, es Jesús. Debemos tener una fe que mueve montañas, que puede romper paradigmas, una fe que depende del fruto del carácter de caminar con Jesús permanentemente.

La fe inquebrantable que tenemos no es creer que mañana va a estar todo bien, sino que es el amor. Es cuando el resultado que esperamos no llega pero permanecemos, cuando oramos para que la tormenta calme pero al no calmar caminamos sobre el agua, cantamos en medio de la dificultad esperando en el Señor, entonces ahí es donde la montaña se mueve.

El resultado del milagro es el fruto de vida permaneciendo hasta ver el milagro, así cuando Jesús ponga su mano en nosotros vea fruto, sabiendo que caminamos y resistimos. No vivimos un evangelio de fantasías, ni historias místicas de vida, es perdón que recibimos cuando perdonamos, no perseguimos fantasías que Dios en algún momento va hacer algo grande en nuestras vidas, vivimos la grandeza de Dios en nuestras vidas en todo lo que hacemos.

Muchas de las montañas están dentro de nosotros pero cuando decidimos romper con las limitaciones y ser genuinos en Cristo Jesús, enfrentando nuestras debilidades y pecados, perdonar a los que nos han herido, dejar de lado las ofensas y amar a los demás; las montañas se empiezan a mover.

“El Espíritu que crece dentro nuestro es el que genera que las montañas se muevan, necesitamos que nos limpie para que llevemos fruto. Cuando revelamos el fruto de Jesús nuestras vidas cambian, moldeamos nuestro carácter, podemos vivir una vida genuina de plenitud, donde veamos el poder de Dios aun en las pequeñas cosas para que cuando Jesús ponga su mano en nuestras vidas encuentre mucho fruto. Jesús tiene hambre de una generación que ame a los demás, tiene hambre de una generación dispuesta a romper con su egoísmo, a romper lo poco para compartirlo con quien lo necesita. Que realmente el amor de Cristo sea revelado en nosotros.”

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