El rey en la ciudad
30 de julio de 2023
Somos responsables por lo que decidimos y elegimos en nuestras vidas. La mejor decisión que hicimos fue seguir al Rey.
-Maximiliano Gianfelici
El libro de Lucas y el libro de Hechos son como dos tomos, es imposible leer uno sin el otro, son dos historias conectadas escritas por el mismo autor, uno de los libros revela a Jesús y el otro revela a la iglesia. El protagonista moviéndose en medio de los dos libros es el Espíritu Santo.
San Lucas 19:28-40 (NTV)
Es una misma escena del rey, de Jesús en la ciudad, en diferentes momentos.
La primera escena es cuando Jesús entra a Jerusalén
San Lucas 19:41-44 (NTV)
La segunda escena es cuando Jesús llora por Jerusalén
San Lucas 19:45-48 (NTV)
Jesús entra a Jerusalén y va al templo.
Todas las escenas vistas en San Lucas ocurren en el mismo lugar, como dice Zacarías en el capítulo 14 cuando nos menciona que Jesús volverá entrar a Jerusalén pero no de la misma manera, entrará por el mismo lugar, por la bajada del monte de los Olivos pero cuando regrese por segunda vez pondrá sus pies sobre el monte de los Olivos, las puertas se van abrir y será el ingreso a la ciudad. Entonces Jesús vendrá a juzgar y a reinar, habrá una gran batalla, una gran victoria de parte del rey de los cielos y nosotros reinaremos con el sobre la tierra por mil años.
Sobre esto caminamos porque es lo que creemos y si vamos a San Lucas capítulo 21 Jesús habla de las señales que marcan el fin de los tiempos. Si pensamos o sentimos la necesidad de querer verlo a él en nuestro tiempo no es solo una sensación como un acto de escape, sino que responde al cumplimiento de los tiempos que Dios tiene para nosotros, somos parte de esta historia.
Jesús por primera vez es reconocido en Jerusalén, en la primera etapa él envía a los discípulos para que vayan delante y les avisa que encontraran un burrito que nunca nadie había montado y que cuando el dueño les pregunte ¿por qué lo sacan? le van a decir que el Señor lo necesita. Jesús en ese momento está en la cúspide de su ministerio, en el momento de tensión más grande, lo odian y lo quieren matar pero hay otras personas que lo quieren entronar como el Rey de Israel, el Rey de todo. Sólo los discípulos comienzan a entender de lo que se trata, son los que preparan el camino para que entre el Rey, hay una gran multitud que quiere ser libre de la corrupción del gobierno, que quiere ser libre de la opresión de Roma. Hay una gran multitud que no termina de creer en él, pero que no pueden no creer porque lo ven resucitando muertos, perdonando pecados, haciendo milagros extraordinarios, no pueden negar que hay algo divino en él, que puede ser el Mesías político que necesitaban para que los libere de la opresión de ese sistema. Los religiosos estaban molestos porque Jesús rompe con todos los paradigmas religiosos que separan a la gente de Dios confrontándolos con su misma miseria, pero en medio de esas dos multitudes un puñado son los que obedecen sus órdenes y son los que comienzan a entender que más de divino puede ser humano en ese muchacho de treinta y tres años.
Los discípulos solo van y desatan al burro obedeciendo a Jesús, no es un corcel, no es un caballo blanco, no es un carruaje real, es solo un burrito que fue profetizado desde cientos y cientos de años «Ahí viene tu Rey montado sobre el hijo de un asna», era un burrito que nunca habida sido montado y ¿Qué significaba esto? Que no era manso, que no lo habían domado, sin embargo el burro obedece, tampoco tenía montura, pero los discípulos se sacaron sus ropas para ponerla sobre el burrito para que Jesús se siente en él.
Hay un grupo, que aunque tal vez no terminen de comprender todo, sabe que hay algo especial en solo obedecer, en despojarse de sí mismos para preparar el camino para el Rey de gloria.
De repente las multitudes se encuentran, los que necesitan un líder político y los que lo odian, pero todos comienzan a exclamar: “¡Hosanna al Rey de las Alturas, Hosanna al Señor que viene!”
Vemos que entre ellos tienen un montón de diferencias pero cuando Jesús aparece hay una explosión, aunque no estén de acuerdo o no terminen de entender surgió de la gente una adoración, la gente comienza a sacarse la ropa tirándola al suelo como para hacer una alfombra digna de un Rey, los niños agitan palmas y la gente canta este viejo cántico ¡Hosanna, bendito es el que viene en el nombre del Señor, bendito es el Rey de gloria! Y en el medio de la multitud los religiosos estallan pidiéndole a Jesús que le diga a sus seguidores que dejen de hablar herejías, pues esa canción que cantaban era para el Mesías, para el Dios que les iba a liberar. Entonces Jesús los mira y les dice que si el los hace callar las piedras de ese lugar iban a comenzar a clamar. Esa es la entrada de Jesús, para todos es una explosión pero para Jesús es el conteo regresivo, sabe que desde el momento que ponga el pie sobre Jerusalén tendrá los días contados.
Después de esto vendrá la última cena, su pasión y luego será asesinado entregando su vida para vencer a la muerte resucitando al tercer día. Es una mezcla de emociones y de tensiones, el Rey entra en su ciudad. ¿Por qué oramos por Israel? Porque Dios ama a Israel, no como nación política, no como gobierno estructural, sino como el pueblo que lo vio nacer, como la nación que construyó su historia para legarnos la historia del salvador. Jesús ama a Jerusalén, ama ese espacio, por eso oramos por nuestros hermanos y hermanas de ese lugar, porque al igual que los discípulos no terminamos de entender todo pero estamos preparando el camino para su regreso.
Nuestra gloria es Cristo que está en nosotros, nuestra gloria es Jesús.
Así como Jesús envió a los discípulos a desatar al burrito, así nos dice «ustedes avancen, sepan que yo voy a poner en sus manos los recursos, sepan que voy a estar con ustedes en la medida que sean obedientes» y ahí vamos caminando delante de él avanzando y si es necesario nos quitamos las ropas para que se siente arriba. Podría Jesús haber entrado en un magnifico corcel, sin embargo entro en un burrito indomable y entendemos que ese burrito indomable es un tipo de su iglesia, la gente no aplaudía al burrito, sino a aquel que iba sobre su lomo. Y cuando vuelva en su segunda venida no estará sobre un burro, sino que estará acompañado por quienes hemos librado batallas, por quienes hemos tratado de hacer lo mejor y que lo reconocimos como nuestro Señor y Salvador reinando con él por siempre y para siempre.
Imaginémonos caminando por las avenidas o calles y Jesús entre nosotros entrando en la ciudad. En nuestra ciudad pasan muchas cosas, algunas buenas o malas pero el anhelo de nuestro corazón y de la iglesia es que el Rey de gloria camine pero se quede en nuestra ciudad. Para eso construimos una habitación, el hogar del Rey son nuestras casas, él habita en hogares, en corazones, viene al templo porque cuando nos reunimos congregacionalmente el Rey viene, muestra su rostro, revela su gloria, nos bendice como comunidad. ¿Cuándo viene el Señor al templo? Todos los días. El viene al templo pero habita en los hogares, cuando el Rey entra busca un lugar donde habitar. ¿Cuáles son las puertas para que el Rey entre? Las puertas somos nosotros, somos aquellos que lo reconocen como el Rey de gloria, somos aquellos que lo reconocen por encima de toda autoridad declarando «Bendito es el que viene, Maranata, bendito es el que camina en nuestra ciudad, bendito el Hijo del Señor, Hosanna en las altura. Él es el más alto en nuestras vidas, en la ciudad, Jesucristo el que estuvo muerto y resucitó al tercer día, el que está sentado a la diestra del Padre, Él es el más alto en la ciudad de Rawson. Él es el más alto, bendito el que viene en el nombre del Señor, y si Él es el más alto en el hogar, será el más alto en el templo, y si es más alto en el templo será el más alto en las calles. Jesucristo es el Rey de la ciudad, es más alto que todo gobernante, más alto que los perversos que dominan la economía, más alto que la corrupción que daña a las personas, y si nosotros nos callamos las piedras cantarán.
Es el más alto en nuestras vidas, es más alto que nuestras preocupaciones e intereses personales, más alto que nuestras victorias y más profundo que nuestras caídas. Él es el Rey, Él es el más alto, el Rey de gloria está entrando en la ciudad, nuestros hogares y corazones.
Si él comienza siendo el más alto en nosotros será el más alto en la ciudad, porque entra en la ciudad pero seguido a esa escena no se queda con la gloria del momento, sino que a Jesús se le rompe el corazón por la ciudad, el rey llora en su ciudad, llora por Jerusalén y dice: «ojalá hubieses entendido Jerusalén a donde está la paz», Jesús con esto está tratando de hacerles ver que Él es la paz, diciéndoles que ojalá entendieran que Él es la paz. Hasta el día de hoy Israel no entiende que Jesús es el camino a la paz, piensa que es atacar al enemigo o hacerse más fuerte que los otros, busca en alianzas con otras naciones y hasta el día en que Jesús sea revelado lo buscará de esa manera. Es triste ver a los judíos ortodoxos golpear su cabeza una y otra vez, orando de día y noche contra un muro que les impide ver que Jesús es el Mesías.
Jesús llora por su ciudad y profetizó sobre ella, la cual no tardará más de sesenta o setenta años en cumplirse, que la ciudad será derrumbada, sus piedras van a caer y sus hijos van a ser aplastados, hasta que un día vea a donde está su paz. Quizás podamos cambiar el nombre Jerusalén por el nombre de nuestra familia, lo que él dice: «es que reconozcamos dónde esta nuestra paz, dónde está la respuesta, cuál es el camino para resolver el conflicto en nuestros hogares, cuál es el camino para resolver todas esas cuestiones que están sobre nosotros y no podemos entender».
El Rey cuando entra a la ciudad, se identifica con ella y la ama. Dios no nos mira desde lejos ignorando nuestra realidad, sino que penetra en la realidad, se conmueve, nos direcciona y nos profetiza.
Jesús nos dice a viva voz que él está y si no lo podemos ver, en medio de este sistema nuestros muros serán derribados y nuestros hijos sufrirán nuestras negligencias. Morirán aplastados por el peso de este sistema, porque no nos damos cuenta que la respuesta no es un hombre, no es la distracción, no es más dinero, más personas, la respuesta es que el Rey de gloria esta acá. Podemos ver a Jesús quebrantado por nuestra ciudad, quebrantado por los matrimonios que se rompen, por las familias que no tienen esperanza, quebrantado por los nenes que sufren por las malas decisiones de sus padres. Jesús llora por Rawson con su corazón quebrado. Él es el dueño de Jerusalén, es el Rey de gloria, el fundador del universo, pero él se apropia de su ciudad cuando llora por Jerusalén, cuando rompe su corazón divino en ese lugar. El clama «cómo me gustaría ponerte bajo mis alas» ese es el corazón del Rey que entra en la ciudad, escuchar su corazón y entender lo que está pasando es tan importante. Las personas que justificamos los pecados para esconderlos y no confrontarlos terminamos viendo a Dios de lejos, pero aquellos que con un corazón sincero se doblegan delante de Dios, entienden que Él está cerca de los quebrantados de corazón y de aquellos que tienen un espíritu destrozado.
No somos dueños de aquello por lo cual no derramamos lágrimas, no podemos poseer aquello por lo cual no llora o se rompe.
Cuando el Rey entra a la ciudad no se sienta y dice: «vengan a servirme», sino que quiebra su corazón porque ve el futuro de la ciudad y entiende que hay una respuesta para el futuro de la ciudad que está en Cristo Jesús. Queremos que el Rey de gloria, que ha derramado sus lágrimas, vea que en esta ciudad y que en esta casa no lo vamos a dejar pasar de largo. Diremos, sí, Señor, tú eres la paz, ven pronto, quédate con nosotros a reinar en nuestras vidas.
Vemos también que el Rey entra al templo que era la casa de su Padre. Allí estaban todos los mercaderes que comerciaban con el nombre de Dios, las personas para ser limpias de sus pecados tenían que presentar ofrenda delante de Dios y delante del templo había todo un comercio donde aquella persona que tenía plata podía pagar por sus pecados. Había cambistas también y todo eso impedía que las personas se puedan acercar a Dios, que las familias tuvieran un encuentro con el Padre. Por eso Jesús se enojó, entró al templo, los echó a todos pateando las mesas de los que estaban comercializando. En este negocio estaban involucrados los religiosos, los sacerdotes, tenían sus ganancias. Por eso Jesús enojado les dice que habían hecho de la casa de su Padre una cueva de ladrones pero dice también: «mi templo será llamado Casa de Oración a las naciones».
Jesús va al corazón de la ciudad que es donde los hijos de Dios se reúnen. Donde el nombre de Jesús es invocado con integridad, donde hay una comunidad sana y de fe ahí está el Señor.
El corazón de la ciudad no está en el Parlamento, no está en la casa de gobierno, el corazón de la ciudad está donde los hijos de Dios se reúnen para encontrarse con el Rey de la ciudad. El ser parte de la comunidad de fe es tan importante, se mueve desde una comunidad, ese es el lugar donde nos purifica, ¿Cómo? Porque es el lugar donde el Señor patea las mesas y las cosas que no están bien, en el cuerpo de Cristo el Señor usa a nuestros hermanos. Es sirviendo al Señor junto con nuestros hermanos donde somos perfeccionados, tratando con uno y con otro, aun con el que no me agrada, aprendiendo a perdonar, bendiciendo, sirviendo en el lugar donde Dios nos llama y de repente nos damos cuenta que no hay mesas, ni trabas, sino que todo lo que queda es una Casa de Oración a las naciones.
El Rey entra en los hogares pero gobierna desde su casa, oramos por los enemigos de la casa del Señor, Jesús dijo: «si alguien es piedra de tropiezo para que alguien se acerque, le conviene atarse una piedra de molino al cuello y tirarse al rio». Cuando alguien habla de nuestra comunidad de fe mintiendo y esa palabra es un impedimento para que alguien se acerque a Dios, debemos orar para que Dios tenga misericordia de esa gente. Por eso resistimos el chisme, las habladurías, bajamos la ofensa, tratamos de perdonar, no queremos que haya ningún impedimento para que alguien que está mal se acerque.
No somos un conjunto de personas falsas que escondemos el pecado, hemos aprendido a ser vulnerables, no tenemos que esconder nuestras ropas porque las colocamos arriba del burrito. No escondemos nada, luchamos con las mismas cosas, pero si tenemos mucho temor, cuando los discípulos vieron tan enojado a Jesús, entendieron la profecía que dice: «el celo de tu casa me consume» Jesús es celoso de su novia, que es la iglesia, es celoso del cuerpo de Cristo. Debemos entender el valor que tiene el estar congregados en su nombre, porque de esa manera el Rey entra en la ciudad, entra por las puertas, es adorado y aclamado por quienes le aman, se establece en los hogares. Y desde ahí hace su habitación, llora por la ciudad, se quiebra por una ciudad de la que quiere ver su atención absoluta, pone en orden la casa para que las naciones sean alcanzadas.
«El Rey está en la ciudad, porque nos hemos quedado sin ropa para hacer su montura, el Rey quiere gobernar nuestras familias, nuestros hogares, la tensión es grande, las situaciones se desgastan, no hay mayor intercesor que Jesús por nuestras vidas y familias. Él llora, clama, ve cómo los muros se caen sobre nuestros hijos cuando no reconocemos que en Él está la paz. Por eso, esto no se trata de una carrera para tener más poder dentro de un templo, nuestra misión es preparar el camino para que el Rey de Gloria encuentre una habitación en nuestros hogares, encuentre un lugar en nuestras ciudades, desatándose un avivamiento tan grande alrededor nuestro que esta casa se convierta en una Casa de Oración para las naciones. El Espíritu Santo es el hilo conductor, es quien anuncia la venida del Rey para que abramos las puertas para que entre, y con él habitará el limpio de manos y puro de corazón. El Rey de gloria prepara el camino, muy poco tiempo y el que ha de venir vendrá, muy poco tiempo para que el amado y deseado de las naciones vuelva a bajar por la colina del monte de los Olivos y el Rey de gloria con toda su majestad apoye sus pies en ese lugar y allí comience la historia».