fe en acción

12 de septiembre de 2021

Yo quiero ser tus
manos en la tierra
para que den,
para que sanen,
para que liberen,
para que sean la prueba
de tu amor.

Jesús, hacete carne
en mí con cada
palabra que
sale de tu boca.

Que todo lo que
yo haga dicte
al mundo quien sos,
aún sin siquiera
decir una sola palabra.

Poema por Yamila A.

El reino de los cielos es una fe que se traduce en acción, es una fe que no es teoría ni que damos filosofía, sino que se hace carne. Estamos y existimos por Jesucristo, nuestra doctrina no es un conjunto de reglas dadas por sabios milenarios, sino que nos regimos a través de la palabra hecha carne, la vivimos a través de Jesucristo. El Dios a quien adoramos se define como el Verbo, como la palabra hecha carne. El reino de los cielos no son palabras lindas, no son palabras religiosas que nos lavan la conciencia, sino que son acciones concretas donde el poder de Dios se manifiesta.

Jesús dijo: – por sus frutos los conoceremos – es imposible que una persona establecida en el reino de los cielos no lleve fruto. El apóstol Pablo define un solo fruto, el cual tiene nueve aspectos: gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, paciencia, templanza y mansedumbre. Estos no son otra cosa que la vida de Jesús creciendo en nosotros, formándose en cada lugar en donde nos movemos, entonces como consecuencia de que Jesús crece en nosotros las bendiciones se concretan.

Nada es forzado sino que es una relación, por eso Santiago lo expresa porque lo conoció como nadie, era el hermano menor de Jesús, lo vio crecer, compartieron quizás el cuarto, estuvieron juntos, estudiaron juntos. Sin embargo a Santiago le costó creer en Jesús, recién creyó en su hermano después de la resurrección.

Por eso en su epístola Santiago nos menciona que la fe no la vio en las palabras de su hermano sino en sus obras. Aunque no creía en quien era llega un momento que lo vio sanando enfermos, acercándose a la necesidad, lo vio como un hombre natural pero también como el Dios eterno. Por eso su epístola es tan especial porque ningún otro discípulo tuvo la misma mirada de Santiago con la cual nos revela a Jesús, con el amor de un pastor.

Santiago 2:14-26 (NTV)  ¿Qué clase de fe tenemos? El apóstol Pablo nos enseña que la salvación es por fe, no hacemos nada para ganarnos el cielo, no podemos comprar un boleto a la eternidad con buenas obras porque somos salvos por medio de la fe. Es decir a través de Jesucristo, quien en la cruz del calvario entregó su vida y derramó su sangre para pagar nuestra deuda. Entendemos que es un regalo que recibimos por gracia, no podemos pagar con nuestra vida la eternidad porque es imperfecta, no alcanza.

Jesús venció a la muerte y por medio de la fe, creyendo que es nuestro salvador y Señor, la misma viene. Cuando Cristo se nos revela la salvación abre paso, no solo entendemos que alguna vez nos vamos a ir al cielo sino que la eternidad viene a nuestro presente. Siempre el primer encuentro con Jesús viene a nuestras vidas con convicción de pecado, limpia nuestro corazón y le seguimos por amor.

La fe por gracia nos otorga la salvación, entonces preguntamos: ¿por qué Santiago dice que si la fe no está acompañada de buenas acciones no tiene valor? La obra nos justifica para salvación pero qué podemos hacer con eso. La salvación viene en un combo que es la eternidad en nuestras vidas donde Jesús crece y entramos en un proceso de santificación para revelar a Jesús en la tierra. La fe debe crecer a través de nuestras acciones, el Evangelio consiste en obras que manifiestan la vida de quien crece dentro de nosotros.

No nos mueve ni la necesidad, ni la lástima porque esto le quita dignidad a la persona. Vivimos en un país donde el asistencialismo ha destruido la cultura de trabajo y dignidad de muchas personas. Cuando las personas vienen a Cristo no les damos el pescado sino que les enseñamos a pescar, cuando vienen matrimonios destruidos les enseñamos a que en ellos está la responsabilidad de construir algo nuevo, de amar, de perdonar, les enseñamos como conducirse aferrados de Dios.

La parte de las buenas obras para los que necesitan es lo más fácil porque cuando compartimos el pan con alguien con necesidad, más que ayudarle nos ayudamos a nosotros. Es hermoso poder ayudar a alguien, es un acto divino, por eso Jesús dijo mejor es dar que recibir, cuando ayudamos a alguien esa persona nos bendice porque permite que la vida de Cristo en nosotros crezca.

Es imposible vivir una fe para sí misma, no importa cuánto sabemos, la fe no tiene que ver con conocimientos, sino con acciones, con obras que se manifiestan en amor, con obras que se revelan de diferentes maneras. Nos define esa búsqueda constante de caernos y levantarnos, de ser mejores, de amar al prójimo, Jesús nos da valor a través de su muerte y nos desafía a crecer para no rendirnos. No nos conformamos, sino que queremos parecernos cada día más a Jesús aunque sintamos que el enemigo nos viene a luchar una y otra vez.

Somos un impulso constante por querer avanzar, por eso la fe y las obras son dos caras de una misma moneda, van juntas, siempre dependiendo de la gracia de Dios. Tenemos una misión, un propósito, un destino, Dios no nos está juzgando por si alcanzamos o no resultados, sino que mira nuestra disposición para ministrar lo que tenemos. Por la fe Abraham manifestó en sus acciones que creía en Jesús y por la fe lo consideró su amigo. Abraham necesitaba saber que tenía fe, cuando somos tentados siempre Dios nos guarda. El enemigo hoy nos tienta con todo lo que pasa a nuestro alrededor pero Dios siempre nos habla y ahí tenemos la opción de escucharlo o no. En cambio cuando pasamos situaciones de dolor Dios nos grita para que nos demos cuenta que siempre está, que nos ama.

El evangelio que vivimos se traduce en una relación, en acciones, oramos, leemos la palabra, partimos el pan, vivimos en comunidad, servimos a Dios a través de lo que amamos, no hay manera de vivir un evangelio que no se manifieste en acciones concretas, la fe que no crece desaparece, disminuye.

“Santiago afirma que Jesús, su hermano, no era un charlatán sino que sanaba leprosos, se sentaba en mesa con pecadores, caminaba sobre el agua y aun estando en la cruz se preocupó por su madre encargándosela a Juan. Santiago menciona que su hermano era la Palabra y aún cuando fue a la cruz y resucitó no uso su poder para aplastar a la gente, sino para salvarlos. Se nos reveló resucitado, traspasándonos con su gracia y amor. Él es amor y es nuestra única fuente. La fe siempre se traduce en obras hasta la eternidad y la naturaleza de Dios es revelarse en acciones que transforman ambientes, por eso en este tiempo guiados por el Espíritu Santo traducimos nuestra fe en acciones concretas.”

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