La batalla momentánea

Domingo 24 de septiembre

Estamos leyendo como iglesia el libro de Gálatas, el cual nos ha enseñado muchas cosas. Es un libro muy práctico que escribió Pablo para una iglesia, contiene principios espirituales para nuestras vidas hoy. Estamos viviendo una batalla momentánea, una batalla circunstancial que nos toca librar en la tierra hasta que Cristo vuelva y hasta que tengamos nuestros cuerpos glorificados. Su palabra nos dice que un día ya no habrá más lágrimas, no habrá más dolor, no habrá más llantos porque nuestras lágrimas se transformaran en alegría, pero hasta que llegue ese día nosotros vamos a vivir una batalla constante, una batalla pero que es momentánea.

Debemos quitarnos de nuestra cabeza la idea de que acá en la tierra todo pasará porque no es ese el evangelio de Jesús, no es el evangelio genuino, no es que vamos a la iglesia al culto y se termina todo. Tenemos una batalla permanente pero gracias a la obra de Jesús en la cruz Dios nos ha equipado con toda la sabiduría y con su presencia, pues él nos prometió que estaría todos los días con nosotros hasta el fin del mundo.

Muchas veces no percibimos esa presencia, no la experimentamos, no porque no esté, sino porque nuestros corazones están enfocados en nuestra preocupación y en lo que nos está pasando. Podemos tener malos momentos, preocupaciones, estar tristes, expresar nuestras emociones y esto no está mal, pero lo que sí está mal es vivir permanentemente en ese estado. No está mal pasar momentos de tristezas, pero lo que está mal es vivir en ese estado de tristeza. No está mal enojarse, muchas veces lo hacemos, pero está mal vivir enojado. Hay una realidad, que cuando el pecado entro en el hombre deterioró su vida, su propósito, porque corrompió su corazón. Sabemos que tenemos al Espíritu Santo y podemos decidir, así como decidieron Adán y Eva, en pecar o no pecar, nosotros hoy podemos decidir si vivir para nuestra carne o vivir para el Espíritu.

Tendremos una batalla constante con el pecado pero no está bueno quedarnos en el pecado. Tendremos una batalla con nuestra carne y debilidades pero no está bueno rendirnos siempre a esas debilidades.

En el evangelio no hay medios, ni grises, es uno o el otro, la carne o el Espíritu, pues la carne es esa naturaleza pecaminosa, corrompida, deteriorada por el pecado y gloria a Dios que apareció Cristo para darnos libertad. Jesús nos preparó de antemano diciendo que tendríamos aflicciones, pero que confiemos porque el había vencido al mundo. ¿Se puede vivir el cielo en la tierra? Claro que sí se puede porque para eso vino Cristo, para unir cielo y tierra para vivir en libertad, para ser sanos, libres. Nosotros tenemos el deber de decidir, la responsabilidad no es de Dios, por las consecuencias de nuestras malas decisiones no lo hagamos responsable a Dios. La Biblia nos dice algo importante: el corazón es engañoso y por eso necesitamos al Espíritu Santo porque es quien nos guía a toda verdad. Podemos tener las mejores intenciones pero no es suficiente, tenemos que decidir conforme al Espíritu porque aquel que nos creó y diseñó es el que nos enseña y conduce a cómo vivir ese diseño.

En este paso por la vida tenemos la opción de elegir a quien rendirnos para saber por quién vivir.

Gálatas 5:16 (NVI)

¿Qué es andar en el Espíritu? Significa entender que él vive en nosotros, es estar abierto y sensible a la influencia del Espíritu Santo, pero también significa modelar lo más profundo nuestras vidas a su influencia. Cuando hablamos de la vida lo hacemos tomando cuerpo, alma y espíritu. En Romanos 12:2 nos dice que la adoración que a él le agrada y recibe es presentar nuestras vidas como un sacrificio.

En el antiguo pacto se presentaban sacrificios para adorar a Dios, hoy el único sacrificio que tenemos es el Cordero que fue inmolado, que se dio por nosotros. Pablo nos menciona que el espíritu del anticristo ya está entre nosotros, es un anti diseño, un anti principios de Dios, por eso se ve tanta depravación, tanta degeneración en las vidas humanas, espiritual y moral por ideas que contradicen las verdades de la palabra. Pero cuando dejamos influenciar nuestras mentes, pensamientos, corazón y aún nuestro cuerpo por el Espíritu Santo hay una evidencia que andamos en él.

Hoy no necesitamos hacer ningún tipo de sacrificio para agradar a Dios, lo único que tenemos que hacer es presentar nuestras vidas.

La palabra nos menciona que si andamos en el Espíritu nos vamos a parecernos a Jesús, pues él estando en la tierra hizo discípulos, pero como ya no podía estar físicamente porque iba al Padre, dijo que ya no los dejaría solos porque lo mismo que el hacía en la tierra lo haría el Espíritu Santo. No tenemos hoy una persona física que nos diga que debemos hacer, sino que recibimos al Espíritu Santo por la fe en nuestro corazón para que lo modele y discipule. También, tenemos una iglesia que permite que Cristo se manifieste y sea de influencia a través de las personas para que nos puedan conducir y guiar.

Gálatas 5:17-18 (NVI) Hay un antagonismo, una batalla, el espíritu y la carne no se van a poner de acuerdo nunca, pero no porque no se quiera, sino que es imposible, el Espíritu y la carne no coinciden. Romanos 12 nos dice que nos presentemos siempre delante de Dios permitiéndole al Espíritu Santo conducir nuestra manera de vivir.  La naturaleza caída, gracias a Jesús, es santificada, regenerada, nos dio vida, nos limpió con su sangre para que toda condenación y pecado queden anulados en nosotros.

Necesitamos alimentar nuestro Espíritu, nuestra mente, nuestro entendimiento para poder comprobar la buena voluntad de Dios.

Pablo menciona que aunque el viejo hombre esta crucificado su influencia sigue, pues este sistema no nos va a dar tregua, no nos va a dejar tranquilos, porque ni siquiera es una batalla en contra de nosotros, sino que Satanás está enojado y tiene una pelea con Dios. Por eso, todo lo que vea santo, bueno, o que represente la imagen de Dios lo intentará destruir. Debemos acudir al Espíritu Santo para que se haga fuerte en nosotros, sin él estamos indefensos, recordamos la palabra de este año que nos dice «no es con fuerza» Por más que nos esforcemos y hagamos lo posible por ser una persona buena, que no peca, es imposible sin el Espíritu Santo. Es una batalla invisible, que no la vemos pero que está, que es real porque luego vemos las evidencias. Todo lo que expone la palabra de Dios es para que realmente nos demos cuenta que hay un peligro inminente a lo cual debemos estar atentos o nos trae las herramientas para poder vencer.

Gálatas 5:19-21 (NVI) Aquí encontramos una lista interminable de las obras que nacen de una naturaleza pecaminosa, lo cual no debe asustarnos, pero sí mantenernos alerta porque estos son los atentados que el pecado hace que nuestro corazón y vida apaguen y traten de pervertir el diseño de Dios para nosotros.

La lista que menciona gálatas está dividida en tres grupos:

Pecados de índole sexual: inmoralidad, impureza, libertinaje y las pasiones sensuales. Dios creó algo muy bello, hermoso, intimo, algo para el matrimonio que es el sexo. Dios creó el placer pero el enemigo intentó colocar su mano para desvirtuar y destruir a tal manera de llegar a la perversión que vemos hoy. Vemos actualmente el tráfico de niños que son arrebatados para la pedofilia, este sistema minimiza esto. Como iglesia si no despertamos será tremendo porque habrá niños criados en dolor, en angustia, en amargura, en tristeza y con tanto dolor que después vendrá un espíritu de venganza, de odio por lo cual serán infelices toda su vida. Adolescentes y jóvenes que se pervierten y que llegan a su adultez destruidos, cansados sin saber el porqué de sus vidas. Esto es una realidad que la iglesia no puede callar, algo tenemos que hacer con esa naturaleza pecaminosa, con esa destrucción que este sistema lo aparenta muy bien, pareciendo que no es tan malo, pero que su fin es la muerte.

Como iglesia no podemos permitirnos negociar nuestra santidad y la comunión con el Espíritu Santo.

Debemos ser sabios para entender que el enemigo anda como león rugiente, no es el león, pero que anda buscando a quien devorar, pues las heridas del alma lo atraen. Pero también está Dios y el Espíritu Santo atrayéndonos para sanarnos, para liberarnos, para mostrarnos el verdadero diseño. Pablo nos vuelve a remarcar que no fuimos creados para esto, debemos entenderlo y ministrarlo a nuestras generaciones. Si pasamos por alguna de estas situaciones debemos pedir perdón y restituir. Debemos abrir nuestro corazón y entender cuál es el diseño de cada persona, la Biblia expone todos estos temas no para condenarnos, sino para llevarnos a un camino de libertad. El libro de Gálatas nos lleva constantemente a ser libres. Son conversaciones que ponemos en la mesa para ser tratadas y restauradas en el nombre de Jesús.

Pecados de índole religiosos: idolatría, brujería, hechicería, esto tiene que ver a quién le damos adoración.

El hombre nació con la intención de adorar, busca siempre algo, todo lo que ocupa el trono de su corazón. A todo lo que se da adoración, admiración, honra, se invierte tiempo, energía y recurso, eso será el motivo de su adoración.

No siempre son cosas de hechicerías o brujerías, sino que a veces idolatramos personas, cosas, situaciones pero el único que merece la adoración es Cristo. Pablo está hablando a los gálatas diciéndoles que hay pecados que atentan contra Dios, que ocupan el lugar en sus corazones y que los lleva a un estado de carnalidad. Pablo pone eso sobre la mesa y les hace ver que de esa manera no tendrán un final feliz, que eso no los llevará a la vida eterna, les hace ver que nunca el Espíritu Santo les va a impulsar a idolatrar otra cosa, porque es el único digno de adoración.

Pecados en las relaciones humanas: tiene que ver de como tratamos a los demás. Hay un principio espiritual que dice: ama a tu prójimo como a ti mismo, para esto Dios es importante. Pablo lo pone en la mesa y dice: el odio, las discordias, los celos, los arrebatos de ira, las borracheras, las orgias, las enemistades y los pleitos no vienen de la vida del Espíritu, pues él nunca nos va a impulsar a deshonrar a alguien, a tener arrebatos de ira y que no nos importe nada, esto es un espíritu de orgullo. Esto no es la vida de un discípulo de Cristo, no es lo que el evangelio propone. Por eso, cada vez es más intensa la batalla porque este sistema continuamente nos muestra a que somos el centro y muchas veces como cristianos nos olvidamos y actuamos de esa forma.

Debemos entender que este sistema sin Dios nos va a tratar mal, no encajamos, no esperemos que nos ministren. Para eso el Señor nos llama, nos escoge, nos da un plan y nos dice que al ser sus discípulos debemos hacer lo que él nos habla. Debemos tratar bien a los que nos maldicen, debemos perdonar a los que nos ofenden, tenemos que amar a nuestros enemigos. La realidad no es que Jesús nos manda indefensos o a martirizarnos,  es que el pecado es tan grande, tan fuerte y tan constante que muchas veces realmente la vida de Cristo en nosotros se opone todo el tiempo. Pablo dice que todas estas obras consumadas atentan contra nosotros por eso debemos prestar atención a todas las señales que nos quieren llevar y que nos seducen con todas estas cosas.

El Espíritu Santo no trae culpa, sino que trae convicción de pecado para que volvamos al diseño y al camino correcto.

Hay puertas que abrimos y pensamientos que se anidan en cabezas, volvemos a mencionar que Romanos 12:2 que nos dice que no nos amoldemos a este mundo, ni que imitemos las conductas de este. Es decir, no debemos hacer lo que hacen en este sistema, sabemos que todo lo que Dios creó es bello, pues cuando terminó de crear mencionó que todo era bueno. El pecado no solo distorsiona y lastima al ser humano sino que también a la creación, todo lo que vemos es culpa del corazón del ser humano que por avaricia, por querer más, porque no le importa la vida de los demás es por eso que vienen las guerras, las contaminaciones ambientales. Todo lo que viene es por el pecado que nace y hace nido en el corazón del hombre.

Como iglesia tenemos la misión de que nuestros pensamientos sean transformados y predicar de Cristo.

Sabemos que las cosas no van a mejorar, la Biblia nos dice que en los últimos tiempos el amor de muchos se va a enfriar y van a venir tiempos de tribulación, donde el pecado abunde va a venir una gracia que va a sobreabundar, y ¿Quién aporta esa gracia? La iglesia, que es la encargada de impulsar y generar una transformación. No vamos a cambiar este sistema pero sí vamos a alcanzar a muchos y mostrar la vida de Cristo en donde estemos, esa es nuestra labor. Así como se evidencian estas obras que no son muy buenas también hay una evidencia que es más poderosa que es el fruto del Espíritu.

Gálatas 5: 22-23 (NVI)   El Espíritu es algo orgánico, habla de fruto, que va creciendo, que se reproduce. Nuestra actitud hacia Dios: gozo, alegría y paz. Porque por la obra de Jesús tenemos paz para con Dios, amor y alegría.

Nuestra actitud hacia el prójimo: paciencia, benignidad (no responder igual a los malos tratos) y bondad (nobleza de carácter). Nuestra conducta cristiana propia, hacia nosotros mismos: fe o fidelidad, humildad o mansedumbre (pasar la ofensa por alto), dominio propio o templanza (auto control de la carne).

El Espíritu Santo nos proveyó de un fruto que nace de su persona, él es nuestra fuente ante las situaciones o ante la vida misma.

Los que somos de Cristo Jesús hemos crucificado la carne con nuestras pasiones y deseos, no solo una vez, sino lo necesario hasta que le demos muerte a la carne. Necesitamos la luz del Espíritu Santo, su palabra es lo único que derriba los malos pensamientos que están contaminados por el sistema. Tenemos que auto examinarnos, pero no a la luz de lo que sentimos, porque si nos movemos por lo que sentimos estaríamos perdidos, pues responderíamos por el deseo de nuestro corazón y la palabra nos dice que el corazón es engañoso. Tenemos que responder conforme a la palabra de Dios y de la dirección del Espíritu Santo, que es lo único que da el fruto para convivir con nosotros mismos, con nuestro prójimo y tener esa relación correcta con nuestro Padre.

Cuando nos despojamos de nosotros mismos para agradar a Dios nos damos cuenta que estamos viviendo en nuestra máxima plenitud.

Estando en este mundo vamos a librar batallas, momentos, pérdidas, pero lo importante es dónde y con quién estamos parados. Por eso, debemos elegir crucificar nuestra carne, debemos elegir ser influenciados por el Espíritu Santo como Pablo les dice a los Gálatas, pues si el Espíritu nos da vida dejemos guiarnos por él y no dejemos que la vanidad nos lleve a provocarnos y a envidiarnos unos a otros. No tiene sentido la competencia, aceptemos el diseño de Dios para nuestras vidas y no es resignarnos. Podemos crecer económicamente y emprender muchas cosas pero ese no es el fin, sino que el fin es entender que “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”, y más allá de la abundancia o escasez como lo declaró Pablo “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”

Cuando Pablo menciona “andemos” que viene del griego “stoicheion” que significa: estar en línea con, estar al lado de una persona o cosa, aferrarse a, estar de acuerdo con, todo esto es andar en el Espíritu, dejemos que el Espíritu trabaje en nuestras vidas. El Espíritu saca el diseño que hay en nosotros, esa persona maravillosa que creó Dios para caminar en buenas obras.

“Entendemos que la batalla es momentánea, por eso debemos permanecer en el poder y en el caminar con el Espíritu Santo. Cuando decidimos y tenemos un enfoque no es imposible vivir la vida del Espíritu, generamos un entrenamiento en la mente, en el espíritu, en el corazón y en el cuerpo. La iglesia necesita entender su diseño y su lugar porque debe mostrarle al mundo y contarle a la gente que fuimos creados para vivir en santidad, para caminar en amor, en paz, en paciencia; fuimos diseñados para que Cristo more en nosotros.”

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