La noticia más importante
10 de septiembre de 2023
La noticia más importante que podemos declarar como hijos de Dios es que Jesús resucitó, él que venció a la muerte. No evocamos la vida de un héroe que pasó por la historia, Jesús es el hombre más famoso de la historia. Lo que hace que Jesús sea la persona más importante es su divinidad, pues el resucitó y así lo creemos. Así como prometió que él iba a regresar también nos prometió que nosotros vamos a resucitar de la misma manera que él lo hizo. No vivimos contando los días para nuestra muerte sino que sabemos que hay un propósito con el que Dios ha trabajado para que podamos avanzar y ser felices. Dios nos ama tal como somos, no por lo que podemos llegar hacer, para Dios no somos buenas inversiones, Dios nos ama por lo que somos, por eso nos da el poder para resucitar.
Si creemos que Jesús va a regresar y que nos salvó debemos entender que no vivimos para morir, sino para resucitar.
Uno de los ejes centrales del libro de Gálatas es lo que Pablo menciona una y otra vez «ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí». Pablo escribe esta carta enojado, porque le escribe a una iglesia que había desviado su rumbo, pero casi es un problema personal con el apóstol Pedro, porque este le estaba predicando el evangelio a la gente que no era judía y la realidad es que Pedro y los demás no tenían problema con eso, pero habían empezado a hacer diferencias de personas. Inclusive le estaban pidiendo a la gente, que además de tener un encuentro con Jesús, deberían cumplir los ritos de la religión judía y esto se convertía en una traba para que Cristo tuviese el encuentro con la gente.
Por eso Pablo se enoja con Pedro y la iglesia de Gálatas, pues habían comenzado hacer bien las cosas pero ahora estaban volviendo a la religión y perdiendo la vida. Les dice que había ido a Jerusalén con los hermanos y se había presentado con los líderes más importantes de la iglesia, pero les aclara que no es lo primordial ser importantes, pues Dios no tiene favoritos. Les hace ver que cuando Pedro llegó a la iglesia compartía con los gentiles pero que cuando llegaron los judíos él se fue, Pablo les dice que eso a Dios no le agrada.
Gálatas 2:20-21 (NTV)
Pablo aquí está diciendo que ante todo ese enredo de enojos debemos recordar que estamos muertos a nosotros mismos para que Cristo viva. La muerte y la resurrección de Jesús es más que un rito, es Jesús modelando lo que después aplicará a nuestras vidas. El hombre muere físicamente, la muerte quiere atraparlo pero no puede porque vence a la muerte y resucita para darnos eternidad, morimos con Cristo para resucitar en él.
Parece algo místico y lindo de escuchar pero nos preguntamos ¿si sabemos que vamos a resucitar, porque vivimos como si iríamos a morir para siempre? La muerte es el eje de todo temor lo cual marca el rumbo de nuestras vidas, detrás de cualquier temor e inseguridad está el miedo a la muerte, pero la buena noticia es que la muerte ya fue vencida.
Si vivimos pensando en que nos vamos a morir toda nuestra vida estará condicionada a cumplir nuestros deseos, a vivir el día a día y a que todo se trate de nosotros. Pero si entendemos que morimos en Jesús y resucitamos en el nuestra forma de vivir será distinta porque vivimos para resucitar. Entendemos que los hechos de nuestras vidas cuentan porque lo que hoy hacemos marcará nuestra eternidad. Para Dios no hay diferencias no hay grandes y pequeños, hombre ni mujeres, en Cristo somos uno, pero nuestras vidas importan porque morimos y resucitamos con él para siempre.
Jesús no resucitó para condenación, sino para libertad.
Uno de los problemas que tienen los historiadores es que quieren negar la resurrección de Jesús pero no encuentran la manera de cómo hacerlo ¿saben por qué? Porque cuando Jesús resucitó no se le apareció a una o dos personas, sino a quinientas personas y en ese tiempo de la historia la resurrección era un concepto que se aplicaba a la vida de los héroes, pero no había manera de comprobarlo. No encontraron nunca su cuerpo, a lo cual algunos historiadores acotan, que todos los días se crucificaban muchas personas y los huesos iban a una fosa común que se vaciaba todo el tiempo para volver a llenarla. Pero nadie contaba con José de Arimatea, la tumba de los ricos no se vaciaba, no se violentaba, era lo más seguro que había pero el cuerpo de Jesús nunca apareció porque resucitó.
El cuerpo de Jesús que estaba muerto, sus funciones que no existían volvieron a la vida y así como el murió y resucitó, nosotros también lo hacemos en él. Eso es lo que nos mueve porque Jesús no resucitó para darnos una oportunidad más allá, sino para que su reino se establezca en medio nuestro. El evangelio que vivimos no es un acto de escapismo, no escuchan a su pastor que es de una secta que les lava la cabeza y que les dice que mañana será mejor, quizás será más difícil pero lo importante es que Cristo habita en nosotros. La promesa del Dios del cielo no es que un día cuando se termine esta vida estaremos mejor en otro lugar, sino que la palabra de Dios dice una y otra vez “venga tu reino” “que se haga tu voluntad” y en Apocalipsis termina la historia con la nueva Jerusalén descendiendo a la tierra con Jesús reinando con nosotros por mil años.
No vendemos nuestro llamado ni negociamos a nuestros principios, somos conscientes de que no estamos muertos, sino que Cristo vive en nosotros.
Y esto no es para alterarnos, sino que es la realidad del evangelio que predicamos, es por lo que vivimos y no es un acto de escape o de escondernos de la realidad. Debemos entender que no vivimos para sobrevivir o para tener un mejor cargo, para acomodarnos. Cuando Jesús resucitó su cuerpo estaba glorificado pero no era perfecto, tenía cicatrices, las marcas distintivas de su vida estaban con él. Las cicatrices no supuran pero son áreas sensibles ¿Por qué el enemigo siempre nos molesta con el mismo pecado y nos tienta con la misma situación? Porque no apunta a la herida, sino a la cicatriz. Cuando hablamos de que morimos y resucitamos no es que ya está todo y no tenemos problemas, ¿Cuántas veces dijimos: esto ya no va más en mi vida? Y a los veinte minutos otra vez con lo mismo, y ¿Qué quiere decir? ¿Que Cristo no funciona? Y la realidad es que las heridas cierran pero las cicatrices son permanentes.
Jesús muere y resucita físicamente, cuando Pablo menciona que «ya no vivo yo sino que Cristo vive en mi» revela que todo lo que vivimos en el cuerpo ahora lo vivimos en Cristo, Pablo entiende que sigue siendo Pablo pero la diferencia es que antes estaba muerto y se llamaba Saulo, asesinaba cristianos, era un hombre lleno de ira y bronca, enfermo por la religión. Pero que ahora él murió y resucitó con un nombre nuevo: Pablo, que ya no persigue, ni lastima a nadie, pero sigue siendo el mismo Pablo enojón, sigue teniendo la misma debilidad, solo que ahora todo lo que vive lo hace para el reino de los cielos. Sin Jesús estamos muertos y atados a nuestros pecados, pero al resucitar con él Jesús no anula nuestra capacidad de decidir.
Somos nosotros los que elegimos vivir para la muerte o vivir para el poder de la resurrección. Nosotros elegimos caminar con Jesús o vivir como muertos; la gente que no tiene a Cristo en su vida está muerta.
Gálatas 3:1-4 (NTV)
Vemos acá cómo Pablo está encendido porque las personas estaban viviendo como muertos, un muerto que resucita y vuelve a vivir como muerto. Esto es peligroso y no es solo para los Gálatas, sino que también es para nosotros, pues actuamos de la misma manera, no podemos comprar la vida ni la resurrección, no podemos gestionar la eternidad. Recibimos el Espíritu Santo porque creímos en Jesús, no estamos dentro de una religión, no vamos a la iglesia porque si no mañana nos vamos al infierno, vamos a la iglesia porque tenemos una relación del Espíritu Santo por medio del sacrificio de Jesús en la cruz.
Si no tenemos a Jesús no tenemos nada, todo carece de sentido y propósito, vivimos para morir, se mueren nuestros sueños, nuestras familias, nuestras expectativas. Por eso Pablo le dice a los Gálatas “tontos” para que vuelvan su corazón y entiendan que no es por cumplir la ley, o para vivir una religión. Nos acercamos a Jesús porque necesitábamos una respuesta o amor y eso está bien, pero la realidad es que no estamos en Dios porque el evangelio nos hace la vida más fácil, el evangelio nos da una misión y esa misión precisamente son problemas, situaciones difíciles. La gente que se convertía antes sabían que su destino era morir y entonces ¿Por qué se convertían y seguían a Cristo? ¿Por qué estaban dispuestos a morir dejándolo todo? Por la simple razón de que Jesús había resucitado. Tenían un encuentro con Cristo tan profundo y poderoso que les daba sentido y misión haciendo que la muerte no tenga ningún poder sobre ellos. Esa entrega es la que nos trajo hasta acá, en algún punto dejamos de vivir como si fuéramos a resucitar y empezamos a vivir para morir.
Debemos vivir en el poder de la resurrección, no dominados por nuestros pecados ni por la vieja muerte, sino vivir en Cristo que resucitó, para así darlo a conocer.
Cien años antes de Cristo el símbolo que tenían los cristianos era el pescadito, “ichthus” que significa Cristo en griego. Pasado el año cien se comenzó a identificar a los cristianos con la cruz, pero esto era una burla, de vergüenza porque ¿Qué Dios moría crucificado como un delincuente? Pero nosotros sabemos y tenemos la seguridad que hoy la cruz está vacía porque Jesús resucito.
Citamos al autor C. S. Lewis que menciona lo siguiente «la esperanza cristiana no es la creencia vaga de que todo va a salir bien, no es la certeza de que las cosas tendrán finalmente un sentido victorioso sin importar como terminen.»
El hombre que escribió esto era un erudito inglés ateo y se convirtió al cristianismo, escribió las crónicas de Narnia y tiene una apologética que pone en ridículo a todos los que atacan a la fe y el menciona esto. Nos trata de hacer ver que el cristianismo no es la certeza vaga de que quizás mañana estará todo bien, sino que el cristianismo es la certeza de que todas las cosas, tanto lo bueno como lo malo que nos toca vivir, en Cristo tendrá un final victorioso. ¿Por qué decimos esto? Porque él estaba muerto y resucitó, y asimismo nosotros.
La gente sin Cristo está muerta y la única oportunidad que ellos tendrán la posibilidad de ver la vida es conocer a Jesús a través nuestro.
¿Qué expresamos con nuestras vidas y hechos? Tenemos que contarle al mundo que Jesús resucito, cuando estemos delante de Dios no nos preguntara ¿con que cargo nos jubilamos? ¿Qué trabajo hicimos? Por supuesto que no, sino que nos dirá ¿Cómo revelamos su gloria a aquellos que nos rodearon? Porque para Dios no hay diferencias.
Gálatas 3:26-29 (NTV)
Acá hay algo que nos une, es que antes estábamos muertos pero ahora resucitamos. Todos aquellos que creemos en Jesús somos sus hijos, no hay pobre, ni rico, no hay elocuentes o callados, no hay mujeres ni hombres, todos tenemos la misma responsabilidad delante de Dios. Lo que nos hace dignos no es lo que podemos alcanzar en la vida, sino que es la vida de Cristo a través de su sangre derramada por nosotros para tener vida. No hay diferencias, somos uno en Cristo.
“Somos importantes, no somos un número, somos uno. Creemos que Jesús regresará y resucitaremos con él, vivamos para proclamar la vida de Cristo. No podemos vivir atados a nuestro pecado, debemos ser disruptivos. Levantémonos en el nombre de Jesús, tomemos decisiones, las excusas no sirven, sin Jesús estamos muertos, solo en él tenemos propósito y destino. Nos encontramos vivos cuando nos sumergimos en Cristo Jesús, todas las demás cosas son añadidura. Disfrutemos de la ropa nueva: ¡vistámonos de Jesús!”