Parados en la roca

“Tú eres mi roca,
en ti, firme estaré
y aunque la tormenta
me encuentre,
no me moveré.


Tú eres mi roca,
en ti esperaré,
aunque los ríos crezcan
fuertes, no me hundiré.


Tú eres mi roca,
anclado a ti estaré,
aunque los vientos
se levanten,
no me caeré”.

Poema por Yamila A.

 

Dios ama a la iglesia, la cual somos cada uno de nosotros, no somos un edificio sino que somos piedras vivas que constituimos el pueblo de Dios en la tierra. La pobreza espiritual no tiene que ver con mendigarle a Dios, sino que es la humildad para amar lo que Dios ama con acciones concretas. Muchas veces nos dejamos llevar por suposiciones y eso es un sentimiento que el enemigo pone en contra de su amada. Jesús ama tanto a la iglesia que la purifica cada día para él, haciendo que el propósito de la santidad y purificación sea agradarle a Dios.

No elegimos venir a la iglesia ni elegimos perdonar sino que es el Espíritu Santo quien nos impulsa a hacerlo. Por eso en San Mateo 5, en el Sermón del Monte, menciona las bienaventuranzas que “felices son los pobres en Espíritu” y “felices los pacificadores” no habla de un mérito nuestro sino del Señor purificando a su iglesia. Accionamos en amor corrigiendo, enseñando, conduciendo, exhortando, dejando la autosuficiencia, culturas, tradiciones familiares de lado para permitir que el Señor trabaje en nosotros y respondamos así a su llamado.

San Mateo 7:24-29  (PDT) Los maestros de la ley en ese tiempo no tenían autoridad, la gente no les creía ni les recibía, pero en cambio escuchaban a Jesús porque tenía autoridad y veían que cada palabra se cumplía en su vida. Jesús menciona en este capítulo que quienes recibimos su palabra y las ponemos por obra somos como esa persona que construye sobre la roca, se  planta en ese lugar y aunque vengan ríos y tormentas la casa permanece firme. En cambio el insensato que construye sobre la arena es comparado como aquel que toma sus propias decisiones y se deja llevar por lo que quiere despreciando a Dios y logrando que su casa se caiga.

La gracia que hoy disfrutamos es la que nos abrió la puerta en los cielos, no por nuestro merito, sino que Jesús a través de ella nos quitó del barro en donde estábamos, nos colocó en una nueva posición, nos quitó el corazón de piedra y puso un corazón de carne y ahora está caminando con nosotros.

Cuando Cristo llega a nuestras vidas viene una nueva naturaleza, vivimos a Cristo en todas nuestras áreas, por eso sabemos que el Señor nunca nos dejará caer. Es tiempo de vivir un evangelio de madurez y profundidad, cimentados en la roca, pues Cristo nos proveyó de todo para lograrlo. Debemos ser una iglesia que vive de acuerdo a sus propósitos, abrazando la santidad y revelando su gloria. Debemos dejar que Jesús se haga visible en nuestras vidas, la iglesia es una comunidad, que por la gracia de Dios, nos hace sabios para plantarnos sobre la roca. Dependemos del Espíritu Santo, disfrutamos y somos felices cumpliendo los mandatos de Cristo para que se haga carne en nuestras vidas. Las palabras de Jesús son para traernos libertad, no para condenarnos, por eso cuando leemos el Sermón del Monte nos hace ver que es posible cumplir, porque Él nos escogió y por medio de su sacrificio podemos transformar vidas con lo que construimos cada día.

“Dios es muy bueno pues nunca nos dejara caer, por eso nos disponemos a corregir lo que no está bien, nos sinceramos, nos arrepentimos para que seamos direccionados a lo correcto. Si vemos una tormenta interminable por delante volvemos a mirar a Cristo y declaramos que Él nunca nos dejara caer. Fuimos llamados no solo a sobrevivir sino que fuimos llamados a construir sobre la roca. ¿Qué y cómo estamos construyendo en este tiempo?”

 

 

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