Preparados para esta temporada

19 de septiembre de 2021
“Examíname,
crea en mí un corazón
conforme al tuyo,
corregime en mi ignorancia,
no permitas que me
llene de orgullo.
dame sabiduría para
ser humilde
y ver a los demás,
como vos me ves,
a través de los ojos
de la gracia”.
Poema por Yamila A.
Nuestras emociones muchas veces nos pasan factura porque vivimos tensiones fuertes e intensas. En el día nos preparamos para la noche, no dejamos de celebrar nuestras victorias aunque sean mínimas, disfrutemos de cada momento aunque sean pequeños. Nos preguntamos ¿Cuándo se terminará la noche? cuando llegue lo perfecto, cuando el sol de justicia que viene por nosotros se establezca. La palabra nos menciona que cuando Jesús venga y reine en el cielo no habrá sol porque no hará falta, pues él lo será y hará que el día sea pleno. Mientras tanto la noche y el día son un circuito interminable, la siembra y la cosecha son parte de nuestra vida y en ese proceso el Señor nos da estabilidad trabajando en nosotros para hacer frente a ese momento, declarando que vamos a estar bien porque Dios gobierna en nosotros.
Nos haremos fuertes en medio de la tensión administrando las fuerzas que Dios nos da, es el tiempo para entrar a una profundidad mayor en su presencia, anclados en su propósito para atravesar todo lo que está por delante. El libro de Santiago nos ayuda en este trimestre de entrega para prepararnos en esta temporada a resolver lo que tenemos pendiente. Muchas veces seguimos a cualquier costo pero necesitamos detenernos para accionar, corregir, comenzar una nueva etapa y sentir que Dios camina y está con nosotros.
Santiago 4:1-10 (NTV) Santiago nos evita los golpes de destrucción y nos moldea el carácter de acuerdo a lo que Dios tiene para cada uno. Encontramos tres piedras fundamentales en este capítulo.
HUMILDAD: Santiago nos confronta con nosotros mismos preguntándonos ¿Por qué existen los pleitos y las peleas? Cuántas veces en nombre de Dios se han hecho barbaridades usando la violencia corrompiendo lugares y personas. Los pleitos no nacen del corazón de Dios, nacen del orgullo y de la envidia. En este tiempo hay un intenso nivel de frustración como nunca antes, muchos pretenden copiar cosas de los demás que son una mentira. Muchas personas viven una vida que no eligieron diciendo que es lo que les tocó, pero Dios no tiene un plan B con sus hijos, somos responsables de nuestro destino y de lo que construimos. Si nos proponemos podemos llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos cuando entendemos que el plan de Dios para nuestras vidas es perfecto y nos conduce hacia su voluntad. Pero el mayor error es tratar de acomodar a Dios a nuestra voluntad y no trabajar para que nuestra realidad se acomode a lo que él tiene.
Santiago nos confronta haciéndonos entender que los pleitos nacen de nuestros corazones porque envidiamos las cosas deseándolas mal para nuestro propio placer. Nos preguntamos entonces ¿Dios no quiere que vivamos una vida placentera? Claro que sí, por eso una de las razones por la que Jesús murió en la cruz es para que vivamos una vida abundante en Él. Debemos plantearnos cómo vencer el orgullo y la envidia, cómo administrar las tensiones que vienen a nuestras vidas a través de la vida de Jesús. Santiago nos enseña que la envidia y el vivir solo para eso producen pleitos y divisiones, por lo tanto nos dice que la humildad resuelve todo para poder vivir en plenitud. No hay mayor placer que construir cosas que permanecen, que son eternas, por eso si nos humillamos vamos a ser levantados en honra.
La humildad no tiene que ver con una condición social o emocional sino que es un fruto del Espíritu y nace de una comunión directa con Dios. La humildad es Jesús creciendo en nosotros por eso rompe con la envidia, el orgullo y los pleitos. Las tensiones siempre estarán pero la humildad será la prueba de carácter que el Espíritu Santo está creciendo en nosotros. Jesús nos dijo que debemos aprender de él que es manso y humilde de espíritu, él nos modela las herramientas que nos ayudarán a transitar en el tiempo de dificultad. La humildad es la puerta, es el trabajo del Espíritu Santo en nuestras vidas convenciéndonos de pecado, nos lleva a los pies de Jesús para hacernos responsables de nuestro llamado reconociéndonos quienes somos en él, vamos a cosechar en honra lo que sembramos en humildad.
JUICIO: (v. 11-12) El Espíritu Santo nos convence de pecado, justicia y juicio. Muchas veces le tememos a la palabra juicio porque sabemos que considera a la persona culpable pero entendemos que cada uno de nosotros lo era y merecíamos un juicio, sin embargo Jesús nos justificó. El juicio depende de Dios y conectado con la humildad nos presenta inocentes, no por merecerlo, sino porque la sangre preciosa de Cristo nos limpió.
Solo emite juicio aquel que puede operar justicia por eso debemos someter todos nuestros asuntos delante de Dios. El pecado no se tolera, sino que se lleva a juicio y se cubre con la sangre preciosa de Jesús. Por eso, si vemos a nuestro hermano que está errando debemos acompañarlo para que se rinda delante del Señor y si no lo hacemos nos tornamos culpables de lo que pase con él. El que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado. Jesús dijo que todo aquel que juzga será juzgado conforme a la palabra que sale de su boca. Que al hablar nos transformemos en una herramienta para la respuesta, construyendo así una familia e iglesia sana que es la que Cristo viene a buscar.
FUTURO: (V.13-17) Una actitud de humildad nos lleva a entender que nuestro futuro no depende de nosotros sino de Dios. En Dios es el sí y el amén. Uno de los grandes conflictos con nuestras vidas es empezar cosas que no terminamos, es ser irresponsables con lo que Dios nos otorgó. ¿Por qué no podemos sostener con el tiempo aquello que nos proponemos? Un error de carácter es no estar enfocados en lo que Dios tiene pero también poder confiar en nosotros mismos por encima de Dios. Siempre debemos planificar en pos de lo que Dios tiene y cada plan se podrá concretar perdurando en la eternidad. Santiago nos dice que con humildad y con la gracia de Dios tenemos la posibilidad de diseñar el futuro, somos responsables de ello.
Dios no renuncia a lo que Él llamó, fuimos elegidos desde antes de la fundación del mundo para construir una nueva historia sobre nuestra familia y sobre nuestros hijos. Por eso podemos diseñar nuestro futuro, trazar nuestro destino y dejar de echarle la culpa a las circunstancias, Dios nos invita a darle forma a la iglesia que el viene a buscar de la cual somos parte. Quizás nos encontremos llenos de limitaciones para alcanzar lo que soñamos pero en la humildad es donde somos vulnerables dependiendo de Dios. Diseñamos nuestro futuro no pensando en nosotros, sino a lo que Dios nos llamó haciéndolo parte de nuestras decisiones, proyectos y propósitos.
“Derrotaremos al pecado siendo intencionales a través del respeto, la humildad y el trabajo que Dios pone en nuestras manos. El Espíritu Santo nos convence de pecado, justicia y juicio, nos reviste de humildad, nos lleva a sanar las disputas y los pleitos. Es el cincel del cielo que le da forma a nuestro futuro aun en medio de la dificultad. Por eso podemos abrazar, partir el pan, levantarnos en medio del dolor, perdonar a quienes nos ofenden, restaurar lo que está roto, pararnos en medio de una nación corrompida porque no es nuestra obra, sino la del Espíritu a través nuestro. De todo esto somos responsables, pidámosle al Señor su intervención para que nos guie, nos de sabiduría para mirar con sus ojos y sumergirnos cada vez más profundo en su presencia.”