Restitución

15 de octubre de 2023
El principio de Joel es que en medio del juicio el arrepentimiento produce avivamiento. Tenemos un llamado: el cual es caminar en medio del juicio en un avivamiento sustentable. Joel en medio de la cautividad ve el proceso de restauración, de reconstrucción y Dios le permite mirar hacia la eternidad. Por eso, hace un llamado al pueblo dándole a conocer que han perdido demasiado, que han negociado la alegría. Por esto declara “que suene trompeta en Sion, que vengan los ancianos, los niños y las familias rasguen su corazón para que se arrepientan de todo lo malo y así en medio del juicio haya celebración y libertad.”
No hay otra manera de vivir a Jesús si no es con el corazón rasgado.
No estamos para maquillar nuestro pecado o echarle la culpa a los demás del porqué no podemos ser fieles a nuestro llamado, no estamos para escuchar la predicación de un iluminado más que nos enseñe a hacer nuestra vida más sencilla. Sabemos que el sufrimiento y el dolor son parte de nuestra vida, pero también vemos como la gloria y milagros ocurren todos los días.
Joel 2:18-32 (NTV) Dios responde a los corazones rasgados, rasgando su corazón y nos muestra lo que está dentro de este. Las palabras que están en la Biblia fueron para un tiempo histórico determinado y la primera manera de interpretarlas es literalmente. La Biblia dice lo que quiere decir y se explica así misma. No se puede tomar un pasaje como un todo, sino que es parte de un todo. Cuando leemos esta profecía de Joel para un tiempo histórico determinado entendemos que es parte de un plan eterno que continua, no es una historia aislada, sino que es la historia que Dios está construyendo por la eternidad. Entonces cuando leemos Joel interpretamos las señales, los momentos y los tiempos de Dios. Vemos que lo que fue para una temporada profetiza lo que vendrá y además de profetizar lo que vendrá entendemos que somos parte de la historia porque hay un patrón que se repite.
En ese patrón que nos explica cómo vivir, tenemos el desafío de entrar para que las promesas que están en este libro se hagan carne en nuestras vidas. Básicamente ésta es una parte de la historia, pero en cada fracción encontramos toda la historia. Joel nos muestra que en medio del juicio hay devastación pero hay celebración, hay juicio pero también hay arrepentimiento que despierta un avivamiento. Todo ocurre en un contexto de un mundo revolucionado donde aquellos elegidos por Dios son guardados.
Dios responde a la gente que rasga sus corazones, no solo con bendiciones y señales, sino que responde rasgando su propio corazón y mostrándonos lo que va hacer.
Por eso, cuando Joel dice que rasguen sus corazones y la gente responde a eso. Joel muestra que en esta parte de la profecía, el propósito de Dios para con nosotros es la «restitución», la cual tiene dos sinónimos que Joel explica, que son «restauración» y «avivamiento». El prefijo “re” habla de volver a la esencia, de volver al diseño original, de volver a darle la forma que antes tenía. Restitución: volver a restituir lo que se había perdido. Restauración: volver al modelo original. Avivamiento: volver a avivar, a encender.
El sueño y la idea de Dios es volver al origen de todas las cosas: nosotros con nuestras familias viviendo en la plenitud de Cristo Jesús.
Dios nos rasga el corazón y nos hace ver qué es lo que quiere para nosotros en medio de la prueba. Toda esta historia desde que se comió el fruto hasta que el Cordero vino para redimirnos y que empezará cuando Jesús venga por nosotros, Dios nos trata de restituir y restaurar. Por eso cuando hay corazones que se desgarran, que se quiebran en la presencia de Dios reconociendo su señorío en medio del juicio. Dios dice «Entonces, yo responderé de esta manera en medio del juicio: voy a restituir los años que se comió la langosta, el saltón, el revoltón, voy a restaurar su identidad para que sean plenos en mí, voy avivar el fuego del Espíritu que enciende todas las cosas». Luego dice: «antes del día del Señor, antes del día temible esto acontecerá…» Restitución, Restauración y Avivamiento.
En su corazón es donde está el restituirnos y el restaurarnos.
Todo esto será sobre los hijos de Dios, sobre los que son llamados, sobre los que han rasgado su corazón. Por eso llamamos a la gente a Cristo, no vivimos para morir, sino que vivimos para ser resucitados, no vivimos para degradarnos, sino que vivimos para ser restituidos por Dios. Muchos de nosotros quizás hace un tiempo estábamos lejos de Dios, habíamos abandonado nuestro llamado pero en vez de dejar que nos degrademos Dios nos fue a buscar y nos dijo que nosotros podemos olvidarnos de nuestro llamado, podemos enojarnos con él pero debemos saber que no se olvida de nosotros. Esto es un principio: porque veamos que la restitución no se trata de devolver lo que le quite a alguien, eso es que como me atraparon entonces debo devolver lo que saque. La historia de Zaqueo en San Lucas 19:8-10, en aquel tiempo estaba la ley de la restitución que cuando se estafaba a alguien tenía la obligación de devolver cuatro veces más.
La restitución es imposible sin un avivamiento.
La restitución va más allá, no es solo devolver lo que perdí porque lo que perdimos hace diez años no nos alcanza para hoy, porque cuando hay una herida se transmite de generación en generación produciendo daño. Entonces la restitución tiene que ver con que todo aquello de lo que fuimos privados, Dios viene y lo devuelve. Este es un concepto muy fuerte, por eso la palabra dice: “te restituiré lo que se comió el saltón, el pulgón, la oruga y el revoltón” cuatro generaciones de un mismo insecto, porque aquello que nos fue quitado por el pecado y la muerte afecta generaciones. Por eso habla de restitución junto con restauración, porque no se puede restituir sobre lo que no se restaura, por ejemplo: no se le puede dar dinero a una persona que administrativamente ha sido dañada pues no lo va a valorar y lo va a perder, necesita primero ser restaurada. Imaginemos que todo lo que hemos perdido en la vida nos sea restituido y aun así imaginándonos no lo podríamos recibir porque no tenemos noción de lo que hemos perdido. Hemos perdido más que seres queridos, hemos perdido más que tiempo, hemos perdido más que la confianza que hemos brindado a quienes nos traicionaron, hemos perdido más que la inocencia de aquellos que abusaron de nosotros. Lo perdimos todo en el huerto del Edén porque lo perdimos a Él, perdimos nuestra dignidad de seres plenos, nos entregamos al pecado una y otra vez. Otra palabra que acompaña a la restitución, restauración y avivamiento es la redención, por eso vino el Cordero inmolado derramando su sangre para redimirnos y para que todo aquello que se perdió sea devuelto al orden original.
La restitución y la restauración van acompañadas de un avivamiento final.
Este es el deseo del corazón de Dios: no vivir para degradarnos, vivir para la restitución, para recuperar lo que perdieron nuestros abuelos y bisabuelos. Para que sea restaurado el modelo que estaba en el corazón de Dios sobre nuestras vidas y para que esto sea coronado con un avivamiento. Avivamiento es soplar sobre la brasa apagada, es levantarnos sobre la noche más oscura y rasgar nuestro corazón entendiendo que si nos quedamos quietos nos moriremos de frio, nuestras familias se morirán de frio, nuestro grupo de vida se morirá de frío. Esto es avivamiento, es restitución, es tomar aquello que se apagó y volver a darle vida, para que pueda volver el calor, para que vuelva el hogar, para que pueda haber familia.
Avivamiento es lo que está en el corazón de Dios. Cuando Dios nos tomó éramos un carbón apagado y en medio de la noche más fría y contra todas las posibilidades creyó en nosotros. Aunque no tengamos fuerzas debemos rasgar nuestro corazón, aunque sintamos que nuestros mejores años se pasaron, aunque se nos nublen los ojos por el dolor de aquellas cosas que no podemos resolver, podamos levantarnos y soplar una vez más.
Lo que está en el corazón de Dios no es que nos vamos a morir en medio de la noche, no es que vamos a ser consumidos en el juicio más terrible. Lo que está en el corazón de Dios es: “yo te voy a restituir todos los años que comió el saltón, la oruga y el revoltón, yo voy a restituir cada lágrima, cada perdida, cada corazón quebrado. Yo voy a restituir lo que Adán no pudo restituir, yo voy a restituir las familias quebradas, el corazón desangrado, yo voy a restituir y no solo eso, sino que voy a tomar todo lo que no tiene forma en tu vida. Le voy a dar la forma de mi corazón de tal manera que en medio de la necesidad y la escasez, la tierra va a producir todo lo que necesitas y en medio de la restitución cuando esté trabajando, aun cuando la obra todavía no esté terminada, yo voy a derramar de mi Espíritu sobre toda carne. Tus hijos y tus hijas van a profetizar, y tus jóvenes verán visiones, y tus ancianos soñaran sueños.”
La historia termina con una iglesia gloriosa abrazando al Rey de Reyes y al Señor de Señores.
La historia no termina con gente acabada llegando al cielo de regalo. La historia no termina con un ladrón secuestrando a su novia, la historia termina con una boda, con una iglesia que va a reinar con él para siempre. No vivimos para degradarnos, vivimos para ser restituidos. Dios quiere restituirnos pero estamos volviendo al pasado una y otra vez, debemos aprender a vivir para adelante, porque por supuesto que nuestras vidas están marcadas por pérdidas o por cosas que no supimos resolver, pero creemos en un Dios de restitución. Creemos en un Dios que no va a permitir que nuestros hijos se pierdan en un sistema de pecado y de muerte. Por eso, que por más esfuerzo que hagamos para tratar de pagar lo que hicimos o de ayudar a aquellos que herimos, entendemos que es imposible con nuestras fuerzas. ¿Cómo restituimos años, confianza, lo que lastimamos, lo que rompimos? ¿Cómo? El diablo siempre nos juega con la culpa, nos hace mirar lo que no somos, pero Dios dice: “yo miro tu entrega, tu corazón rasgado por eso te revelo mi propósito antes de que venga el día temible del Señor.”
Creemos en un Dios que ha marcado nuestras vidas con destino y que en la eternidad ya ha resuelto todas las cosas.
Pablo declara lo que va a suceder con la iglesia previo a su venida, Pedro nos muestra que comunidades de fe transformadas por el Espíritu Santo nos conducen a una nueva visitación. Juan nos revela gente de toda lengua, tribu y nación saliendo de la tribulación para adorar con sus ropas blancas al Señor. En medio de un contexto de caos, de juicio el Señor nos llama a despertar a un avivamiento.
Creemos en un Dios de avivamiento, creemos en un Dios que transforma vidas, en un Dios que nos llamó para ser restituidos.
En Joel dice: “vengan todos, los ancianos, los niños, los jóvenes, vengan todos al altar, rasguen su corazón porque yo los voy a restituir en medio del caos. Yo los voy a restaurar y en medio de este proceso voy a enviar mi Espíritu”. Quizás un día te levantarás en la mañana y veras a tu esposa que está profetizando en lenguas, orarán juntos para enfrentar un día terrible donde milagros y señales los van acompañar. Tu hijo que va a la secundaria orará con vos porque ese día en el recreo va a levantar un altar de adoración, los adolescentes se prepararan para entregar su vida en las naciones. Los ancianos no buscaran errores, no estarán diciendo que el tiempo pasado fue mejor, sino que llenos del Espíritu Santo soñaran sueños, estarán diciendo que lo que viene por delante será mayor, dirán que lo que ustedes van a vivir no se compara con lo que nosotros vivimos. Lo que sus nietos disfrutaran no tiene punto de comparación del precio que han tenido que pagar para que conozcan al Señor. Los jóvenes en medio de un sistema corrupto tendrán claridad para emprender, para crecer, para desarrollarse y tus hijos y tus hijas profetizaran, sus vidas no las guiara la cultura de este mundo o la agenda perversa de este sistema, sino que profetizaran y en medio de este contexto el día temible vendrá, la tierra será sacudida y veremos a Jesús regresar.
Esto es lo que Dios nos llama a vivir; él es un Dios de restitución, de restauración, de avivamiento y no queremos vivir por menos que eso.
Seamos los locos que soplan la brasa, familias que paguen el precio, que no se acomodan, sino que encienden todo de Cristo. Seamos los que van a ir por la ciudad llenando todo de Cristo de tal manera que no quede nadie que no conozca a Jesús. Que cada ámbito de la sociedad reconozca que Jesús es el Rey y que su nombre haga famoso este territorio por el que Dios tiene celo.
“Dios quiere restituir, restaurar y sembrar el fuego de su Espíritu en nosotros. Vamos a rasgar nuestros corazones, vamos a caminar en lo que el Señor tiene. Si hoy lloramos por la perdida hagámoslo juntos pero podemos estar seguros que lo que tiene Dios por delante es mayor. Vale la pena dejar de lado las excusas para creerle a la palabra.”