Sin retorno, sin reserva, sin nada que lamentar

9 de junio de 2024

Hebreos 4:1-16 (NTV)

Compartimos la historia de un misionero que se sembró en China dedicando su vida a predicar el evangelio a principios del siglo. Literalmente el sembró todo su dinero, sus recursos y sus fuerzas, y lo que vio fue muy pobre. No vio fruto, no vio tantas personas convertidas, ni tantos lugares alcanzados, pero llegando a su ancianidad se vuelve a su nación a donde él fue enviado. En una conferencia cuenta cómo vivió cada día de su vida haciendo la voluntad de Dios en China entregándose de manera muy hostil su vida. Cuando termina de predicar menciona que hay algo en su corazón que en ese momento logró entender, que vivió toda su vida sin retorno, sin reserva y sin nada que lamentar.

Sin retorno: nunca fue una opción volverse, sin reservas: nunca fue una opción vivir sin entregarlo todo y sin nada que lamentar: nunca lamentó haberle dicho SÍ a Dios, aunque no había visto los resultados que él esperaba. Ese día escuchando a este misionero un total de veinte muchachos se levantaron y ofrecieron su vida para sembrarla en China. Por esta predica estas veinte personas extenderían el evangelio en uno de los países más grandes del mundo y sembrarían la semilla que hoy sostiene a la iglesia perseguida, que hoy sostiene la iglesia que está escondida. No fue la predicación que movilizó a estos jóvenes, sino fue la vida sembrada de ese hombre.

Dios nunca pierde nada. Con Dios no hay malos resultados, con Dios no hay pérdida de tiempo, él siempre cumple sus planes. Aquellos que caminan en su voluntad viven toda su vida entregándose pero también en un estado de descanso eterno.

Hebreos 4 habla del descanso, habla de la entrega. Dios en este pasaje nos invita a su descanso, pero también nos menciona a causa de qué esto se escribió. La referencia bíblica que utiliza el autor de hebreos es el Salmo 95, el salmo de David, que es un cántico de alabanza pero con un poco de nostalgia porque había un descanso destinado para el pueblo de Dios, al que ellos no entraron porque fueron desobedientes.

Salmos 95

David escribe un salmo hermoso, al cual tenemos como una referencia, es una canción de alegría. David comienza invitando a cantar, a adorar al Señor. Luego, como que hace una pausa para expresar que hubo un momento en que el pueblo de Dios endureció su corazón, no escuchando la voz de Dios. Olvidándose de sus maravillas, quedando así fuera del descanso de Dios y a causa de la desobediencia hubo una generación que se perdió en el desierto.

El Salmo 95 nos lleva al libro de Deuteronomio y a Números que es el punto culmine que completa la historia del libro de Éxodo. El pueblo de Israel sale de Egipto después de cuarenta años, recibe pan del cielo, come del maná, camina, ve salir agua de la roca y de repente llega al límite de la tierra prometida. A ese lugar donde Dios les dijo que iban a salir de la esclavitud, de estar atados, para llevarlos a una tierra donde fluía leche y miel para que le adoren. Tenemos a Moisés, a Josué, están en el límite de la tierra prometida, cuando se dan cuenta que esa tierra está ocupada. Toman doce espías (uno de cada tribu) y los mandan a inspeccionar la tierra. Cuando estos espías vuelven después de muchos días, informan que la tierra es hermosa, pero diez de los doce hacen la misma declaración: <la tierra está habitada por gigantes, son un ejército terrible, no vamos a poder en contra de ellos>. Josué y Caleb se rasgan las vestiduras declarando: < ¡cómo van a decir esto, tan rápido se olvidaron de cómo Dios hizo tantas maravillas delante de sus ojos. La tierra es hermosa, está llena de gigantes, pero lo vamos a comer como a pan, porque Dios está con nosotros! >

A pesar de esa declaración de Josué y Caleb, los otros diez espías comenzaron a desanimar al pueblo, se comenzaron a quejar pidiendo volver a Egipto. Entonces el corazón de Moisés se destruyó y Dios se enojó con la gente diciéndoles: <que no entrarían a la tierra prometida> sino que vagarían por cuarenta años, lo cual es toda una vida, toda una generación y hasta que no perezca el último de ellos no entrarían a esa tierra. Sin embargo, a sus hijos y a su descendencia Dios prometió que sí los introduciría a la tierra para conquistarla cumpliendo así su palabra. Y a Josué y Caleb que tuvieron la capacidad de mirar las cosas con el corazón de Dios los colocó para que dirijan al pueblo cumpliendo así lo que había prometido.

Qué tremendo cómo Dios se enojó y no los dejó entrar a la tierra, Dios no quiere sacrificar otra generación, no quiere esperar otros cuarenta años esperando que los corazones se ablanden.

El autor de Hebreos hace mención de David y este hace mención de Deuteronomio porque es lo que están viviendo los hebreos, nuevamente se quieren volver atrás. Pero esta vez no quieren volver a Egipto, sino que quieren renunciar a Cristo, al Mesías, quieren renunciar no porque hay gigantes en la tierra, sino porque están viviendo una persecución. Pues en ese momento ser cristiano no parecía nada bueno como al principio, comenzaron a perseguirlos, esto se volvió tenso, se puso difícil y ellos comenzaron a flaquear de su fe. Por eso, el autor de Hebreos les recuerda que no se vuelvan atrás, no sea que Dios se enoje y les impida entrar en su reposo, en su descanso.

No hay manera de vivir en plenitud si no aprendemos a entrar en su descanso.

Hay tantas personas que viven con Cristo pero que nunca entran al descanso del Señor, que rebotan en el evangelio una y otra vez y aun sirviendo a Dios con un corazón generoso no pueden entrar en el reposo de Dios. Hasta que el evangelio se convierte en una carga y el mérito se convierte en aquello que hacemos para Dios. Dice el autor de Hebreos que es necesario entrar en el reposo porque Dios trabajo seis días y al séptimo descansó. El descanso de Dios es distinto a lo que pensamos pues no tiene que ver con el ocio, sino con una profundidad de contemplación y desarrollo. ¿Qué era para ellos entrar al descanso, qué era para el pueblo de Dios que había salido de Egipto entrar al descanso? El descanso era: ver la tierra prometida, enfrentar los gigantes, poseerla y hacer de esa tierra un lugar de adoración para ellos. El descanso que Dios había preparado para ellos era que se convirtieran en un pueblo maduro, en un pueblo con carácter, que venciera a sus propios enemigos. El descanso para el pueblo era descubrir quién realmente eran en Cristo, hasta ese momento habían vivido una religión en la que Dios enviaba pan del cielo, mandaba carne del cielo, les daba agua de la roca y tenían un Moisés que les aguantaba todos los berrinches. Pero Josué y Caleb entienden lo que estaba pasando por eso saben que el mismo Dios que abrió el Mar Rojo les iba a dar la fuerza para vencer a los gigantes. El mismo Dios que les proveyó en la escasez, los iba hacer producir en esa tierra, el mismo Dios que estuvo con ellos los iba a consolidar como pueblo que tomaría ese lugar.

Todo el que conoce a Dios trabaja pero también descansa.

Entonces el descanso de Dios no se constituye solo en un momento de relax, sino que tiene que ver con encontrar el reposo del cielo en medio del trabajo, en medio de la batalla. Así como Dios descansó en el séptimo día. El agotamiento es parte de nuestra vida, podemos utilizar nuestros años de manera adecuada o inadecuada, pero el reposo que Dios nos ofrece no es vivir una vida de agotamiento y sufrimiento para que después cuando lleguemos al cielo sí descansemos, llegaremos al cielo y seguiremos trabajando. Porque el concepto del Dios a quien adoramos no es un concepto estático, como en algunos lugares donde hay un Dios estático, donde la adoración es estática repitiéndose palabras, diciendo siempre las mismas cosas, sino que nuestro Dios es dinámico, es el que fue, el que es y el que ha de venir.

Dios es dinámico, la Biblia desde el Génesis al Apocalipsis está produciendo, creando todo el tiempo, él va a venir, vamos a reinar y vamos a vivir una eternidad de productividades, de desarrollo, de alcance, de plenitud, porque esa es la naturaleza del Dios a quien adoramos. Ejercemos nuestro sacerdocio en todo lugar, nuestra misión es llenar todo de Cristo pues él es quien lo llena todo y en todo. El descanso no consiste en tomarnos vacaciones o visitar lugares, o cambiar de trabajo, eso no es suficiente para recuperar las fuerzas que habíamos perdido. Pero nos damos cuenta que podemos llenar nuestro estómago pero sin estar saciados, que podemos comprarnos ropa de marca pero nos sentimos desnudos porque todavía hay cosas ocultas en nosotros. Nos damos cuenta que la mayor necesidad no es la de estar apretados para llegar a fin de mes, sino de ser felices porque hay vínculos que son sanos porque nos conectan a Dios y a su cuerpo. No está mal irse de vacaciones por supuesto que no, lo anhelamos y oramos por ello.

El descanso no solo tiene que ver con reponer fuerzas, sino que tiene que ver con librar la batalla que él nos llamó a librar. Tiene que ver con estar caminando en el propósito que Dios estableció.

La voz de Hebreos expresa que se sabe que es un tiempo difícil, que la estamos peleando pero que entremos al descanso de Dios, no hagamos como el pueblo que en el desierto endureció su corazón y se quedó afuera. El descanso no solo es la tierra prometida, sino que es un descanso que preparó Dios hoy para nosotros. El autor nos explica que si el descanso hubiese sido la tierra prometida después de los cuarenta años cuando entraron con Josué todavía estarían descansando. Pero el rey David que no estuvo en ese momento pero que miles años después escribe el salmo menciona que no entraron al descanso, entonces ¿Qué significa? Que había otro descanso, que había otro espacio, que había otra forma de vivir, de vivir un evangelio de tal manera que nos vamos a agotar física, espiritual y emocionalmente. Podríamos poner muchas excusas hoy, pero al escuchar la palabra de Dios entendemos que es poderosa y eficaz, es más cortante que espada de dos filos, penetra el cuerpo, alma y el espíritu, somos seres tripartitos.

Nos gastamos por amor a Cristo pero vamos a vivir el reposo de Dios todos los días de nuestras vidas. Vamos a descubrir en Cristo el lugar a donde somos regenerados, transformados, donde encontramos una respuesta.

Las emociones se desgastan, cambian, el espíritu también pero el que se agota es el cuerpo, pero no solo es una cuestión física sino que el agotamiento físico repercute en el alma y el espíritu. Nos menciona que la palabra es tan poderosa que atraviesa el espíritu, el alma y toca el cuerpo, en la palabra hay sanidad para el cuerpo físico, hay descanso. La palabra es más que escuchar una predica o leer la Biblia, es estar caminando en el propósito, es entrar en el reposo. La palabra es lo que nos sostiene cuando estamos cansados, agotados, enojados, esta nos traspasa, nos hace pedir perdón, nos anima a levantarnos y cuando la escuchamos esto ordena todo. La palabra penetra a los huesos, toca los tuétanos, es poderosa y no solo eso, sino que discierne las intenciones y los pensamientos del corazón desnudándonos por completo. El estar desnudos delante de Dios es lo que nos da descanso, porque una persona que tiene que vivir ocultando cosas vive agotado.

 Cuando vivimos en integridad podemos entrar al reposo de Dios. Estar expuestos a la luz nos lleva al descanso, la palabra nos desnuda, hace que no tengamos nada para ocultar.

Seamos vulnerables a la palabra, si nos traspasa y nos desnuda no debemos endurecer nuestro corazón, sino que entremos al reposo, al descanso de nuestro Señor, no podemos vivir todo el tiempo agotados. No hay manera que nuestro cuerpo sea regenerado por más que nos cuidemos, como dice Pablo el viejo hombre se desgasta pero el nuevo se renueva de día en día (2º Corintios 4:16). Exponernos a la palabra debe producir esto, pero si nos exponemos y nos sucede esto es porque estamos exponiendo el conocimiento bíblico y no la profundidad de lo que Dios necesita decirnos y tiene para nosotros. Si escuchamos la palabra no endurezcamos nuestro corazón y entremos al reposo. No vamos a descansar el día que lleguemos al cielo, porque cuando lleguemos de acuerdo a la parábola nos dice: <en lo poco haz sido fiel, en lo mucho te pondré, entra al reposo de tu Señor> (San Mateo 25:23) ¿Qué significa? Es que si ahora entramos al reposo es porque aprendimos a reposar antes, es porque en nuestra vida aprendimos a ser fiel en lo poco. Aprendimos a disfrutar del descanso de Dios cuando las cosas no eran perfectas, aprendimos a confiar en Dios en medio del caos. Llegamos al límite pero decidimos no quedarnos, no rendirnos porque vemos la gracia de Dios y sabemos que el descanso está por delante.

Entrar en el descanso de Dios, es entrar en el propósito eterno que tiene para nuestras vidas.

El descanso no tiene que ver con dejar de hacer, es cierto que debemos parar en algunos momentos para analizar hacia atrás pero entendiendo que Dios siempre estuvo, perdonándonos, llamándonos cuando no éramos nada. Fuimos rebeldes pero su fidelidad permaneció, nos ha dado salud, vida, nos ha dado una iglesia donde congregarnos, un llamado hermoso, por eso no importa lo que este por delante pues lo comeremos como a pan. ¿Cómo entro al reposo, cuál es el camino? El camino es un sumo sacerdote, pues la labor del sumo sacerdote es trazarnos el camino hasta el lugar de descanso, y ¿Cómo lo trazó? Fue hombre como nosotros, fue tentado en todo, probado en todo conforme a nuestra semejanza pero con el detalle de que no pecó. Jesús se cansó físicamente, estuvo agotado a tal punto de la muerte, se enojó, pero no pecó.

No solo tenemos un Dios bueno porque lo sabe todo, no solo tenemos un Dios que es justo porque conoce todas las cosas, tenemos un Dios que se hizo hombre tomando nuestra forma para ser probado en todo. Tenemos un Dios que nos puede comprender, por eso cuando decimos que nadie nos entiende, estamos diciendo que Dios es un mentiroso.

Hebreos 4:14-15

El comprende nuestras debilidades porque el interpretó todas las cosas desde nuestra perspectiva pero él nunca pecó, él nos entiende pero debemos saber que el pecado no es una opción porque Jesús no pecó y fue hombre. ¿Cómo lo resolvemos entonces? Tenemos un sumo sacerdote que nos invita a su descanso, él fue santo y perfecto y nos invita abriéndonos el camino hacia donde debemos acercarnos pues su palabra nos dice: “nos acercamos con confianza al trono de la gracia de nuestro Dios, allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos va ayudar cuando más lo necesitemos” (Hebreos 4:16)

Él nos comprende pero no permitirá que cerremos nuestro corazón y nos quedemos afuera.

Él nos comprende pero no negociará la vida de nuestros hijos para que se mueran en el desierto. Él nos comprende pero no dejará que hipotequemos nuestras vidas buscando felicidad en cosas que no la dan, él nos comprende por eso nos abre la puerta al trono de la gracia. Corramos al trono de la gracia.

“En el trono de la gracia hallaremos misericordia para el oportuno socorro que necesitamos, el descanso de Dios es la presencia permanente y accesible de Cristo Jesús para nosotros, corramos al trono de la gracia en todo momento. La forma de Dios es que el descanso fue abierto por su sacrificio, él nos invita para que vayamos y encontremos gracia para el oportuno socorro. Quiere que entendamos que no va a negociar ni cuarenta, ni cincuenta años de nuestras vidas pues no va a mirar para otro lado mientras damos vueltas en el desierto, sino que una y otra vez enviará palabra que nos desnude y que nos destroce. La idea de Dios no es que vivamos nuestra vida como alguien que pasa desapercibido sino que entremos al reposo, su idea no es que rememos para que lleguemos a la orilla sino lleguemos a la orilla para cruzar un mar y conquistar lo que Dios puso. Su idea no es que una generación se pierda en el desierto, sino que al descanso entremos con nuestros hijos, nuestros nietos y nuestros bisnietos. Que podamos penetrar y entrar al reposo del Señor, pero para ello necesitamos cambiar la historia, necesitamos cada uno de nosotros por la gracia y el poder del Espíritu Santo aceptar la invitación a reescribir el Salmo 95. Es el Espíritu Santo previo a la venida de Cristo llamando a su iglesia y diciéndonos: vengan, cantemos al Señor, aclamemos con alegría a la roca de nuestra salvación que pronto regresará. Acerquémonos a él con acción de gracias, cantemos salmos de alabanza porque el Señor es Dios grande, un gran rey sobre todos los dioses. En sus manos sostiene las profundidades de la tierra y las montañas más imponentes. El mar le pertenece pues él lo creó, sus manos también formaron la tierra firme. Vengan, adoremos e inclinémonos, arrodillémonos delante del Señor nuestro creador porque él es nuestro Dios, somos el pueblo que el vigila.”

Señor, hoy escuchamos tu voz que nos dice: ¡vivieron toda una vida en el desierto y aunque sus antepasados me tentaron, ustedes no pusieron a prueba mi paciencia, porque ustedes han visto todo lo que yo he hecho y durante todas sus vidas mi favor ha estado sobre ustedes y todas sus generaciones. Ustedes son un pueblo cuyo corazón está cerca de mí y nunca se ha rehusado a ser lo que les pido, por lo tanto mi favor esta sobre ustedes y yo he jurado que ellos entraran en mi descanso! Entremos al reposo del Señor, sin reservas, sin retorno, sin nada que lamentar.

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