Una familia para el libertador
7 de abril de 2024
Tenemos una palabra para este año sustentada en el libro de Efesios la cual es “Somos Iglesia”. En el primer trimestre de este año hablamos de la iglesia como cuerpo. Fuimos ministrados en sanidades físicas, sanidad de nuestra alma y en el espíritu trabajando en nosotros. En este trimestre la palabra que nos define es La Familia de Dios, hablaremos de Cultura de Paternidad, Cultura de Familia y de Cultura de Hogares Encendidos. La palabra profética que Dios nos daba está sustentada en este versículo de Efesios 2:19 “Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son desconocidos y extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios, son miembros de la familia de Dios.”
Lo que nos salva es vivir y caminar en la gloria de Dios permanentemente
Por medio del Espíritu Santo somos ciudadanos del pueblo santo de Dios, somos familia de Dios, él nos incluye en su naturaleza. Dios nos llama su familia, no somos parientes lejanos. Se usa la palabra miembro, en el original griego aparece en el Nuevo Testamento para definir una parte del cuerpo, no es como el miembro de un club, sino que es parte de, parte integral de una misma naturaleza que está conectada. Somos miembros por medio de Jesús de una familia que excede a la nuestra, que excede nuestro apellido, que excede nuestra historia y es la familia de Dios, la Biblia es una historia de familias.
Para estos tres meses Dios nos mostraba lo siguiente: la sociedad sangra soledad y las tensiones aumentaran en este trimestre. Somos la familia de Dios que proveerá de sanidad física, emocional y espiritual en esta parte del año. Renunciaremos al egoísmo y como hermanos será nuestro deber compartir y estar abiertos a brindar soporte a las personas más inesperadas. Somos la manifestación de la paternidad de Dios de su bondad, provisión y gracia. Sin importar nuestras historias o pérdidas estamos conectados por el mismo Padre que nos envía a discipular con amor. Se levantarán nuevos obreros y se consolidaran nuevas áreas. Como hermanos mayores que crecen en autoridad se desarrollan y cuidan a otros, será evidente la expansión en madurez y entrega. Ante la necesidad imperiosa de refugio la gente que no tiene a Dios vendrá en búsqueda de un hogar cálido y es por eso que dependemos del fuego del Espíritu para recibirles.
Más que un Dios o que una religión la gente busca refugio porque han sido tan golpeados, tan heridos, pero nosotros no podemos dar eso humanamente, eso lo da la tercera persona de la Trinidad que es El Espíritu Santo. Los psicólogos y médicos nos pueden ayudar y entendernos, los pastores nos pueden hablar bonito pero el único que tiene el poder para cambiar situaciones y vidas se llama Jesucristo; él nos invita a ser parte de su familia.
Juntos estamos leyendo el libro de Éxodo, toda la Biblia nos habla de familias, no como familias aisladas ni perfectas. En la Biblia hay de todo, hay abusos, hay pérdidas, hay familias disfuncionales, historias románticas de conexión, otras de desamores, lo tenemos a Jesús enseñando a construir familias pero todas las historias están contenidas en una sola, la familia de Dios. Hoy nos dividen las historias, las tensiones, las cosas que perdimos en el camino, pero él nos llama para apellidarnos con su nombre, nos encontramos resumidos en una historia de amor extraordinario.
Cuando Cristo venga no va a importar nuestros apellidos, ni el linaje porque seremos todos parte de la misma familia.
Éxodo no es otra cosa que la historia de una familia en un contexto muy difícil, está centrada en un personaje principal que es Moisés.
Hebreos 11:23-29 (LBLA)
Este extracto define a los héroes de la fe y vemos cómo Moisés por la fe se sostuvo, permaneció como viendo al invisible. Lo que lo sostuvo a Moisés fue el temor de un Dios, que no tronaba en el monte, no que abría los mares y hacia milagros sino que él lo vio, lo percibió a través de sus ojos, su olfato, su oído, su tacto. Lo percibió de mil maneras permaneciendo en esa percepción, en esa experiencia.
Éxodo 2:1- 10 (NVI)
Como el Dios invisible se tradujo en una familia para el libertador, los hebreos fueron introducidos por José hace cuatrocientos años antes de esta historia y que estando esclavos del pueblo de Egipto ellos crecían. El faraón tuvo miedo de un pueblo que durante cuatrocientos años no perdió su idioma, cultura ni identidad. Entonces Faraón los sujetó a opresión y aunque este pueblo no había perdido su cultura, su idioma, sí había perdido la fe en el Dios de Abraham, de Jacob, de José. Entonces la opresión fue tan grande que le pidieron ellos que los libren de ese régimen tirano.
La opresión viene a causa de la potencialidad, el faraón que no es otra cosa que Satanás quien oprime al pueblo porque le tiene miedo, lo ningunea. Los manda hacer paja, ladrillo, a cuidar el ganado, los somete a ese tipo de trabajo porque tiene miedo, cuando ve que el pueblo se multiplica, declara un edicto que decía que deberían matar a todos los bebes varones. El afán del infierno es barrer con una generación, lo hizo el faraón de Egipto, lo hizo Herodes cuando nació Jesús y en medio de nuestra cultura vemos como los niños son marginados, golpeados, como el aborto es favorecido, la perdida, son más que personas, detrás de esto hay espíritus porque una generación revela algo nuevo, pues los niños tienen un propósito, un destino y es que la obra de Dios siga adelante.
Este Faraón perverso manda a matar a los niños y les ordena a las parteras quienes eran mujeres extraordinarias, las cuales no sabemos si eran judías o hebreas, que todo niño varón judío que nazca deberían matarlo. Las parteras tuvieron temor de Dios y no le hicieron caso al faraón, entonces cuando los bebes judíos nacían. Ellas se los devolvían con vida, le explican al faraón que las mujeres hebreas eran fuertes y daban a luz solas, que cuando ellas llegaban ya los bebes habían nacido y no podían hacer nada.
Las parteras cuidaron a los niños hebreos y es por eso que Dios las bendijo y les dio una gran descendencia, pero la bronca del faraón no se detuvo ahí, sino que fue más grande. Le dijo a todo el pueblo de Egipto que cuando vean a un niño hebreo lo mataran pues tendrían recompensa. En medio de esta situación tenemos a Jocabel que es de la tribu de Levi y se casa con un levita, la cual tiene un hijo.
Jocabel hizo una cesta de mimbre, lo calafateó por dentro con brea, hizo una pequeña arca y depositó a su hijo en esa cesta y lo lanzó hacia los juncos. El rio Nilo es uno de los más anchos del mundo, es una mujer desesperada y no sabe qué hacer pero entiende el valor que su hijo tienen pero comprende que ya no lo puede tener, arma este plan y confía en Dios. Detrás de ese moisés flotando va Miriam (María) que no es otra cosa que la iglesia que conduce el arca que protege al niño, quien iba a ser el libertador. De pronto la hija del faraón, la princesa de Egipto baja a bañarse con sus sirvientas, lo ve y siente compasión. De entre los juncos sale su hermana mayor quien le dice que conoce a una nodriza hebrea para que lo cuide, la princesa le sugiere que se lo lleve y que le pagaría por ese cuidado. Cuando el niño creció lo tomó como su propio hijo, hizo el colegio secundario en Egipto. Moisés nace en un contexto de persecución, de tensión y de muerte, Dios le provee de un arca que lo protege, de una hermana que lo contiene. Pero parece ser que la familia esa no es suficiente porque esta sobrepasada por la realidad que le toca vivir y entonces Dios provee de una mama más, la princesa de Egipto. Moisés pasa su adolescencia y aprende en el contexto más místico, diabólico y perverso que es el imperio Egipcio.
Creciendo en este contexto Moisés ve un día como un soldado egipcio maltrata a un esclavo hebreo y llenándose de indignación hace lo que aprendió hacer en la escuela secundaria de Egipto, le rompe la cabeza con una piedra y espantándose de lo sucedido y al no ser un asesino profesional esconde al cuerpo en la arena. Cuando el faraón se entera piensa que este chico se había revelado y quiere asesinarlo, Moisés se queda sin familia nuevamente y vaga por el desierto. Moisés todavía no sabe cuál va a ser su destino, ni propósito, podría haber muerto en el desierto, pero llega a un pozo, bebe agua de ahí. Se encuentra con la familia de Jetro, quien era un sacerdote de Madian, de una tribu que vivía al pie de una montaña, la cual consideraban su Dios porque de esa montaña salían ruidos, entonces la adoraban.
Jetro no tenía hijos varones, sino siete hijas mujeres y Moisés ya avanzado en edad defiende a las mujeres de unos pastores que quieren maltratarlas y abusar de ellas. Por lo cual, Jetro le pide que se quede con ellos, que deje de andar por el desierto y elija a una de sus hijas para casarse. Moisés se enamora de Séfora, la mayor de ellas y forman una familia. Y resulta ser que el Dios de la montaña era simplemente un reflejo del Dios verdadero. En la montaña se encuentra con la zarza donde Dios lo invita a ser parte de su familia. Allí Dios le da a Moisés su nombre y apellido diciéndole <yo soy Yaweh, yo soy el que soy, este es mi nombre, este será tu nombre y apellido, te presentarás delante de faraón y le dirás que libere a mi pueblo que yo estoy construyendo una nueva familia desde ahora y para siempre>
Hay un propósito y una idea eterna de Dios, que no es gobernar con súbditos, sino que es hacernos parte de su familia
Esta no es la historia de Moisés, sino que es nuestra historia, siempre ha sido así. Siempre la familia ha sido el campo de batalla, siempre ha sido la familia el lugar de las mayores decisiones, de las mayores heridas y de las mayores victorias, siempre ha sido así. Dios no creó un mundo frío de relaciones distantes o basadas simplemente en la satisfacción de deseos personales. Adán y Eva el uno conectado, el uno para el otro por Dios. Abraham y Sara teniendo a Isaac, Jacob y así podríamos llevarlo hasta hoy, Cristo y la iglesia. La historia de Moisés termina no cuando acaba Éxodo, sino cuando termina en Apocalipsis 19 junto a nosotros. Gente de toda familia, de toda lengua, de toda tribu y de toda nación delante del trono del Rey declarando ¡Él es Santo, Él es digno, Él nos hizo parte de su familia y reinaremos con él por siempre y para siempre!
La familia se ha degradado a tal punto que aquello que es eterno lo diluimos cada vez más, matrimonios que se quiebran, que son tan frágiles, que se lastiman entre sí, hijos que se pierden en el camino. Buscamos soluciones que no tienen que ver con Dios y nos olvidamos que nuestra familia le pertenece. Juntos somos parte de la familia eterna de Dios, que es más grande que nuestros apellidos, que es más grande que la iglesia, y el precio de entrar a esta familia ha sido la sangre del cordero inmolado que quita el pecado. Construir la familia no tiene que ver con construir una familia para nosotros, por eso vivimos tantas frustraciones, erramos cuando intentamos tener el control olvidándonos que no es nuestra familia, sino la de Dios. Somos administradores de lo que Dios puso en nuestras manos, no podemos determinar cuando algo comienza o termina, pues todo comienza con una palabra de Dios y termina igual.
Hay destino en la generación que portamos.
Muchas veces nos damos cuenta que el contexto es difícil, pero si hablamos de contextos difíciles preguntémosle a Jocabet y a su esposo, que viven en un contexto igual que el nuestro, con un faraón diabólico que domina el sistema y va por la vida de nuestros hijos para destruirlos y matarlos. De repente no sabemos qué hacer, vemos a Jocabet que construye un Moisés. Hay familias que están matando a sus niños y adolescentes, hay familias que aun teniendo fe en Cristo los están matando, porque descuidan el propósito que ese niño tiene. Dios nos llama a construir un arca. ¿Cuál es ese arca para que pongamos a los niños y adolescentes? Es la iglesia, a donde se crecen nuestros hijos, el otro moisés que los contiene es la familia que construimos. Jocabet en su desesperación toma lo que tiene a su mano, recuerda el arca, sabiendo que Dios fue suficiente para guardar a la familia de Noé y a la raza humana será también suficiente para guardar a su hijo. Ese Dios no ha cambiado y aunque este sistema perverso quiera lastimar a nuestros niños Dios sigue siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos de los siglos.
Dios nos invita a ser parte de su familia y nos provee sabiduría, gracia y poder.
Ya no será Miriam la que camina por los juncos para proteger a nuestros hijos, sino que será la tercera persona de la Trinidad: el Espíritu Santo, el que conducirá el propósito de la vida de nuestros hijos, el que sostendrá nuestras familias. Debemos preferir nuestra posición como familia de Dios y crecer a nuestros hijos como parte de su familia más que cualquier otro interés. Jocabet está criando a un libertador, es una generación que tiene un destino glorioso que es preparar el camino para el regreso de Cristo. Pero nosotros vivimos como si fueran nuestros y construimos familias y ambientes que sean convenientes para nosotros.
No son nuestras familias, no es nuestra forma, ni manera, nuestra familia es eterna, nuestra familia dura para siempre, y si hay algo que creemos que va a durar para siempre, entonces invertimos todo en eso. ¿En medio de la dificultad, si se pierde todo en el camino? Dios proveyó de una familia para el libertador y le dio a Moisés a la hija del faraón y aunque creció en medio de un sistema perverso, el propósito no se diluyó, no se perdió. El cielo escucho el clamor de la tierra y Dios envió un libertador, la opresión que había sobre el pueblo era por el potencial que tenían. Vamos a tener batallas, vamos a vivir opresión, nuestras familias serán el campo para las batallas más grandes porque en nuestras familias hay un propósito y un potencial enormes. El diablo tiembla ante la presencia de Dios que revela a la iglesia de Jesucristo y esa es nuestra realidad, podemos construir nuestras familias en el reino de Dios. La opresión viene a causa del potencial y el potencial que no se libera se transforma en frustración.
Nuestras familias no están definidas por lo que hicieron nuestros antepasados, sino que está definida por el propósito
Somos confrontados con la palabra de Dios para liberar todo el potencial que tenemos, la familia de Dios es más grande que la nuestra y cuando nos encontramos con él, la opresión se corre para que podamos hacer todo a lo que Dios nos llamó. Moisés recibe de Egipto toda su educación y recibe toda la instrucción pagana, sin embargo no pierde su identidad. En el camino se equivoca y camina por el desierto, necesita una familia y Dios le provee esa familia. Moisés un día frente al Mar Rojo se da cuenta que su familia es más grande de lo que soñó, después de haber atravesado diez plagas, después de haber visto la mano de Dios se da cuenta que las familias que venían detrás ya no es su familia, sino que es la familia de Dios. Es el pueblo que Dios le dio, por eso se sostiene viendo al invisible, por su fe hizo que el Mar Rojo se abriera para que lo atravesara su familia.
“Dios no ha cambiado, todavía sigue abriendo mares, todavía sigue enviando maná en el desierto. El Hijo del hombre vino a la tierra buscando una familia, amó la familia que Dios le dio. No se trata de nosotros, sino de su gracia. Construimos una familia para el libertador. Seamos responsables de lo que decidimos, construyamos juntos la familia de Dios. El Rey de Gloria va a venir a buscar una novia para gobernar por la eternidad, pero mientras tanto construimos. Fuimos comprados con la sangre del Cordero, nuestros pecados han sido perdonados, no somos huérfanos, somos parte de la familia de Dios.”