MURO DE BRONCE

Y me pusiste como ciudad amurallada,
como un muro de bronce inquebrantable
sobres reinos y naciones
para destruir y reconstruir,
para extirpar y plantar.
Entonces ¿de qué voy a tener miedo?
si vos dijiste; _“nadie podrá vencerte porque yo voy a estar ahí, para cuidarte”.

Fragmento de Yami Arce

Jeremías 1:15-19 (RVR) Sin duda la ciudad de Jerusalén rodeada de muros nos hace pensar en lo que Pedro decía en su carta, que somos piedras vivas. Mientras levantamos nuestras familia, nuestro hogar, nuestra iglesia local estamos poniendo una piedra más en esa ciudad del cielo que Dios viene a reconstruir. Las batallas que libramos no solo son para que salgamos adelante, sino que hay una eternidad en todo lo que hacemos. Él es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, todo es por él y para él. Podemos perder cosas en la vida, quizás vamos a caer y volver a levantarnos, recibiremos tensiones que pensaremos que nos exceden sintiendo que la vida es injusta, lo que nos hará enojarnos con Dios pensando que la batalla que libramos es más grande que lo que podemos soportar. Pero como habla Jeremías fuimos llamados para ser una voz y vencer en las batallas.

Sabemos que el que está con nosotros nos levanta como muro de bronce; pelearemos pero no nos vencerán.

No podemos garantizar que mañana las cosas serán más fáciles pero sí sabemos que hay un plan eterno donde Él es el comienzo y el final, donde ya venció en la cruz del calvario, resucitó, está sentado a la diestra del Padre gobernando en los lugares celestiales y muy pronto vendrá a buscarnos. Por consiguiente cada uno de nosotros hemos vencido sabiendo que vale la pena pelear las batallas todo el tiempo. Muchas veces quizás hemos pensado que Dios está mirando para otro lado sin embargo sus ojos están puestos sobre nosotros todo el tiempo.

El sistema ha tratado de borrar a Jesucristo de la tierra de Israel y aunque todo atente contra eso no se lo ha podido sacar de la historia, de la cultura, ni de los corazones de las personas, a pesar de que muchos judíos le rechazan, ven a otros que le abrazan, que le cantan y que esperan a Yeshua el Mesías; se prepara todo para su regreso. Si desde un rincón de una ciudad donde el nombre del Mesías ha sido tan bastardeado, tan roto, tan acabado y  no han podido borrar su nombre, entonces en nuestras ciudades donde hay adoración todo el tiempo, donde las familias rotas se levantan, donde hay gente que se multiplica y pone el alto el nombre del Señor, se podrá reconstruir ciudades haciendo que todos le pertenezcan a Él.

Ese muro de bronce que se levanta somos cada uno de nosotros, no seremos destruidos, no nos vencerán porque la mano del Señor estará sobre nuestras vidas y porque su promesa es fiel y verdadera.

Hoy la iglesia es una puerta al cielo, Él nos plantara, no caeremos, ni nos derrotaran, todo lo que construyamos será una pieza clave en el destino profético que prepara el camino para El que viene. Entendemos que el altar somos nosotros, que lo construimos como comunidad de fe entendiendo que la vida de Dios en nosotros es poderosa y sobrenatural para alcanzar nuevas cosas.

Construimos puentes entre la ciudad de Dios y lo último de la tierra, muchos de nuestros hijos pisarán la tierra de Israel, pero también veremos  como muchos judíos llegaran a nuestra casa de oración, entonces la gente por la que oramos no solo será un nombre, sino que tendrá apellido, destino, se constituirán en un lugar físico, el puente se construye y se constituye no habiendo distancia para que el poder de Dios obre. Esta obra la estamos haciendo nosotros siendo fieles, leales, aprendiendo amar a Jesús cada día.

Vale la pena pelear cuando sabemos el resultado, vale la pena no rendirse, las cosas no se terminan cuando se pierde a un ser querido, cuando el pecado nos propone la próxima caída, cuando no tenemos más fuerza o cuando nos miramos al espejo y no sabemos cómo seguir, Él es el principio y el final, las cosas se acaban y empiezan cuando Él lo determina.

No solo nos animamos para no aflojar o para no rendirnos frente a la idea de las imposibilidades que se nos presentan sino que entendemos que el destino es real, que el poder de Dios nos invita a avanzar.

Hoy nos determinamos y nos levantamos a reconstruir porque somos parte de este muro de bronce para pelear sin ser vencidos. Nuestra realidad quizás hoy nos muestra que peleamos por personas que no pelearon por nosotros o que dimos amor sin que nos respondan de la misma manera y aun personas que en el nombre del Señor nos dañaron. Pero hoy entendemos que el plan eterno de Dios es perfecto por eso no nos rendimos, sino que somos llamados a luchar por los que no han luchado por nosotros porque esa es la esencia que Jesús nos dejó cuando murió en la cruz del calvario, donde nos amó con un amor eterno y perfecto.

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