Tesoro y aceite

 

La Biblia es un libro de principios que nos da instrucciones para que el propósito de Dios crezca en nosotros. 

Maximiliano Gianfelici

Leyendo el libro de Proverbios nos damos cuenta que nos moldea, nos cincela y no podemos mirar para otro lado. En boca de Jesús, en el Nuevo Testamento, el libro de Proverbios vuelve a tomar forma porque usó la misma técnica de Salomón que era despertar a la gente con cosas cotidianas, simples, con las cuales pudiera llevar el mensaje en profundidad. Jesús usó parábolas para dar a conocer su palabra, la Biblia es práctica, precisa, profunda y nos conduce a todo lo que Dios tiene para nuestras vidas.

Proverbios 21:20 (RVR) Cuando leemos proverbios debemos aprender a leer lo que hay detrás, los proverbios protegen principios. El principio fundamental que podemos encontrar es que todo lo que buscamos está en el hogar, pues su palabra nos dice que “tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio, más el insensato todo lo disipa”. El problema no es la ausencia del recurso, sino que el problema es la insensatez. Pero al tener sabiduría hace que nos demos cuenta de dónde está el tesoro y cómo lo vamos a manejar, si es que lo vamos a multiplicar o lo vamos a disipar.

¿Qué quiere decir que el hombre insensato todo lo disipa? Significa que todo lo que tiene lo invierte mal, lo regala, no lo cuida, no lo valora, lo pierde, pero el hombre sabio en su casa tiene tesoro precioso, no importa si tiene posición económica o educación, sino que simplemente nos enseña que hay una idea de Dios que todo comienza en la familia y termina allí también. Todo empezó con Adán, Eva y Él en el medio sosteniendo ese principio, construyendo un pueblo, levantando una comunidad y termina en Apocalipsis con una boda entre Él y la novia que es su iglesia. Una familia, un hogar, un cielo nuevo y una tierra nueva, donde reinaremos con Él por siempre y para siempre.  La idea de Dios siempre fue cultivar hogares, no habla ni de formas, ni de cultura, no importa el antes y el después.

La sabiduría no tiene que ver con una capacidad personal, la sabiduría para nosotros es Cristo Jesús. Las personas que se encuentran con Cristo adquieren sabiduría, la cual, viene al alma, al corazón y al espíritu para llevarla al hogar donde se encuentran tesoros preciosos y aceite.

La insensatez hace que tratemos de repetir historias, de que busquemos en otro lugar, de no darle valor al hogar en donde estamos, en la comunidad donde vivimos pensando que en otro lugar es mejor, entonces se disipa lo que se tiene porque no se valora. El libro de Proverbios está lleno de ideas que resaltan diferentes situaciones, los que hablan de la mujer, de la pereza, de consejos para los hijos, todos los principios rondan en lo mismo que es donde está el eje principal, el hogar es donde encontramos los mayores tesoros pero donde también tenemos las más grandes pérdidas.      

San Mateo 13:44-45 y 48-52 (RVR) Jesús les está hablando a los discípulos de todo, del final de los tiempos, de la revelación del Evangelio, usando el concepto de Proverbios. Menciona que el reino de los cielos no es un misterio escondido desde antes para que la gente no lo encuentre, sino que el reino de los cielos es como una persona que encuentra en un campo un tesoro, cuando lo haya lo esconde, luego va y compra el terreno quedándose con el tesoro haciendo de ese lugar su habitación.

El reino de los cielos es la fuerza del Evangelio que hace que nosotros constituyamos de la vida de Jesús nuestro hogar permanente.

La iglesia no es un lugar para asistir sino para permanecer. Entendemos que cuando encontramos a Cristo hayamos el tesoro más importante, porque nos perdonó, nos amó, cambio nuestras vidas, pero nos apropiamos de el de manera ilegal porque solo tomamos de sus beneficios, entonces vamos a la iglesia los domingos para cumplir, vivimos una cosa en nuestras casas, otra cosa en la iglesia y otra cosa afuera.

El reino no es así, sino que es tomar todo lo que somos, todo lo que tenemos y venderlo por el tesoro para hacer de ese tesoro el centro de nuestros hogares. Nuestra iglesia está fundada sobre esa roca, amamos y cuidamos su presencia, no nos apropiamos del tesoro. Pero hay muchas personas que quieren solo los beneficios pero no quieren mudarse al reino de los cielos, cuando no somos sabios nos apropiamos del tesoro del reino de los cielos ilegalmente y eso produce que vivamos una vida que no disfrutamos.

Jesús dijo que en el reino de los cielos el que encuentra el tesoro entrega todo lo que tiene quedándose con el tesoro y con el campo, la santidad es quedarnos con el campo y ¿Qué es esto? Es negarnos a vivir una religión, es lograr que haya armonía en el hogar, es vivir para agradar a Dios, porque el tesoro es Cristo Jesús, y nos preguntamos ¿Por qué quedarnos con una sola cosa cuando hemos sido llamados a plenitud? Y ¿Dónde se decide eso? En el hogar porque la respuesta para nuestras vidas está en el hogar porque es ahí donde Cristo se muda a vivir con nosotros. En el hogar es donde libramos las batallas más fuertes, muchas personas abandonan la fe por los problemas que tienen en el hogar, las personas que llevan una vida de unción y autoridad no es porque pasan todo el día en la iglesia, sino es por lo que viven en sus hogares.    

Nuestro hogar y la iglesia son una misma cosa, nuestros hogares son el cuerpo de Jesús, en nuestros hogares es donde definimos el propósito. 

En la segunda parábola nos habla que había un mercader que encontró la perla más preciosa, vendió todo lo que tenía para comprarla considerándose así mismo la persona más rica del mundo creyendo que había hecho el mejor negocio de su vida. En nuestros hogares definimos los mejores negocios, en nuestras casas tomamos las determinaciones de cómo manejar los recursos, decidimos si nos conformamos o tomamos la decisión de crecer, desarrollar y avanzar.

Jesús es un buen negocio, pues es fiel en todo momento, es la perla, cuando Cristo interviene la pobreza es cambiada, vienen ideas de productividad, nuestros hogares cambian, nuestras familias son transformadas, hay tesoros preciosos en el hogar. Si Cristo hoy quisiera entrar en nuestras casas ¿Cómo las encontraría? Jesús no se dejó deslumbrar por palacios, su nacimiento fue en un pesebre, comía en la casa de María y Marta, sus hermanos eran pescadores, pero en cada casa en la que entró el ambiente de hogar lo atrapó.

Cuidemos nuestros hogares, mantengámoslos ordenados, limpios, sin importar si son muchos o pocos en la casa, no importa si es una mejora o una gran casa, lo que importa es que cada espacio de nuestras casas estén listos para recibir a Jesús. ¿Qué es dejar todo para comprar la perla? Es tomar todo lo que somos para que todo lo que hagamos tenga la forma que agrade a Jesús, en el hogar es donde nos tomamos de las manos para bendecir, donde decidimos cambiar nuestras formas de hablar, donde cuando estamos enfermos hay alguien que nos sostiene. Por eso nos dice que el reino de los cielos es como una perla y la persona que es sabia pone todo lo que tiene para que esa perla le pertenezca reflejándose la gloria de Dios en esa casa. En el hogar del sabio hay aceite la cual es luz, es la unción del Espíritu Santo, es recurso económico, es sanidad para el cuerpo, en los hogares se levanta un avivamiento que hace del tesoro su lugar más importante.

Jesús termina diciendo que el reino de los cielos es como un pescador que cuando lanza la red salen todos tipos de pescados pero que cuando llega a la orilla clasifica cada pez separando los buenos de los malos. Por eso Jesús compara al pescador que tira la red con el fin de los tiempos, cuando venga el reino de los cielos se tirara la red y mucha gente saldrá a decir que conoce a Jesús pero entonces nuestro Señor dirá que se quedaron con el tesoro pero no compraron el terreno, que se quedaron con la perla pero no vivieron como a él le agrada.

No es un nombre ni un título lo que nos conecta a Dios, sino el hacer de su presencia nuestro hogar.

San Lucas 15:1-7 (RVR)  Habla del pastor que pierde una oveja dejando a las noventa y nueve en la casa para ir por la que se le perdió, cuando la encuentra hace una fiesta. Jesús desencadena tres parábolas de pérdidas que se dan desde el hogar, siendo esta la primera en mencionar. Siempre habrá perdidas en el hogar, siempre habrá perdidas en la construcción de nuestra intimidad con Dios, pero el problema es cuando nos acostumbramos a las perdidas, es cuando nuestro balance son perdidas permanentes, pero entendemos que en Cristo nada se pierde.

Estamos cultivando nuestra intimidad con Dios en los hogares y de repente empezamos a perder el respeto, el amor por el otro, la intimidad con Dios, la comunión, el anhelo de servir, pero prestemos atención que al pastor se le perdió una oveja y salió a buscarla. La vida no se trata de ganar, sino que no acostumbrarnos a perder, lo que recibimos es por gracia, Jesús nos perdonó, nos salvó, derramó su sangre para perdonar nuestros pecados, para sanar nuestro pasado, nos da la posibilidad de construir nuestros hogares en su Presencia y de no perder el tesoro que esta en casa.

Hay un Proverbio que nos dice que podemos gobernar el mundo o ciudades pero más afortunado es el hombre que aprende a gobernarse a sí mismo. Nuestra vida en Cristo no se trata de pérdidas porque el buen pastor nos escogió, nos amó, nos conectó no para vivir una vida de pérdidas, sino que a través de esas pérdidas podamos vivir de gloria en gloria y de poder en poder.

San Lucas 15:9-10 (RVR) La segunda perdida habla de una mujer que tiene diez dracmas y se le pierde uno ¿Dónde la pierde? En su casa porque el insensato todo lo disipa, pierde una dracma que es el sueldo de todo un mes, revisa toda la casa y cuando la encuentra les da la noticia a sus vecinos anunciando que lo que había perdido lo pudo encontrar. Jesús dice que siempre que hay alguien que se arrepiente hay fiesta en el cielo porque el cielo responde con alegría a las personas que recuperan sus pérdidas. ¿Cómo recuperamos las perdidas? Encendiendo la luz, prendiendo la lámpara, quitando las cosas que nos apartan de él empezando a barrer. Cuando la mujer encuentra su dracma se lo gasta haciendo una fiesta para sus vecinos volviendo la luz y la alegría a esa casa.

No nos acostumbremos a las perdidas, mantengamos el corazón encendido.

La última pérdida que muestra Jesús en las parábolas es la del hijo pródigo que pide su herencia, se va y se la gasta. Pero cuando ya no le queda nada, se encuentra comiendo entre los chanchos, allí recapacita que debe volver a la casa de su papá. Por eso cuando su hijo vuelve el corazón del Padre está dispuesto a abrazarlo y a amarlo declarando que el que se había perdido había sido hallado, el que estaba muerto había vuelto a vivir y así el hogar se completa otra vez.

Dios nos construyó una casa, nos dio una responsabilidad y nosotros nos fuimos, llega el tiempo que el círculo se cierra y Él vuelve a la casa, este mundo es la casa y nos encontrará con nuestros corazones encendidos. Vuelve a la casa reinando con nosotros para siempre, ese es su deseo, porque en la casa que nos dio puso todo lo necesario solo que los necios lo disipamos. Pero en medio de eso él nos encontró con su gracia dándonos las posibilidad de construir hogares, iglesias, comunidades para que le den gloria así cuando regrese pueda encontrarnos listos para reinar con él.   

Hasta que él venga somos los responsables de gestionar nuestras perdidas y volver a mirar nuestro hogar e iglesia. Somos una congregación que jamás nos acostumbraremos a las perdidas, sino que encontramos en ellas el impulso para continuar por cosas mayores, que nuestros hogares sean el lugar donde se encuentren tesoros preciosos y aceite.

“Que en nuestros hogares haya respuestas, haya aceite para nosotros y para compartir con otros, que haya tesoros preciosos. Que cada día paguemos el precio para que Jesús sea nuestro mayor tesoro. No nos acostumbramos a las perdidas, será un tiempo de explosiones de alegría, será un tiempo de reencuentros, un tiempo de familias encendidas. Declaramos que el Centro de Alabanza es una casa de sabiduría porque amamos su presencia sabiendo que encontraremos tesoros preciosos y aceite. Donde hay aceite hay unción, donde hay unción hay sanidad y autoridad. Donde hay un tesoro precioso es porque Él está nutriéndonos para seguir adelante”.                                                                                                                                                                                                                               

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