Señales de vida
Domingo 29 de octubre de 2023
La historia de Jonás tuvo significado en su época pero, hace dos mil años en tiempos de Jesús, también recobró un significado y vamos a esa historia porque hoy también tiene algo para decirnos. Volviendo atrás son las palabras de Jesús hablando de Jonás y conectándolo con su historia. El contexto es que hay fariseos-maestros de la ley que se le acercan a Jesús y le piden una señal, es decir indistintamente le están diciendo que para creer necesitan ver. Pensemos que los judíos en su historia también tienen a un Moisés que les abrió el mar, un Elías que hizo bajar fuego del cielo. Entonces ellos dicen, bueno, si Jesús que vino a predicar es superior a Moisés, a Elías y a David queremos verlo, pero como Jesús conocía sus corazones les dice: «ustedes son malvados, ustedes no van a tener otra señal que esta» y nombra al profeta Jonás
San Mateo 12:40-41 (NVI)
Lo que hablaremos hoy tiene que ver con esta señal de la resurrección de Cristo, qué significado tiene para todos nosotros, si Cristo no hubiera resucitado en vano seria todo, la iglesia no existiera. El mismo Pablo nos dice: es en vano que prediquemos. Jesús les dice que lo que verían, su resurrección sería la señal más grande de todas y hubo testigos que lo relataron, la iglesia fue custodio de esto. A la vez el Espíritu Santo, que fue derramado hace dos mil años y que sigue con nosotros, nos da esa convicción, pues es el Espíritu de la resurrección, ese Espíritu que lo levantó de los muertos que hoy viene a nosotros y nos testifica que Cristo resucitó. De otra manera no lo creeríamos, esto es locura para la gente. Los judíos pedían señales, los griegos querían sabiduría, pero ¿qué se les ofrecía en esa época y qué se ofrece hoy también? El evangelio, el poder de la resurrección, esa es la señal más grande de todas. Los enfermos pueden recibir sanidad pero aun así al ser sanos pueden decidir abandonar a Cristo, pero debemos entender que el evangelio, la iglesia, nuestra cultura de seguir a Cristo, cobra sentido por la resurrección, por ese acto, por esa señal.
Cuando a una persona se le revela el poder de la resurrección, cuando resucita junto con él en su espíritu todo cambia; esa es la señal más poderosa de todas. Cristo fue hasta lo más profundo de la muerte y el pecado para levantarnos con él y que seamos una señal de vida para muchos.
El hijo de hombre
Hay un teólogo judío que estudia la historia de Jesús y menciona que esta expresión es un idiotismo, un giro idiomático, una frase que parece decir una cosa pero que en realidad es otra que no la podemos analizar literalmente. Podemos decir que el hijo del hombre se encarnó y que es como uno de nosotros. La única señal será que al tercer día resucitará Jesucristo, no habrá otra señal, como la que tuvo Jonás quien estuvo tres días en el vientre del pez así el hijo del hombre, el hijo de Dios estará en lo más profundo pero desde allí se levantará. Aquí con esta expresión nos habla de dos aspectos de Dios, Emanuel, Dios con nosotros, que camina con nosotros. El que se hizo de carne y hueso como nosotros, el que uso pañales, el que tuvo que aprender a caminar, el que pasó la adolescencia, la juventud, el que creció, que tuvo que trabajar, era carpintero, quizás alguna astilla se le habrá clavado en el dedo, se cansó, transpiró, tuvo que lavarse los pies, tuvo dolores.
El hijo del hombre, es Dios diciendo «acá estoy, en tu realidad, igual que vos, con vos», pero al mismo tiempo es ese Dios sublime, alto, que está en un trono, sobre todas las cosas gobernando, Dios el omnipotente, poderoso, el vencedor, el victorioso, el rey sobre toda la tierra.
En esta expresión están las dos cosas, están juntas ¿de cuál vamos a tomar hoy? El que está muy cerca nuestro o levantar nuestra mirada y contemplar a quien está sentado en el trono confiando de que el hijo del hombre tiene dominio y gobierno por sobre todo. Es alto y sublime pero también camina con el quebrantado, camina con nosotros. Emanuel es Dios con nosotros, exaltado en majestad, el hijo del hombre.
Creer para ver
Es un principio que lo tenemos claro en la iglesia, sabemos que tenemos que creer para después ver pero los que llegaron a Jesús en ese tiempo querían primero ver para poder creer y esta es un trampa que todo el tiempo debemos esquivar para no volvernos así. Muchas veces podemos estar con Dios diciéndole lo mismo, queremos ver para creer, todos le hemos pedido alguna señal a Dios alguna vez, pero no debemos confundirnos creyendo que es el mago de la lámpara, porque él no está a nuestro servicio, sino que estamos para servirle, lo cual es un honor y un privilegio.
Podemos pedirle una señal a Dios y Él nos va a responder que no, porque las señales seguirán a los que creen (San Marcos 16:17) y no solo eso, sino que debemos ser señales para otros. La señal que recibimos de la resurrección de Cristo nos da vida, no hay ningún gobierno humano que pueda dar lo que nosotros tenemos, la intención del Espíritu Santo es que nos posicionemos con la mente en Cristo que es donde tenemos que estar ubicados nosotros. Tenemos otra naturaleza, otras herramientas, otras armas, otra dimensión. Debemos escuchar lo que Espíritu Santo nos dice y no enredarnos en otras cosas.
Las señales siguen a los que creen.
Del vientre nace algo nuevo
El vientre es símbolo de la tumba, de entierro, en el caso de Jonás está atrapado en el vientre, en lo profundo, sin embargo el vientre es el lugar de gestación de las cosas, el vientre genera vida, donde no había nada ahora hay algo. Del vientre nace algo nuevo. Jonás estuvo tres días en el vientre del pez y nos preguntamos ahora ¿hace cuánto estamos en el vientre? ¿Cuánto tiempo llevamos apretados en el vientre? ¿Qué nos asfixia, sofoca? ¿Frustraciones, una enfermedad, una tristeza, una decepción, un abandono? Parece inofensivo pero entendemos que el vientre nos quiere retener, los vientres nos quieren atrapar.
¿Qué nos está deteniendo? Alguna ruptura, algo que se perdió en nuestros corazones, en nuestra relación con Dios, en el vínculo con los hermanos, alguna palabra declarada que nos ató, nos atrapó, es como un vientre. Cristo sabe de vientres, de estar en el vientre de la tierra, ¿sentimos que algo murió? Jesucristo sabe de sepulcros porque él estuvo allí.
Aun pensamientos o cosas profundas que no nos animamos para hablar con otros por el qué dirán. Cada vez el hombre cae más bajo en el pecado, es más profundo, pero el pecado tiene un límite. La maldad en este sistema tiene un límite pero cruzando ese límite está Cristo en lo más profundo, quien en era perfecto. Él no era como vos o yo, no fue a lo profundo por sus pecados, sino que fue a lo más profundo del abismo de la muerte y desde allí se levantó con poder levantándonos a nosotros. No hay ningún vientre que nos pueda detener, no estamos destinados para que ningún vientre nos abrace.
Si caemos en la profundidad entendemos que Cristo fue más profundo aun para levantarnos y resucitarnos con él; no hay nada más profundo que el amor de Dios.
Es como si estuviéramos presos con cadenas y viniera alguien y se pusiera las cadenas con nosotros y nos libera, ¿Quién hace eso? Solo el amor de Dios puede hacerlo. Él se hizo igual a nosotros, caminó y habitó entre nosotros, comió, estuvo con los discípulos, lo vimos, lo tocamos, creímos en él. Caminó en santidad, en pureza, sin mancha, el Cordero que da su vida voluntariamente para transformarse después en un león y ese Cordero descendió hasta lo más profundo. Ese poder que resucito a Jesús vive con nosotros, no nos podemos quedar jamás tendidos.
Tenemos un poder que nos habita, que tiene que ver con recibir la vida y darle vida a otros. Es el poder que tiene Dios y se lo entregó a la iglesia.
El momento en que Cristo desciende al infierno es en la cruz, cuando citando el Salmo 22 dice: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y algunos dicen que no puede ser que esté separado de Dios. Ellos son uno pero algo pasó en ese momento, si Cristo lo experimentó es porque descendió hasta lo más profundo, al infierno, que no es otra cosa que ausencia de Dios, experimentó lo más profundo, lo más horrible, lo peor que nos puede pasar que es estar separado de Dios. Cristo lo vivió por un momento, está reencarnando la realidad humana, la esencia de cómo empezó todo en el Edén, separándonos de él por nuestros propios pecados, pero Cristo siendo perfecto voluntariamente entregó su vida para que por un instante experimente el abismo más intenso, la oscuridad más densa que se puede experimentar, que es estar sin Dios. Él era perfecto, santo, pero podemos ver hasta donde el amor se encarna, está tan cercano que él está al lado nuestro.
Cristo descendió hasta el infierno, experimentó lo más terrible que un hombre puede vivir: Estar sin Dios, para que así, quienes por medio del pecado habíamos descendido al infierno y estábamos cautivos por la muerte volvamos a Dios.
Cristo está con nosotros, viviendo nuestra realidad, experimentando el infierno, yendo a lo más profundo para después levantarnos con gloria. Por eso Pablo nos dice en su carta: “Quién nos podrá separar de Cristo Jesús (…)” (Romanos 8:35) Cristo rompió todos los limites, lo llena todo, y la pregunta es ¿Por qué el infierno no lo pudo detener? La clave de todo es el amor que es lo contrario al pecado, a la muerte, al infierno. Adán quien es engañado, desea algo y lo toma, entonces el pecado atrajo a la muerte. Pero Cristo que es la esencia del amor hace una entrega libre y voluntaria dando vida, el pecado trae muerte y el amor trae vida, por eso el infierno no pudo detener a Cristo, por el amor. No hay cadenas que puedan atrapar al amor, porque es una entrega libre y voluntaria como la que hizo Cristo, el plan redentor comienza con la entrega del hijo y finaliza con la entrega del hijo.
Cristo va a la cruz, abre su corazón, se entrega por completo, y allí comienza la historia de nuestra redención. Él muere por nosotros, resucita, se sienta a la diestra del Padre y está gobernando hasta que Dios ponga todas las cosas debajo de sus pies y lo va a hacer a través de la iglesia.
Lo está haciendo con nuestras vidas, lo que estamos haciendo en nuestros trabajos, lo que desarrollamos en cada área. Cristo está en cada lugar pues envió al Espíritu Santo para empoderar a la iglesia y la iglesia está tomando la sociedad, el mundo al cual perdimos pero Cristo lo volvió a ganar, lo recuperó y nosotros lo estamos conquistando. Un día vamos a estar cara a cara con el Señor, le entregaremos todos nuestros logros y las cosas que conquistamos, después de darle todo, Cristo va a tomarlo y lo rendirá al Padre. Dios va a ser todo y en todos 1º Corintios 15.
“Él es la señal más grande y nosotros, por esa señal, seremos señales de vida para este mundo, no miremos para otro lado pues nosotros somos las respuestas. La iglesia de Cristo es su cuerpo, somos sus manos, sus pies, somos el cuerpo. Él es la cabeza, quien gobierna por medio del Espíritu Santo y como somos su cuerpo llegamos a todos lados llevando esperanza, amor, que son herencia de la iglesia. Estamos sentados en lugares celestiales junto con él para gobernar, el poder de la vida, el poder de la resurrección está con nosotros pues el dador de la vida camina en medio nuestro. No hay vientre que nos pueda atrapar porque del vientre siempre nace algo nuevo, Jesús nos dio vida y vida en abundancia, y está disponible cada día para que juntos tomemos y la abracemos.”