Un nuevo comienzo
31 de marzo de 2024
El libro de los Hechos fue escrito por Lucas que era médico y era el coequiper del apóstol Pablo. Los historiadores dicen que el evangelio según San Lucas es el tomo uno y el libro de los Hechos es el tomo dos, que escribió como en dos planos. Lucas es un escritor asombroso, casi el cuarenta por ciento del libro de los Hechos es la historia del apóstol Pablo, que está llena de detalles, de momentos y de encuentros increíbles.
Aunque Lucas termina con el capítulo 28 parece ser que hay un capitulo 29 que se sigue escribiendo y no se dejará de escribir hasta que Jesús venga. El capítulo 28 termina con Pablo preso.
Hechos 28:17-31 (NTV)
El libro de los Hechos hasta el día de hoy se sigue escribiendo, no hay punto final, históricamente después de esto sabemos que Pablo permanecerá en Roma y escribirá gran parte del Nuevo Testamento y que será ejecutado por Roma injustamente dando su vida por la causa de Cristo. Pablo será llevado a Roma para ser condenado, después de tres días es acusado por los judíos y se junta con los líderes y ancianos judíos de Roma a quienes les explica la salvación de Cristo, algunos entienden pero otros no. Entonces Pablo recita al profeta Isaías cuando dice <decido llamar, hablarle, a un pueblo que no quiere entender, que no quiere creer, que no quiere oír y que no quiere escuchar> no está desechando al pueblo, está describiendo las características al pueblo que Dios lo envía. A causa de que el pueblo no quiere escuchar el mensaje entonces dice: de acá en más mi mensaje será a los gentiles. Durante esos días Pablo estará preso en su domicilio y vendrán de toda Roma a escuchar el mensaje de salvación.
Pablo estando preso, trabaja y con lo que gana se sostiene, escribe el Nuevo Testamento transformando una cárcel en un lugar de libertad. Después de esto vienen nuestros nombres, ¿Qué vamos hacer con lo que leímos en el libro de los Hechos? ¿Qué vamos hacer con el Jesús resucitado? ¿Cómo vamos a vivir en medio de un contexto que nos acusa, para traer libertad a otros?
San Lucas 24:1-12 (NTV)
El último capítulo de Lucas se encarga de mostrar las características de la gente a la que el mensaje va dirigido.
Jesús desde el día uno les había dicho a sus discípulos que iba ir a Jerusalén, que iba a sufrir, a morir y a resucitar. Lo habían visto caminar sobre el mar, lo habían visto hacer milagros extraordinarios y una y otra vez verbalmente les enseño que el al tercer día iba a resucitar. Sin embargo, cuando llega el domingo por la mañana pareciera que todo lo dicho se les había borrado, parecía que los tres años de milagros no estaban. Cuando María y las mujeres fueron a la mañana al sepulcro, lo que iban a buscar no era a la resurrección sino al cuerpo de su salvador. Jesús se encarnaba para sus discípulos y para los que le seguían, él era todo para ellos, lo habían dejado todo, sin embargo, ahora desaparece, por eso al menos querían contemplar su tumba, o poder ver lo que había sucedido.
Cuando llegan las mujeres encuentran la piedra que tapaba la tumba, corrida y allí a dos ángeles que les preguntan ¿a quién buscan? Básicamente les dicen <ustedes buscan a un muerto pero él no está muerto, ustedes suponen que el cuerpo sin vida esta acá, pero no es así>. Les permiten ver que en la tumba solo está la ropa de Jesús. Los lienzos que eran una mortaja que se colocaba por toda la cabeza, la cual estaba ordenada y doblada, por lo cual estas mujeres quedaron aterradas.
Les habló durante tres años que iba a resucitar, ven la tumba vacía y ordenada, escuchan a dos ángeles, dos seres celestiales que les dicen ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo, afirmándoles que Jesús había resucitado, sin embargo ellas se murieron de miedo. Regresaron corriendo y en el camino recordaron lo que Jesús les había dicho.
Las características que describe Pablo de la profecía de Isaías, no solo describen al pueblo judío, sino que nos describen a todos, porque escuchamos la palabra, la entendemos pero tenemos la tendencia de hacer de lo eterno como una segunda opción. En otros de los relatos dice que las mujeres supusieron que se habían robado el cuerpo. Hay algo que nos enceguece todo el tiempo y que parece que tenemos que luchar porque nos lleva a vivir de suposiciones, como les pasó a las mujeres. Suponemos que Dios es real, pero no es tan real, suponemos que podemos vivir en pecado y que a él no le va a afectar. Sabemos que él todo lo ve, que todo lo percibe pero suponemos que no le afecta que hagamos las cosas como queremos y no en el mérito de lo que él quiere.
No fuimos llamados a vivir por suposiciones, fuimos llamados a vivir por fe, y ¿Qué es la fe? La certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. La fe no un pronóstico, no está sustentada en posibilidades, sino que está sustentada en los hechos que han sido revelados por la palabra.
Jesús les dijo que iba a nacer en un pesebre, que iba hacer milagros, que iría a Jerusalén, que iba a morir y a resucitar. Lo que dijo, lo hizo, una, dos, tres veces, que dos mil años después iban haber señales, la iglesia seria perseguida. Es decir, no estamos reunidos por estudios históricos que algunas personas hicieron para el rabí-nazareno, nos reunimos por la fe, porque por la fe hemos recibido a Cristo y por la fe las palabras de este hombre siguen teniendo el mismo efecto siendo tan reales. Pero la profecía de Isaías también es real, nos convertimos en un pueblo que escucha, pero no oye, que dice si pero no cree. A ellos les costó creer, tiene que aparecer un ángel para afirmar las palabras que Jesús les había dicho <ÉL RESUCITÓ>.
Mientras las mujeres corren recuperan su fe porque recuerdan las palabras de Jesús, entonces van a Pedro, el que caminó en el agua con Jesús, a Juan el discípulo amado, el que se apoyó en el pecho de Jesús, a quien perdonó, a quien se le concedió la autoridad para dirigir la iglesia, pero ellos les responden a las mujeres que lo que les habían dicho era una tontería, que no tenía ningún fundamento aquello que les contaban.
Pedro sale corriendo porque supone que las mujeres estaban locas, que estaban diciendo tonterías, supone que esa historia extravagante de la tumba vacía y de los ángeles era simplemente una pantalla para que algo malo suceda. Pedro sale corriendo no impulsado por la fe, sino para averiguar lo que estaba ocurriendo, sale corriendo impulsado por la incredulidad.
Somos la iglesia de Cristo con todas sus fallas, pero el día de la resurrección es el día en que todo se alinea. El día de la resurrección es la posibilidad de dejar de suponer para comenzar a creer, porque la evidencia es tan clara.
La profecía de Isaías es tan grande que entramos todos, como nos cuesta creer, como nos cuesta vivir el evangelio de manera real, es lidiar todo el tiempo con las decisiones que tomamos, lo que marca el rumbo nuestras vidas son nuestras decisiones. La mayor lucha que tenemos es que escuchamos pero no oímos, pretendemos tener una vida de espiritualidad, pero no estamos dispuestos a caminar en la fe. Después de este relato Jesús se les aparece en Emaús y cuando van caminando les revela la palabra, cuando llegan a la casa, él se queda para partir el pan y les muestra sus manos con las cicatrices y se les revela en carne. Poco después, Lucas relata que Jesús se les aparece para comisionarlos, los envía, les da instrucciones y finalmente físicamente asciende.
La resurrección es lo que hace a este evangelio real, es pasar de la suposición a una vida de fe, real y concreta.
La fe no tiene como sustento lo material, tiene como sustento los hechos que se han revelado por medio de su palabra. Jesús nos dice todo el tiempo lo que nos pasará si vamos en contra de su propósito decidiendo mal. Jesús nos dice lo que nos pasará si caminamos en el proceso de su voluntad. El gran problema que tenemos es que no podemos dejar de suponer, somos maestros de la fe hasta que es probada. Suponemos todo el tiempo, somos expertos en todo, pero la palabra de Dios es simple. Tres años Jesús les dijo lo que iba a suceder, tres años les marcó el rumbo, pero cuando llegó el momento se desbarataron, no nos justifiquemos en esos momentos en que la fe se diluye por el momento difícil que estamos pasando, sino que tomemos lo que nos dijo: < que estaría todos los días con nosotros hasta el fin del mundo>
Somos llamados a vivir por fe, la resurrección ya no es un acto de fe, es un hecho claro, históricamente comprobado que ha marcado generaciones, no suponemos, ¿Qué garantía tenemos de que Dios está? Si cuando le adoramos como congregación no lo vemos, si cuando adoramos no vemos luces espectaculares u hombres volando, ¿Qué es lo genera el ambiente? Es la fe, por la fe es que la presencia de Dios se materializa, es por eso que la iglesia lo siente, lo vive. Cuando pasamos la puerta le hacemos culto a aquel que murió y resucitó, que no estamos en un auditorio bonito pasando un domingo para ver si se nos alivia el dolor del alma un rato, claro que no. Entendemos y sabemos que estamos en ese lugar sirviendo, adorando y caminando con aquel que resucitó, vivimos con temor de Dios, con ese temor consciente de que él cumplirá su palabra.
La resurrección nos saca de la suposición, tenemos la certeza de que él está con nosotros, él dijo que iba a resucitar.
¡ÉL RESUCITÓ! Y si mañana se viniera la noche y nos cerraran el templo, seguiríamos haciendo lo mismo que estamos haciendo porque nuestras vidas le pertenecen Jesús se revela a su pueblo rompiendo las suposiciones, estamos hoy porque con certeza el cumplió con lo que dijo que iba hacer, pero no puso un punto final el día que resucitó, nos comisionó y nos dijo que estaría todos los días con nosotros hasta el fin del mundo. También nos dijo que vayamos y hagamos discípulos hasta lo último de la tierra, que oremos por los enfermos para que puedan sanar, que echemos demonios pues tendremos la autoridad, y no solo esto, sino que nos dijo que construyamos comunidades de fe bautizándolos porque estaría todos los días hasta el fin del mundo.
Los discípulos lo entendieron pues una de las instrucciones de Jesús fue que vayan a Jerusalén, que se queden por cuarenta días porque los visitaría el Espíritu Santo y aunque eran duros de entender, hicieron caso. Se fueron al aposento alto, primero eran quinientos, después los que no oían empezaron a no oír, los que no creían empezaron a no creer y al cabo de los cuarenta días solo habían quedado ciento veinte que escucharon a Jesús resucitado decir que los visitaría el Espíritu Santo. Entonces cuando llegó el momento y Dios encontró la fe en ellos, el mundo cambió para siempre porque el Espíritu Santo llenó a esas personas naciendo así la iglesia de Jesucristo que reinará con él por siempre y para siempre. Si lo que nos moviliza es el temor o la incredulidad, si cada vez que escuchamos a un obrero decir que es una tontería, si la palabra de Dios es una opción más, debemos llamar a nuestro corazón a la urgencia de creer, pero también debemos aplicar misericordia para todos, porque quizás muchos han sido golpeados por tragedias o perdidas, por eso la fe no funciona, entonces es necesario volver a donde la fe se perdió.
Debemos salir del campo de las suposiciones. Volvamos a donde todo empezó, volvamos a la cruz, volvamos a la tumba vacía, volvamos a la resurrección.
Entonces cuando leemos el último capítulo de Hechos o de Lucas y vemos que termina con la ascensión, Jesús sentado en el trono y leemos cuando los ángeles les dicen: <varones judíos, a este que han visto ascender regresara en carne para reinar con ustedes>. Y leemos a donde Pablo ministraba y estando preso producía libertad y viendo que no tiene punto final, decimos: < Señor, elegimos dejar de suponer, elegimos dejar de ver cuáles son las mejores posibilidades. Elegimos dejar de calcular si vamos a pecar o no, o cómo va a ser nuestras vidas y decidimos elegir creer sabiendo que vos dijiste cosas que se cumplieron y que has declarado palabras que aún no se han cumplido pero se cumplirán porque sos Dios y no mentís. Elegimos creer en tu palabra.>
Quizás estamos mirando una tumba vacía con lienzos, estamos suponiendo que alguien nos robó la vida, la alegría, el gozo porque nos golpearon duro pero entendamos que nadie nos robó nada, pues él resucitó, él está vivo, él tiene el poder para cambiar nuestras vidas, él es digno.
La religión no nos robó el propósito, el pecado no nos puede robar el servicio. No podemos someternos al sistema de este mundo y vivir para suponer, no son tonterías, es real, es verdadero, es genuino. Él nos vuelve a despertar y a sacudir, la fe mueve al mundo, la certeza de lo que se espera, una fe sustentada en hechos concretos, la continuidad de lo que su palabra ha escrito. Nuestras familias son las familias de Dios, nuestras vidas le pertenecen, no podemos caminar ignorando esta realidad, no sea cosa que cuando él venga nos encuentre haciendo cosas en su nombre sin conocerlo, no sea cosa que nuestro corazón no le pertenece porque elegimos vivir de suposiciones en vez de vivir por fe.
A veces incluso le buscamos respuestas espirituales a nuestras suposiciones, buscamos que su palabra, el consejo de alguien, o alguna palabra profética, afirmen lo que estamos suponiendo. La palabra de Dios es clara. Dios no es complicado. Nosotros somos los del camino, somos los del Cristo resucitado, somos un cuerpo que está conectado entre sí. Estamos conectados por la fe, lo que nos hace pertenecer a la iglesia de Cristo, somos la continuidad.
“La resurrección es un nuevo comienzo. El libro de los Hechos es un nuevo comienzo, que no está sustentado en dejar todas las cosas para volver de cero, todas nuestras vidas, todo lo que somos son parte de este nuevo comienzo, caminemos y vivamos por fe. Tengamos la certeza de que aquel que confirma la fe no es otro que el Espíritu Santo. El Señor nos dejó a la tercera persona de la trinidad para afirma su verdad en nuestras vidas, convive en la comunión de los santos, pero también se manifiesta en la intimidad de nuestra oración. No es un ángel, es Dios acercándose a nuestra realidad. Él puede transformar nuestras tumbas en jardines, no hay otra razón más importante para vivir que para aquel que resucito y nos compró con su sangre.”