Elemental
Domingo 16 de junio de 2024
Lo elemental tiene que ver con algo fundamental, que tiene los ingredientes esenciales para que funcione. Hay cosas que no pueden faltar, que tienen que estar porque si no la ecuación no puede funcionar. El capítulo 6 de Hebreos son como consejos de padres pero que van directo al corazón.
Hebreos 6:1-20 (NTV)
Este capítulo es consejo de Abba, es Dios diciéndonos que estamos para mucho más. En el libro de Hebreos hay un pueblo, una persona, una familia que está queriendo volver atrás pues la cosa se puso complicada, claro que no podemos juzgarlos por el sentimiento de querer retroceder pues ellos son nuevos en la fe y están viviendo un tiempo de persecución y oscuridad como nunca antes vivieron.
Sin embargo hay una advertencia que muchas veces también nosotros olvidamos es no podemos volver atrás después de haber conocido a Cristo. Podemos quizás abandonar a Cristo pero no volver atrás, porque quien gustó de Cristo, gustó la vida y sabemos que fuera de Jesús no hay otro camino y nosotros no podemos no darle el valor que tiene el evangelio.
Encontramos aquí en Hebreos un pasaje que nos habla de que hubo personas que se arrepintieron pero que ya no pueden ser restituidas, quienes negaron su fe, quienes abandonaron a Cristo y lo humillaron públicamente haciendo en vano su muerte en la cruz ya se perdieron. Nosotros a esto muchas veces no le damos valor, hemos diluido tanto el evangelio que abandonar a Cristo y atacar el cuerpo de Cristo recayendo una y otra vez parece un ejercicio simple, en el que nos permitimos pisotear la sangre del Cordero. Estamos a la puerta de un tiempo de tensión y persecución tan grande como vivió la iglesia de Hebreos, que debemos entender el valor que tiene permanecer en Cristo Jesús.
Fuimos comprados por la sangre de Cristo, fuimos pensados desde antes de la fundación del mundo y escogidos con un propósito.
El autor aquí en lo que leímos no los está asustando, sino que les está revelando la verdad del evangelio, este evangelio no puede ser pisoteado, la sangre de Cristo no puede ser menospreciada. Este evangelio que vivimos no es una religión más, no es una alternativa entre muchas, no es una posibilidad entre otras, este evangelio está marcado por personas que contribuyen. Este evangelio no implica seguir a un Dios que esta distante, claro que no, este evangelio es la vida derramada por el hijo de Dios en la cruz del calvario. Que nosotros hoy estemos acá implica el precio que Cristo pago por nosotros, como nos levantó de los muertos, como ha invertido su gracia y nos ha dado resurrección. Este evangelio funciona, transforma vidas, cambia corazones y nosotros estamos siendo parte del cuerpo de Cristo, de las familias que el redimió y compró con su sangre. Tenemos como iglesia que despertar al temor de Dios, porque como nunca antes vemos personas que niegan su fe, después de haber servido a Dios, de haberlo amado y gustado de él vuelven a recaer, arrepintiéndose para volver amar a Dios nuevamente, lo vuelven a negar. Entonces terminan convirtiéndose en personas que avergüenzan el evangelio, pues no solo rechazan al amor de Cristo y su efectividad, sino que también atacan a Cristo.
No podemos vivir quejándonos, no somos víctimas de las circunstancias, no somos prisioneros de la vida, todos los demás no puede tener la culpa sino que somos responsables por lo que escogimos. El evangelio no se trata de poder pecar menos, el evangelio es propósito, es destino. Nos dice la palabra que todo aquel que sabiendo hacer lo bueno y no lo hace le es contado como pecado (Santiago 4:17) No estamos delante de un Dios que busca castigar. Es imposible que quien siga a Cristo pueda pecar, porque Cristo no puede convivir con el pecado. Y podemos decir pero seguimos pecando, pero seguimos arrepintiéndonos y cada batalla en contra del pecado y en contra de las cosas que nos detienen nos hace crecer en Cristo Jesús. Pero la persona que vive pecando y dice que sigue a Cristo, es mentirosa, está siguiendo a otro dios, o se está siguiendo así misma y ha hecho de la persona de Cristo un ideal o una fantasía. Pero los que seguimos a Cristo dejamos de pecar, por eso dice la palabra en Hebreos más adelante <despojándonos del peso del pecado> (hebreos 12:1) nos vamos desvistiendo del pecado, de la maldad y un día cuando le veamos cara a cara seremos vistos por su gracia como él nos ha conocido desde siempre.
Nosotros no dejamos de pecar por seguir a Cristo, sino que cuando seguimos a Cristo dejamos de pecar.
Pero cuando nos rodeamos de excusas y el pecado es nuestra manera de vivir y es lo que nos da sentido, entonces no estamos siguiendo a Cristo. Por eso el autor nos dice quiero que sepan y usa una metáfora del agricultor: si hay un campo que es sembrado, trabajado una y otra vez rechaza la semilla ese campo debe ser desechado y quemado, pero si un campo es trabajado, se le invierte y recibe vida entonces ese campo es favorecido y bendecido. Dios invierte permanentemente en nosotros, nos dice que somos buena tierra, que estamos para más y que no es tiempo de inmadurez, no es tiempo de hablar de los rudimentos. No es necesario hablar de la muerte de Cristo en la cruz por nosotros, no es necesario hablar del juicio, de que todos vamos a estar delante de Dios adonde nos preguntará qué hicimos con lo que él nos dio, de cómo vivimos nuestras vidas, pues el tiempo que vivamos en la tierra define nuestra eternidad, pero sí debemos saber que hay un juicio.
El arrepentimiento verdadero nos hace responsables.
Hemos sido tan tolerantes con el pecado que nos hemos permitido recaer una y otra vez pensando que eso no tiene consecuencias. La iglesia no es responsable por nuestras decisiones, sino que nosotros libres por la verdad tenemos el poder de determinar cómo vamos a conducir nuestras vidas. Es necesario entender en este tiempo que no podemos jugar con el evangelio, que no podemos pretender hacer lo mismo y tener resultados distintos, debemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones, debemos entender que no podemos vivir pecando y seguir a Jesús.
Seguir a Jesús implica despojarnos del pecado, ser libres para poder disfrutar de cada paso pues la idea de Dios es la madurez, la idea de Dios es que estamos para más, ya no estamos para preguntarnos ¿hasta dónde podemos pecar? O si ¿es pecado o no lo es? O si ¿debemos arrepentirnos o no? No estamos para vivir con una inconciencia absoluta de juicio como si nadie nos pudiese reclamar nada. Hay juicio, hay justicia, hay arrepentimiento, hay dirección, es necesario que se nos recuerde, pero es necesario que se refuerce lo elemental. Lo elemental es que sepamos que Dios desea que mientras vivamos amemos a los demás, es que sepamos que lo que nos sostiene es una promesa y que solo aquellos que somos maduros la heredaremos. Solo aquellos que permanecemos en el Señor y que ya no debatimos si seguimos o no a Dios, en que si nos vamos a entregar o no, sino que nos rendimos por completo a Jesús venciendo nuestras limitaciones somos los que heredaremos las promesas.
¿Qué es lo elemental? Que los ojos de Dios están puestos sobre nuestras vidas, es que sepamos que Dios no es injusto y no olvidará con cuanto esfuerzo hemos avanzado.
¿Qué promesas? La promesa de que así como escogió a Abraham también nos escogió a nosotros y ahí su promesa de que nos va a bendecir, que nos vamos a multiplicar y que en nuestras familias serán benditas todas las familias de la tierra. En nuestras casas serán benditas las casas, Dios juro por sí mismo y se comprometió, y ¿Cómo selló ese compromiso? En ese tiempo se sellaba con sangre y Dios selló ese compromiso con la sangre de su único hijo. Pero por más que Dios se comprometió con nosotros, necesitamos madurar, porque no puede derramar el cumplimiento de la promesa sobre personas inmaduras, sobre personas que no podemos sostener lo que él preparó para cada uno. Y el Espíritu Santo hoy nos dice que hay cosas mayores que nos quiere revelar, entregar, cosas mayores que sobrevivir, cosas mayores que tratar de estar mejor, necesitamos ser maduros para capturar las promesas.
Seguir a Jesús no solo se trata de despojarnos del pecado, sino de caminar hacia la madurez
Dios no miente, el cumple sus promesas, por eso declaramos que somos una generación que vamos a presentar al rey cuando regrese a una iglesia pura, santa y sin mancha. La madurez es un proceso de pérdidas, de hacer lo que es elemental, mucho tiene que ver con el enfoque del corazón. Hay muchos que quizás abandonaron su fe pero el amor y la gracia de Dios los fue a buscar y los atrajo nuevamente. La palabra recayeron en el original griego es la misma palabra para apostasía, podemos fallar y ser como el hijo pródigo que se gastó la herencia en inmoralidad y lujuria lo cual lo llevó a comer entre los chanchos. Sin embargo viéndose ahí el hijo prodigó buscó el corazón de su papá nuevamente y papá lo trajo de vuelta a la casa. Nosotros somos tan tolerantes con el volver atrás, debemos entender que los ojos de Dios están puestos sobre aquellos que permanecemos, que somos fieles pero también los ojos de Dios están puestos sobre aquellos que se arrepienten de corazón y vuelven al Señor. Tenemos que orar por aquellos que se han alejado de Cristo y que lo han negado en su forma de vida pero nuestra oración no debe ser para que les vaya bien, sino una oración para que Dios traiga convicción de pecado para que se puedan arrepentir. El arrepentimiento lo cambia todo, todo lo transforma, es tan importante saber que si Dios nos dio otra posibilidad, la podamos abrazar y entender lo que dice su palabra “que al que mucho se le perdona, mucho ama” pues Dios no pone parches, sino que hace nuevas todas las cosas.
Dios no es un Dios de oportunidades, sino que tiene un plan. No pone diferentes opciones, sino que su gracia es tan grande que nos abraza una y otra vez. Debemos arrepentirnos y volcarnos por completo a la gracia de Dios porque el plan de Dios para nosotros nunca cambió. Él no pensó en un plan B para nosotros, no pensó en una opción y su plan es tan fuerte que con aquellos que se vuelven él se encarga de elevarlos y ayudarlos a caminar en el propósito.
No somos de los que volvemos atrás.
Aquellos que sirven hoy al Señor pero que en un tiempo se volvieron atrás entrenan hoy a una generación que no negociará su fe. Debemos considerar cinco cosas que son el camino para la madurez espiritual, son los elementos necesarios que caracterizan la madurez para alcanzar las promesas. Toda promesa de Dios está destinada a hacerse carne, pero sus promesas no son una ilusión que nos mantienen vivos cuando no tenemos esperanzas, sino que son palabras que dejan el cielo y se materializan en la tierra.
- Alimentarnos de su palabra: No hay otro sustento, no hay otra forma. El problema de esta generación es que hay un analfabetismo bíblico, tenemos versículos por todos lados, frases por todas partes. La Biblia no son versículos sueltos, no es un libro de historia. Hoy tenemos herramientas, tenemos el cielo abierto para amar y recibir la palabra, estamos en una congregación que vive, que camina y come de ella. Lo que sustenta nuestras vidas es lo que comemos de la palabra en casa. La palabra nos debe leer, debemos tener momentos con ella de manera personal, alimentarnos de la palabra que se da en casa (iglesia), valorarla. Alimentarnos de la palabra nos da madurez, madura el espíritu, nuestro carácter. Alimentemos a nuestros hijos, hablar de ella como parte de nuestras vidas, porque si no nos alimentarnos de la palabra nos vamos alimentar de la palabra de otros, de este sistema, no podemos vivir sin la palabra. El hambre por la palabra nos despierta a una madurez que hace que no solo conozcamos las promesas, sino que se cumplan.
- Estamos para servir: Nuestra vida tiene propósito que es ser la respuesta para un sistema caído. No solo estamos para servir dentro de la congregación sino que todo lo que hacemos es una respuesta para este mundo. Entender que estamos para servir nos da madurez, servimos en un mundo que no sirve y aquel que sirve es ninguneado. Poco o mucho de lo Dios puso en nuestras manos es para servir, una persona que esta presta para servir estará en presencia de reyes. El servicio nos da una madurez más grande que cualquier título, que cualquier profesión, cualquiera que haya entendido que lo que tiene de parte de Dios es para servir va a crecer, a desarrollarse y todo lo que toque con sus manos va a ser multiplicado.
- Comunidad con el cuerpo: Debemos tener comunión para heredar las promesas, nadie crece solo, no se trata de un grupo de escogidos o de una elite. Nos hemos confundido a la hora de construir iglesia, pues somos familia, somos el cuerpo de Cristo, la comunión nos lleva a la madurez, nos lleva a pedir perdón cuando somos dañados por otros y otras a pedir perdón porque nosotros dañamos. No hay otro camino para el crecimiento de la vida espiritual si no es en comunión. La iglesia de Cristo se inicia con la llegada del Espíritu Santo y en Hechos 2:42 apenas había comenzado la iglesia ya estas cosas estaban marcadas en ella. No podemos dejar de congregarnos, debemos ser cuerpo y ver a nuestros hermanos con los ojos de Dios. No debemos mirar a la gente por sus historias, debemos mantener nuestros corazones puros y dignos. Es imposible vivir en madurez sin estar en comunión con el cuerpo.
- Vida en intimidad: No hay un logro más grande que haber recuperado la intimidad con Jesús, tener una relación personal. Ya no se trata de que la oración es una herramienta para obtener un beneficio, sino que la intimidad es un regalo del Espíritu Santo. Debemos desarrollar una relación personal con Jesús, la cual debemos alimentarla todos los días porque cualquier relación que no se alimenta se muere. Jesús dijo que ya no nos llamaría siervos sino que amigos, hoy nuestro desafío es desarrollar una intimidad con Jesús y no para tener una recompensa sino porque es el aire que respiramos. Una intimidad que nos enamora, que nos apasiona, podemos tener años de seguir a Cristo pero haber perdido la intimidad. La intimidad es algo que debemos cultivar y recuperar cada uno de nosotros.
- No podemos callar el evangelio: Cuando dejamos de compartir el evangelio dejamos de estar en madurez, tenemos el mandato de hacer discípulos pero no como quien persigue construir algo, sino como una cuestión natural. Todos debemos evangelizar, debe ser una necesidad, no es una opción, el evangelio es disruptivo, produce cambios, o nos odian o nos aman, pero no se puede guardar ni esconder. El mandato es “vayan y hagan discípulos, vayan y sanen a los enfermos”. Es necesario que vayamos y presentemos a Cristo, la amabilidad y la bondad abren puertas y son armas fundamentales que nos permiten hablar de Cristo.
Dios no puede derramar el cumplimiento de las promesas donde hay inmadurez.
Estos son los consejos de Abba que nos lleva a la madurez del cumplimiento de las promesas. Pueden haber milagros, señales, nos puede ir bien en muchas cosas pero más que señales debemos querer sus promesas. Dios no miente pues lo que el prometió lo va a cumplir, no se arrepiente de habernos llamado. Los ojos de Dios están puestos sobre nuestros esfuerzos, él es fiel con aquellos que aman a la gente aun cuando no sean correspondidos. Es el momento de ir alcanzando la madurez para que sus promesas se vayan cumpliendo en nosotros. Cuando leemos Hechos 2:42 que nos habla de que permanecían en la doctrina, que tenían las cosas en común, que partían el pan en las casas. Adoraban todos los días en el templo, que tenían favor para con la gente y que los apóstoles hacían milagros y señales, y vemos que eso fue una referencia de lo que él quiere para nosotros, podemos decir <Señor, queremos que cumplas tus promesas en nuestras vidas>
“Recibamos estos consejos de Abba para nuestras vidas como de un papá espiritual, aquel que no falla, que no miente. Nos lleva a su casa y nos dice que quiere regalarnos estos cinco consejos para alcanzar la madurez, que sepamos que es importante permanecer y no volver atrás, que recordemos que todo lo que prometió lo hará”.