Integridad, identidad e intimidad
Domingo 30 de junio de 2024
Efesios 3:19-21 (NTV)
“Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios. Y ahora que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros. ¡Gloria a él en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones desde hoy y para siempre! Amén.
Que podamos vivir este concepto de experimentar el amor de Cristo de tal manera que lo glorifiquemos en la iglesia y que Jesús sea bendecido en esta generación y en todas las generaciones es fundamental. Lo que una generación no resuelve, la generación siguiente tendrá mayor dificultad, mayor traba y mayor problema en resolverlo. Nosotros debemos resolver esto, la madurez de una iglesia que él viene a buscar, la madurez de una familia que pone a Cristo en el centro de la escena y somos desafiados en este trimestre. Por eso, cada trimestre como iglesia tomamos tres conceptos para cada mes, en este caso en el mes de julio estaremos hablando de intimidad, en el mes de agosto hablaremos de intercesión y en el mes de septiembre de cultura de adoración.
Comenzaremos a leer el libro de Josué, Dios nos está formando en medio de todo lo que estamos viviendo y preparándonos para lo que él va a derramar, este será un año de conclusiones para iniciar lo que el Señor tiene para nuestras vidas. El concepto principal de este mes es Intimidad, es un concepto que no es nuevo pero es parte de un avivamiento de la última década donde el Espíritu Santo ha conducido a la iglesia a vivir una relación personal y profunda con Jesús, no solo un compromiso.
Integridad, identidad e intimidad son una expresión de lo mismo, de una relación profunda e intensa con Dios.
Josué describe estos aspectos con mayor claridad, venimos del trimestre anterior leyendo el libro de Éxodo donde uno de sus protagonistas es Moisés quien libró al pueblo después de cuatrocientos años de esclavitud, de cuarenta años de caminar por el desierto y de las diez plagas. Moisés libera al pueblo, los lleva para adorar a Dios, les da las tablas de la ley, construye el tabernáculo y llegan al borde de la tierra prometida pero no pueden entrar. Envía entonces doce espías para estudiar la tierra y vieron que era buena pero se llenas de temores y por eso quieren volver atrás, lo cual se les había hecho una costumbre. Entre estos doce espías habían dos que eran distintos, disruptivos, Josué y Caleb. Ellos ven que la tierra era buena y que había gigantes, entonces declaran que si Dios les abrió el mar, si les dio de comer y los sacó de Egipto a esos gigantes los comerían como a pan, entonces decidieron entrar y poseer lo que Dios les dio. Pero eran solo dos personas de las diez que habían ido, el resto comenzó a pensar que morirían pues no eran guerreros y por eso querían volverse a Egipto, estaban tan contaminados con el espíritu de la esclavitud que Dios se enojó. Por lo cual Dios permitió que dieran vueltas cuarenta años por el desierto y cuando muriera el último de esa generación, recién ahí la nueva generación entraría a la tierra conducidos por Josué y Caleb.
Después de cuarenta años de mana, de desierto, Josué y Caleb llegan con toda una nueva generación de jóvenes para introducirse a tomar la tierra. Pero Josué, que ya conocía el carácter del pueblo, aprendió algo en el camino, el secreto de la identidad, de la integridad y de la identidad que hace que las promesas de Dios se materialicen.
Hemos sido llamados a convertirnos en el milagro y poseer lo que Dios nos entregó.
Hay algo que debemos tener claro que nosotros no fuimos llamados a dar vueltas en el desierto, no fuimos llamados a que nuestra vida esté inconclusa permanentemente, no hemos sido llamados a vivir de milagros en milagros. Para esto necesitamos desarrollar un carácter que no solo nos permita ver a Dios en lo que él hace sino que nos permita ver a Dios en nuestras vidas. Estas tres cosas fueron las que Josué capturó y que entendió que eran necesarias establecerlas para que no le vuelva a pasar lo mismo, para que pudieran entrar y conquistar lo que Dios les había dado.
Integridad: el pueblo llega al borde de la conquista pero se vuelve atrás porque no eran íntegros. Tener integridad es ser de una sola pieza, no tiene mezcla, no tiene mixtura, no tiene parches, no tiene materiales que están fusionados. La esclavitud había diluido la integridad de un pueblo que estaba acostumbrado a estar sujeto a las órdenes de un amo que les decía que hacer permanentemente, no tenían libertad. Se acomodaban para el mejor lado, perseguían sus propios intereses, es por eso que no estaban dispuestos a enfrentar una batalla para conquistar lo que venía, no eran íntegros. Una de las primeras cosas que Dios hizo era mostrarles lo que estaba por delante y desafiarlos a prepararse para ello.
Josué 3:5 (NTV) Dios les dijo que se santificaran porque mañana cuando amanezca y concluya los cuarenta años él haría maravillas entre ellos
¿Por qué nos santificamos? Porque el propósito de Dios con nuestras vidas es que mañana Él hará maravillas.
La santidad no persigue tapar lo que está mal, no persigue comprar la voluntad de Dios, la santidad es parte de la naturaleza del Dios a quien servimos y si hay algo que nos impulsa a santificarnos es la absoluta certeza de que Él tiene maravillas para nosotros mañana. La Biblia dice una y otra vez que por su misericordia no hemos sido consumidos, que el renueva su amor cada mañana, que su misericordias son nuevas cada mañana estamos respirando porque mañana Dios volverá hacer maravillas con nuestras vidas. El problema es que nos pasamos la vida mirando alrededor, peleándonos con la gente, peleándonos con nosotros mismos, buscando atajos, mirando hacia atrás y empezamos a negociar el mañana. Pero el único que tiene resuelto el mañana es Dios, ¿Cómo lo resolvió? Entregando a su hijo en la cruz para sanar nuestro pasado, habilitar tu presente y destinar tu futuro glorioso. Cuando hablamos de un futuro glorioso no estamos hablando de una vida ideal que todos soñamos, sino hablamos de hacer su voluntad, de morir para que él crezca, de conquistar lo que tiene para nosotros. Muchas veces nos conformamos con vivir una vida mediocre donde nos basta aguantar un día más, no vamos a la iglesia para escuchar otra predicación, no vamos a las reuniones porque son unas reuniones más, sino que vamos porque decidimos santificamos porque mañana Dios hará maravillas entre nosotros y vivimos de esa manera. No hay un día en que Dios no lo haga, solo que parece que Dios tarda mucho entonces la santidad se convierte en una opción y terminamos viviendo vidas fragmentadas y cuando llegan las maravillas no estamos listos.
Este es un tiempo de santificación, el Espíritu Santo nos está convocando al altar. Hay un deseo de Dios de sanar a la gente en nuestros grupos de vida, Dios quiere sanar a la gente en la calle, Él quiere usarnos, quiere aun con los pedacitos de nuestras familias poder hacer algo nuevo.
Dios quiere sorprendernos y manifestarnos lo que él va a hacer en el futuro, él hará maravillas.
Pero de repente encontramos a una generación que se empieza a maravillar por los ideales de este mundo y comienza a perseguir conceptos, pero no hay otro lugar donde las cosas se resuelvan que no sea el evangelio de Jesucristo. Para ser felices y plenos debemos resolver nuestro futuro y solo en Cristo encontramos eso. En el cuerpo de Cristo donde somos iglesia e interactuamos para que eso sea real, necesitamos volver a caminar en integridad. No somos un conjunto de hipócritas que escondemos el pecado debajo de la alfombra o que hacemos de la santidad un requisito, sino que consecuentemente por tener a Cristo vivimos en santidad, no nos permitimos el pecado sino que lo luchamos, confesamos el pecado, nos levantamos una y otra vez, somos conscientes de que mañana Dios hará maravillas con nosotros. Puede ser que nuestros padres hayan vuelto atrás pero nosotros queremos caminar por eso nos santificamos.
¿Entonces integridad tiene que ver con ser infalibles? Claro que no, sino que integridad es la capacidad de trabajar todo el tiempo en nuestras vidas por medio del poder del Espíritu Santo para santificarnos conscientes de que Dios hará maravillas con nosotros mañana.
Identidad: el pueblo de Dios había perdido la identidad en el desierto, durante cuatrocientos años ellos habían sido esclavos y un esclavo no tiene identidad, la esclavitud anula la identidad, la esclavitud nos vuelve objetos. La esclavitud es un espíritu de este sistema, la esclavitud nos reduce a que solo debemos consumir. Josué sabía que un pueblo sin identidad no podía conquistar nada. Cuando Dios les prometió que ellos serían un pueblo les había regalado una marca especial la cual era la circuncisión, la que consistía en cortarle el prepucio al bebe a los ocho días de nacido, lo cual también tenía que ver con la higiene. Esto es una marca muy fuerte para el pueblo de Israel ya que lo continúan haciendo hasta hoy. Lo que define nuestra identidad no es que estamos intactos, lo que define nuestra identidad no son las heridas abiertas que portamos sino que son las cicatrices en nuestras vidas. Una persona que tiene heridas abiertas está enferma, no tiene identidad, estará recordando todo el tiempo quien lo lastimó, pero cuando venimos a Cristo él hace todas las cosas nuevas. Él cierra las heridas, en las cicatrices hay autoridad, él nos sana y nuestra historia se convierte en una marca que trae sanidad para muchas personas. El pueblo había perdido la identidad y un pueblo que no tiene identidad tampoco tiene madurez.
Josué 5:4 (NTV)
Trabajar con nuestra identidad duele, Pablo nos dice que no circuncidemos nuestra carne sino que circuncidemos nuestro corazón. Cuando venimos a Cristo todo es hermoso pero él trabaja en nuestra identidad él corta todo lo que no nos hace madurar. El pueblo fue obediente y trabajó en su identidad, cuando así lo hicieron nos dice la palabra que el mana cesó, lo cual era un milagro, pero debe haber sido difícil comer todos los días los mismo, ¿Quiénes comen todos los días lo mismo? Las personas inmaduras, un bebé que al principio de su vida no tiene el estómago preparado para otra cosa, es sustentado por su mamá permanentemente, pero no puede toda la vida vivir así porque si no va a madurar, no va a crecer, no va a ser independiente.
No podemos vivir de milagros todos los días, el llamado de Dios para nosotros es más grande que nuestro sustento. Después que el pueblo recuperó su identidad comieron del fruto de la tierra, espigas, frutas, verduras, comieron del fruto de la tierra porque el destino del pueblo era bendecir la tierra, hacer del desierto una tierra productiva.
Dios nos llamó a entrar en su propósito que aunque nos toque arar un desierto, este sea productivo para la gloria de Dios. La tierra le responde a los que tienen identidad, a los hijos.
Una iglesia madura no se conforma a la tierra, la tierra se conforma a la iglesia, toma la forma del cuerpo de Cristo. Y tal vez la tierra que nos tocó es terrible porque nuestra herencia familiar es espantosa pero podemos levantarnos y permitir que el Espíritu Santo sane nuestras heridas. Las cuales se convertirán en cicatrices que nos den autoridad y seremos parte del pueblo de Dios y sabemos que el infierno jamás prevalece contra el pueblo de Dios. No podemos ser gente inmadura que cargue las heridas toda la vida y le hagamos pagar a nuestros seres queridos de las heridas que cargamos y justifiquemos nuestra falta de identidad con que somos así, es nuestro carácter. Debemos entender que fuimos comprados con la sangre del Cordero, nuestro Padre Celestial nunca nos abandonó. Jesucristo murió en la cruz aunque no lo merecíamos, nos hizo reyes y sacerdotes para Dios. Tenemos destino pues reinaremos con Cristo por siempre y para siempre. Nuestra historia es más grande que lo que hemos perdido, somos hijos de Dios pues para esta hora fuimos llamados.
Sanar la identidad duele porque tenemos que entender que lo que es cómodo para nosotros y es incómodo para los demás debe ser trabajado.
No podemos ser eternos adolescentes, mediocres espirituales porque el Señor nos ama tanto que seguirá cayendo mana y seguiremos contando el mismo milagro todos los días. Pero Dios no nos hizo para eso sino que nos creó para entrar y conquistar la tierra para la gloria de Dios. El Espíritu Santo que es como un hierro caliente que nos conecta.
Intimidad: es el fuego encendido. El invierno viene pero ¿Cuál es el secreto del invierno? Permanecer cerca de la llama, porque el invierno viene pero viene el abrigo. Intimidad con Dios no es ausencia de conflictos, no es el tiempo ideal sino es estar cerca del fuego, es derramar lo que tenemos para estar cerca de Dios y generará nuestra propia experiencia personal.
Josué 5:13-15 (RVR)
Josué conocía a Dios a través de Moisés, pero Moisés tenía una manera de ver a Dios, tenía la manera del Padre. En medio de la escena previo entrar a la tierra prometida el Señor se le revela a Josué, ve a un varón iluminado, a un ángel con una espada en la mano, y como Josué era un hombre de guerra lo va a pelear. No sabemos si eso es una figura del arcángel Miguel o si es la revelación de Cristo mismo, el príncipe de los ejércitos, del príncipe de paz. ¿Por qué Moisés nunca lo vio así a Dios? Moisés lo vio en la peña, lo vio en el fuego, en el trueno, pero Josué lo ve como un guerrero, necesita su propia experiencia.
Josué está a punto de entrar a una tierra prometida con un pueblo que no es guerrero, que acaba de salir del desierto, que no tiene recursos, que sus padres se volvieron atrás. Hace lo que el espíritu le muestra, trabaja en la identidad, trabaja en la integridad pero sabe que nada sirve si Dios no pelea por él. Tiene una experiencia íntima con Jesús y le pide que se quite el calzado porque el lugar que estaba pisando era santo.
El Dios eterno que dejó su gloria y se despojó de todo lo divino para calzarse nuestros zapatos. El rey del universo, el alfa y la omega, el creador de todo se pone nuestros zapatos.
Caminó toda su vida con nuestros zapatos puestos, sintió el dolor en su carne, tuvo el conflicto de sus emociones, fue herido en lo más profundo, y con nuestros zapatos puestos sanó a los enfermos, caminó sobre el agua, levantó a Pedro en medio de la tormenta, libero endemoniados. Con nuestros zapatos puestos cargó la cruz, una cruz que estaba diseñada para nosotros, siendo santo él se vistió de humanidad, se calzó nuestros zapatos y su sangre derramada cayó sobre ellos y también cuando gritó <consumado es> la tierra tembló y él tenía nuestros zapatos.
Descendió al infierno y cuando satanás estaba a punto de celebrar porque esperaba a un Dios descalzo y desgarrado, con nuestros zapatos puestos él aplastó al infierno y venció a la muerte. Con nuestros zapatos puestos el resucitó al tercer día y ascendió pero nos dejó los zapatos acá y nos dice que no los llenemos nosotros, sino que nos dejaría alguien igual a él, al Espíritu Santo. Por eso cuando le dijo a Josué que se quitara el calzado porque el lugar que pisaba era santo, lo que le está diciendo es que le deje los zapatos porque él se los llenaría, el haría lo imposible, derribaría los muros de Jericó, lo introduciría en la tierra y haría que las promesas se cumplan.
¿Qué es intimidad? Es tomar nuestra realidad tal como está, vaciarnos de ella y dejar que el Espíritu Santo tome el control absoluto.
Dejemos que el Espíritu llene nuestros zapatos porque ya no es nuestra pisada sino que es la del Dios eterno. ¿Por qué temblaron los muros de Jericó? Porque el Todopoderoso comenzó a pisar. Josué se saca los zapatos y el Príncipe de los ejércitos pisa la tierra y cuando el Príncipe de los Ejércitos Celestiales pisa la tierra los muros se caen, el infierno es destruido y poder sobrenatural viene sobre nosotros.
Por eso, él nos pide que vuelva a ocurrir eso, un avivamiento donde nosotros dejamos nuestra intimidad, exponemos lo que somos, derramamos nuestros corazones y ahora la iglesia que es el cuerpo de Cristo, descalza empieza a caminar. Cuando pisamos en el mundo natural, lo sobrenatural invade nuestra realidad. Por eso el pueblo puede tomar la tierra, no porque eran más capaces o porque eran una generación mejor, sino que interpretaron en la temporada en la que estaban y trabajaron estos conceptos y cuando entraron el Señor puso la tierra en sus manos.
“Qué lindo momento será cuando Jesús regrese y venga a buscar sus zapatos. Cuando el Rey de Gloria venga, ese día nos vamos a quitar los zapatos, vamos a danzar por las calles y vamos a glorificar a aquel que venció a la muerte con nuestros zapatos. Gracias a Dios porque él nos dio identidad e integridad, se apareció en nuestras vidas cambiándolo y transformándolo todo. No somos una generación para morir en la orilla, todavía no hemos alcanzado todo lo que Dios nos ha prometido. Acerquémonos al fuego, no permitamos que el invierno de este sistema nos pervierta el corazón, no cometamos los errores del pasado sino que nos vamos a introducir para que la generación que viene pueda disfrutar del retorno de Jesús. Hoy el Espíritu Santo nos convoca y nos hace un llamado a la integridad, a la intimidad y a transformar nuestra identidad.”