Principios de sabiduría práctica

8 de diciembre de 2024

Los principios de sabiduría práctica cumplen el mismo rol que un filtro de agua porque la vida que transitamos fluye llena de muchas cosas que no están tan buenas pero cuando es atravesada por el tamiz de la palabra somas purificados; esa agua que estaba contaminada se transforma en agua de vida. Jesús dijo que el que creyera en él de su interior correrían ríos de agua viva. Y eso es verdad, cuando Jesús viene a vivir en una persona el agua de vida corre. No fuimos llamados a ser pozos ni estanques, somos río. El agua estancada se pudre. A veces nos salen otro tipos de agua, de una misma fuente no pueden fluir dos corrientes de agua distintas pero Cristo viene a nuestra vida y no quita nada de nosotros, somos absorbidos por su gloria y son los principios en los que caminamos por medio de su palabra que empiezan a filtrar el agua que sale dentro de nosotros. Cristo gobierna nuestras vidas pero no quita lo que somos. Por eso, necesitamos aprender a filtrarlo.

El apóstol Pablo que nos desafía a esperar a un novio ahora también nos enseña de manera práctica cómo se lo espera.

1 Tesalonicenses 5:12-28

Cuando hablamos de sabiduría no es solo conocimiento es Jesús. Él es la fuente de sabiduría, por eso, tenemos que leer la Biblia. Jesús es una persona que nos es revelada por medio del Espíritu Santo, cuando nos detenemos a orar, meditar en él, a leer la palabra la sabiduría prepara un banquete delante nuestro. No hay excusas, la sabiduría es profunda pero es simple a la hora de entender. La sabiduría no es algo individual, la construimos como familia e iglesia, entre todos. La carta no son consejos para uno mismo, sino para todos.

El respeto de aquellos que se entregan por amor a Cristo y que sirven a la iglesia en diferentes áreas produce paz.

El respeto es reconocimiento por la entrega y el trabajo del otro, en la iglesia de Jesús no hay jerarquías pero sí roles, personas que cuidan a las personas, bendicen al cuerpo y dan de su tiempo, recurso y esfuerzo.  Donde vemos entrega vemos honra. El amor que no se demuestra no es amor. Por eso, la adoración es importante, es una demostración de amor a Dios. Al adorar, al reconocerlo y al demostrarle nuestro amor a él somos transformados y él se manifiesta. El principio, como pueblo de la fe que somos, es que debemos honrar y respetar a aquellos que nos imparten la vida de Dios, que nos preceden.

Debemos amarnos, no es solamente tolerar o soportar, la palabra es amor y se demuestra, ¿Cómo demostramos ese amor? Vivir en paz unos con otros, conectándonos a la necesidad. Pablo pide que amemos a los obreros líderes porque el contexto de la carta es que estaban siendo perseguidos, y gran parte de esos líderes serían llevados presos. Vivimos en un sistema que nos aísla, no podemos solos, necesitamos caminar juntos. Esto aplica también en nuestra vida natural, honremos el rol, a aquel que tomó una responsabilidad que no le correspondía pero que por amor se entrega.

Hemos aprendido a ver a Cristo en el otro aunque el otro no vea las cosas como yo la veo. Hemos madurado porque entendemos que la porción de Cristo que porta mi hermano no la tengo yo.

En otra de sus cartas Pablo dice que aquel que no trabaja que no coma. ¿Qué tiene que ver la venida del Señor con la pereza? Es el pecado que atraviesa las parábolas con referencia a los últimos tiempos, como aquel que es escondió el dinero, las vírgenes impudentes. La pereza es uno de los males de los últimos tiempos. Pereza suena a tristeza, son parte del mismo paquete, una persona que no trabaja es una persona triste, que se conforma a lo que le ha tocado. La recompensa del trabajo es el trabajo en sí, es la tarea que afrontamos en cada momento, las personas con las que conecto y la vida que derramamos en el lugar en donde estamos. Cuando tenemos a cristo el trabajo es más que cubrir necesidades, el trabajo es invertir nuestra vida en lo que Dios nos ha puesto a hacer para que la vida en Cristo toque todo lugar en donde estamos. Somos capaces de transformar el ambiente y el lugar que nos rodea. Es amonestarlos para que se despierten y entiendan por qué estamos haciendo lo que hacemos. La pereza produce una tristeza que nos encierra en una rutina que nos lleva a perder significado.

Dios siempre llamó para su obra lo que estaban trabajando, Dios no llama a holgazanes. Él llamó a los que estaban con las manos en el arado.

La timidez tiene de temor, es un tiempo para sumir riesgos, tener fe es tomar riesgos, la certeza de o que se espera y la convicción de lo que no se ve. El aliento de Dios sopló y hubo vida, el aliento es la vida del espíritu y despierta a los que tienen temor. Debemos entender que el aliento del Espíritu rompe la comodidad, nos levanta y nos desafía a vivir una vida de riesgos.

La iglesia es un lugar para ser débiles y quebrarnos. En el cuerpo de Cristo los débiles son levantados con la ternura de su amor, está involucrada la bondad, la cual es uno de los frutos del Espíritu. La paciencia es el sentido de oportunidad, no es tolerar ni soportar pero es entender los tiempos y momentos, de saber que hay momentos para intervenir o callar. Tenemos que aprender a morir a nosotros mismos.

¿Qué es hacer el bien? Son panes y peces, es conforme a mis posibilidades buscar el bienestar del otro a mí costo. Es hacer, no quedarnos quietos. En la parábola del samaritano dice que fue movido a misericordia, hay un impulso que lo empujó para que tenga misericordia del herido, para hacer el bien. ¿No será que necesitamos conversar más con el Espíritu Santo y menos con nosotros mismos?

Cuando encontramos placer en Cristo aprendemos a estar alegres en todas las temporadas.

La alegría no se negocia, el gozo del Señor es nuestra salvación. Cuando nos falta alegría comenzamos a buscar en otras fuentes. Nunca dejemos de orar, esperamos al novio con lámparas encendidas. Alegres, agradecidos y orando da como resultado vivir en plenitud. La alegría es el disfrute del deseo cumplido. Necesitamos contar lo que Dios hace en nuestras vidas, crear una cultura de testimonio.

No podemos apagar al Padre ni a Jesús pero sí al Espíritu Santo. ¿Cómo lo apagamos? Cuando no nos honramos los unos a los otros, cuando hay ingratitud, cuando entramos en la amargura. Por eso, lo que nos ha mantenido en pie como iglesia es alimentar la presencia del fuego del altar de Dios.

La profecía es lo que envuelve lo que somos, el marco en el que nos movemos. La profecía es la venida de Cristo, lo que él declaró ocurrirá, que cuando él venga nos encuentre entendiendo su palabra y caminando con libertad. Por eso, cuando lancemos la palabra profética para los próximos 5 años debemos leerla, abrazarla y ponerla a prueba. La palabra de Dios es indudable. Debemos retener lo que es bueno con respecto a la profecía.

Podemos llegar al retorno de Jesús íntegros, en espíritu, alma y cuerpo y sin marcha, caminando en estos principios de sabiduría. Caminado de una forma en que podemos agradarle a Dios. Queremos caminar con sabiduría, guiados por el Espíritu Santo y entender lo que nos toca vivir, vivir llenos de su presencia. Dios nos llamó, es más fuerte que nuestra necesidad. Si él llama él lo hará. Podemos elegir resistir o vivir bajo los principios y disfrutando lo que Dios tiene en esta temporada.

El Señor Jesús tiene pronto, por lo tanto honremos a quienes los preceden, amémonos unos a otros, vivamos en paz, salgamos de la pereza, rompamos con el temor, levantémonos en el lugar en donde estamos llenos del Espíritu Santo. No permitamos que se apague el fuego que arde en nuestros corazones, sirvamos con amor. No despreciemos la profecía, seamos pacientes unos con otros y entonces cuando el rey de gloria venga nos encontrará plenos, en cuerpo, alma y espíritu para que reinemos con él por siempre y para siempre. Así hemos decidido gastar nuestra vida para él.

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