Aprendiendo a vivir en libertad

21 de agosto de 2022

“Tu bandera sobre mí es libertad y amor.
mis debilidades no me definen,
no me limitan, ni me atan al pecado.

Enséñame a vivir en libertad
porque por mucho tiempo fui esclavo.”

Poesía por Yamila Arce 

Estamos como iglesia leyendo el libro de Éxodo, vemos cómo el pueblo sale de Egipto pero todos los días viven un proceso de madurez. No era el plan de Dios de que vivan del asistencialismo todo el tiempo, sino que vivan la libertad adquiriendo madurez para hacer producir lo que Dios les ponía en la mano, para que así puedan pelear sus propias batallas.

La palabra de Dios dosificada produce transformación. Dios nos revela personalmente su palabra porque somos un pueblo que camina siguiendo la voz del Señor. Leer y orar en nuestros hogares no es un acto de religiosidad, sino que nos lleva a una intimidad que nos da profundidad, produce cambios en la manera de pensar y vivir que transforma los ambientes. Somos una iglesia viva que crece y avanza, compartiendo con las personas que están en necesidad.

Nuestra potencia se encuentra en nuestra conexión íntima con Dios lo que nos lleva también a construir en lo eterno.

No podemos solo conocer a Dios a través de otros, sino que tenemos que conocerlo cara a cara y este era el propósito más grande que tenía con su pueblo. Dios en Éxodo nos revela lo que hay en su corazón: no quería ser un Dios que se revele a su pueblo a través de los líderes, sino que quería conocerlo personal y directamente a cada uno.

Éxodo tiene que ver con el comienzo de la idea de Jesús que es la iglesia, que son dos pueblos conectados en uno solo, el Israel del Antiguo Testamento y la iglesia del Nuevo Testamento. El Señor los saca de Egipto, los procesa en el desierto y les da de comer. Ellos cruzarían el mar y saldrían en libertad, lo cual, es un proceso donde aprenden a caminar y a madurar porque cuanto más dependen de Dios se produce el milagro y son responsables de la presencia que portan. Pero ellos deberían aprender a librar sus propias batallas, desde el cruce del mar rojo hasta llegar a la tierra prometida dieron muchas vueltas.  

El plan era que en cuatro años ellos llegarán a la promesa pero a causa de su necedad y terquedad estuvieron cuarenta años dando vueltas en el desierto, literalmente una vida. Quizás nos preguntamos ¿Cómo el pueblo era tan necio y no entendió? Pero a veces a nosotros nos pasa lo mismo, no podemos encontrar el propósito y no avanzamos, pero Dios es paciente trabajando en nuestras vidas, nada en él se pierde.

Éxodo nos enseña cómo construye una comunidad que aprende a vivir en libertad, les da los diez mandamientos, los principios que los conectarían con él. Ellos se revelan construyendo un Dios falso, pero como Dios los ama les da de comer en medio del desierto que no es un lugar para vivir, sino que era solo un lugar de tránsito. No podemos vivir en el desierto, no podemos aceptar a vivir en medio de la mediocridad espiritual dependiendo del milagro del domingo, Dios nos llamó a construir una relación. Por eso en medio del desierto los desafía a construir un tabernáculo, una tienda, que no es un lugar donde Dios pueda habitar, sino que es solo un punto de contacto y de encuentro donde la gloria de Dios se revelaría para que puedan vivir en libertad y esta libertad la encontrarían en el campo de batalla.

Éxodo 17:8-16 (RVR) Después de que el pueblo sale del desierto recibe las instrucciones para la libertad y comienzan este proceso de aprender a vivir en ella, por el cual deben pelear sus propias batallas. El propósito de Dios no es construir un pueblo con gente indocta que tiene una fe solo sustentada en la necesidad, sino que pueda revelarse cara a cara a sus hijos y conocerlos en profundidad.

Dios permite que en el proceso se despierten vecinos enemigos que van a trabajar con el carácter del pueblo. ¿Por qué lo permite? Porque el carácter solo se puede hacer en el campo de batalla y uno de los pueblos que se levantó es Amalec que era un pueblo nómade que nunca atacaba de frente, sino que los dejaba pasar y después atacaban por detrás llevándose a los más débiles (mujeres-niños).

Por eso en los cuarenta años de desierto el pueblo de Israel había aprendido a convivir con este enemigo que una y otra vez buscaba la debilidad, atacaba por detrás y producía destrucción. Hasta que llegan al valle de Refidim que significa el valle de la decisión. Pueden sufrir la pérdida diciendo otra vez lo mismo o pueden ponerse en pie y por primera vez librar su propia batalla. En el valle de la decisión son desafiados a hacerle frente a este enemigo que todo el tiempo por detrás estaba trabajando con su debilidad, apoderándose de aquello que les pertenecía. En ese valle Dios le habla a Josué pidiéndole que busque hombres que sean valientes para entrar en guerra, pero había un inconveniente allí porque ellos no eran un pueblo de guerreros, no tenían entrenamiento militar en el desierto, lo único que tenían eran unas espadas que rescataron de Egipto y sus armas más poderosas eran las herramientas de un pastor. Dios les dijo que con lo que tenían debían hacerle frente a la situación dejando de tolerar la perdida.

Josué convoca a los hombres pero la fuerza de la lucha no va a estar en la capacidad de él, así que Moisés, que es el intercesor, parándose sobre el collado y con sus brazos levantados toma la vara y se pone a orar. Hay un trabajo en equipo, mientras Josué con lo que tenía en la mano sale a batallar contra Amalec, Moisés está en la montaña orando. Mientras oraba el pueblo prevalecía y Amalec retrocedía, pero como Moisés, que ya estaba casi en los cien años, venía el agotamiento y sus brazos se caían, pero al lado estaban Aarón y Ur quienes eran los que le levantaban los brazos a Moisés cuando se cansaba.

Entonces Amalec fue derrotado pero Dios le dice al pueblo que quiere que entiendan que por el carácter de Amalec, Jehová de los ejércitos iba a tener batallas de generación en generación. Esta batalla iba a ser por la madurez de un pueblo, por aprender a vivir en libertad. Es una puerta que siempre estará abierta impulsándonos a cosas mayores, pero ese día Dios le dio al pueblo no solo una gran victoria, sino un escalón más que los prepararía para tomar la tierra prometida que el Señor les había entregado.

Esta es la historia nuestra tratando de aprender a vivir en libertad, nos acomodamos a un Dios que nos bendice, nos acomodamos a los milagros, a lo sobrenatural y ese es el mayor de los peligros. El pueblo convivía con una columna de fuego y de humo, tenían hambre, le pedían al Señor y les enviaba comida, cuando enfermaban oraban y había sanidad para sus cuerpos. Se acostumbraron y no tomaban conciencia de la presencia de Dios, perdieron conciencia de quién era el que estaba en medio de ellos y de cuál era el propósito que el Señor tenía con ellos; Dios no iba a permitir que su pueblo se perdiera en la vanidad y en la dependencia de sus milagros.

La persona que está conectada con Dios entiende que es una herramienta de libertad.

Uno de los peores pecados es el de la murmuración, cuando el pueblo cruza por el desierto y se acostumbra lo primero que hace es murmurar de Moisés. La murmuración no es un ataque en contra de las personas, sino en contra de la persona de Dios, pues cuando nos permitimos murmurar es porque estamos pensando que Dios no nos escucha. Cuando elaboramos pensamientos nos acostumbramos y por eso murmuramos, empezamos a sentir que tenemos crédito para desacreditar lo que Dios está haciendo, para desacreditar a otros. Debemos ser sabios en esta temporada, por eso la intimidad con Jesús nos direcciona, cuando nos damos estos permisos nuestra vida espiritual empieza a decaer. Muchos usan su popularidad para golpear la iglesia y así hacerse notorio, pero el Señor dijo: que si alguien lastimaba al cuerpo siendo piedra de tropiezo para un pequeñito sería mejor que se ate una piedra al cuello y se tire de un puente (San Mateo 18:6)

La murmuración ya sea en redes sociales o de cualquier tipo nos aleja del propósito eterno de Dios. Debemos aprender a no hablar mal ni a criticar y debemos buscar cada día una medida porque cuando eso viene a nuestro corazón es que nos estamos acostumbrando y no podemos acostumbrarnos a la presencia de Dios. Parte de lo que trae sanidad a este mal es que Dios permite que Amalec nos rodee y coma a través de nuestra debilidad. Cuando nos queremos levantar para hablar o hacer algo se abre la puerta de nuestra debilidad y el enemigo se queda con nuestra economía, con nuestra salud, con el fruto de nuestro trabajo, o nuestro conocimiento. En medio de la inmadurez Amalec ataca.

Llega un momento de nuestra vida que el Señor nos pone en el valle de Refidim y nos dice: ¿hasta cuándo toleraremos que el enemigo se quede con lo que es nuestro?  ¿Hasta cuándo aceptaremos vivir solo una vida estándar? Y en el valle de la decisión entendemos que no solo se trata de servir más a Dios o dedicarle más tiempo a él, sino que es una decisión más profunda, la de morir a nosotros mismos para construir una relación real, plena e intensa con Dios.    

En este valle tenemos que darnos la vuelta, enfocarnos y tomar la decisión de destruir a Amalec, la batalla nos enseña a vivir en libertad, que no es un estado catatónico donde ya el pecado no nos tienta, donde tenemos una vida espiritual tan profunda que estamos por encima de los demás, sino que tenemos la madurez de aprender a salir victoriosos de nuestras batallas. Tenemos la madurez de mirar y decirle al diablo que no se va a quedar con nuestra moralidad, ni con nuestras casas, ni con nuestros hijos, ni con nuestra economía, no nos hará caer de nuevo sino que nos levantaremos, daremos la vuelta y libraremos batalla en el campo de nuestra debilidad. Esto no lo haremos solos porque estamos conectados a un cuerpo.

Debemos identificar cuál es nuestra debilidad y tomar la decisión, pero también entendemos que no es una batalla que ganamos con nuestras fuerzas, sino que allí está Moisés orando por nosotros, ese intercesor que está en esa montaña es una figura de Jesús. Por eso Dios les enseña a los hebreos un nuevo nombre que es “Jehová nissi” que quiere decir Jehová es mi bandera, mi estandarte, es la bandera de la victoria que se pone en alto, que se eleva para que cuando el ejercito la mire se llene de autoridad, se llene de poder recordando por qué está peleando y avance.  

Esa bandera que se levanta, ese Moisés que está orando con los brazos levantados en forma de cruz era una imagen del intercesor que está a la diestra del Padre en este momento, Jesucristo es nuestra bandera. A él no le tuvieron sus brazos, sino que voluntariamente clavo sus brazos en la cruz del calvario, en el madero, siendo levantado en el Gólgota donde todo el mundo lo vio. Fue levantado para traer sanidad, no sobre los hombros triunfales de un pueblo, sino en el Gólgota donde su sangre fue derramada entregando su vida. Es una bandera perforada en sus manos y pies, una bandera de amor que no podía tolerar que vivamos una vida de perdidas constantes, donde el enemigo una y otra vez nos tiene sometidos a nuestras debilidades, que no negociaría nuestra felicidad, integridad y propósito, por eso se entregó así mismo. Es esa bandera teñida en sangre que nos recuerda que aunque caigamos en el campo de batalla, él nos levanta. Aunque peleando con nuestras debilidades terminemos muertos el poder de la resurrección opera en su vida.

Hoy no está Moisés para que le miremos y vayamos adelante, sino que está Jesús levantado no solo como un sacrificio sino que está ahora delante de la presencia del Padre intercediendo día y noche, está listo para regresar. Por eso cuando batallamos con nuestras debilidades él está intercediendo, animándonos a seguir porque cuando venga nos encontrará en victoria derrotando a Amalec, no nos encontrará llorando porque no pudimos ser íntegros, o no pudimos servir a otros, ni dominar nuestro carácter, sino que nos encontrará con Amalec derrotado bajo nuestros pies.

La historia de Éxodo es un reflejo de la batalla que libramos hoy o que vamos a librar, en la libertad se pelea, procesa nuestro carácter. Si nuestra batalla es por hacerle caso al pecado siempre no es batalla, es necedad, pero si nuestra batalla es por una debilidad que tenemos que enfrentar parándonos sobre ella y madurar encontraremos que el desarrollo de nuestro carácter nos llevara a aprender a vivir en libertad. Así como hoy batallamos por nuestra debilidad mañana nos encontraremos batallando por la libertad de nuestros hijos, por la libertad de un pueblo, por la libertad de una nación, que cuando Jesús nos venga a buscar nos encuentre en el campo de batalla.

Preferimos gastarnos para Dios que oxidarnos para este mundo.

Cuando el servicio se convierte en una carga es porque entró en la murmuración, es porque nos falta conexión. La persona que es iglesia no murmura, sino que transforma todo lo que tiene a su alrededor, pelea en contra de Amalec. No vivamos sometidos a las debilidades y que cada vez que tenemos algo que disfrutar Amalec se levante y nos robe la integridad. Miremos nuestra bandera, nuestro estandarte, veamos a Jesús que con sus ojos encendidos nos mira y haciendo que todo lo que está alrededor pierda importancia. Cuando miramos la belleza de Jesús ella nos enfoca en nuestra realidad, vivimos en un sistema que busca esclavizar a las personas pero nosotros somos libres en Jesús.   

“Su verdad nos hace libres por eso aprendamos a vivir en libertad, a pelear nuestras batallas con autoridad juntos, no echemos culpas a los demás, no minimicemos lo que hace el enemigo para pelearnos con los que nos rodean. El tamaño de nuestro enemigo define la grandeza de nuestra batalla. Es un tiempo de agotamiento físico, emocional y espiritual pero sabemos que estamos entrando a un tiempo de renovación, habrá más gloria, mayor visitación del Espíritu en nuestras casas, recibiendo milagros físicos, provisión del cielo en lo económico, tendremos palabra fresca, lo que viene por delante para nuestras vidas es mayor. El Señor nos dará una victoria mayor elevándonos a otro nivel de gloria, de autoridad, de presencia de Dios. Caminamos de gloria en gloria, de poder en poder, vamos heridos pero enriqueciendo a muchos, batallados pero en victoria llenos de él.

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