Comunidad de amor

10 de noviembre de 2024

San Juan 1:1-18 (NVI)

Hablaremos de cómo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una comunidad eterna de amor. Y que a través de la cruz de Jesús, por lo que él hizo y hace, nos invitan a participar de esa comunidad.

Juan 1 es el prólogo del libro por lo tanto tendremos un pantallazo de lo que nos vamos a encontrar en el resto del libro. Los libros que vemos en la Biblia son inspirados por el Espíritu Santo, es decir que el Espíritu uso a las personas que escribieron esos libros, pero no dejaron de tener una estructura literaria, no dejan de ser personas que escribieron en un contexto y con una manera. En este comienzo del libro, el autor nos está anticipando de lo que será este libro, es uno de los cuatro evangelios (buena noticia) por eso a los que escriben los libros: Mateo, Marcos, Lucas y Juan se los llama evangelistas y tienen como propósito hablarnos de Jesús.      

Juan tiene un propósito, tiene un llamado y no se iguala a los demás, tiene su particularidad, está concentrado en mostrarnos el misterio de Cristo, que es Dios y es hombre. En el evangelio de Juan está equilibrada esta realidad de que él es el Dios supremo, el que creó todas las cosas, pero también es el verbo hecho carne.  Encontraremos la declaración de Jesús “YO SOY” siete veces en el evangelio de Juan, ¿Quién era el Dios que decía yo soy? El del Antiguo Testamento. Pero, de repente donde Jesús se reencarna y camina entre nosotros expresa “YO SOY”. Ya no es tan lejano, sino que lo vemos, no es tan lejano, camina con nosotros, sana, nos predica. También va a comer a la casa de gente pecadora, sana a un ciego, sana a un paralitico. Juan nos muestra esto, el poder, la deidad pero también esa humanidad y cómo interactúan sin que ninguna le quite poder a la otra, es cien por ciento Dios y cien por ciento hombre.

 Hijos de Dios

Juan el Bautista viene como un testigo a anunciar sobre esta luz y reconoce que debe hacerse más pequeño, menos importante para que Jesús crezca. Cuanto necesitamos en este tiempo testigos que se hagan pequeños para que se vea el testimonio de Jesús, para que se vea Cristo.

Esa luz que viene no nos encandila y nos hace cristianos, sino que tenemos la posibilidad de elegir. Esa luz que alumbra a todo ser humano vino a la tierra, Jesús es la luz, pero aun así algunos lo rechazaron. A todos los que creemos en Él, nos dio el poder de ser hijos de Dios. Muchas veces lo naturalizamos, pero no es algo tan sencillo. Jesús es el Hijo primogénito de Dios, y después venimos todos nosotros a ser hijos juntamente con Él. Como creímos que Jesús es el hijo de Dios, creímos que el murió por nosotros para darnos vida, creímos que vino a adoptarnos, tenemos el poder de ser sus hijos. No hay un título más elevado que ser hijo de Dios, hijo es una palabra muy fuerte. Muchas veces vivimos una crisis en la paternidad, por eso nosotros debemos manifestarla pero para eso debemos primero aprender a ser hijos de Dios. “SOMOS HIJOS AMADOS DE DIOS.”

El mayor éxito para nosotros es que hoy veamos a Cristo y que en todo momento nos conectemos con él para que la gente pueda verlo.

Carpa divina (v.14)

Dios montó su carpa entre nosotros, en el Antiguo Testamento vemos cuando Moisés se debía encontrar con Dios arma su carpa (tabernáculo) y se encuentra con él. La iniciativa siempre la tuvo él, de convocarlo al tabernáculo a Moisés y darle una palabra hasta bajar como una carpa habitando y conectando con nosotros, la carpa donde habita la gloria de Dios caminó entre nosotros. Es lo que pasaba con Moisés, el tabernáculo, las nubes, el fuego, Dios hablando y su gloria manifestándose. Hoy esa gloria se hizo una carpa más pequeña pero no por eso menos poderosa y caminó entre nosotros.

Jesús es la carpa, es el tabernáculo donde habita Dios en toda su plenitud. Y esa carpa divina caminó y habitó entre nosotros.

¿Qué es la gloria de Dios?

Es Cristo la gloria de Dios, él es todo lo que Dios puede darnos. En él está la plenitud de todas las cosas, toda la deidad, todo el poder, los milagros, las sanidades, los dones, el amor, la paz, todo lo que necesitamos, la provisión para todas las cosas, las fuerzas para vivir, todo lo que existe. El cielo mismo está contenido en Cristo y el Padre ya nos lo dio. Si el entregó a su propio hijo cómo no nos va a dar todas las cosas, todo lo relevante. Las riquezas espirituales están comprendidas en Cristo, ya está en nosotros, la provisión constante está ahí, es la gloria de Dios.

Juan habla de los milagros, de las señales, todo habla de Cristo manifestándose constantemente. Juan describe a Dios, describe su poder, la magnificencia, describe a Yahweh, el que se encarnó, el que es poderoso, creador. Cuando habla de la gloria de Dios está hablando de Emanuel “Dios con nosotros” quien siendo el creador de todas las cosas, se hizo carpintero.

¿Cuál es la gloria de Dios?

El mismo que alineó todos los planetas se sentó en la mesa donde estábamos todos los pecadores, publicanos, pescadores para comer con nosotros. La gloria de Dios es Emanuel “Dios con nosotros” él se encarnó y vivió realidades similares a las nuestras y aún peores. Jesús encarnó toda la plenitud de Dios en la plenitud de la realidad humana. No fue menos humano, sino que sufrió, lloró, tuvo heridas, se cansó, tuvo hambre, sed, sintió que su papá lo había abandonado, lo traicionaron sus amigos y hasta el día de hoy está lidiando con una esposa que muchas veces lo traiciona. Esta es la gloria de Dios, no se quedó allá arriba con todo su poder y majestad sino que se encarnó, caminó con nosotros y conectó. Es una conexión profunda con su creación, con el ser humano, vino, nació de un vientre, fue un niño, adolescente, joven, trabajó con sus manos la madera, aprendió la Torá, estudio en una escuela rabínica. Toda la sabiduría de Dios está en él. Se puso al mismo nivel que nosotros y encarnó toda la realidad, esa es la gloria de Dios. Emanuel, quien estaba lleno de gracia y verdad, ¡Cuánto necesitamos equilibrio entre gracia y verdad!  ¿Nos tratamos con gracia y verdad? Debemos decir la verdad pero con gracia, ese equilibrio necesitamos hoy, de eso se trata el amor fraternal. Todo lo que Dios da es para que lo demos a otros. Él nos dio mucha gracia, no seamos severos con nuestros hermanos.

Gracia sobre Gracia (v. 15)

Juan el testigo que va decreciendo para que crezca Cristo, ¿Qué significa gracia sobre gracia? Es gracia y más gracia y más y más. Cada día que despertamos es por la gracia de Dios, cada día que nos reunimos es por la gracia de Dios, nuestros hijos, el trabajo que tenemos, la carrera que estudiamos, todo es por la gracia de Dios. La gracia de Dios tiene dos partes, por un lado es la que nos abraza, la que nos sostiene cuando pecamos, cuando erramos al blanco, cuando nos equivocamos, cuando hacemos lo que a Dios no le agrada. Su gracia nos levanta.

Cuando caemos y nos arrepentimos la gracia de Dios tiene el poder para ponernos de pie nuevamente y llevarnos al propósito. Pero, por otro lado la gracia, tiene el poder de sostenernos cuando estamos titubeando, o tentados, o atraídos y fallamos en nuestras debilidades.

Porque nuestra naturaleza es pecaminosa y nos empuja a hacer lo incorrecto. Su gracia nos sostiene y nos da las fuerzas para ponernos de pie y negarnos a la tentación. Pero esta gracia no nos habilita para vivir pecando pues sabemos que Dios nos perdona, ese no es el pensamiento de alguien que ama a Jesús y le quiere servir. ¡Ayúdanos, Señor, a adorarte de corazón, de manera sincera! La gracia nos levanta pero también nos da las fuerzas, por eso, el Señor nos quiere dar gracia sobre gracia. Él nos salvó, nos liberó, nos da gracia para salvar, liberar a otros, para que vivamos una vida plena.

Comunión íntima   (v.18)

La mayor obra que hizo Jesús fue la de conectarnos con Dios. Todo el tiempo está esa comunidad eterna de amor, ese círculo de amor, esa unión intima entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, todo el tiempo estuvo, siempre existió. Lo que Jesús hizo fue traernos la invitación celestial para pertenecer a esa comunidad eterna.

Esta comunidad eterna de amor preexistente siempre estuvo, hay una honra mutua, ninguno busca ser más que el otro, son una armonía perfecta de amor. Nadie accede a Dios por su propia cuenta, en sus propias formas. El plan original era un huerto, era intimidad eterna, comunión, contacto, mirada, abrazo, calor de hogar pero el pecado lo arruinó. Le dimos lugar al pecado y esa comunión intima se cortó, pero Dios que nos ama tanto entregó a su único hijo para que todos los que creemos en ese sacrificio volvamos a Dios y tengamos vida eterna. Dios no se iba a quedar quieto. Iba a luchar hasta las últimas consecuencias por nuestras vidas, por ese amor, y a traer el cielo a la tierra, ese lugar del que nos alejamos. Ese jardín lo trajo de nuevo cuando caminó entre nosotros

El jardín de la alegría que fue para nosotros una fiesta y que lo echamos a perder. Para él fue el jardín de la angustia, el Getsemaní, el de la prensa de aceite, el que lo exprimió, el que lo llevó hasta lo más profundo, hasta el sufrimiento más intenso hasta derramar gotas de sangre por nuestras vidas. Lo hizo porque quería recuperar este amor, quería conectarnos con esa comunidad eterna de amor, porque no nos iba a perder

Nuestra vida vale tanto porque vale la sangre del único hijo de Dios.

Dios es inaccesible, no podemos llegar nosotros, no podemos con nuestras fuerzas, aunque en nuestros grupos nos vaya bien, aunque seamos exitosos en nuestros ministerios, no podemos con nuestras fuerzas entrar en la intimidad de Dios. Eso fue velado, eso no se nos puede revelar por el pecado, nuestras vidas tienen pecado por eso hay una distancia, hay un abismo, necesitamos un puente, necesitamos a alguien que lo cruce, alguien que extienda la mano y nos sostenga y ese es Cristo. ¡Con nuestras fuerzas no podemos!

Dios se reveló en el jardín, pero el pecado nos separó, lo hizo inaccesible, nadie puede entrar en la intimidad de Dios, nadie puede conocer sus pensamientos. Nadie puede tocar sus manos, nadie puede ver sus ojos, nadie puede escuchar su voz, nadie puede estar en lo profundo del Padre. Nadie puede estar en el seno del Padre, en la intimidad, en su pecho, excepto el hijo y el hijo si está en el seno del Padre, escucha su corazón, sabe lo que el Padre quiere. El hijo es amado por el Padre, solo el hijo y ese hijo hizo su carpa con nosotros, ese hijo no se quedó en el cielo, nosotros estábamos perdidos. Por eso, el hijo no se quedó quieto, se hizo hombre y caminó entre nosotros. Vimos su gracia y verdad, nos abrazó, caminó con nosotros, nos sanó, nos amó. Y lo más hermoso que lo vemos en la vida de Juan, es que ahora el hijo nos invita a estar en el seno del mismo, nos invita a una intimidad, a una comunión intima, al amor eterno.

“El que ve al hijo ve al Padre, el que se conecta con el hijo, se conecta con el Padre, el que accede al corazón de Jesús, accede al corazón del Padre. Esa es la invitación de hoy, Jesús no murió en una cruz solamente para limpiarnos de los pecados, solo es la primer parte, pues la segunda parte es la invitación a una relación íntima y profunda con el Padre Celestial, es el acceso ilimitado al Padre.”

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