Detrás de la tormenta

13 de noviembre de 2022

“ El que amo me llama:
Levántate ¡vení conmigo!
estoy atrayéndote a lo íntimo de mi corazón,
la temporada de esconderse ha terminado y se ha ido.
Llegó la época de las fiestas, de la poda de las vides y del canto.
Levántate y vení conmigo
vamos juntos a un lugar más alto”.

Poesía por Yamila Arce

Comenzamos a leer en este mes el libro de Cantar de los Cantares, que es un libro de amor, un libro romántico. Tiene implicancias proféticas vinculadas con el libro de Apocalipsis, otras relacionadas con Jesús y la novia que es la iglesia. Por eso, lo que se utiliza en el libro de Cantar de los Cantares para personificar esa unión de Dios con nosotros es el amor entre un hombre y una mujer que se aman, que se desean y que son apasionados.

Un amor que encuentra batalla, que encuentra dificultades, barreras, tiene rupturas y quiebres pero que en conexión se dan cuenta que pueden avanzar y ser felices. Es una canción de amor de Dios con la iglesia y de la iglesia hacia Dios. Es un punto de encuentro de intimidad profética en una poesía romántica hermosa, sin embargo, también nos enseña que Dios podría haber elegido cualquier otro vínculo, cualquier otra forma, pero lo que elige es para mostrarnos cuán profundo es su deseo de intimidad con nosotros.    

Todo comienza con la pareja allá en Génesis y todo termina con una pareja en Apocalipsis. En la familia lo más importante es lo que menos cuidamos, lo que sostiene todo es lo primero que descuidamos, lo que le da sentido a todo es lo primero que se rompe cuando no todo va bien: el matrimonio. Por eso el sistema de este mundo está tan interesado en pervertir, en romper. La inmoralidad que vemos, el adulterio, la pornografía, los pecados relacionados con la infidelidad, la deslealtad, el interés de este mundo se resume en un segundo y todo apunta hacia eso.

No importa el cómo, no importa cuánto dura, no importa cuánto fieles somos todo apunta hacia la ruptura en la relación de dos personas que se aman y que, unidos entre sí, pueden lograr que no haya nada imposible. Vivimos en un sistema que nos termina contaminando a nosotros también, terminamos teniendo problemas en nuestros matrimonios que no son propios de la fe que vivimos, sino de este sistema que nos rodea. Terminamos con jóvenes y jovencitas queriendo copiar lo que el mundo hace, esto no es una religión que esconde el pecado debajo de la alfombra, vivimos en la realidad de este mundo, confrontamos la realidad que nos toca.

Antes era impensado que nuestros hijos fueran a la escuela a aprender inmoralidad, que escondido detrás de la enseñanza de la sexualidad, literalmente había un río de perversión que lo visitaba. Somos una iglesia que abraza y ama todo el tiempo, somos la iglesia de Jesús con puertas abiertas, pero la realidad que el sistema de este mundo busca pervertir ese encuentro entre dos personas, ese encuentro que es único y especial. El apóstol Pablo en el libro de Efesios va a usar la analogía del matrimonio para mostrar el amor de Jesús por la iglesia y para dar a conocer cómo el matrimonio debe funcionar, dice: esposas amen a sus esposos, estén conectadas a ellos; esposos no les falten el respeto, cuiden de sus esposas; hijos respeten a sus padres.

Vivimos en un mundo donde los límites parecen algo malo y la disciplina cosa del pasado. Entendemos que aun en medio de un sistema que va en contra nuestra de esta manera, podemos construir igualmente matrimonios sanos. Podemos aprender a ser débiles en el living de casa, que cuando las cosas no resultan podamos caer a sus pies y rendirnos en su presencia, que cuando nuestros hijos se enferman podamos romper nuestro corazón delante del Señor y mostrar nuestra vulnerabilidad para que intervenga sobrenaturalmente. Podemos aprender a ser débiles cuando alguno de nuestros hijos no quiere seguir a Jesús y no ceder ante los caprichos, sino orar, clamar para que ellos puedan tener un reencuentro con Dios. Podemos aprender a ser débiles cuando las cosas no resultan y permitir que él permee en nuestra relaciones, podemos aprender a ser débiles y construir relaciones sanas teniendo a las personas que nos den los consejos correctos, amar de la manera correcta, es posible.

Precisamente el libro de Cantar de los Cantares habla de esto, durante este mes estaremos enfocados en este mensaje para los matrimonios, orando por ellos para que Dios derrame de su gloria porque creemos que ahí está el núcleo. Podemos tener las mejores reuniones en la casa de Dios, pero si al volver a nuestros hogares la presencia del Señor nos falta todo lo vivido no sirve de nada. Todo se trabaja en conjunto en nuestro hogar y en la iglesia, debemos vivir un avivamiento sustentable, aviamiento en la congregación y en nuestros hogares, en el trabajo, y en la escuela con nuestros hijos, en el deporte, en la política o a donde quiera que Dios nos envíe. Esto lo vamos construyendo día a día hasta que Cristo regrese.

Cantar de los Cantares 2:10-17 (RVR)

Si Dios desde la eternidad nos dejó poesía a nosotros siendo tan imperfectos ¿no podremos ser amables y bondadosos entre nosotros? Y quizás algunos respondamos no porque no es parte de mi carácter, o quizás no porque en la vida no me fue bien y o me hicieron daño; pero tenemos que entender que antes de nuestras vidas había eternidad y antes de la eternidad Dios ya nos había pensado. Nuestras vidas, nuestro carácter vienen del Señor, podemos tener dominio propio, podemos hablar con bondad, tal vez nos lleve más tiempo. No sirve de nada enmascararlo, ni esconderlo, sino que confrontarlo en disciplina para aprender a ser vulnerable, para tratar lo que nos cuesta.

Este pasaje de Cantares antes mencionado comienza el amado hablándole a su amada diciéndole que el invierno ya se acabó, que el tiempo difícil ya paso, la lluvias ya cesaron, que las flores comenzaron a florecer y que en toda la tierra la canción de la paloma se comienza a escuchar.

Muchas veces no nos gustan las tormentas pero lo que ellas producen es realmente extraordinario. La tormenta no viene para destruirnos, sino que cuando pasa amanece un nuevo tiempo, todo reverdece, las cosas cambian.

Lo peor que podemos hacer en nuestras vidas es no saber canalizar las tormentas, toda tormenta pasa, se termina, en la Biblia ninguna tormenta fue para siempre. Ni el diluvio más grande que castigó a la humanidad fue para siempre y desde esa última tormenta que fue un juicio de Dios, el Señor dijo: nunca la tormenta destruirá a nadie a partir de ese momento. Lo peor que podemos hacer es pasar por las tormentas y no canalizarlas, pasamos una tormenta de dos años que se llamó covid y sin embargo hemos florecido, hemos crecido, cambió el aire, cambió el ambiente, vino gente de todos lados, nuestra iglesia duplicó la membresía.

Cuando vienen las tormentas y tenemos la capacidad de canalizarlas, las tormentas producen lluvias, rompe, quiebra el corazón y Dios no desprecia al corazón quebrantado. Lo peor que podemos hacer es vivir una vida sin tormentas, una persona que vive una vida sin tormentas, una vida chata nunca ve la explosión de crecimiento que esto produce en su vida. ¿Quiénes son las personas que viven con tormentas? Son aquellas que viven para cruzar al otro lado, los que viven para decir: Señor, sabemos que hay algo más para nuestras vidas, hay algo más para nuestras familias y vamos a cruzar al otro lado.

Cuando atravesamos las tormentas entendemos que comenzamos una nueva temporada.

Jesús en una escena le dice a los discípulos pasemos al otro lado, subamos a la barca y vamos al centro de la tormenta. Jesús camina sobre el agua en medio de ella, las cosas que a nosotros nos asustan a Dios le dan sueño. Este es el gran desafío de la iglesia, ser una iglesia que entiende que hay que atravesar la tormenta para llegar al otro lado. Nos comprometemos a estar en nuestros grupos de vida, a plantar lo que Dios nos dio, a luchar en contra de nuestro carácter, orar para que nuestros hijos vuelvan al Señor.

Vamos a inquietar a Jesús, vamos a despertarlo, vamos a decirle: Jesús despertate, hacelo otra vez. En medio de la tormenta muchas veces el Señor se detiene, se pone de pie y detiene la tormenta, pero otra veces el abre la puerta del barco y nos invita a caminar juntos en medio de la tormenta, nos enseña a caminar sobre el agua.

Cuando vivimos atribulados y hacemos de la tormenta nuestro lugar de estancia nos perdemos, pero cuando entendemos que es lo necesario para pasar al otro lado podemos experimentar cómo todo florece y crece.

Cada tormenta es parte de los procesos que nos tocan atravesar, no porque Dios es un Dios tirano o malo, sino como dice Cantares: Amada mía, ya pasó la tormenta, amada mía, ya se acabó este tiempo, ahora vuelve todo a reverdecer, una nueva temporada se inicia, la canción de la paloma se comienza a escuchar en nuestras vidas.

El Espíritu Santo está cantando, la novia está cantando, que no nos acomodemos, que no estemos escuchando otras canciones, otras voces, que no escuchemos la voz que nos empuja hacia otro lugar porque ha llegado la canción de la paloma.

¿Qué pasa cuando la paloma canta en esa temporada? La higuera florece, la tierra responde al cielo, las vides ciernen. Todavía no hay fruto, todavía no tenemos todo lo que necesitamos pero empezamos a ver, lo peor que podemos hacer es quejarnos de lo que nos falta y no honrar lo que tenemos en nuestras manos. Sin Dios no teníamos nada, hogar, familia, nuestro trabajo no nos rendía; para ir a cosas mayores necesitamos honrar lo que Dios nos ha entregado en este tiempo.

Nos menciona cantares que las vides comienzan a cernirse, eso no quiere decir que hay uvas ni frutos, sino que las vides empiezan a brotar, se empieza a sentir el olor a primavera, la higuera echa sus higos, están brotando. Todavía no hay fruto pero sí tenemos la certeza que habrá más adelante, nos da esperanza, para que el fruto se concrete tenemos que tener la esperanza de abrazar con gratitud lo que Dios nos da hoy.

Nos habla también el pasaje de que en algún momento la paloma se escondió y Jesús nos declara que él sabe que en algún momento nos tuvimos que esconder porque las cosas no resultaron o no fueron tan fáciles como las pensamos. Sin embargo, el Señor hoy nos dice que saquemos nuestras cabezas del agujero donde estamos, que le mostremos el rostro, que le hagamos oír nuestras voces porque él nos viene anunciar que la tormenta ha pasado, nos viene anunciar una nueva temporada, explotemos en gratitud y alegría.

En el pasaje nos cita que las zorras pequeñas se comían las viñas, estos eran unos animales pequeños que se comían los brotes de las vides cuando estaban en ciernes; rompían todo. En este tiempo las pequeñas zorras simbolizan las pequeñeces que se comen todo lo importante, las pequeñas cosas que nos separan de Dios, que nos hacen vulnerables, aquellas cosas que ocupan un lugar en nuestra mente. Si el pecado esta en nuestra mente por más que busquemos disciplinas personales para quitarlo no lo vamos a lograr, debemos echar a las zorras pequeñas porque la vida está en cierne.

Es un momento de productividad y si en este momento de productividad nos acostumbramos a la presencia de Dios, si en el momento de productividad dejamos de honrar lo que Dios tiene permitiéndole a las zorras que se coman los brotes, no podremos producir.

Nuestros brotes son importantes para Dios, nuestro tiempo de intimidad con él en los hogares, cómo nos tratamos como familia, lo que vivimos en nuestros grupos de vida, las cosas pequeñas que no se ven esas son las más importantes.

Lo más importante no tiene que ver con lo público, sino con lo que parte desde la intimidad, ahí está el brote, ahí está el cierne, donde nadie lo ve y eso es lo que luego llega a lo público, pero la recompensa no es lo público, no es la gente, no es que nos reconozcan ni que nos inviten. De nada nos sirve que nos reconozcan afuera si no sabemos cómo ser fieles en nuestros hogares. Es tiempo de echar las zorras pequeñas, es tiempo de reprender en el nombre de Jesús lo que nos quita la alegría, la felicidad, es tiempo de limpiar la casa y quitar de nuestras mentes aquellas cosas que comen nuestros brotes, pues si los brotes se pierden no habrá productividad.

En esta temporada la iglesia termina diciendo “yo te pertenezco y vos me perteneces y hasta que apunte el día y huyan las sombras, Señor, vuélvete a nosotros no encontramos luz en otro lugar, no tenemos plenitud en otro espacio que no sea en tu presencia. No hay respuestas en nuestros hogares que no estén en donde vos estás. Señor, hasta que el día sea claro, hasta que vos regreses, hasta que vuelvas a buscarnos, vuélvete amado, vuélvete a mi casa, a mi hogar. Vuélvete hasta que despunte el día y huyan las sombras, vuélvete y seamos uno para que en esta temporada podamos vivir en plenitud.”

Donde muchos ven destrucción podemos ver que las vides están en cierne, donde muchos ven perdidas escuchamos la canción de la paloma que nos dice que la primavera ha llegado. Donde se ve la destrucción que dejó la tormenta vemos a Dios trayendo una nueva temporada. Debemos estar expectantes de lo que viene, de la cosecha que Dios traerá, ver que Dios está haciendo algo fresco y nuevo.

Todos los días lidiamos con tormentas pero debemos aprender a ver lo que hay detrás de cada tormenta y a no permitir que las zorras se coman aquellas cosas que son esenciales.

Mencionamos que el libro de Cantares es romántico, pero hay una diferencia entre romanticismo e intimidad porque el romanticismo busca satisfacer una necesidad personal. Por eso, cuando somos románticos perseguimos un propósito que es conquistar, esperar que el otro se rinda ante uno, ceda o se conecte. Pero el concepto de intimidad que hay en Cantares es más profundo, es un concepto de renuncia personal para ser uno con él, es un concepto que no busca lo suyo, sino que busca al otro.

Escuchemos a la amada que dice: “amado mío y al amado decir amada mía”, los ojos puestos en el otro, dispuesto a ir donde el otro está y este es el tiempo que Dios está trayendo a nosotros. Es un tiempo de avivar la intimidad, que nos conecta, que nos lleva más profundo en su corazón, un tiempo de intimidad con puertas abiertas como Daniel que oraba tres veces al día de manera pública y esa intimidad es la que produce el cambio de temporada. En realidad cuando estamos enamorados siempre es primavera y esto es lo que pasa cuando estamos conectados de la misma manera que él quiere conectarse con nosotros ahí es donde se producen cambios extraordinarios. Que Dios nos de la sabiduría en esta última parte del año de entender que él está preparando a la novia, que está derramando de su aceite que limpia y que transforma para que nos conecte más profundamente a su corazón.

 Cuanto nos conectamos con él todas las demás relaciones se ordenan, todas las demás relaciones encuentran el rumbo porque todo se trata de él.

“Vamos a enamorarnos más del Señor, si el fuego en nuestros corazones o en nuestros hogares se han apagado hoy es el día para avivarlo, de ir más profundo en intimidad con él. Quitamos nuestro foco de las perdidas y ponemos nuestros ojos en su corazón. Queremos enamorarnos más de Jesús, pues es posible porque tenemos el impulso del Espíritu Santo”.

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