La novia

6 de noviembre de 2022

“Derramá tu aceite sobre
mis heridas,
purifícame del pecado,
quiero esperarte
cual novia fiel
derramando perfume de nardo
con sus vestiduras blancas”.

Poema por Yamila Arce

Es tan transcendente entender qué es la iglesia y qué es lo que manifiesta. Muchas veces nos acostumbramos a construir una idea de la iglesia en función nuestra, cuando en realidad es en función de Él. Tenemos que entender que nosotros somos iglesia para desarrollar y alcanzar su carácter. La actitud de la iglesia se desarrolla en ir juntos, perdonando, caminando y rindiendo lo que Jesús ha entregado en nuestro corazón para que otros le conozcan.

Proverbios 31:10-31 (NTV)  El libro de Proverbios el cual hemos leído como iglesia cierra con un poema de amor. No es el poema de amor de un novio que esta embelesado por un primer encuentro, ni de alguien que quiere conquistar a la chica de sus sueños, sino el poema de amor de un esposo.

En algún punto dejamos de enamorarnos de aquello con lo que hicimos pacto y es tan importante mantener encendido lo que Dios puso en nuestros corazones. Nos volvemos egoístas pensando que el matrimonio nos beneficia personalmente tratándose solamente de cómo nosotros nos sentimos y queremos, olvidándonos que lo que establecimos fue un pacto en el que el amor que demostramos se ve cuando entregamos nuestras vidas. Muchas veces los varones piensan que ya sus esposas no esperan que sean románticos, o que les lleven un desayuno a la cama porque ya saben cómo son. Parece un detalle, pero el amor que se manifiesta con un “te amo”, con un regalo, con un acto de sacrificio, un acto de honra hacia la otra persona.

La honra es la puerta que conecta la gracia de Dios y que sostiene a las personas.

La gratitud abre las puertas pero la honra las mantiene abiertas. En el matrimonio esto es así, pues la gratitud antecede a la honra y la honra abre puertas para que Cristo gobierne, así en los momentos difíciles puedan estar juntos y que el matrimonio perdure para toda la vida. Una relación sin honra es una relación de puertas cerradas, no solo que no funciona, sino que a la larga nos lleva a terminar en conflictos y problemas. No es un tema de religión porque el pastor lo pide o la iglesia lo quiere, sino que es una cuestión de mantener y desarrollar relaciones sanas. No somos una secta que persigue a todos diciéndoles lo que está mal o bien, sino que por el contrario, aconsejamos, trazamos un rumbo y enseñamos los principios a través de los cuales hemos descubierto que somos felices, es fácil hacer la voluntad de Dios.

Proverbios 31 termina con un poema de un esposo enamorado. Encontramos aquí el romance más extraordinario, vemos a Jesús hablando de la iglesia. Podemos ver diez puntos a tener en cuenta para encontrar una mujer perfecta, vemos el poder y la dignidad que hay en una mujer. Los proverbios los escribió un sabio de oriente hace miles de años y ya en ese momento habla de la dignidad y fuerza de la mujer que negocia, emprende e hila.

Muchas veces se critica a la iglesia por como la mujer se ha desarrollado pero en realidad no conocen que es Jesús devolviéndole la dignidad, pues antes de él no la tenía, no disfrutaba de libertad, la mujer estaba a la par de un esclavo. Jesús vino en la cruz a pagar el precio y  poner a la mujer a la par de otros, las discípulas que más trabajaban en el marco de lo que Jesús hizo eran mujeres que abrieron las puertas a las naciones.  

En este pasaje podemos ver una canción de amor de Dios para la iglesia, para vos y para mí, vemos al novio enamorado que describe a la iglesia que él está construyendo. Dios conoce nuestros errores, no está escondiendo nuestros pecados y limitaciones, sino que prepara a la novia, este pasaje es la revelación de amor de la iglesia de este último tiempo.

Proverbios nos habla que la mujer tiene su lámpara encendida en medio la noche lo que nos recuerda a las vírgenes que esperaban a su amado (San Mateo 25), las cuales están a punto de casarse y tenían sus lámparas llenas de aceite. Esto nos recuerda también a María que entregó todo lo que era para recibir al hijo de Dios, nos recuerda a Lidia una vendedora de púrpura, negociante que abre las puertas para que a través de su casa el evangelio lo llene todo. Nos recuerda a una mujer que enterrada en el pecado se levanta perdonada por Jesús para tener un nuevo comienzo, nos recuerda a una samaritana a la cual le es revelado el propósito y corre a contarles a todos que el Mesías había llegado. Pasando por el Antiguo Testamento podemos ver a una mujer llamada Ester que declara que para esa hora había sido llamada para el reino y asimismo a una Sara que se ríe al recibir el milagro, que aun en su vejez procrea, produce y tiene vida. Cada uno de nosotros somos parte de la novia, de la iglesia que el Señor viene a buscar.

Somos parte de la iglesia que Jesús ama, más allá de nuestros errores y faltas, él no nos ve como a cualquiera, sino que nos ama.

Una iglesia que en un contexto de oscuridad alumbra, en una parte del pasaje de Proverbios nos menciona que la mujer no tiene miedo, pues sus hijos están vestidos de ropas dobles, es consciente de que viene el invierno, que la temporada que tiene por delante será difícil pero sus hijos están bien abrigados. La mujer negocia, no tiene temor del futuro porque sabe que en el futuro está el novio, trabaja con sus manos, lo que produce sustenta su hogar y a otros. Le da dignidad, honra a su esposo y él se sienta en la puerta reconociéndola como su esposa y amada. Está vestida de dignidad y fortaleza, hila preparando la ropa para el invierno pero también produce y negocia.  Podemos comparar la parte del negocio de la mujer con la parábola de los talentos, los cuales el señor les dejó a sus siervos para que lo multipliquen. También podemos mencionar en San Mateo 25, la última parte, cuando Jesús dijo: tuve hambre y me diste de comer, estuve preso y me visitaste, estuve desnudo y me vestiste, ¿de quién nos habla este pasaje?  De la iglesia, de la novia que comparte el pan, primero con los de la casa, los de nuestra iglesia, y después hacia afuera.

A nuestros hermanos los vemos todos los días, todo el tiempo compartimos por eso debemos tener estos actos de amor que tienen continuidad y seguimiento, lo cual después hará que nuestro hermano también lo haga y se siga replicando en otros. La mujer comparte lo que tiene, cocina, se levanta en la madrugada y prepara el desayuno para su esposo, a Jesús le gustan los desayunos, cuando lo preparó para sus discípulos y ¿Quiénes eran los discípulos? La novia, la iglesia. También le lava los pies a Pedro que representa a la iglesia.

Jesús es un esposo enamorado, apasionado y lo que pretende es una novia que viva de la misma manera.     

Jesús caminó con nosotros cuando le dimos la espalda, cuando le traicionamos y siguió tan enamorado de nuestras vidas como la primera vez. Él nos vuelve a recordar que somos personas virtuosas, las cuales emprendemos, soñamos, amamos a nuestros hijos, nos preparamos para el invierno, le honramos dándole dignidad porque todo lo que hacemos refleja su gloria. Hay un acto extraordinario que es el esposo alabando a la esposa, quizás nosotros todo el tiempo cantamos, alabamos, glorificamos pero hay momentos que él nos mira y nos canta diciendo que estamos vestidos de dignidad, de fortaleza, riéndonos sin temor del futuro siendo su alabanza y mostrando su gloria.

Jesús nos ama apasionadamente, por eso no podemos amarlo menos, no podemos tener con Jesús un romance mediocre a quien solo se le ve el domingo tratando de agradar en momentos. Permitamos que la relación del esposo sea con una esposa apasionada, que la intimidad no sea una carga y que el encuentro de manera personal no sea un fastidio, que estar en una reunión no sea algo difícil y que escuchar la voz de nuestro amado leyendo la palabra no sea algo que nos cueste arrastrando nuestra voluntad. Muchas veces perdemos el romance, nos cuesta estar en Casa de Oración, orar en nuestros hogares hasta que se nos viene todo abajo. Pero cuando llega el invierno no nos cuesta, pareciera que nuestra relación con Dios está basada solo en nosotros mismos.

“El Señor tiene que renovar nuestra pasión, debe apropiarse de nuestros hogares para que su voluntad plena se haga en nuestras vidas, que Él sea el centro de nuestra casa para poder llenarla con la presencia de Dios. Que mirando a esos ojos de fuego nos encontremos con su mirada y entendamos que la iglesia de Cristo es bellísima. No estamos para un pícnic, o en un club social, para cumplir con algunos o para mirar lo que hacen nuestros hermanos, no estamos en competencias de jerarquías, sino que lo que nos debe movilizar es responder al cuerpo de Jesús como le respondemos a él: apasionadamente”.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               

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