El costo de seguir a Jesús

21 de mayo de 2023

Estamos leyendo juntos el libro de Santiago como iglesia, es una epístola que va directo al corazón. Santiago era el hermano menor de Jesús y era quien coordinaba la iglesia en Jerusalén. Leyendo este libro es como pararnos frente a un espejo y encontrar la dirección para corregir lo que está mal.

Santiago 1:19-27 (NTV) 

La corrupción opera desde afuera hacia adentro, está en el mundo, a veces nosotros tratamos de erradicarla de adentro hacia afuera, pero el problema no es la corrupción de afuera hacia adentro sino es nuestra capacidad de decidir a lo cual la Biblia le llama: nuestras concupiscencias, básicamente es nuestras ganas de pecar, la manera de decidir por la tentación que este mundo nos propone. Pero la corrupción no nace del hombre sino del entorno del sistema, el hombre no nace corrupto, una persona que nace en un contexto de vulnerabilidad, de odio debe decidir, tiene que tomar determinaciones. Nosotros lo hemos vivido de cerca, con testimonios de personas que han estado en un contexto de adicciones, de abuso, de religión y que han decidido cambiar su vida por amor a Jesús.

La palabra se hace carne en nosotros cuando nos ajustamos a los mandatos de Dios para escuchar y estar despiertos para aprender.

Santiago nos dice que no solo debemos escuchar la palabra sino vivirla, ponerla en práctica. También habla de que en el enojo no hay ganancia, no dice que no nos enojemos, sino que seamos tardos para enojarnos, para aprender a dominar el carácter es necesario aprender a escuchar, tanto a la persona que nos aconseja como a Dios cuando nos habla y así poder dominar nuestras emociones. La fe viene por el oír la palabra de Dios, el secreto está en escuchar, pero el problema que muchas veces tenemos es que hablamos, defendemos nuestras razones, somos tan rápidos para hablar y tan tardíos para escuchar. Por eso, Santiago nos dice que escuchemos y pongamos en práctica para vivir una vida en plenitud siendo hacedores de la palabra, lo cual no es ser un religioso o una persona que se comporta bien, sino que ser un hacedor de la palabra es revelar la vida de Jesús.

Una persona que escucha y pone por obra la palabra con fe vive en milagro, vive en autoridad, se levanta, camina con el Señor, manifiesta su carácter y su amor a todas las personas.

Esta es una tarea de todos, nos preguntamos entonces ¿Cuál es el mandato, cuál es la palabra, cuál es la misión, cuál es el costo de esto?

San Lucas 9:57-62 (NTV)

Este es un pasaje que nos confronta con la realidad de lo que cuesta seguir a Jesús, y esto no solo pasa el día que decidimos aceptar a Jesús, sino que mientras caminamos vuelve a nosotros una y otra vez. El pasaje nos habla de cómo Jesús caminaba con sus discípulos y uno de ellos le dice que lo seguirá a donde él vaya, a lo cual, Jesús le responde que los zorros y las aves tienen nidos en esta tierra, pero el hijo del hombre no tiene donde apoyar su cabeza.

Seguir a Jesús implica que no vamos a tener un lugar donde vivir, que esta tierra no es nuestro lugar de reposo, que hay una recompensa más eterna ¿estamos preparados para dejarlo todo? Pero esto no habla de dejar, de abandonar, sino que Jesús aquí se refiere a él en primera persona pues no tuvo una casa, un lugar donde dormir, sino que invirtió toda su vida por el propósito que tenía: que era morir en la cruz, trayendo el reino de los cielos, para resucitar y vencer a la muerte. Sabemos que Dios no tiene una casa que lo contenga, no tiene un espacio físico que lo retenga, pero Jesús les responde a aquellos que estaban dispuestos a seguirle que él no tiene un lugar para recostar su cabeza.

El costo de seguirle es construirle un hogar donde él pueda reposar y habitar por siempre.

Cuando menciona a los zorros está hablando de los espíritus inmundos que se mueven trayendo maldición a la tierra, cuando hubo devastación y la ciudad de Jerusalén es tomada, quemada y hollada, los zorros salen ocupan los espacios. Cuando habla de las aves del cielo está mencionando lo negativo que se mueve en el mundo espiritual operando en la tierra, trayendo corrupción en los espacios de poder y en los distintos lugares. Jesús menciona que todo esto se ha establecido en la tierra pero que hay algo que sus seguidores deben tener en claro, que si le van a seguir deberán construir un lugar en la tierra donde pueda habitar.

¿Cuál es el costo de seguir a Jesús? solo una almohada donde él pueda reposar, habitar y estar de manera permanente, esa es la misión principal de los que escuchamos su voz y la ponemos por obra. Dios no nos llamó para ir un domingo a la iglesia, para cumplir una tarea dentro de la estructura religiosa, sino que el deseo de Dios es que nuestra casa sea su casa, nuestro negocio sea su negocio, que todo lo que somos y todo lo que construyamos sea un lugar tan bello, tan hermoso, tan lleno del carácter de Jesús que él diga: yo me quedo a vivir acá, yo voy a reposar mi cabeza. No solo eso, sino que el llamado del Señor a quienes le seguimos es que construyamos nuestros hogares para que Él habite pero también que construyamos un cuerpo, una iglesia, no para solo para escuchar algo que nos haga sentir bien o que satisfaga nuestra vida, sino que entender que al seguirle también le construimos un hogar para que habite de manera permanente, donde se adore y se clame de día y noche.

El costo de seguir a Jesús no son momentos de avivamiento, no es solo sentirnos bien por una temporada, o venir a la iglesia y después en casa ser otra cosa. Por eso, declaramos que Rawson es la ciudad de Jesús, que Trelew es la ciudad de Jesús, que Chubut sea como Capernaum, un lugar tan hermoso donde Jesús tenga una almohada para que se quede a morar por siempre y para siempre aquí.

Jesús está pidiendo que su iglesia prepare una habitación para que cuando el regrese podamos vivir juntos por siempre y para siempre.

En cada lugar donde nos desempeñamos los zorros tienen un lugar donde morar, son impunes, van de un lugar a otro, esos espíritus que se mueven en las personas que manipulan a otros, que obran con corrupción, que se valen de la necesidad de la gente y que no pueden ver a aquel que está bien. En cambio, los hijos de Dios bendicen sus lugares de trabajo, orando y adorando para que Jesús se quede a morar allí. Tenemos una misión más grande que hacer dinero y sobrevivir, nuestra misión es poner una almohada en ese lugar donde el hijo del hombre quiera estar. Seguir a Jesús no es caminar por la vida como un vagabundos, seguir a Jesús es pagar el precio de construir un hogar donde él sea el centro. A Jesús no le preocupa si es un palacio o un pesebre, a Jesús le preocupa nuestro corazón y el interés de construirlo.

En cada lugar donde el hijo del hombre encuentra almohada los zorros huyen, a veces nos ocupamos tanto de echar al diablo, pero debemos entender que lo que realmente espanta al enemigo es construir un hogar donde el hijo del hombre se quede permanentemente. Jesús está cuando tomamos una vida en nuestros grupos para acompañarla y discipularla para que tenga un encuentro con Jesús y camine paso a paso para construir su propósito, cuando tomamos a nuestra familia permitiendo que Jesús tenga la última palabra, por eso nuestra misión y llamado es escuchar la palabra, ser obedientes y construir.

Las personas que escuchan la palabra entendiendo el costo de seguir a Jesús cuentan con el favor de Dios.

Donde hay hijos dispuestos a construirle casa, él se queda y donde él se queda la realidad es transformada, pero en el pasaje nos habla de alguien que le pide a Jesús que lo deje enterrar a sus muertos. Un velorio judío duraba más de siete días, donde comían, hacían fiesta y lloraban, pero Jesús no tenía tanto tiempo para eso, por ese motivo le dice que deje que sus muertos espirituales entierren a sus muertos espirituales. No podemos seguir a Jesús con la muerte en nuestras espaldas porque el ya derrotó a la muerte, los que preferimos llevar a la muerte con nosotros es porque no estamos dispuestos a pagar el costo de seguirlo a él. Por eso Jesús pide que dejen que los muertos entierren a sus muertos y vayan a predicar el reino de Dios que no es más que escuchar la palabra y ponerla por obra, predicamos el reino de Dios cuando vivimos conforme a lo que Dios quiere para nosotros, cuando somos felices viviendo el evangelio, cuando luchamos con nuestras debilidades construyendo la vida de Cristo en nosotros, entonces al predicar el evangelio nos desprendemos de los muertos. No podemos cargar toda nuestra vida con las heridas  del pasado, no podemos llorar una y otra vez por lo mismo, no podemos culpar a los líderes que nos hirieron, no importa la profundidad de nuestro pasado, cuando decidimos seguir a Jesús nada de lo que perdimos en la vida se compara con lo que Dios tiene por delante. Tenemos un llamado a vivir en el poder de la resurrección y es a rescatar de la muerte a aquellos que están herido. Muchas veces cargamos muertos: el pecado, la tentación, tener el corazón a medias, el encontrarnos atraídos por el pecado.  Así como tenemos la responsabilidad de construirle un hogar donde Jesús habite tenemos el deber de vivir en el poder de la resurrección, porque la gente no puede con sus muertos.

Quienes decidimos seguir a Jesús debemos vivir en el poder de la resurrección.

Quizás la gente pueda pensar que si el costo de seguir a Jesús es vivir en santidad no van a poder hacerlo porque no pueden olvidar su pasado, no pueden perdonar a los que les hirieron, no pueden pagar por todo lo que hicieron, pero lo bueno de todo esto es que desde el momento que se llega a Cristo todo se expone delante de aquel que venció a la muerte. No podemos solos con nuestros muertos porque necesitamos de la gracia del cielo, el poder de la resurrección de aquellos que le siguen no solo sus muertos se enterrarán solos, sino que van a operar en el terreno de la vida y van a resucitarán los muertos de otros.

Por eso Jesús nos envió a predicar el evangelio porque cuando lo hacemos vivimos la vida de Cristo, revelamos su persona a través nuestro. El costo de seguir a Jesús es vivir en el poder de la resurrección, no es ser muertos religiosos, Santiago dice que la verdadera religión es asistir al huérfano haciéndoles conocer que hay un Padre que los ama, es asistir a las viudas que están solas y desamparadas dándoles a entender que tienen un esposo que las ama y que pronto vendrá a buscarlas, es partir el pan y no permitir que la corrupción del mundo esté en nosotros.

No solo empezamos a vivir en el poder de la resurrección sino que empezamos a desarrollar una familia. La gente necesita una familia, a alguien que los abrace, que los ame, que en vez de juzgarlos los acompañe en el proceso de ordenar sus vidas, necesita que los miren con los ojos de Jesús. No miremos para atrás, no nos condicionemos al estado social, a lo que nuestros padres vivieron, no nos midamos por nuestros apellidos o estudios, tenemos una nueva familia, tenemos el apellido del nombre de Dios porque hemos sido comprados con la sangre del Cordero.

El costo de seguir a Jesús es aceptar que él tiene una nueva familia para nosotros y va a ser la que va a reinar por siempre con él.

Vale la pena amar, perdonar, caminar juntos y construir un hogar para que él more por siempre y para siempre. Ese es el costo de seguir a Jesús, el que tome el arado que no mire para atrás, ¿Cuántos hemos mirado para atrás algunas veces? Mirar para atrás nos impide mirarlo a él y nos vuelve indignos, lo único que nos hace dignos es mirarlo a él. ¿Qué miramos para adelante? Vemos que nuestros hijos van a crecer en el Señor, que nuestros nietos le van a servir, vemos las naciones, vemos las miles de personas, vemos la ciudad transformada, vemos el jardín de infantes, la escuela primaria y secundaria, vemos un Centro de Alabanza que se extiende a todo Chubut y que construye puentes con las naciones. Vemos la mayor cantidad de adolescentes y jóvenes de la historia, vemos un avivamiento del cual se van a desprender otras congregaciones, vemos a miles y miles.

“Quizás nos cuesta pero podemos ver todo esto porque mirando hacia adelante lo vemos a él sentado a la diestra del Padre con sus ojos de fuego, con una espada que sale de su boca, puesto en pie diciéndonos «Yo vengo pronto y mi galardón conmigo para recompensar a cada uno según su obra». Cuando lo miramos a él tenemos la claridad y capacidad de soñar los sueños de Dios y ver lo que nadie puede ver, creer aquello que es imposible porque cuando nuestra mirada está puesta en Jesús y nuestras manos en el arado no importa que estemos en un desierto o en la peor temporada de nuestras vidas, nada podrá desviar nuestra mirada del propósito con el cual fuimos llamados. Escuchamos la palabra y la ponemos por obra, entendemos que el costo de seguir a Jesús es construir un hogar, vivir en el poder de la resurrección y convertirnos en la familia que el cielo y la tierra necesitan.”

Ir arriba