El cuerpo

31 de diciembre de 2023

La palabra para este año es “Somos Iglesia” y sería bueno que nos tomemos un tiempo de Selah en el mes de enero para poder leer el libro de Efesios juntamente con todos los libros que tenemos. Tomémonos un tiempo para leer lo que Dios quiere hablarnos.

La palabra para este primer trimestre que abarca los meses de enero, febrero y marzo es el “El Cuerpo “que toma el siguiente capítulo, Efesios 1:21-23 (NTV) “Ahora Cristo está muy por encima todo, sean gobernantes o autoridades o poderes o dominios o cualquier otra cosa, no solo en este mundo, sino también en el mundo que vendrá. Dios ha puesto todo bajo la autoridad de Cristo, a quien hizo cabeza de todas las cosas para beneficio de la iglesia. Y la iglesia es el cuerpo de Cristo; Él la completa y la llena, y también es quien da plenitud a todas las cosas en todas partes con su presencia”

Jesús siembra su cuerpo en la cruz para cosechar un cuerpo. Somos el fruto de su muerte y resurrección.

Somos la vida que él modeló. Somos una comunidad que revela de forma íntegra al Dios verdadero. Anunciamos su regreso manifestando el calor de sus abrazos, la autoridad de sus pies, la gracia de sus manos, la potencia de su voz, la capacidad infinita de escuchar de sus oídos.

El cuerpo de Cristo tiene sentidos. Jesús no es un ídolo, no tenemos imágenes de él, no hay un altar con su imagen, sino que la imagen de Jesús somos todos y cada uno de nosotros. El Jesús a quien adoramos no tiene una forma física pero sí tiene un cuerpo, es por eso que el cuerpo revela los sentidos de Cristo. Somos el calor de sus abrazos, somos la autoridad de sus pies es decir que está en movimiento, camina, se siente, persiste, anda en lo que Él tiene. Somos la gracia de sus manos, la potencia de su voz, la capacidad infinita de escuchar. Hasta hay gusto y olor en el cuerpo de Cristo, pues nosotros sentimos y percibimos los aromas. El aroma de Cristo, el aroma de la maldad, abrazamos a la gente sin importar como huele, cómo está, y el sabor es exactamente lo mismo, el sabor nos nutre. Vamos a pelear con la falta de apetito espiritual, un cuerpo que no tiene apetito, se muere, se debilita, termina anémico, lastimado. El cuerpo de Cristo tiene gusto porque tiene hambre, tiene deseo de Dios, tiene hambre por su palabra, tiene deseo de estar en su presencia, no anda perdido en la vida con mil actividades, sino que se detiene a comer para nutrirse. Somos ese cuerpo que tiene la capacidad de escuchar la cual es una herramienta fundamental.

Comenzamos este año creciendo en autoridad, creciendo con el carácter de aquellos que conocen lo que ocurrirá al final y los que tienen la esperanza firme de su regreso. Asumiendo la responsabilidad de la referencia que Dios nos ha otorgado, serán meses de un contexto difícil e inestable en nuestra nación pero con la enorme oportunidad de ser pregoneros de esperanza y preparar nuestras vidas y familias para recibir una enorme cosecha de almas. La manera de transitar el principio será fortaleciéndonos en la unidad y siendo intencionales en restaurar vínculos y sobre todo fortalecer la comunión. Se abre un tiempo de claridad sobrenatural donde el Espíritu de sabiduría y de revelación se manifiesta confirmando llamados y funciones específicas a desarrollar. De manera integral las vidas, las familias, la comunidad de fe será impulsada a un nuevo nivel de autoridad.

Esto será como iglesia nuestra hoja de ruta, será la dirección hacia donde caminamos para reorganizarnos, para tener charlas importantes en nuestros hogares con nuestros hijos, el obrero con el colaborador, los mentores con sus obreros, los pastores con los mentores; para poder re direccionar lo que no dio fruto, lo que no dio resultados.

No se trata de la construcción de una persona, sino el desarrollo en el llamado que cada uno tiene, por eso no debemos tener temor de hacer este análisis antes mencionado. Debemos entender que hemos perdido, a veces por no tener el valor de hacer el balance de nuestras vidas terminamos perdiéndolo todo. Tenemos que ser fieles en el diagnóstico, no temamos de hacer un balance, de ser vulnerables, debemos examinarlo todo y quedarnos con lo bueno para ver en que debemos cambiar. Así a lo largo de este 2024 vamos a poder obtener resultados distintos. La iglesia es orgánica no militarizada, no hay jerarquías, cada uno vela por su lugar, ama a la gente, procura hacer lo mejor, lucha por su familia. Debemos entender que todo lo que se hace sin pasión y sin corazón está destinado a morir. Un matrimonio, una familia, una iglesia que no tiene radicalidad, que no tiene pasión caerá en el hastío de permanentemente perder la pasión por lo que hace.

Todo lo que hacemos es por Jesús por lo que dio en la cruz por nosotros, porque todo es suyo, todo le pertenece.

Empecemos este año entendiendo que todas nuestras metas le pertenecen a Él. No son nuestras metas sino que son de Él, sentémonos con Él para hablar, para orar, la voz del Señor se parece mucho a la voz de nuestro corazón cuando está conectado con él. Este no es un tiempo para estar sentados, no van a venir tiempos de quietud, ni de descanso, sino que va a venir un tiempo de una cosecha mayor de almas y quienes estén quietos se perderán la oportunidad de ver las promesas de Dios cumplidas. Es un tiempo para ordenarnos pero asimilar nuestra posición, confirmar nuestro llamado, confirmar nuestro propósito, recortar donde hay que recortar y avanzar en lo que Dios tiene para nuestras vidas.

Es un tiempo de encender el altar, de romper con el temor, la vergüenza, la apatía espiritual y darle el valor que debe tener estar conectados con Jesús.

Como cuando el mundo se cerró infectado por una plaga, no era difícil orar en casa, no era difícil recibir una ministración en la presencia de Dios. De todo eso vimos los resultados, vimos vidas cambiadas, personas encendidas, corazones transformados, hogares cambiados, pero después cuando todo adquirió un poco más de estabilidad las cosas no son tan relevantes. Por eso, debemos volver al fuego del primer amor, encendamos los altares, seamos intencionales en nuestros tiempos con Dios porque para los tiempos que vendrán se requerirá tener lámparas llenas, lámparas encendidas donde ya no vamos a depender de un obrero, de un pastor o de una persona, sino de los vínculos que hemos desarrollado con Jesús.

El pasaje de Efesios nos dice que Cristo es la cabeza, no es un nombre, no es un predicador de moda, no es el mejor ministro del universo, es Cristo la cabeza”. Estamos sujetos a su señorío, a su propósito, a su voluntad, comunicamos con nuestras vidas lo que la cabeza desea revelar, ¿y cómo lo comunicamos? Viviendo a Cristo de manera apasionada y permanente, sirviendo al Señor, caminando en honra, bendiciendo aun a los que nos maldicen, construyendo su iglesia, invirtiendo en el reino de los cielos. El modelo de Jesús es para vivirlo, es para que de acuerdo a nuestras características lo podamos establecer. Cristo es la cabeza, no hacemos discípulos nuestros, sino de Jesús, no vamos a llegar al cielo y el Señor nos va a preguntar ¿Cuántos discípulos tenemos? Sino que nos va a preguntar a cuántas personas influenciamos para que se hicieran discípulos de Él. Nadie entrará al cielo a nombre de personas, sino que vamos a entrar en el nombre de Jesús.

Por eso nuestra responsabilidad es mucho mayor porque a la gente que afectamos, ya sean familias u hogares a los que nos conectamos tenemos el deber de revelarle la cabeza que es Cristo pues en Él está todo el poder, toda la autoridad. Podemos tener diferentes opiniones sobre el gobierno, sobre el mundo, sobre el sistema, sobre el deporte, pero Cristo es la medida de todo. Produce dolor la parcialidad que por muchos años la iglesia cristiana evangélica hemos tenido, poniéndonos detrás de un color, de una lucha o de otra olvidándonos quien es el Rey de Gloria. Por supuesto que la iglesia debe estar en la lucha, como cuando salimos a luchar por las dos vidas por una ley del aborto que querían implementar, pero eso no debe desenfocarnos de seguir amando y abrazando aunque no compartamos lo que se apruebe, pues sabemos que no es una lucha con el sistema legal sino contra huestes de maldad.

 

En Cristo tenemos todo lo que necesitamos para darlo a conocer. Tenemos todo lo que necesitamos y Dios ha puesto todo bajo la autoridad de  Cristo, eso debe darnos paz.

Necesitamos crecer en autoridad. ¿Qué es para nosotros crecer en autoridad? ¿Levantar la voz más fuerte, ser famosos, que todo el mundo haga lo que queremos? Por supuesto que no, para nosotros crecer en autoridad es menguar para que Cristo se haga visible, como iglesia tenemos que recuperar esa autoridad dejando que haya más de Cristo y menos de nosotros.

Cristo es la cabeza, tiene toda la autoridad porque todo fue entregado a él para beneficio de la iglesia. En la iglesia generamos vínculos, somos sanos, rendimos lo que tenemos a Dios para poder crecer, cuando entregamos la porción de los que somos para seguir a Cristo, todo lo que es de él viene hacia nosotros. Nuestras metas son en Cristo Jesús porque los beneficios son para la iglesia y cuando somos podemos tomar de lo que está dispuesto para nuestras vidas. Hay un lugar donde somos uno y es en el altar, es donde el cuerpo de Cristo se une. El altar es como una ducha espiritual donde nos refrescamos, donde descansamos. El altar es un lugar de transacción, de cambio, se cambia la muerte a vida, la enfermedad en sanidad, en el altar hay fuego, hay adoración, hay reconocimiento donde entendemos que la parte que el otro tiene yo no la tengo. El altar es un lugar de convenio, donde Dios nos propone y nosotros recibimos.

“Todo está en Cristo, toda la autoridad y todos los beneficios Él los ha puesto a los pies de la iglesia. Jesús es quien lo llena todo y en todo, Él es esposo, es madre, es padre, es sustento, es gracia, es poder, Él limpia, es eterno, es glorioso, es todopoderoso, todo lo sabe, todo lo conoce, es tierno y compasivo. Él es la plenitud de aquel que lo llena todo y en todo. Abramos la puerta de nuestros hogares y las puertas de nuestros corazones para sacudir todo así el Espíritu Santo nos renueva por completo. Sumerjámonos en el altar divino espiritual para ser renovados en nuestro cuerpo y alma de manera sobrenatural porque no es por nuestro esfuerzo, sino por su gracia. No estamos solos, sino que Somos Iglesia.”

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