EL NO DE DIOS NOS SALVA

Somos protagonistas de la historia y del plan de Dios, en ese plan que él traza hay un mapa, su Palabra. Primera, segunda y tercera del libro de Juan es una carta que escribe con mucho amor y que nos muestra el camino para transitar.

En primera de Juan capítulo 2 vemos algo muy interesante porque se relata cómo es la esencia de lo que Dios construye a través nuestro. En el capítulo 2 hasta el versículo quince todo se reduce a lo siguiente: el amor hacia Dios y entre nosotros, es lo más profundo y esencial en la vida con Cristo.

1º de Juan 2:15-17 (NTV)  Juan nos menciona aquí que no amemos las tres cosas que el mundo nos ofrece, las cuales nos impiden ser felices y destruyen el propósito de Dios en nuestras vidas. Este mismo Juan es el que escribe en el evangelio según San Juan 3:16  “Porque de tal manera amo Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda más tenga vida eterna.”

¿Cómo podemos entender esto? Hay dos acepciones a estas expresiones que marcan la diferencia,  la palabra amar y la palabra mundo, que en el griego habla de sistema, universo, de todo lo creado, todo lo que el hombre ha construido como forma de vida y gobierno bajo la influencia de Satanás. El sistema que el hombre creó ha destruido la tierra, ha corrompido la familia y hasta el día de hoy vemos las consecuencias.

Dios nos ama tanto que a pesar de tener un sistema perverso él envió a su único hijo para darnos vida eterna. Dios puso en nosotros la capacidad de elegir y por amor, él mismo se entregó. Por eso cuando dice “porque de tal manera amo Dios al mundo” quiere decir que amó a la gente que vive en el mundo para rescatarla y darle una vida diferente. El sistema de este mundo consiste en amarse a uno mismo y en satisfacer nuestras necesidades sin importar nada más. Lo que vivimos nosotros no es una religión sino es encarnar la vida de Cristo para crear un nuevo sistema. Por eso Juan nos insta a no amar este sistema del mundo porque nos rechazará, pues no fuimos creados para vivir en este sistema, fuimos diseñados para construir una nueva historia.

Los tres versículos citados anteriormente nos marcan tres enemigos de este sistema que nos quieren destruir. El primer enemigo es Satanás quien es el que domina al mundo, sabemos que este sistema va a caducar en algún momento y a pesar de que le hemos entregado un poder que no tiene, sabemos con seguridad que el príncipe de este mundo ya está derrotado, no le negociamos nada de lo que nos pertenece. El segundo enemigo que nos ofrece el mundo que describe Juan en el versículo 16 es placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, el orgullo de nuestros logros y posesiones. Debemos saber que nuestros cuerpos no fueron diseñados para pecar y este mundo ha tomado el cuerpo dándole una relevancia y mentira tan grande en la pornografía que hoy atrapa a millones esclavizándolos. Luchamos continuamente con este sistema. Dios nos habilita para vivir el verdadero placer pues es su idea pero viviéndolo en él, disfrutándolo física, emocional y espiritualmente.

Los mandamientos de Dios no son un capricho sino que nos vuelven al diseño original, al sistema de Dios. La carne fue corrompida a lo largo de la historia por eso nos atrae pero no es parte de nuestra naturaleza, no nos funciona. Jesús lo padeció en el desierto cuando fue tentado por Satanás pero él sometió su cuerpo, su carne, que fue el mayor sacrificio para darnos libertad y hoy nos declara que se puede vencer porque él ya lo hizo.

El tercer enemigo es la tentación que es la herramienta más poderosa que el enemigo usa, ser tentado no es pecar, es una batalla que libramos continuamente. El sistema de este mundo está construido en base a la orfandad. Satanás se ha encargado de destruir el valor de la paternidad por eso hoy padecemos una gran orfandad, que es la característica de este sistema. Sin embargo, ahora tenemos un Papá Dios que nos perdona, nos hace aceptos y sanos, todo lo que logramos es por la gracia de Dios, disfrutando de lo poco o mucho que tenemos.

Papá Dios está presente en las pequeñas cosas que logramos y nos hace libres de la orfandad sanando nuestro corazón. El versículo 17 menciona que si hacemos lo que a Dios le agrada viviremos por siempre, la vida eterna que Dios nos da es plenitud acá en la tierra y en el cielo donde en medio de un sistema perverso podemos construir en el camino que nos trazó. Somos la expresión más cercana para ver que hay una vida diferente en Dios, pudiendo ser luz en el ámbito que nos movamos para cambiar la realidad, rescatando así a la gente de las manos de Satanás y construir juntos el reino de los cielos en la tierra.

Juan nos dice que estos tres enemigos siempre van a estar prestos a destruirnos, pero como Dios nos da su Espíritu Santo podemos enfrentarlos obteniendo la victoria, pues Dios nos ha llamado para construir una nueva historia. ¿Por qué nos empeñamos entonces a vivir por menos?

“Declaramos que no hay orfandad, tenemos Papá y también a su Espíritu Santo que nos fortalece para luchar con los tres enemigos de este sistema. Nuestra carne ha sido sometida por Jesús en la cruz del calvario, pues por medio de su sangre obtuvimos el perdón de nuestros pecados y la fortaleza para llegar a ser lo que Dios dice que somos. El Espíritu Santo nos manifiesta el verdadero placer, haciéndonos libres de toda opresión y conectándonos con el corazón del Padre.”

 

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