13 de octubre de 2024
Estamos hablando de la iglesia como “La Novia vestida de guerra” una novia apasionada pero vestida de guerra. Una novia que parte el pan, que abraza las causas que arden en el corazón de Dios, que bendice a la gente, que va a trabajar y que lleva la presencia de Dios a donde va. Hay algo que es real, por más profunda que sea nuestra adoración, no vamos a dejar de estar en guerra, por más profunda que sea nuestra devoción, no vamos a dejar de luchar por nuestra familia y por nuestros hijos. La espiritualidad no puede disfrazar a la realidad, al contrario, ver a Jesús nos impulsa a enfrentar nuestra realidad, quien ve a Cristo no puede dejar las cosas iguales. Es imposible que alguien que tiene intimidad con Dios no afecte su hogar, no afecte su familia, no afecte el lugar en donde está, si eso no ocurre entonces difícilmente este teniendo intimidad con el Señor.
Cuando nos enfrentamos a este postulado decimos que nuestra situación es difícil, que nuestra realidad es complicada. Pero el Señor dijo que para aquel que cree todo es posible y esto no es un cliché porque juntamente con esa palabra Jesús hizo lo imposible por nosotros. Murió en la cruz, derramó su sangre para lavar nuestros pecados, venció a la muerte, resucitó y nos dejó al Espíritu Santo que es una herramienta extraordinaria que nos lleva a enfocarnos aun en medio del dolor a que podamos encontrarnos en él.
Terminaremos de leer el libro de Rut y comenzaremos a leer el libro de Ester y podemos ver que los dos son libros paralelos. Rut, por un lado, es una mujer que no es judía pero termina siendo parte del linaje de Jesús. Es un tipo de la iglesia gentil como nosotros, pues nosotros no nacimos de Abraham pero por la sangre de Jesús somos parte del pueblo de Dios.
Rut 2 (NTV)
La historia de Rut es un tipo de nuestras vidas, de la iglesia, atravesando una temporada distinta, ¿Quiénes somos en la historia, que parte Dios tiene para nosotros? Este libro anuncia que es el comienzo de la cosecha, estamos en una temporada del Espíritu al comienzo de la cosecha, entonces nos preguntaremos ¿Qué sembramos para cosechar ahora? No importa cual haya sido la actitud, es importante escuchar la voz de Dios y entender la temporada.
Si hemos estado sembrando de buena manera y parece que nunca se cosechaba, debemos estar tranquilos porque llega el tiempo de la cosecha.
Y si en algún momento nos damos cuenta que las cosas que hemos hecho han traído un fruto negativo en nuestras vidas, es tiempo de ordenarnos. El tiempo de la cosecha la encontró a Rut viuda, en una tierra extranjera, con su esposo y su suegro muertos. Entonces, para la cultura de este momento ella estaba totalmente desamparada. Pero vemos que ella no se va, sino que se queda a cuidar a su suegra que era quien la contenía, volviendo así como extranjera a la tierra de Israel. Moab e Israel estaban en tensión y guerra permanente. Dios al pueblo de Israel le había dictado ciertas leyes que eran preciosas y que como iglesia tratamos de adoptar. Ellos tenían el deber de preocuparse por la viuda, el extranjero y el huérfano, pues en la cultura de ese momento eran las personas que carecían de destino y futuro. Una de las leyes decía que cuando llegaba el tiempo de la cosecha en Israel, ellos debían recoger las semillas y armar los manojos de trigo pero no podían recoger lo que se les caía, sino que eso que se caía quedaba para los que estaban en situación de pobreza y de hambre. Cuando había una buena cosecha en Israel el pobre y el rico comían.
Lo que hace Rut cuando llega a Israel es pedirle a Noemí que la deje ir a juntar lo que caía, a juntar las sobras para que no se mueran de hambre, pues era todo lo que tenían. Rut ya conocía las leyes de Israel, sabía que los pobres e indigentes tenían la posibilidad de sobrevivir juntando lo que quedaba. Rut amaba al pueblo de Dios, amaba a su suegra y amaba a Dios poco a poco y al primer campo que llego es al de Booz. En la historia de Rut vemos cómo Dios está detrás del plan, Dios está acompañando a Rut en cada paso de fe que ella da, aunque no termina de entender la situación y solo lo que busca es sobrellevar la situación difícil que tiene, vemos cómo Dios la está guiando.
Lejos de quedarse en su tierra, lejos de morir en un rincón, se levanta con lo poco que tiene y le dice a la suegra <tranquila, yo hoy voy a traer aunque sea la comida de la noche>. Y llega así al campo de Booz quien era el pariente más cercano del esposo de Noemí. Rut no tenía ni idea de este parentesco, pero sí tenía la oportunidad de ser redimida (redención es un término legal como un contrato) ¿Qué era la redención? Cuando alguien partía el pariente más cercano podía redimir a las personas, para que el nombre de ese pariente no se perdiera.
La redención no era un contrato obligatorio, sino que era un contrato donde el redentor voluntariamente tenía que pagar el precio y cargar con toda la historia del hermano del familiar. La redención era un acto de amor extraordinario y es el mismo término que se utiliza para mostrar a Jesús como nuestro redentor. Él pagó el precio por nosotros, por nuestra tierra, por nuestros hijos, nietos y por nuestras generaciones. Ninguno de nosotros merecíamos nada, como Rut éramos extranjeros mendigando vida. Sin embargo él pago con su sangre una redención de sangre, de nuestra vida para que el destino de nuestra familia y hogares sea distinto.
Rut no sabe que Booz es el redentor pero termina espigando, se va temprano a la mañana para trabajar de la mañana hasta la noche. Booz es Dios Padre, es Jesús, es todo. Booz les pregunta a los empleados quien era la chica que estaba en el campo, el capataz le comenta que es Rut, la chica que quedo viuda, la cual no ha parado de trabajar. Inmediatamente él le encarga que la dejen trabajar, que nadie la moleste, que beba agua con los empleados y les encarga que dejen caer más granos de trigo para que ella los recoja. Booz le pide a Rut que se siente a comer, que moje el pan en su plato, entonces Rut va comiendo y guardando para después llevarle a su suegra. Rut era una mujer extranjera pero, sin embargo, halló gracia delante de los ojos de Booz. Le contaron a él del esfuerzo que ella había hecho por su suegra, de cómo trabajó incansablemente día y noche, entonces le dio algo que es más grande que un trabajo. Booz que es el padre, el dueño la bendice diciéndole: “Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas viniste a refugiarte, te recompense abundantemente por lo que hiciste” Rut 2:12
La necesidad de refugio es una necesidad básica del ser humano, tenemos tres necesidades básicas: alimento, vestimenta y refugio (amparo, nacionalidad, identidad, hogar). El ser humano no puede vivir sin ninguna de estas tres necesidades básicas satisfechas; alimento, ropa y refugio. Es la necesidad esencial que no solo se da cuando de manera cotidiana queremos construir nuestra vida, sino que en un tiempo de caos, de tanta violencia, de tanto despojo, de tanta destrucción todos están buscando.
Es por eso que como iglesia buscamos desarrollar comunidad, más que un templo y liturgia necesitamos una comunidad que se llame Centro de Alabanza, donde la gente esté en grupos pequeños y comparta con los otros, donde el pastor no puede llegar a todos. Porque no se trata de un hombre arriba de una plataforma, sino de cómo todos construimos el reino de los cielos, cómo todos tenemos obreros y mentores, cómo todos nos preocupamos los unos por los otros, cómo todos tenemos una iniciativa que se comparte, en la que Dios habla. Eso no es una relación que tenemos con Dios a través del pastor, sino que construimos una relación personal pero comunitaria, donde todos nos debemos los unos a los otros, donde caminamos juntos, donde encontramos a Jesús en los errores y en las fortalezas de nuestros hermanos.
Todos necesitamos refugio y lo encontramos en él. No vamos a encontrar refugio en otro lugar que no sea Cristo.
Booz honra a Rut porque ella encontró refugio en el lugar correcto, ¿Dónde, en su campo, con él? No, bajo las alas del Todopoderoso de Israel. Esta es una bendición que en el pueblo de Israel está todo el tiempo. Cuando el profeta habla de la venida del Señor dice que él vendrá trayendo sanidad bajo sus alas. Vemos cuando Jesús mira a la ciudad que ama diciéndole: < ¡Jerusalén, cómo me hubiese gustado ponerte bajo mis alas!>.
Las alas son refugio, cuidado. El rey David va a decir: <Señor, déjame esconderme bajo tus alas hasta que pase el tiempo de los quebrantos>. Por eso, cuando estamos en la adoración sentimos como que hay algo que nos cubre, como que perdemos la noción del tiempo, como que alguien nos llama, pues estamos bajo sus alas. Esto no es un término filosófico, sino que es real.
El cuidado de Dios no es solo una dosis emocional, mental o un espíritu que nos toma, sino que el cuidado de Dios abarca todas las áreas de nuestras vidas.
Rut iba caminando sin saber hacia dónde, tomando lo poco que tenía, pero detrás había un plan. Dios pone a Booz, abre el camino en el campo, deja que se caigan espigas, la cuida de los trabajadores, Dios la va conduciendo y la chica que mendigaba termina siendo la dueña del campo, porque es la historia de la iglesia. La iglesia es la chica que mendiga, pero que comprada por la sangre del Cordero termina en una boda con el Rey de Reyes y Señor de señores. Esa en nuestra historia, no solo la historia de la redención final, sino la historia sobre la que estamos caminando ahora.
Booz no tiene lastima de Rut, sabe todo lo que pasó. Pero también sabe que frente a las dificultades que se presentaron ella tomó la decisión correcta, que era la de refugiarse en Dios, la de acompañar a su suegra, la de volver a la tierra, la de trabajar en un trabajo insuficiente, indigno, pero que era lo que tenía a la mano.
A Dios no lo mueve la lástima, a Dios lo mueve la fe de la gente.
Lo mueve ver la fe de esas personas que llegan rotas y le piden a Dios que haga algo, la fe de las personas que en vez de buscar refugio en una noche, o en otras cosas, deciden refugiarse bajo las alas de Dios. Cuando las personas vienen destruidas pero con esa determinación, el Espíritu Santo llega, le muestra a Dios la situación y algo se despierta en su corazón que conecta a la persona con el propósito. Rut era una mujer que tenía devoción, era radical, era apasionada por lo que creía. Pero no solo tenía devoción, sino que compromiso para con Dios y con su familia. Por eso, no se come todo ella, por eso va y se sienta a la mesa con Noemí y comparte lo que tiene.
La devoción y el compromiso van de la mano, pues devoción sin compromiso es una prostitución espiritual, es una relación con Dios que literalmente prostituye a la iglesia. Si no hay compromiso no hay libertad, ni relación, ni vínculo. Muchas veces hacemos de caminar con Dios algo místico, donde tenemos devoción, donde oramos lo que tenemos que orar, leemos lo que tenemos que leer, vamos a las reuniones pero no hay compromiso para vivir entregando nuestras vidas por los que amamos, por el propósito para vivir en santidad.
Una devoción comprometida produce una relación eterna que nos lleva no solo alcanzar nuestro propósito, sino a poseer todo lo que Dios tiene para nuestras vidas.
Rut es devota, pero también se levanta a las seis de la mañana, va al campo, levanta la espiga, multiplica lo que tiene, trabaja, se para en el refugio, es entendida en los tiempos, tiene un compromiso. ¿Con qué? Con lo que tiene en la mano, con lo que está cercano, con aquello que le queda, con los trozos de la vida que le quedan, es viuda, no tiene esperanza. Hoy tenemos una generación que es tan sensible, tan profunda, pero tiene temor a la frustración, tiene temor de asumir riesgos, pero en cuanto esta generación profunda empieza asumir riesgos por más pequeños que sean, Dios lo hará.
Cuando tomamos las decisiones correctas, Dios está detrás. Por eso, el compromiso produce algo en el corazón de Dios, un compromiso real, concreto, de sumar a la devoción y el esfuerzo.
Dios nos ve, abrazamos, amamos, acompañamos, pero no lo podemos hacer por siempre. ¿Cómo abrazamos a las personas que continuamente toman malas decisiones, sin arrepentirse? No podemos. Muchas veces repetimos la historia una y otra vez, que llenos de caprichos queremos hacer nuestro propio camino, es difícil. Nuestro amor, nuestra fuerza tiene un límite, pero el amor de Dios no tiene límites. Por eso, Booz no le dice a Rut que le ofrecerá un trabajo o le dará una mano, sino que le dice que Dios la ha visto, por eso le declara que el Dios bajo cuyas alas ella ha decidido refugiarse, la va a recompensar. Dios no es injusto, no es tirano, él sabe recompensar. El ve el esfuerzo de aquel que lucha por su hogar, el ve el esfuerzo de aquel que reconoce su situación.
Cuando elegimos creer en él, cuando descartamos las opciones y hacemos de él con devoción nuestro compromiso, él responde. Dios es el que tiene el plan de nuestras vidas orquestado. Tal vez las cosas no han salido porque hemos tomado decisiones contrarias, nos hemos refugiado en los lugares incorrectos y hoy estamos pagando las consecuencias de ello. Pero declaramos que nuestro ¡Redentor Vive! Y él nos levantará.
Rompamos nuestro corazón en arrepentimiento, empecemos a desandar el camino. Él nos levantará, nos protegerá, cuando empezamos a caminar en lo correcto, las cosas de Dios empiezan a ordenarse. Si hay que juntar espigas lo haremos. Sumamos a la devoción, el compromiso, vamos a caminar porque el Señor tiene un plan y en medio de ese plan él estará con nosotros. Hoy nos encontramos al principio de la cosecha, este es el momento de tomar las determinaciones, de asumir el compromiso. Es el momento del arrepentimiento porque podemos sentir el viento del Espíritu sobre nosotros. Debemos estar listos para la cosecha y si vamos a estar postrados en este tiempo será a los pies de Jesús, si vamos a estar postrados en este tiempo no será frente a las circunstancias, porque sabemos que nuestro Redentor Vive y él nos levantará. Pero si la realidad nos marca otra cosa, elegimos creer en lo que Dios tiene para nosotros.”
Declaramos el Salmo 46 (NTV)