19 de enero de 2025
Este es el comienzo público de Jesús, el pueblo de Israel hace años que esperaba un Mesías, un Redentor que lo libere de la opresión del sistema romano, familias que por generaciones anhelaban que este momento llegue. Y para romper la escena Dios se reviste de hombre pero no como un príncipe, sino como el hijo de un carpintero.
Hasta el capítulo 4 del libro de Mateo, Jesús no había hecho ningún milagro, durante treinta años él ha trabajado en la carpintería de su padre. La historia secular dice que su papá natural, José, murió muy joven y que Jesús por ser el hijo mayor tendría que haber trabajado a lo largo de toda su vida en la carpintería para poder sostener a su madre y a sus hermanos menores. Por eso, hay treinta años de silencio, hay treinta años donde se ocupa de los suyos, donde se prepara. Se muda de Nazaret a la región de Galilea y después de haber terminado esa parte de su vida, movido por el Espíritu Santo comienza su ministerio público.
Juan el Bautista lo pasa por las aguas, Satanás lo enfrenta en la tentación en el desierto y después Jesús comienza a ser un rabino que empieza a predicar públicamente y le copia el mensaje a Juan el Bautista, su primo, porque la predicación de Jesús era que se arrepientan porque el reino de los cielos está cerca. Hay algo especial en el hijo del carpintero, hay algo especial en este muchacho que no ha hecho milagros pero que su predicación atrae a las multitudes, atrae a la gente. Y poco a poco él empieza hacer una escuela, establece este principio que se llama la iglesia de Jesús. Caminando por la costa junto al mar se encontró con dos hermanos, Pedro y Andrés quienes estaban pescando. Mateo no marca detalles de pesca, no mira más allá de la historia de ellos, sino lo único que registra es el momento en que Jesús los llama y ellos le siguen.
Mateo después relata que Jesús se va con los cuatro y mientras recluta a otros, va sanando enfermos, liberando a los oprimidos, esa fue la escuela de los que le siguieron a Jesús haciéndoles entender que ellos deberían hacer lo mismo. Jesús elige lo primero que será el componente vital de la iglesia eterna de Cristo, pescadores, hombres curtidos, simples. Hombres sin instrucción que han caminado en el agua en medio de las tormentas, que saben intentar una y otra vez, perdiendo pero volviendo a intentar, hombres que saben lo que es depender de los medios naturales.
En la época de Jesús en Galilea, el cual no es un mar, es un lago en medio del desierto, los peces que ellos pescaban no eran grandes peces, ni grandes cantidades, son peces de agua dulce. Las redes con las cuales pescaban eran dos, eran unas redes cónicas que se tiraban de a una y después se juntaban o se pescaba de arrastre entre dos barcos. La particularidad de este lago es que por la cuestión geográfica se desataban tormentas muy fuertes en el centro, en ese lugar es donde Pedro camina sobre el agua, no hay olas.
Las características que un pescador debería tener es una buena visión, una de las actitudes más importante que debería tener es el trabajo en equipo, y el carácter porque en todo momento está bajo tensión. Debe ser una persona que sepa resolver conflictos de manera inmediata, también debe conocer de seguridad e higiene para entender que todo el trabajo se puede echar a perder si no se hace las cosas de manera determinada y ordenada.
Con razón Jesús a los primero que llamó fue a los pescadores, a Pedro, Andrés, Jacobo y a Juan no los discipuló Jesús durante tres años, sino que desde que nacieron ellos habían estado siendo discipulados para la tarea con la cual iban a honrar a Dios.
San Marcos 1:14-20 (NVI)
El mismo relato que Mateo, solo que añade algunos detalles importantes, Pedro y Andrés por un lado, Juan y Jacobo por el otro, con empresas de pesca los dos. Unos reparaban las redes para volver a intentar al otro día y otros dejaban todo sin dudar para seguir a Jesús, quien es el primer pescador.
Parafraseando un versículo que todos conocemos que Juan dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que envió a su hijo a este mundo como un pescador, a un mundo que es un océano de maldad y sumergió a su hijo en las aguas turbulentas de este sistema, para que ninguno se pierda. Se sumergió en medio de la profundidad para rescatar a los suyos y para que por medio de él todos seamos salvos”
En la historia de la iglesia los cristianos aparte de ser conocidos por la cruz son conocidos por el pescadito. Este símbolo lo uso la iglesia del primer siglo para identificarse como seguidores de Jesús en medio de la persecución. Este pescadito que se parece la letra griega alfa tiene un nombre que es Ictus que es pescado, pero cada palabra deletreada en griego es un anagrama que dice Jesucristo es el Señor. Por eso, se encontraron en las catacumbas y en las cárceles el dibujo del pescadito, donde los cristianos fueron perseguidos. Fue un símbolo tan importante que casi cobró la relevancia de la cruz y fue una marca registrada del cristianismo, hasta el día de hoy en muchos lugares lo vemos.
Qué importante es este modelo que Dios establece, de un Dios que se sumerge en un mar de maldad provocada por nosotros para rescatarnos. Fuimos pescados por Dios, no manipuló las circunstancias, él nos buscó, nos tomó, nos arrebató. Los milagros que él hizo, las señales, la enfermedad que desapareció, el dolor que no está, la familia que Dios nos restauró, no es una carnada que Dios nos puso para que le sigamos, Dios no necesita eso, él es el Señor del cielo y de la tierra, él nos escogió desde antes de la fundación del mundo, él nos vio en medio del dolor y en medio de nuestra necesidad, pudo ver lo que nadie vio.
Dios se metió en nuestra barca y nos sacó de la muerte, donde Dios está, lo sobrenatural fluye siempre.
Sea que el enfermo se sana o que la iglesia abraza al enfermo para acompañarlo en medio de su dolor, sea que la necesidad desaparece y el milagro viene, Jesús no sanó a la gente para que lo sigan, no le devuelve la vista al ciego para que cuando logra ver vaya en pos de él, lo que hace es porque ama. Porque mientras él está en la tierra todo el poder de Dios está habilitado dentro de él, no se lo puede guardar, donde hay fe él lo vuelca sobre las personas que tienen necesidad.
Dios no tuerce voluntades, sino que conquista corazones.
Después de que Jesús hace cada milagro, le pide a la gente que lo siga, no necesita líderes carismáticos que convenzan el razonamiento o que entretengan a la gente un domingo. Jesús se metió en nuestras barcas, en las historias de nuestras familias, aterrizó en nuestras realidades llena de muerte, de dolor, de pecado. El creador se hizo criatura y en la cruz del calvario derramó su sangre para comprar nuestras vidas, no estamos por una necesidad, sino que estamos porque Dios tiene un propósito eterno y extraordinario con nuestras vidas.
La esencia del evangelio es Cristo, es Dios haciéndose hombre para morir en la cruz para comprarnos de toda lengua, tribu y nación. Él le da sentido a nuestra historia para convertirnos en pescadores de hombres.
San Lucas 5:1-11 (NVI)
Lucas nos cuenta la historia detrás del llamado, hasta ahora vemos que Jesús se encontró con ellos y los convocó para que le siguieran, pero ahora Lucas va más profundo, antes de la propuesta de que los convertiría en pescadores de hombres, la historia va más allá. Como ellos no habían pescado nada, Jesús ingresa a su barca y les direcciona que tiren las redes nuevamente, las redes salen tan llenas de pescados que tienden a romperse. Los dos barcos fueron llenos completamente y se hundían por el peso del pescado. Pedro se tira a los pies de Jesús reconociendo asombrado lo que había ocurrido y allí Jesús le pide que lo siguiera para que lo haga pescador de hombres.
Si esta historia nos cuenta lo primero, lo que le dio origen a la iglesia, debemos entender que el ser pescadores de hombres no es una palabra apostólica para algunos, sino que es la naturaleza de todo nuestro llamado. El propósito de Dios es el camino que vamos construyendo con él de la mano, es cada etapa, cada desafío, pero hay un propósito común en todos. Jesús nos rescató de la muerte y del infierno para llamarnos pescadores de hombres. Fuimos llamados no para ser pescado, sino que para ser pescador, el pez está en el océano, solo sobrevive, no sabe para dónde viene, ni para donde va.
Hay un propósito eterno en rescatarnos de la muerte para convertirnos en pescadores, el pescador tiene una historia detrás, las historia de los cuatro pescadores que llamó Jesús era una historia de intentos fallidos, de redes rotas, de esperar un Mesías que no llegaba y todas las características que ellos habían adquirido serían las herramientas que Dios había preparado de antemano para este momento de sus vidas.
Nuestras historias importan, cada cicatriz habla, cada pérdida, cada éxito, cada dolor, cada situación de la que nos hemos levantado, nuestra historia cuenta.
Dios no eligió a los más ignorantes, a los que no sabían nada, sino que Dios los venía preparando de antemano, tienen buena visión. Son un diamante en bruto que hay que trabajar, no tienen todas las características, no son ideales, pero Dios los llamó, los formó, los va a trabajar. Dios le dice a Pedro que a partir del llamado su vida tendrá un propósito mayor para que lidere hombres, pesque hombres, para que marque el rumbo de la historia y cambie la realidad.
Miremos a un carpintero y a cuatro pescadores, al carpintero dando a conocer que el reino se ha acercado, reclutando a un recaudador de impuestos, a gente herida, rota y quebrada formándolos y transformándolos. Los doce son la esencia que aun nosotros portamos dos mil años después, nuestro destino es pescar. Cuando los pescadores no pescan se pelean, cuando dejan de pescar pierden el propósito.
El evangelio es pescar, pero estamos en un riesgo tremendo que es dejar de hacerlo. La belleza de Jesús que nos es revelada tiene un propósito: ser pescadores de hombres. El día en que la iglesia deje de pescar, es el día en que la iglesia comienza a morir.
Muchos de los problemas de chismes, de tensiones, de rebeldía, de necesidad, de escasez son porque no pescamos, es porque corrompemos la naturaleza de nuestro llamado. Lo de pescadores de hombres es para los adoradores, para los apóstoles, para los maestros, los evangelistas ¿En qué momento dejamos de pescar, en que momento dejamos de intentar una y otra vez? Pescadores de hombres, una ofrenda de adoración liquida, de lágrimas por los que se pierden. El día en que empezamos a callar la verdad, es el día en que empezamos a morir. El día que una familia pierde su misión que es la de bendecir a otros, la de pescar personas, esa familia empieza a morir, ese grupo empieza a morir.
Porque la naturaleza básica del evangelio tiene que ver con esto, la vida de Cristo en nosotros, del primer llamado. No solo dar a conocer a Cristo a través de la predicación verbal del evangelio, sino a través de la manifestación de la vida de Cristo en nosotros. Pescar hombres tiene que ver con liderar no ser liderado, no importa el lugar donde estemos, no nos conformemos a ese lugar, sino que la vida de Cristo este en nosotros. Cuando el barco estaba a punto de hundirse, Cristo eligió nuestras barcas por gracia para cambiar nuestras vidas, pero hay muchas personas que se están hundiendo.
El llamado nos despierta, nos apasiona, nos enciende el corazón por eso decidimos seguir a Cristo, decidimos ser pescador de hombres porque Cristo nos llamó y cambio nuestras vidas. Si hoy estamos en ambientes de gloria es para salir de esos ambientes y salir a pescar.
San Mateo 13
Hablando del tiempo final dice que el evangelio es como una red que en los últimos tiempos es echada al mundo y es recogida, en esa red se recogen peces de todas clases, de la cual se separan los buenos y los malos peces. Para echar la red es que vivimos. En el último tiempo previo al retorno de Jesús, en la llegada inminente de su venida, en medio de corazones fríos y de personas que apostatan de su fe va haber una iglesia encendida, liderada por el Señor de los pescadores, la cual echará las redes para levantar la más grande cosecha de almas que se ha levantado. Antes se necesitaba un evangelista para evangelizar a millones, en cambio hoy es la iglesia evangelizando, el precio de cada vida es valiosa, cada día debe ser una campaña, cada momento, cada instante.
Lo que nos vamos a llevar al cielo serán otras personas, cuando Jesús regrese y la visión sea la adoración celestial, gente de toda lengua, tribu y nación adorando al rey de gloria. Lo que estará alrededor nuestro no serán nuestros logros personales, no habrá jerarquía, sino serán las voces de nuestros hijos, de nuestros nietos, de las personas que hemos discipulado y que creyeron por nuestro testimonio. Pero por sobre esas voces escucharemos una voz que resaltará que será la del Señor de los pescadores que dirá: Bien, mi siervo fiel, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré, vamos a reinar juntos. Nuestras historias tienen propósito y sentido, y si entendemos el momento profético, milagros y señales nos acompañarán.
“Jesús nos vuelve a decir ¡Sígueme!, dejémoslo todo y volvamos a seguirlo para que nos haga pescadores de hombres.”