5 de enero de 2025
La palabra de este año es muy poderosa, es JESÚS quien es el centro de todo. Durante estos cincos años nos va acompañar con una revelación más poderosa de su persona y con el desafío de revelar con más fuerza a esa persona al mundo. Juntos como iglesia estamos leyendo el evangelio de San Mateo, en esta palabra que Dios nos dio para estos primeros tres meses que es Jesús el que es. Porque como dice Apocalipsis 1:8 “Yo soy el Alfa y la Omega – dice el Señor Dios – el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”
San Mateo es el punto de partida para revelarnos a Jesús. El libro de Mateo fue el primer evangelio que se escribió y a partir de eso los recopiladores, los evangelistas como Marcos, Lucas tomaron ese punto de partida y construyeron sus propias historias. Mateo nos muestra a Jesús de una manera extraordinaria. Mateo deja filtrar el cumplimiento profético de algo muy especial. Cuando Jesús nace, María lo toma, José lo recibe y le pone por nombre Jesús, porque él salvará al mundo de sus pecados. Pero seguidamente Mateo dice que esto es así para que se cumpla la profecía bíblica de Isaías que nos dice: “la virgen dará a luz a un niño y su nombre será Emanuel”.
Isaías profetiza cientos años antes de la venida de Jesús lo siguiente: “Por eso, el Señor mismo les dará una señal: la joven concebirá y dará a luz un hijo y lo llamara Emanuel” (Dios está con nosotros) Isaías 7:14
Emanuel no es un nombre propio, es un título que declara lo que el niño porta y ese niño que vendría seria Dios en medio de nosotros. No era un líder salvador, no era la promesa que se iba a levantar, sino que era que literalmente Dios iba a descender para tomar el liderazgo de su pueblo. Isaías le da otros nombres y títulos que son la revelación del carácter de Dios, por ejemplo cuando nos menciona que su nombre iba a ser Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno y Príncipe de Paz.
A partir de allí el pueblo de Israel esperaría el cumplimiento de esa profecía, todavía la esperan pero no se dan cuenta que la palabra se cumplió al pie de la letra en Mateo.
San Mateo 1:18-25 (NTV)
El nacimiento de Jesús no solo es el cumplimiento de la profecía de Isaías capítulo 7 sino que es el cumplimiento del principio. La trinidad se parte, se abre y el hijo sigue siendo Dios conectado a la trinidad, pero ahora se hace hombre, la promesa se hace carne. La virgen dará a luz a un niño concebido por el Espíritu Santo y ese niño es Dios entre nosotros.
Un niño Dios, el poder que le dio origen al universo ahora se hace un bebé. El Dios eterno se hizo criatura, el creador del cielo y tierra ahora tiene como techo un pesebre. De repente, María y José están recibiendo a Emanuel, el cielo se abre y los ángeles reconocen que Dios ha descendido, los pastores, gente simple cantan Hosanna en las alturas. Dios ha venido sobre la tierra, los reyes reconocen que Dios está, que vino a hacerse carne, la promesa se hizo real, y el titulo de este niño es Emanuel. Dios está con nosotros, no solo está como un observador, Dios ya no está en su trono sino que Dios está.
La promesa no se completa con el niño en Belén, de hecho la promesa de Emanuel todavía está trabajando en nosotros, porque el niño crecerá, caminará en su ministerio y rendirá su vida en la cruz, para conectarnos con Dios directamente.
Dios asume un papel activo, es parte nuestro, no solo se viste de nosotros, sino que comparte nuestra naturaleza para poder estar con nosotros siempre.
Este niño tiene características especiales, al igual que David que se lo menciona como el ungido del cual vendría el niño, este niño también es rey y sacerdote. Dios no está para ver cómo sufrimos, Dios no está para probar un poco de humanidad, porque no lo necesita, sino que Dios está por amor, para que a través de él y de su sacrifico de manera permanente nosotros podamos acceder a su presencia.
En el libro de Hebreos nos habla de este niño cómo crece y se ofrece en sacrificio para traernos el cielo a nosotros. Hebreos 4:14-16 (NTV)
Dios está con nosotros activo de tal manera que está construyendo un camino para que nosotros podamos habitar en su presencia permanentemente.
Este niño no solo vino para ser parte de nosotros, sino que asumió nuestras formas tomando la forma de nuestras debilidades, fue tentado en todo pero sin pecado para ofrecerse en sacrificio perfecto para nuestra maldad. Y para que de esa manera por medio de ese sacrificio, el trono de Dios ya no esté inaccesible, sino que esté abierto a los pies de Jesús, para que por medio de él podamos acceder permanentemente a su gracia para que recibamos el socorro oportuno.
Jesús está sentado a la diestra del Padre pero sus pies están con nosotros.
Emanuel no solo es un título que ostenta a Jesús, porque aunque él se fue nos dijo que nos dejaría un consolador, al Espíritu Santo, quien concibió a Jesús en el vientre de María, el iniciador de la vida. El Espíritu Santo que es la chispa vital, Jesús es la palabra, es el verbo, pero el Espíritu es el aliento, es la tercera persona de la trinidad. Jesús rompe el camino y el Espíritu Santo desciende.
Jesús ha comprado con su sangre de toda lengua, tribu y nación a personas para hacer una congregación, para que seamos parte de un pueblo, para que seamos parte de un todo donde él se manifieste, se revele, donde esté en medio.
Si Dios no hubiese aparecido en la historia de nuestras vidas hoy no estaríamos. Si no hubiese intervenido en medio de nuestros pecados, rebeldías, dolores no estaríamos. Dios ha estado, está y estará para siempre.
La pregunta que nos hacemos entonces no es si Dios está, sino que es ¿Nosotros estamos en él? Que Dios esté es una realidad, fue profetizado desde el principio, fue declarado por Isaías, se hizo carne como un bebé, cumplió lo que prometió, murió en la cruz, nos redimió con la sangre del Cordero para que seamos parte de su cuerpo que es la iglesia y nos prometió que volverá. Esto ya no es cuestión de fe, es una cuestión de mirar para atrás y ver que todo lo que Dios prometió, ya lo cumplió y aunque seamos las personas más incrédulas del mundo. Aunque podríamos decir que Dios no es real, al mirar los hechos fácticos que están comprobados por la arqueología, la historia o por la sanidad que hubo en nuestros cuerpos, alma y espíritu el día en que lo conocimos nos damos cuenta de que Dios esté no es una cuestión de fe, sino que es una realidad, porque si él no estuviera el mundo no gira o nosotros no estuviéramos.
De repente nos damos cuenta que la realidad de su presencia es muy importante, porque aunque Dios está, él no vino a imponernos una religión, él no vino a aplastar nuestra voluntad, el hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir, vino para dar su vida en rescate por muchos. No vino para subyugarnos a una forma de pensar, sino que vino para hacernos libres de tal manera que lo podamos elegir a él. No porque es un Dios tirano, sino que siendo el creador del universo tomó forma de hombre y transpiró nuestro trabajo, lloró nuestras lágrimas y sobre todo se hizo cargo de nuestra maldad. Para que el trono de Dios que es su habitación, ya no esté allá cuando nos muramos, sino que el trono de Dios esté abierto para que podamos correr al trono de su gracia todo el tiempo.
Dios ha decidido hacer su habitación permanente en nosotros.
Cuando Juan ve el Apocalipsis ve a Jesús y lo más poderoso es que ve a Emanuel, porque ve a Jesús haciendo de la tierra su habitación, uniendo cielo y tierra.
Apocalipsis 21:3 (NTV)
El libro de Apocalipsis es para abrir los ojos y ver a Jesús sin temor y sin miedo. Nos describe a Jesús descender a la Nueva Jerusalén, menciona que va a llegar el momento en que el cielo y la tierra van a ser nuevas y Él estará físicamente entre nosotros. Será el centro de todo porque será la luz, será el contacto entre nosotros y lo que hoy percibimos como algo muy lejano lo veremos de manera gloriosa. Describe a una ciudad no como estructura, sino como forma de vida, esto es garantía de la eternidad, es esperanza que está sustentada por todo lo que anteriormente Jesús ha hecho.
Él siempre buscó una habitación entre nosotros, desde un jardín a un tabernáculo, desde un templo hasta la sinagoga, hasta venir y hacerse hombre entre nosotros, Dios está con nosotros.
Hay un poder en lo congregacional, hay un poder en ser parte del cuerpo de Cristo que es el cumplimiento de lo profético. Debemos conocer a Jesús de tal manera que estemos dispuestos a arriesgarlo todo por él, porque todo lo que tenemos, vivimos y somos es porque él está. Él vivirá, el deseo de Dios es habitar entre nosotros.
En esta temporada en la que clamamos al nombre de Jesús debemos abrir nuestro corazón y mente al hecho de que Dios está con nosotros y que si él está algo tiene que cambiar, nuestra forma de adorar, de predicar, de vivir. Muchas veces la religión nos empuja a actuar como si Dios no estuviera. Entonces es como que vamos acomodándonos a llevar una doble vida, una cosa somos en la iglesia y otra en nuestra casa, trabajo u otro lugar. Dios está en el hospital, en la administración pública, arriba de un barco, en las calles, en las familias quebradas y en las familias que parecen perfectas, él está porque asumió el costo de estar entre nosotros. Él está en medio de la depresión, la angustia y la tristeza, también en medio de los milagros. Que él esté no depende de nuestros estados de ánimo o de nuestra capacidad, es por su gracia que él ha venido a habitar entre nosotros y si entendemos que él está debemos compartirlo, si entendemos que lo tenemos es que debemos resolver como vamos a vivir la vida de Cristo plena en nosotros.
Necesitamos llevar a Cristo a cada ámbito, a cada lugar, exportarlo y que produzca revolución o quiebre porque si él está entonces debemos aprender a estar en él. ¿Cómo nos damos cuenta de que estamos en él? A través de estas características: un Dios que se hace hombre, la humildad, la entrega, la capacidad de abrazar lo que tenemos y ofrecerlo para que otros sean bendecidos. Dios hecho hombre, el sumo sacerdote y sacrificio, la persona que entiende que Dios está. No solo entiende que sus problemas se van a resolver, sino que se transforma en un mediador entre Dios y los hombres para conectar a las personas con el Dios eterno. El deseo del rey de venir habitar para siempre.
Una persona que entiende que Dios está es responsable de preparar el camino para el regreso de Jesús.
Si él está debe ser compartido porque su naturaleza es multiplicarse a través nuestro, debemos aprender a estar en él. Disfrutamos de estar en él por qué está con nosotros. Muchas de las cosas que no entendemos de porqué nos pasan es porque no alcanzamos a reconocer que Dios está, porque cuando reconocemos que Dios está vemos que todo lo que está sucediendo opera para que la vida de Cristo crezca a través nuestro.
“La manera de que la revelación de Jesús aumente en nosotros, la manera en que el sumo sacerdote se active en nuestras vidas es que nosotros podamos compartir la vida de Jesús. Cuando compartimos a Jesús la revelación de Cristo comienza a crecer, cuando esa revelación de Jesús sale de nosotros algo sucede, impacta la vida de otros para que conozcan a Jesús. Dios es el protagonista de nuestras historias.”