La decisión

19 de mayo de 2024

Dios nos ha otorgado el poder de decidir, nos ha dado la libertad de poder tomar decisiones. Hay cosas que de acuerdo a la voluntad de Dios, él tiene la última palabra, pero en la vida diaria y en todo lo que hacemos tenemos un poder que nos fue otorgado que es el poder de tomar decisiones. Humanamente tomamos decisiones conforme a lo sentimos, escuchamos y a lo que nos parece, pero siendo hijos de Dios y participes de su reino, nuestras decisiones se tienen que basar en lo que vivimos con él y proyectarnos conforme a eso.

La palabra de Dios toma forma dentro de nuestro corazón y él, a la medida que ve nuestro poder de decisión, nos confía conforme a cómo trabajamos la tierra de nuestro corazón.

Todo lo que estamos viviendo hoy no es por las tragedias, los problemas o las circunstancias del país, sino que es el producto de las decisiones que hemos tomado en los últimos diez años.  Podemos culpar a la gente, hablar de las personas y vivir engañándonos, pero la realidad es que somos el producto de las decisiones que tomamos, para bien o para mal. La parábola del sembrador es sobre las decisiones que tomamos, sobre qué clase de tierra elegimos ser.

San Marcos 4:4-9 (NTV)

Dice la parábola que el agricultor intencionalmente salió a sembrar y esparció la semilla sobre un espacio determinado y vemos que no toda la tierra es buena, sino que tiene diferentes características pero sí la tierra es lo que el primero escogió, preparó y determinó para que pueda plantar la semilla de su palabra.

Dios nos escogió: no estamos acá porque nos empujó nuestra necesidad, sino porque Dios nos llamó, desde antes de la fundación del mundo nos santificó, desde el vientre nos puso nombre. ¿Por qué no toda la gente de la ciudad hoy esta acá en la iglesia? Porque solo hay personas determinadas. Cuando escogemos a alguien lo hacemos con un propósito determinado, Dios nos escogió y nos dio un llamado sobre el cual podemos caminar.

Quien se sabe escogido vive para aquel que lo escogió. Quien se sabe escogido vive una vida diferente, enfocada en aquel que lo escogió.

La semilla no es otra cosa que la palabra, el destino de la semilla es dar fruto, romper la tierra, germinar y multiplicarse para que la esencia que tiene la semilla se replique en otros lugares. La semilla es una palabra, la palabra toma diferentes formas pero es la que nos conduce hacia el propósito que Dios tiene. Una palabra del Señor no es un versículo aislado, no es algo que tomamos de Instagram porque es inspirador y la replicamos, es más grande, engloba nuestras vidas, nuestros propósitos, nuestros destinos y el de nuestras familias. Por eso tomamos la palabra de Dios con tanta seriedad, nos paramos en la Biblia y establecemos una palabra para el año. El concepto con el cual estamos trabajando este año es Somos Iglesia, estamos leyendo, lo estamos sosteniendo con libros de la Biblia y estamos tomando desafíos trabajando con eso porque le damos valor a la palabra que Dios nos ha entregado.

La palabra no es la predicación que va a tocar nuestro corazón ¿es importante escuchar a nuestros pastores? Claro que sí pero es solo una porción del todo que Dios quiere para nosotros. Entonces la semilla es arrojada en la tierra escogida y lo que hace que esa semilla de fruto son las decisiones, la tierra es nuestro corazón y tiene tres características:

Diseño – Llamado – Carácter

Esta historia es el carácter de la tierra porque cuando Dios escoge, diseña. ¿Cuál es el diseño de Dios? No somos el fruto de la casualidad, no nos dieron forma las circunstancias sino que fuimos diseñados por el Señor. El diseño que Dios estableció sobre nuestras vidas es lo que nos empuja hacia aquello con lo que Él nos preparó. No solo fuimos diseñados, sino que juntamente con el diseño Dios puso un llamado, el diseño nos impulsa y el llamado nos atrae. El llamado es lo que nos hace levantar de la cama todos los días, es lo que nos lleva a vivir otro día más allá de las dificultades, nos impulsa a avanzar. La persona que no identifica un propósito eterno en su vida solo vive para sobrevivir.

Cuando entendemos que Jesús en la cruz del Calvario, pagó por nuestras debilidades para redimirnos con su sangre y desatar un propósito en nuestras vidas, inevitablemente se despierta un llamado.

Por eso servimos en la iglesia, no porque somos funcionales a una estructura religiosa, sino porque el servicio es una consecuencia, es una expresión del diseño que Dios nos dio. Entonces tenemos al diseño, al llamado y por último tenemos el carácter: que son las decisiones previas que tomamos de cómo vamos a enfrentar la vida, el llamado, el diseño antes de que las cosas ocurran.

Podemos tener un tremendo diseño y llamado pero sin carácter todo se derrumba. Hemos escuchado muchas veces decir tal persona tiene un carácter pero entendemos que toda persona que no controla su ira, su boca, su melancolía o su angustia no es que tiene mucho carácter, sino que tiene ausencia de carácter. Si a cualquiera de esas falencias la trata de tapar con alguna otra virtud tiene más ausencia de carácter.

La persona que tiene carácter entiende el proceso de la semilla en la tierra y trabaja su debilidad, no la esconde, porque si no se pasa la vida atado a la misma debilidad sin poder dar fruto.

El carácter no es temperamento, sino que al temperamento lo heredamos tomado de nuestros padres, el carácter es el fruto de las decisiones que tomamos. Jesús trabajó todo el tiempo con el carácter de sus discípulos, de hecho eligió a doce que tenían ausencia de carácter total, pero les dio poder y autoridad. Podemos orar por lo enfermos y estos se sanarán, podemos echar demonios y pueden huir pero podemos carecer de carácter, entonces lo anterior no servirá de nada. Porque el propósito de la semilla plantada en nosotros es dar fruto y vemos que hay dos clases de frutos: el interno y el externo. El fruto interno es lo que produce una vida en relación con el Espíritu Santo, él nos sana, llevamos una vida de adoración, se producen cambios como persona, hay actitudes que son transformadas. Una vida que da fruto en la vida del Espíritu, comienza a caminar con acciones concretas que producen transformación, que bendicen a la familia, que transforman hogares.

La ausencia de carácter nos lleva a vivir en una dualidad donde el diseño y el llamado se pierden.

¿Cuáles son las decisiones que nos llevan a desarrollar un carácter que puede contener el llamado y el diseño para que dé fruto? Es la semilla, la cual cae en diferentes tipos de tierra pero tiene el mismo destino. La primera parte de la semilla cayó junto al camino y vinieron las aves del cielo y se las comieron.

Dios invierte lo más valioso que es su palabra, una palabra de Dios creó el universo, una palabra de Dios detuvo la tormenta y nosotros no tenemos solo una palabra sino que tenemos miles de palabras. No recibimos una palabra, sino que todo el tiempo estamos sometidos a la palabra de Dios, pero no le prestamos atención, somos superficiales. La palabra no nos dura nada, porque cae junto al camino y se desvanece. No hay manera de que los pájaros accedan a la palabra si la tierra no le da permiso, las distracciones a las que estamos sometido hoy, si no prestamos atención en una reunión menos vamos a poder tomarnos el tiempo para cultivar la palabra. Tenemos una lucha contra el infierno con la distracción, no se nos dificulta prestar atención a lo que nos agrada, encontramos satisfacción en cosas pasajeras y nos hemos olvidado de encontrar satisfacción en lo eterno. Recibimos una palabra y vienen las aves del cielo y se la comen, nuestra mayor lucha en contra del infierno es la distracción porque una palabra de Dios lo cambia todo. No podemos prestar atención a la palabra, no podemos profundizar, abrirla en casa con nuestros hijos, desarrollarla en nuestros grupos, vemos la dispersión que hay, no estamos siendo conscientes del mundo espiritual, del valor de lo que Dios está poniendo en nuestras vidas.

Dios dijo sea bonanza y el clima del mundo se detuvo para que la barca en Galilea estuviese segura y nosotros que tenemos mil palabras y no podemos controlar las tormentas de nuestras vidas y nos preguntamos ¿falla la palabra o falla la tierra? La palabra que cae junto al camino es devorada por las aves y el diablo la arrebata. Estamos en guerra, hay un sistema que se quiere quedar con nuestros hijos, con el propósito, porque es tan valioso lo que Dios depositó en nosotros que el diablo no se da respiro porque si se da un respiro y nosotros captamos la palabra, nosotros, nuestros hijos y nietos seremos un dolor de cabeza para el infierno.

Tenemos que luchar, tenemos que ser intencionales, tenemos que amar la palabra que Dios nos ha entregado.

La segunda parte nos dice que cayó sobre suelo poco profundo, tierra rocosa, estas son las personas que solo toman la palabra por conveniencia, son aquellos que viven la iglesia para sí, no pueden echar raíces y que brotan pero no pueden dar fruto. Al haber rocas en la tierra esto hace que no haya profundidad en el alcance de la semilla, esta rompe, se abre pero no puede dar fruto por la falta de profundidad. Más adelante Jesús explica que estas son las personas que reciben la palabra pero cuando vienen las dificultades se quejan ¿Dónde está Dios? ¿Por qué los problemas me llegan? Eso es ausencia de profundidad. La palabra que Dios destina no solo es una semilla para nuestro beneficio, sino que nuestras vidas es algo más grande que sobrevivir, nuestras vidas tienen un propósito eterno. La palabra que no penetra en lo profundo nos lleva a vivir una superficialidad.

Las personas que no le dan valor a la palabra, que viven a la iglesia para sí mismos, cuando vienen los problemas y las dificultades brotan, pero se mueren pues no tienen profundidad, porque la tierra tiene rocas porque no está trabajada. Si solo perseguimos el evangelio por conveniencia, por interés personal vamos a caminar porque el evangelio funciona, produce buenas personas que son transformadas pero solo quedaremos en la superficie, nunca podremos dar el fruto para el cual fuimos destinados. A la tierra hay que trabajarla, hay que quitarle las rocas para que la semilla tenga profundidad, no hay fruto en una familia si no hay trabajo, si no está la decisión de cultivar la tierra del corazón. Dios podría haber escogido cualquier parte pero eligió el corazón el cual es engañoso, es una tierra complicada. En el corazón germina de todo, pero Dios escogió nuestro corazón para transformarlo en una buena tierra.

Dios no nos va a permitir una vida mediocre cuando fuimos llamados a vivir una vida extraordinaria. Dios no nos va a permitir vivir una vida de religión cuando fuimos llamados a vivir una relación plena con Dios, entonces él va a intervenir donde deba y va a obrar.

La tercera parte nos dice que cayó entre espinos, entre yuyos, entre malezas, la semilla creció, se desarrolló pero no pudo dar fruto porque las malezas la ahogaron. Jesús dice que estos son lo que recibieron la palabra pero el afán, la ansiedad, los deseos de este mundo crecieron y la ahogaron sin poder dar fruto. Esta es la realidad más dura a la que nos enfrentamos hoy, el afán y la ansiedad. Vivimos en una sociedad donde el deseo es lo mar importante, lo que deseamos, queremos e inmediatamente obtenemos satisfacción. El afán y la ansiedad se transforman en un dios que combate por nuestro corazón, no se puede servir a Dios y a las riquezas.

La semilla cae pero el afán y la ansiedad la asfixian, crece, se desarrolla pero se muere. Tenemos que aprender a encontrar satisfacción en Cristo Jesús. Cuando conocemos a Dios se despierta en nosotros una espiritualidad que es diferente a la del mundo y dejamos de ser ordinarios para ser extraordinarios. Pero cuando empezamos a vivir para nuestros afanes y ansiedades crecemos pero nos asfixiamos y morimos. Si hace mucho que nuestras vidas con Dios es la misma, que el fruto interno es el mismo, hace años que tenemos la misma forma de ser, que daña, que lastima, que perjudica a nuestros hijos, no necesitamos un cargo más dentro de la iglesia para servir, no necesitamos al pastor más ungido que nos ore. Si hace años que no vemos fruto dentro nuestro, o afuera, y que no cambian las cosas, lo que necesitamos no es más palabra, sino que necesitamos transformar la tierra porque la semilla fue derramada pero o se la comieron los pájaros, o la tierra está llena de rocas o el afán y la ansiedad apagaron lo que había dentro nuestro.

En Cristo podemos encontrar todo y aprender a disfrutar en plenitud de lo que él tiene para nosotros

Podemos elegir culpar a otros, limitarnos a lo que estamos viviendo o podemos tomar las decisiones que nos hagan una tierra productiva para la gloria de Dios. Lo último que nos dice el pasaje que la otra parte de la semilla cayó en buena tierra y que dio fruto al treinta, al sesenta y ciento por uno. ¿Qué significa que la semilla cayó en la tierra perfecta? No existe la tierra perfecta, sino que la mejor tierra es la que fue tratada, es la que fue separada del camino, es la que le fue quitada las rocas, fue a la que se le sacó las malezas para que la semilla pueda crecer.

Somos buena tierra pero tenemos que tomar buenas decisiones. ¿Qué hace que la semilla sea efectiva? Las decisiones que tomamos

2º de Crónicas 7:14

Nos habla de sanar la tierra y esto tiene que ver con el corazón. Dios nunca pensó en sembrar en la tierra, sino en el corazón, por eso hizo un huerto y puso dos personas, la semilla dio fruto de acuerdo a su género. Dios creo a Adán y puso su naturaleza en él y lo divino se hizo carne. Por eso dice Crónicas <si mi pueblo se humilla y busca mi rostro tomando las decisiones correctas yo lo voy a bendecir de tal manera que aun la tierra será sana>

¿Cuál es el problema? ¿La tierra? No, porque la tierra es el corazón. Donde hay un corazón que toma las decisiones correctas, que se compromete con el propósito, que entiende su diseño y responde al llamado con fidelidad. Donde hay un corazón que desarrolla un carácter conforme al corazón de Dios, por la unción del Espíritu Santo el desierto reverdece, la historia familiar cambia, la ciudad es transformada, la gloria de Dios toca la tierra y hay sanidad.

Tenemos que arrepentirnos de no ser la tierra digna que Dios nos ha entregado.

Debemos arrepentirnos de todo lo que ha ido en contra de lo que Dios nos ha dado. Tenemos que ser fieles, nadie más puede responder al llamado del cielo solo sus hijos, sus escogidos. <Si mi pueblo sobre el cual mi nombre es invocado, se humillare y buscare mi rostro, se apartará del pecado y tomará las decisiones entonces yo voy a venir y voy a sanar la tierra>

“Tenemos que arrepentirnos, no perdamos un día más sin dar fruto, no vivamos un día más igual. Y si debemos parar para trabajar la tierra, hagámoslo. Hay un destino en nosotros que es más grande, es integral, cuando comenzamos a trabajar la tierra poco a poco es natural. Si tomamos las decisiones correctas de ser buena tierra, de caminar conforme a la voluntad de Dios el fruto será al treinta, al sesenta y al ciento por uno.”

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