La promesa
14 de enero de 2024
Juntos estamos leyendo el libro de Génesis, que es el principio el cual define lo que viene después. Por lo que es importante el mes de enero para nuestras vidas porque lo que definamos este mes determinara lo que vendrá. Muchas veces dejamos que las cosas que vengan por delante diseñen o definan nuestra vida, cuando tenemos el poder de poseer la palabra profética más segura, y aunque no podamos anticipar las tragedias o las circunstancias podemos estar preparados espiritualmente. Por eso tenemos la palabra que nos dice que “Somos Iglesia”.
El libro de Efesios en este trimestre comienza diciendo que Jesús es la cabeza de la iglesia, es lo primero, o sea que por lo primero el cuerpo es determinado. Es decir, si Jesús es la cabeza, si Jesús es lo primero la iglesia tendrá la forma, el poder y la autoridad que Él tiene, y la vida que modeló Jesús es la vida que la iglesia modelara. Jesús es la cabeza pero la autoridad, dice Dios, que la puso a los pies de su cuerpo que es la iglesia de Cristo. Que este año nuestro anhelo sea poder recuperar la autoridad que hemos perdido. Vivamos con la autoridad que muchas veces le hemos entregado a la religión, al pecado, a las aflicciones, a las angustias, a los malos momentos. La falta de autoridad nos da licencias que nos hacen mal. Cuando desconfiamos de la autoridad que con Cristo hemos tenido delegada comenzamos a querer imponernos sobre los demás o encerrarnos en nosotros mismos, entonces sentimos que tenemos el derecho de atacar al otro, de culpar a las circunstancias, de dañar a las personas porque al no tener respuestas eso nos hace vulnerables. Todo esto lo produce la falta de autoridad, pero cuando descubrimos que la autoridad está en el cuerpo no tenemos que imponernos, ni dañar a nadie sino que podemos caminar en lo que Dios nos da. Parte de esta autoridad que recibimos viene de una promesa.
Génesis 12:1-2 (NTV)
Dios encuentra en un mundo caótico a un amigo, Abraham. Vemos que Dios no está buscando multitudes, ni un rey, ni una persona súper perfecta, sino que Dios está buscando a un hombre que lo reconozca para establecer amistad con él, que es lo que se perdió en el huerto del Edén. Abraham nace en Ur de los caldeos, un lugar geográfico que hasta el día de hoy tiene problemas, esto sería hoy toda la zona de Irán e Irak. Estando en Ur de los caldeos Abraham entabla una relación con el Dios no conocido, lo descubre y lo llama como su amigo, lo atrapa en base a promesas. No aparece con milagros a primera instancia, no lo seduce con diagnósticos, ni con palabras proféticas, sino con promesas estableciéndolas como una manera de traer claridad a su voluntad, anclando así un propósito y un destino glorioso. Vemos como Abraham es el punto de partida de todo, del cristianismo, del judaísmo y hasta de la religión musulmana.
Abraham está en un contexto familiar complejo, en una tierra compleja, sin embargo recibe una promesa, Dios lo está escogiendo como amigo por eso le da una promesa que definirá su propósito. Dios le dice a Abraham que Él ha decidido bendecirlo y hacer de su persona una gran nación, bendiciendo a los que lo bendigan y maldiciendo a los que lo desprecien, y haciendo que en su familia sean benditas todas las familias de la tierra.
Pero Dios le pide que se vaya de su tierra y de su parentela a la tierra que Él le iba a mostrar. Le pide que avance, que tome sus cosas, que se desprenda de su parentela para que lo conduzca a esa tierra prometida. Abraham en obediencia sale a la aventura más extraordinaria, que aún vive aunque ya no este y que un día se completará cuando él sea uno más delante del trono del Rey de Reyes y vea como por su fe las familias de toda lengua, tribu y nación están siendo bendecidas.
En la obediencia se activan las promesas.
La obediencia de Abraham hace que él se movilice y en esa movilización activa la promesa, “es necesario dejar atrás…” es como que en la vida vivimos cargando cosas, nunca terminamos de dejar atrás. Seguir a Jesús es caminar en las promesas de Dios viajando liviano, si vivimos anclados al pasado no nos permite salir de Ur y negociamos nuestra capacidad de ser felices. Pensemos un momento ¿Qué cosas dejamos atrás en el 2023? ¿Qué cosas nos pasaron que no queremos que nos vuelvan a pasar? ¿Qué sentimientos invadieron nuestro corazón que no queremos que nos vuelvan a invadir?
Quizás ya todo esto, en este poco tiempo de este año transcurrido, ha vuelto. Ya contestamos como no queríamos haber contestado, ya hicimos lo que no queríamos, porque parece que nunca terminamos de dejar atrás todo. Muchas veces nos regimos con tradiciones como el miedo, la violencia, la falta de fe y nuestras las acciones terminan evocando en nuestra vida un reflejo del pasado, por eso es necesario dejar atrás todo y comenzar a activar las promesas de Dios pues la fe se traduce como riesgo.
Caminar con Dios es asumir el riesgo de no tener el control nosotros y que sea él quien lo tenga.
En Génesis 3 nos menciona que debemos dejar a nuestro padre y madre para unirnos con otra persona y ser uno. El fin de Dios no es llenar el mundo de personitas, sino que es multiplicar su imagen en la tierra, y la imagen de Dios es “varón y hembra los creó, a su imagen los creó”. Desde el primer indicio de la Biblia nos habla de dejar atrás para poder ser uno con el otro, dejará el hombre…debemos aun animarnos a desprendernos de lo bueno para ser independiente. Cuando una persona se desprende y deja atrás empieza a tener un nuevo comienzo, hay una nueva historia, hay una nueva extensión, se queda con lo bueno y comienza a contar una nueva historia. Pero cuando tratamos de acaparar, de detener, de encerrar, asfixiamos, pero lo natural es la extensión. Dios le dice a Abraham que su nueva historia comenzará dejando atrás sus tradiciones, su cultura pues Él lo bendecirá. Para que de su vida se desprenda una gran nación y a todos los que lo bendigan serán benditos y a todos los que lo desprecien serán maldecidos y en su familia serán benditas todas las familias de la tierra.
La independencia es parte de la madurez, debemos quitar las cosas que nos rodean, que las usamos como muletas para sostenernos y aprender a depender de Dios.
“La obediencia activa las promesas” Abraham dio el paso y Dios puso el piso, estamos en un tiempo donde hay que minimizar los riesgos, es un tiempo de ajuste, hay que acortar los gastos, pero más grande que cualquier inflación, más grande que cualquier perdida es esta promesa, Dios cumple cada palabra. Quizás podemos decir ¿Qué tenemos que ver nosotros con Abraham si no somos judíos? Bueno la noticia es que fuimos comprados por la sangre derramada de un judío, el precio de nuestra salvación eterna fue pagada de un nazareno palestino. Jesús de Nazaret, ese hombre, totalmente Dios y totalmente hombre derramó su sangre para que podamos ser parte de esta promesa. Aunque no tenemos apellidos judíos ni usamos kipá, la sangre de Cristo nos une a esta promesa.
El Cordero inmolado de Dios era judío, con sangre hebrea fuimos comprados, y para que se cumpla la ley por medio de esa sangre nosotros hoy estamos unidos a esta promesa, la promesa que Dios le hizo a Abraham es para nosotros, Dios nos dice que dejemos atrás todas las cosas que nos limitan y avancemos con nuestras familias porque somos portadores de una promesa extraordinaria. Pero también nos dice yo te voy a bendecir y todos los que te bendigan serán benditos, y todos los que te desprecien yo me voy encargar y en tu familia serán benditas todas las familias de la tierra.
Esa es nuestra promesa, pero en el medio nos pasan muchas cosas, el pasado vuelve a reclamarnos, queremos pelear con nosotros mismos pero el peso de la promesa es extraordinario, en esta promesa entramos todos, Abraham levanta un altar sellando la promesa, le cree a Dios y se moviliza. Una vez que se mueve y llega a la tierra, Abraham empieza a ser el centro, cuando él estaba en Ur los que lo rodeaban determinaban su futuro, su parentela determinaba sus tradiciones y su forma de ser, pero cuando Abraham comienza a moverse en fe el empieza a ser el centro. Tiene que empezar a caminar en autoridad y los primeros problemas que tiene son con familiares, Lot su sobrino fue puro dolor de cabeza, Lot lo quiere a Abraham pero no por bueno, sino que porque donde Abraham iba había dinero, lo seguía por interés pues quería la herencia del tío. Ahora como Abraham es el centro ya no orbita alrededor de los parientes, sino que los parientes orbitan alrededor de él. Abraham lo libra a Lot, lo bendice, lo saca, lo busca, lo rescata varias veces, cuando debe elegir la tierra le dice a su sobrino que se quede con lo mejor, que él se quedaba con lo peor, porque Abraham sabía que no dependía de la tierra, sino que de Dios que le había hecho la promesa.
Génesis 13:14-18 (NTV)
Acá Dios afirma su promesa, vemos cómo Abraham hace un altar hacia Dios. En los altares como cuando vimos la historia de Noé, la madera se quiebra, hay muerte, hay sacrificio, hay entrega. ¿Qué es un altar? Es una puerta entre el cielo y la tierra ¿Cómo se construye un altar? En una relación con Dios, una vida de devoción, resolvemos nuestros problemas en oración, no matándonos, así resolvió Abraham sus problemas, construyendo un altar.
Una persona que levanta altares es una persona que se conecta con Dios pero que atrapa las promesas.
Abraham se encuentra siendo el centro, caminando en la promesa y Dios le dice: que levante su cabeza y se extienda. Pues la promesa de Dios es más grande que nosotros mismos, la promesa de Dios era más grande que Abraham y sus hijos. Por eso, le ordena que se extienda porque hasta donde él pudiera ver, Dios le daría esa tierra, respondería por ella, también le promete que estaría con el cada día de su vida, por como se había desprendido del pasado él sería el centro, y si estaba dispuesto a ayudar a otros necesitaría más espacio. Lo que Dios derramaría sobre la vida de Abraham no podría ser contenido en lo que él tenía.
Esto es expansión, llega un momento que lo que somos o lo que tenemos no nos contiene y cuando eso sucede viene la frustración. El potencial que no fluye se convierte en frustración y terminamos culpando a los demás porque no nos permiten avanzar, cuando en realidad se trata de extendernos, de romper los límites de nuestra comodidad y creerle a Dios en la promesa. Nuestra vida no está acabada, tengamos diez años u ochenta años, esta promesa es para nosotros. Si nos hemos sentido agotados, desequilibrados, o que no encajamos es porque tal vez lo que estamos haciendo no nos contiene, no contiene todo lo que Dios quiere derramar sobre nuestras vidas. Levantemos nuestras cabezas más allá de nuestros límites porque Dios nos quiere llevar más allá.
No podemos vivir huyéndole a la promesa de Dios. Es tiempo de asumir riesgos, de romper la comodidad, de asumir responsabilidades en Dios, animémonos a crecer, a ir más profundo en Él.
Animémonos a darle el tiempo en adoración e intercesión que está pidiendo, a sanar las relaciones que están rotas. Romper nuestros límites nos extiende para poder ver lo que Dios tiene. Levantemos nuestras cabezas este año, más allá de que todas las voces nos van hacer bajar la cabeza, nos van a decir que no damos con la talla, que fallamos, que no es suficiente, nos van hacer sentir solos, pero levantemos nuestras cabezas porque todavía queda mucho por conquistar. Dios cumple sus promesas, nuestros hijos serán usados por Dios, nuestros nietos servirán al Señor y en nuestras familias serán benditas todas las familias de la tierra.
Génesis 15: 5-6 (NTV)
Dios consideró justo a Abraham, no es que Abraham le creyó a Dios porque le dijo que iba a tener un hijo, él no lo estaba buscando, sino que buscaba ser obediente a lo que Dios le decía. Cuando Dios le pidió que saliera y contara las estrellas, Abraham lo hizo pero consideró que no podía a contarlas a todas, entonces Dios le prometió que así sería su descendencia y ahí Abraham entendió porque tenía que mirar las estrellas. Abraham le cree a Dios y eso le es contado por justicia. En el momento en que Abraham está en la tierra es un tiempo de la peor crisis, la impiedad, el pecado, la violencia ha tocado a la tierra en todas sus formas, pero la justicia se encuentra con Abraham porque le cree a Dios.
Abraham a pesar de su edad concibe un hijo, Sara su esposa era muy mayor también. La promesa se hace realidad en ellos, Isaac el hijo es el inicio de la promesa, la vida de Isaac no es tan relevante como la vida de Jacob o de José. Los nietos y los bisnietos de Abraham tendrán otra relevancia y de hecho unos capítulos más adelante Dios le pide a Abraham que sacrifique a su hijo, pues la promesa no era ese hijo de carne, sino lo que desprendería a través de su vida. La promesa tenía que ver con las estrellas, en esa constelación que Dios le mostró a Abraham había una estrella especial, uno de los nombres de Jesús es “Estrella de la mañana”. Abraham no tenía ni idea que contando lo incontable estaba entre todas las estrellas contando la venida del Rey de Gloria y que este Rey vendría a través de su descendencia. A través de creerle a Dios en su familia disfuncional, rota, quebrada podía tener relevancia alguna en la eternidad. Que de creerle a Dios en un mundo de injusticia el por medio de la obediencia podía ser justo, en ese grupo de estrellas incontables solo una es importante. El propósito de Dios no era que Abraham siendo abuelo disfrute el tener un hijo a upa, sino que su propósito era que a través de la fe de Abraham la revelación del Hijo de Dios se iba a extender sobre toda la tierra.
Por eso, la idea de Dios es de revelar a Jesús a través de nuestras vidas, a través de nuestras familias, la promesa sigue vigente, Dios nos repite que le creamos, tenemos que recordar la promesa original por encima de todas las palabras negativas, por encima de todos los contextos difíciles. Por encima de nuestras equivocaciones hay una promesa poderosa que se está cumpliendo.
Dejemos las cosas atrás, avancemos a lo que Dios tiene, creamos que Él es suficiente. Levantemos nuestras cabezas para poder extendernos, pues Dios tiene un propósito de bendición para nuestras vidas y nuestra descendencia.
Apocalipsis nos describe el trono de Dios lleno de familias, de toda lengua, tribu y nación. Abraham celebrando delante del Cordero inmolado, lo cual determina el final de los tiempos, y delante de ese trono nuestras familias con la familias de todos aquellos que hemos sido comprados con la sangre de Jesús, declarando la verdad de la promesa. ¿Por qué Dios escoge a Abraham? porque quiso escogerlo, ¿Por qué Dios nos eligió a nosotros? Porque así quiso hacerlo. De todas las familias, de toda la gente que quizás es más capaz que nosotros, Dios busco amigos en nuestras vidas.
Hoy es tiempo de recordar la promesa de Dios para nuestras vidas, para recuperar la autoridad que nos dan las promesas y no ceder frente a nuestras debilidades culpando al mundo por lo que no nos sale bien. hagámonos cargo de esta promesa, de esta palabra, Dios nos eligió y la deposito sobre nosotros. Cuando somos parte de esta promesa buscamos vivir en santidad, buscamos compartir la bendición que Dios nos da con otros porque somos conscientes de donde estamos parados, de quien es el que nos compró con su sangre. Con todas nuestras diferencias todos somos parte de esta promesa.
“Llenémonos del Espíritu Santo y salgamos a contar estrellas, llenémonos del Espíritu Santo y dejemos atrás el pasado. Animémonos a construir, a ser los que diseñemos nuestro futuro por medio del poder del Espíritu Santo. No dejemos que nos condicionen nuestros errores, ni nuestras caídas pues la sangre de Cristo derramada es más poderosa, hay un todo alrededor nuestro, entre todos construimos la iglesia que Cristo viene a buscar. Por sobre todas las voces que escuchemos este año escuchemos la voz de su Espíritu que nos guía a toda verdad y a sus promesas. Dios no es hombre ni hijo de hombre para que se arrepienta, sus promesas son en el sí y en el Amén. Debemos elegir creer en las promesas de Dios, pongamos la fe en lo que Él dijo que iba a ser y llenos del Espíritu Santo levantemos nuestras cabezas y extendámonos en el nombre de Jesús.”