Milagro a la puerta
6 de agosto de 2023
El libro de los Hechos no es de un grupo de hombres, sino que es el libro del Espíritu Santo donde no hay un punto final porque los hechos no se han acabado permanecen y están con nosotros. Lucas nos deja con Jesús ascendiendo y con un mandato «quédense en Jerusalén por un tiempo, quédense buscando y orando porque allí yo enviaré a mi Espíritu Santo» y el libro de los Hechos comienza con la continuidad de esa historia, con Jesús ascendiendo y dándoles esa orden (Hechos 1:8)
Dios no nos envía a un lugar para que la pasemos mal, sino para que seamos testigos, porque cuando el Espíritu Santo viene sobre nuestras vidas, por más que no nos quieran podemos ser de testimonio para ellos. La promesa es esa: «vamos a recibir poder» los dones ya están distribuidos, el poder del Espíritu Santo ya está en nosotros desde que nacemos, solo que está latente. Ese poder que recibirían los discípulos no era para hacer cosas, sino que era la capacidad de reflejar a Cristo como cuerpo, como iglesia. Ellos estaban acostumbrados a las manifestaciones, ya habían hecho milagros, ya habían echado fuera demonios, habían hecho cosas increíbles. Pero Jesús les dice que iban a recibir poder ¿para qué? Para todo, para poder ser felices, poder para construir una comunidad en medio de la persecución, poder para tener la capacidad de atravesar la resistencia, poder ver a sus familias quebradas y seguir predicando el evangelio, poder atravesar una historia de más de dos mil años y seguir siendo testigos del poder de Dios.
Cuando venimos a Jesús las capas de pecados y heridas se corren. Cuando en nosotros hay hambre el Espíritu Santo viene y activa esas capacidades sobrenaturales que están en nuestras vidas.
La palabra testigos en el original griego se desprende de la palabra «mártir» o sea que ¿recibiremos poder para ser mártires? Un mártir es la versión más elevada de un sacrificio, tiene que ver con una persona que ha abrazado una causa con tanta fuerza que ha superado su propia vida, no es otra cosa que lo que modeló Jesús, entregándose por amor a nosotros. Una persona que vive de esa manera expresa el poder de Dios de una manera nunca antes vista, eso fue lo que trajo el evangelio hasta nuestros días.
Ese poder que recibirían les iba abrir camino para ser testigos en todos los lugares de la tierra. En Hechos nos menciona que cuando estaban reunidos todos juntos haciendo lo que Dios les envió, el Espíritu Santo vino sobre sus vidas y como lenguas de fuego se encendieron sobre la cabeza de cada uno, fueron llenos del Espíritu y comenzaron a hablar nuevas lenguas, todos hablaban diferentes idiomas pero todos contaban las maravillas de Dios. Luego, se siente un viento recio, muchos comienzan a caer, el lugar esta encendido y la gente cuando pasa mira y se asombra porque hablando en su dialecto las maravillas de Dios, allí la iglesia nace como comunidad de fe.
Si la Biblia fuera un álbum de fotos, el libro de los Hechos sería como la foto del nacimiento de tu hijo, al abrirlo tendríamos el día en que nació la iglesia. El génesis, el primer momento y esas son las fotos más incomodas porque el día en que nacieron nuestros hijos podemos encontrar todo tipo de fotos, la mamá con la panza, el padre feliz por lo que va a pasar, hay una mezcla de alegría y dolor, de alegría porque algo nuevo irrumpe, porque es algo que se esperó, y de temor porque no se sabe que puede ocurrir, de repente todo cambia porque ese bebé que llega afecta la realidad y lo que lo rodea. Así es el libro de los Hechos, es el nacimiento de la iglesia, la vida irrumpe en una realidad de muerte, de acá en más todo iba a cambiar, la forma en que Cristo sería revelado, la forma en que Cristo se iba a manifestar. Nosotros hoy vemos a la iglesia de los Hechos y pensamos que eran superhéroes pero no, eran personas, hombres comunes, que no sabían lo que les esperaba, no sabían lo que tenían por delante, solo sentirían esa fuerza vital, esa potencia que los llevaba más allá de lo que podían imaginar. Por eso Pentecostés fue como un parto, el cielo se rasgó, el Espíritu tocó y hubo un grito que dio a luz a la iglesia de Cristo.
El cuerpo que había sembrado Jesús en la cruz ahora era un cuerpo nuevo, una comunidad de personas simples, llenas de un poder inimaginable, un puñado de hombres y mujeres que cambiarían la historia de la humanidad para siempre. Literalmente era Dios haciéndose hombre en cada uno de ellos, la encarnación de la naturaleza divina en personas falibles y débiles pero llenas con un poder sobrenatural.
En el capítulo 2 ya ocurre el primer milagro cuando Pedro predica y se convierten tres mil personas y junto con el nacimiento de la iglesia vino el chirlo. Cuando la iglesia nace lo primero que la gente dice: que estaban todos borrachos, que eran unos locos. En la primera predicación se cumple: el ser testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra, porque en esa sola predicación se convierte gente de todas las Naciones, la iglesia nace universal para las naciones.
En Hechos capítulo 3 vemos que la iglesia avanza porque sale de la estructura del lugar donde recibió el Espíritu Santo y los tenemos a Pedro y a Juan visitando la sinagoga La Hermosa, la cual, tiene una puerta grande, esa sinagoga para ellos representa como un punto de encuentro, de evangelismo, de confrontación, no hay una adoración a Jesús, sino que es el tiempo del desarrollo. Ellos entran en ese terreno encontrándose con un paralítico que hace cuarenta años iba a la iglesia, el cual estaba postrado y lo único que recibía de la religión era las limosnas porque durante cuarenta años él se ponía en la puerta y la gente le daba unas monedas que las usaría para su sustento. Pedro encarna una característica nuestra en este tiempo, le dice al paralitico que no tenía ni plata, ni oro pero lo toma de la mano diciéndole que se levante. Y se hombre que por cuarenta años estuvo postrado, con sus piernas lisiadas, se levantó de un salto y glorificó a Dios. Todo se tornó en una locura porque ese hombre lo primero que hizo fue entrar a la sinagoga saltando y bailando, armándose así un gran alboroto, la gente no podía negar que el poder de Dios estaba activo en esos dos muchachos. Porque lo que la religión no había podido hacer por cuarenta años en un instante el Espíritu Santo lo había hecho en el nombre de Jesús. La primera confrontación de la vida del Espíritu es con la religión, con el sistema de este mundo, en ese contexto se encuentran dando razón de lo que estaba ocurriendo, buscan a las autoridades para confrontar a Pedro y Juan.
Hechos 4:1-21 (NTV)
Este es el génesis de la iglesia, esto que sucedió es la muestra de la guerra espiritual que nosotros vivimos, hay un milagro y su particularidad es que ocurre en la puerta. Jesús dijo: yo soy la puerta, el milagro produce alboroto, es disruptivo, el infierno se incomoda cuando ocurre algo sobrenatural, lo primero que salta es el enemigo cuando alguien se convierte, cuando el cielo reacciona, el infierno tiene que contrarrestar movilizándose.
A Pedro y a Juan los encerraron, así se movilizó el infierno, pero Pedro declara que el milagro que ocurrió fue en el nombre de Jesús de Nazaret. Esta región era de campesinos, de gente indocta, muy humilde, en algún punto en la palabra nos menciona: ¿acaso puede venir algo bueno de Nazaret? Pero Pedro también les referencia que ese Jesús de Nazaret era quien ellos habían crucificado pero que resucitó al tercer día teniendo todo el poder.
Los religiosos estaban espantados y asombrados porque lo conocían a Pedro, era de ahí a la vuelta, era el pescador que cada vez que se le compraba pescado estafaba a la gente, y a Juan de Zebedeo también lo conocían, pero ellos estaban tan llenos del Espíritu que hablaban con denuedo. A veces pensamos que estar lleno del Espíritu es lanzar rayos por los ojos, pero el Espíritu Santo es espíritu de sabiduría y de gracia. Pedro tiene las palabras oportunas para el momento, les dice: que Jesús de Nazaret hizo el milagro, lo que la religión no pudo hacer, Jesús lo hizo en un momento, y les menciona que no hay otro nombre ni en el cielo, ni en la tierra, no hay otro nombre dado a los hombre por el que podamos ser salvos, si no es por Jesús.
Allí los fariseos se juntaron en su sala secreta conciliando y debatiendo que si se ponían en contra de los discípulos, se iban a poner en contra a la gente, entonces decidieron prohibirle que hablen de Jesús de Nazaret. No los podían poner presos ni tampoco matar pero si iban a confabular para que ellos no pudieran hablar, iban a crear un sistema donde estén atrapados, iban a menospreciar el nombre de Jesús. Iban a establecer un sistema de ideologías perversas, de valores que destruyan la imagen de Dios en el hombre y la mujer, iban a seducirlos para que se amiguen al poder olvidándose de predicar el evangelio, iban a mostrar la benevolencia perdonándoles las vidas, observemos que es la misma estrategia que el infierno todavía tiene.
Después que confabularon, los mandaron a llamar diciéndoles que lo único que le pedían era que no hablen de Jesús, Pedro y Juan les respondieron: ustedes nos piden algo antinatural porque no podían callar lo que habían visto y oído. Les hicieron ver que ellos con toda su religión en cuarenta años no pudieron hacer nada por el hombre paralítico y ellos en un instante pudieron sanar al hombre en el nombre de Jesús de Nazaret. Por eso le volvieron a remarcar que no callarían esa verdad, que era ilógico callar el nombre de Jesús donde estaba el poder, que era irracional, cuándo teniendo que elegir a quien obedecer, elijan despreciar a Cristo callando su nombre para hacerle caso a ellos.
Lo que habían visto y oído era tan grande, lo que habían experimentado era tan fuerte que no podían callarlo, no podían dejar de hablar de Jesús de Nazaret, tanto así defendieron su fe que la gente comenzó a alabar al Señor. Después de estar presos por primera vez se encuentran con los hermanos y ellos no piden para que no haya persecución, sino que piden «Señor, no nos permitas callar tu nombre, que no dejemos de predicar de tu persona» y cuando terminan de orar ese lugar tiembla. Pues ellos habían experimentado que al predicar el nombre de Jesús, los enfermos sanaban, los endemoniados eran libres, las personas eran transformadas y el mundo natural era alterado por el poder sobrenatural de Dios.
Esta es nuestra esencia y uno de los grandes problemas que tiene la iglesia de Cristo en este tiempo es que en vez de obedecer al Espíritu Santo obedece al sistema de este mundo y callamos el nombre de Jesús. El Espíritu Santo no vino para ser más milagros los domingos, no vino para darnos un estándar de vida mejor a cada uno de nosotros para pasarlo lo mejor posible, no vino sobre la iglesia para que seamos la religión más top del mundo, el Espíritu Santo vino para que seamos testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.
El Espíritu Santo que nos habita tiene un objetivo principal y es que demos a conocer el nombre de Jesús, no podemos callar lo que hemos visto y oído. Fuimos llamados a ser testigos, a revelar la vida de Cristo a través de nuestras vidas, a vivir amando a Cristo en el otro, a vivir de una manera que el nombre de Jesús se haga público y que esto no nos avergüence.
Debemos dar a conocer a Jesús en todo lugar, con nuestra familia, con los más cercanos, en nuestro trabajo, algo que el Espíritu Santo vino hacer fue traer convicción de pecado y si nunca sentimos esa convicción, entendiendo que todos los demás están mal y nosotros no, el Espíritu sin duda no está en nuestras vidas. Pedro sabe que el poder real que viene del Espíritu hace en un instante lo que la religión no puede hacer en cuarenta años, pero nosotros rompemos la lógica del cielo, nos callamos, nos perdemos en nuestro conocimiento, o hablamos de otras cosas, o ayudamos a la gente de diversas maneras, pero nada reemplaza la tarea de conocer a Jesucristo, pues nuestro llamado es declarar el nombre de Cristo.
El diablo no tiene problema con la asistencia social, pues hay muchas organizaciones que lo hacen, no va en contra de la ayuda humanitaria, el infierno tienen un solo objetivo que es anular el nombre de Jesús, porque cuando una persona se encuentra con Jesús se descubre así misma, se auto vale, no depende de la asistencia de alguien más. Cristo nos devuelve la dignidad con la que fuimos creados, nos sana para que tengamos relación con el cuerpo de Cristo y con otros, así funciona el evangelio, ese es el génesis de la iglesia. Por eso Pedro dice que era ilógico lo que le pedían los religiosos, ilógico que obedezca a lo que el sistema le imponía o a las confabulaciones de un mundo que dice que el pecado está bien.
Antes de conocer a Cristo no veíamos, ni oíamos nada, sino que lo único que veíamos eran las mentiras de este concilio perverso que nos dice que estábamos condenados a repetir las historias de nuestros padres, que somos autosuficientes en nuestro conocimiento. Pero cuando Cristo llegó, nuestros ojos fueron abiertos, nuestros oídos fueron destapados y cuando lo vimos a Él entendimos que sus huesos fueron molidos por nuestros pecados y rebeliones, entendiendo que necesitábamos ser perdonados, libres de la condenación de este mundo para que libremente podamos contarle a otros acerca de Jesús.
Cuando nos callamos estamos encerrando el potencial de Cristo que hay en nosotros y nos morimos, tenemos que dar a conocer a Jesús.
Luchamos para tener un testimonio integral, luchamos para mostrarle a la ciudad y al mundo una iglesia equilibrada, una comunidad de fe que no es perfecta pero que trata de ser lo más ordenada, simple y llena del Espíritu Santo. Aun así nuestra mayor misión es dar a conocer el nombre de Jesús. Se tiene que levantar una iglesia que tenga la osadía de no dejar de predicar el evangelio pero que esto se acompañe con señales y milagros.
Es hermoso declarar Yeshua pero tenemos una misión antes de que el venga a buscar a su iglesia que es darlo a conocer, ver cómo los muertos resucitan, ver cómo la gente que está en necesidad al encontrarse con Él pasa a formar parte del cuerpo, tenemos una misión como comunidad: reflejar el nombre de Cristo, debemos obedecerle por encima de cualquier otro mandato, debemos servirle con todo nuestro corazón y brindarnos a los demás como él se brindó por nosotros. Es lógico que creamos que Dios puede hacer lo que la religión no pudo hacer durante cuarenta años, es lógico vivir detrás de una fe que se hace tangible porque cuando llegamos a nuestros hogares las diferencias se sanan, los corazones se conectan con el Padre, esta es la vida del evangelio, es nuestro clamor en cada temporada: ¡Por favor, Señor, no nos dejes callar, que tu nombre sea famoso en cada lugar de la ciudad, que el nombre de Jesús de Nazaret sea el más poderoso, ven, Señor, con tu Espíritu Santo y llénanos así como llenaste a Pedro, porque estamos convencidos que el milagro está en la puerta!
«Si hay algo que nos impide ver la gloria de Dios, si hemos perdido el sentido de ver el peso de la convicción de pecado que nos quita el privilegio, es una buena oportunidad para pedirle al Señor que nos apasione. Queremos volver a esa esencia, queremos volver a predicar de Jesús, queremos que Cristo sea conocido, queremos que él sea famoso, queremos obedecer a aquel que dio su vida en la cruz y pagó el precio por cada uno de nosotros».