Su voluntad en nosotros
«No encubro nada de tus ojos,
esto que ves, soy.
Alguien débil que
irónicamente
se hace fuerte solo
cuando se quebranta,
que solo se arma
cuando se rompe.
“porque en realidad,
no necesito ser fuerte,
si vos lo sos por mí”.
No encubro nada de tus ojos,
me permito ser vulnerable,
ser íntimo con la ruptura.
Yo rindo mi voluntad a la tuya».
Poema por Yamila A.
San Marcos 14:32-42
Hemos visto esta escena muchas veces y es muy especial, donde Jesús padece antes de ser arrestado. Lucas, como es médico, en su evangelio hace un diagnostico físico de lo que Jesús padece en ese momento. Mateo también la relata pero Juan lo cuenta desde otra perspectiva, desde el momento en el monte de los Olivos cuando Jesús es arrestado. Marcos nos muestra la esencia del Dios a quien adoramos, cien por ciento Dios y cien por ciento hombre, dándonos a entender que está a la puerta de beber la copa de la ira de Dios, ¿de qué está llena esa copa? De toda la maldad y del pecado que separa al hombre de Dios.
Todas las injusticias que muchas veces nos afectan, toda la mugre de nuestras vidas en una sola copa que Jesús tiene que beber. Él sabe lo que va a enfrentar, no le da miedo, pero sabe la magnitud de lo que tiene por delante, no tiene la incertidumbre de lo que va a vivir, tiene la certeza del precio que tiene que pagar con su cuerpo y emociones.
Para este momento durante tres años preparó a sus discípulos, les repite una y otra vez: ¡velad! Estén despiertos pero sin embargo cuando llega la hora se duermen. Antes de ser entregado Jesús se dirige al huerto de los Olivos, dejando a sus discípulos en la ladera y llevándose a los más cercanos para que estén despiertos porque está angustiado y necesita que lo acompañen.
En los momentos de soledad necesitamos que la gente nos acompañe, pero la verdad que por más acompañados que estemos hay cosas que tenemos que vivirlas solos, hay presiones que nadie más va a poder entender, donde ningún otro se puede poner en nuestros zapatos. Hay montes que debemos subir en soledad. Jesús necesita de sus discípulos pero no les reprocha nada, se quedan dormidos tres veces. Jesús no les menciona que los necesita, solo que se mantengan despiertos porque lo que iban a vivir requería que estén conectados.
Jesús les repite que es por sus vidas que deben velar y clamar. Así como hay una copa de maldad, hay otra copa que se llena con la oración y el clamor de los santos. La justicia de Dios no está basada en el castigo sino en la restitución, no hay pedido de justicia que no esté contenido en el corazón de Dios y cuando es el momento oportuno la copa es volcada. Previo a la venida de Jesús la palabra nos revela que el mundo será sacudido. Lo que conmueve el corazón de Dios es la oración de los santos que son perseguidos injustamente, que son lastimados y eso está guardado para un momento oportuno, para cuando la tierra sea juzgada.
Pero en ese momento con Jesús en el Getsemaní, Dios está exigiendo justicia a una humanidad que lo rechazó, que le dio la espalda y ese carpintero de treinta y tres años está sintiendo en ese lugar el peso sobre su cuerpo. Jesús se aparta porque enfrenta en soledad este dolor, llega el momento en que su psiquis, su cuerpo entra en shock y en un estrés casi irresistible. Su alma fue reducida a mortal angustia, pues literalmente estuvo en el límite de la muerte debido a la carga emocional que fue muy fuerte. Lucas describe que Jesús derramaba sudor de sangre, lo que significa que su cuerpo padeció un shock traumático que hace que los capilares se rompan y se mezclen con el sudor. Lucas como médico describe que Jesús se paró al borde de la muerte, su cuerpo estaba sufriendo física y emocionalmente un shock de un peso tremendo.
Jesús podía haber evitado ese momento porque era Dios, pero era necesario que su cuerpo atravesara esa situación para que la muerte fuera derrotada, pero también el estrés, los ataques de pánico, la angustia y la depresión quedaran a los pies de Cristo en ese momento.
Si el cuerpo de Jesús sufrió eso frente a esa situación, ¿cómo no va a padecer lo mismo el cuerpo de Cristo ahora? Todavía el cuerpo de Jesús padece mortal angustia. Muchas veces hacemos del evangelio algo místico como si estuviéramos en el cielo, pero cuanto más estamos cerca del corazón de Dios más victorias obtenemos sobre lo que nos afecta. El cuerpo es débil, Jesús mismo lo padeció, no es ajeno el mundo de la iglesia, solo que no vivimos para el mundo, enfrentamos nuestras debilidades de la forma que Jesús nos enseñó en el Getsemaní, yendo a la presencia del Padre.
En medio de la presión de este sistema nos sumergimos en la voluntad del Padre, aunque muchas veces el cuerpo sufre debilidad, somos seducidos y batallados en nuestra mente y corazón, teniendo mucho que resolver y enfrentar. El panorama se oscurece frente a nosotros, las ideologías que atentan contra los valores morales, nuestras fuerzas se debilitan en los intentos de querer agradar a Dios, pero siempre volvemos a la Presencia del Padre.
Getsemaní significa prensa de olivo, era el lugar donde las aceitunas eran trituradas para que el aceite caiga, no hay manera de que no pasemos por ese proceso porque somos débiles. Jesús nos sigue diciendo que estemos despiertos para que cuando vivamos bajo presión, para que cuando tengamos que dar razón de nuestra fe o las cosas difíciles vengan, nos acordemos que todo se resuelve en la Presencia del Padre.
Jesús recurrió a los discípulos tres veces pero estaban dormidos, entonces acude a su Papá. Quizás en ese momento el corazón de Dios estaría a punto de estallar viendo a su hijo sufrir tanto, pero podemos comprobar el amor tan perfecto y grande de Dios que dio a su único hijo. Jesús aun estando en medio de tanta presión, con ataques de pánico, se arrodillo en la Presencia de su Papá sabiendo que solo se cumpliría su voluntad. Lucas nos menciona que cuando Jesús pasaba ese momento tan tremendo de su vida venían ángeles para servirle, Cristo abrió esa brecha que separaba al cielo de la tierra, ese velo se rasgó cuando Jesús declara: ¡Consumado es! El cielo en ese momento se acerca a la tierra, pues Jesús le da toda la obediencia, toda la honra a su Papá.
Jesús resuelve la cruz en el Getsemaní, lo que pasa después ya está resuelto, no hay angustia, carga con la cruz sabiendo que ya hizo todo. Nos enseña que dependemos de Él, sabiendo que cuando un corazón se rinde el cielo se rompe para que la voluntad de Dios se haga, todo lo enfrentamos tomados de la mano de Dios. Somos dependientes de su gracia, de su amor, todas nuestras debilidades las rendimos en el Señor porque ya nos compró con su sangre preciosa. Dejémonos exprimir por el Padre, le entregamos todas nuestras debilidades para que se cumpla su voluntad, que cuando Dios nos presione salga de nosotros su amor, su gracia, que la respuesta para los que nos engañan y maltratan sea su Presencia. Que nuestra respuesta para la injusticia sea su justicia, que la respuesta para nuestras debilidades sea su voluntad cumplida en nosotros, volvamos a su Presencia, y a su voluntad que es agradable y perfecta.”