TODO ESTÁ EN JESÚS

17 de abril

“Su carne fue rota para que la mía esté sana,
hilo por hilo fue él fracturado para que yo esté completa [o] y restaurada [o]”.

-Epígrafe por Yamila Arce

Hay una palabra sobre la que venimos caminando como iglesia y es la palabra sanidad. En San Lucas 4 dice: el Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido para dar buenas noticias a los pobres y para remendar a los quebrantados de corazón. Jesús experimentó el poder de la sanidad en su cuerpo porque fue herido, fue lastimado. Dios en toda su plenitud fue hecho hombre, quizás de vez en cuando se dio un martillazo en el taller de su padre, sus pies se cansaron, se agotó. Sin embargo vivió una disciplina de salud, una dieta saludable, predicaba mucho pero aun con estas intensas cosas su preparación física lo llevó a la cruz, sin duda estaba muy bien preparado para pasar este momento.

Cuando Jesús cae por el peso de la cruz sin poder levantarse toman a un hombre de campo entre la multitud llamado Simón de Cirene, para obligarlo a llevarla. Físicamente Jesús estaba roto pero cuando resucita, el poder de la sanidad opera en él. Durante el tiempo en que Jesús muere y está venciendo a la muerte su cuerpo no ve corrupción, no solo su alma y su espíritu no se quebraron, sino que su físico no se descompuso. El cuerpo estaba muy roto pero el infierno no lo puede resistir y cuando Jesús resucita lo hace con el mismo cuerpo sano. El poder de la resurrección manifiesta el poder de Dios.

El dolor en el alma, la depresión, la angustia siempre tiene alguna alternativa, pero el dolor físico asfixia y necesitamos la intervención de Jesús. ¿Cómo interviene Dios? A través de un milagro, a través de su Presencia o con personas que nos abrazan y que nos acompañan. Dios en la cruz aun cubre el cuerpo de Jesús para que no fuera quebrado, así la profecía se puede cumplir. Nicodemo y quienes lo acompañaron, descolgaron ese cuerpo con mucho cuidado para que no sea lastimado, aunque no entendían mucho conservaron la integridad del cuerpo de Jesús.

El mismo poder que sostuvo a Jesús en ese proceso es el que opera en nuestras vidas.

Pero como el hombre le entregó las llaves de su casa a Satanás, este opera sobre nuestras vidas con enfermedad, con dolor y cada proceso que pasamos no es porque el Señor quiere vernos enfermos para tratar con nosotros, pero si lo usa para que entendamos que todo está en control.  La enfermedad tiene como raíz el pecado, es necesario atender en nuestras vidas los procesos de salud y descubrir cómo estamos viviendo, como ordenarnos, no como una obsesión pero sí entendiendo que Dios nos quiere dar una mejor calidad de vida.

Nos cuesta mucho seguir instrucciones para estar bien, pero entendemos que la palabra está llena de instrucciones para nosotros.

Si Cristo venció a la muerte en la cruz como no va a desear suplir todas nuestras necesidades físicas y espirituales.

Debemos ver cómo vivimos en el propósito y qué Dios tiene para cada uno. Él nos sana para sanar, aun nos eligió con las limitaciones físicas que tenemos, nos eligió por amor aun en nuestras debilidades. Sea enfermedad o salud, sanidad o momento de prueba todo lo que vivimos y experimentamos es en Cristo Jesús.

Colosenses 1:15-23 (NTV)  Pablo trata de hablarle a una iglesia que está en medio de una confusión, les hacer ver que Cristo es la imagen visible del Dios invisible. ¿Cómo podemos ser la imagen de lo que no se ve?, ¿Cómo lo transmitimos? Jesús es la plenitud de Dios transmitido en algo pequeño que al tocarlo, al experimentarlo, hace que se materialice en un Dios con poder y grandeza. En Jesús esta resumido todo lo que existía desde antes, el que fue, el que es y el que ha de venir.

En Jesús está todo porque todo fue creado por él y para él, es el motivo y el propósito.

Antes de la fundación del mundo ya sabíamos que nos había pensado y que estábamos en él. Aun al morir en la cruz estábamos en él, fuimos traspasados y cargamos esa cruz. Todo por él subsiste. No podemos escaparnos, aun negando la fe, alejados del Señor terminamos haciendo cosas para Dios porque estamos en él; reconocemos su grandeza. Ningún hombre antes resucitó, ninguna persona engendrada como él. Desde ahí es que Jesús estableció un principio: que lo que sucediera con él también lo viviríamos nosotros.

Dios en toda su plenitud también estaba en la cruz junto a Jesús: Padre – Hijo – Espíritu Santo estaban experimentando la redención en cada uno de nosotros y en la persona del hijo estaban contenidos para redimirnos. Por eso cuando hablamos del Espíritu Santo estamos declarando que es la tercera persona de la Trinidad que estuvo en el cuerpo de Jesús, que percibe, que entiende, que se manifiesta y que tiene el poder absoluto de todas las cosas. Dios Padre siente el desgarro de perder al Hijo, lo percibe, estaba en el sacrifico.

El resumen del amor de Dios para con nuestras vidas es la cruz, no hay una manera de graficar más claramente la entrega de un hijo.

Cuando Jesús es crucificado Dios Padre no se quedó mirando desde arriba, sino que estaba allí junto a su Hijo, no se puede dividir porque toda la plenitud de Dios habitó en ese sacrificio. Así como nosotros que somos cuerpo, alma y espíritu no nos podemos dividir, tampoco ellos lo pueden hacer. Nuestro espíritu es el que está conectado a Dios y si pasamos gran parte del tiempo conectados a nuestra carne indudablemente perderemos la capacidad de escuchar la voz de Dios.

Nuestras vidas tienen sentido cuando nos encontramos con Cristo Jesús aunque a veces no terminamos de entenderlo.

“Nuestro evangelio es real, no es un juego. Jesús es real y algún día cuando vuelva lo veremos cara a cara, Mientras tanto ese icono del Dios invisible cobra sentido cuando nuestro corazón le pertenece. Este evangelio funciona no cuando solo nuestras necesidades son satisfechas, sino cuando nos sentamos a orillas del río de la vida con Jesús, planteándole nuestros temores y siendo sinceros, disponiendo nuestro corazón para que lo pueda tomar y tratar. Por medio de la fe entendemos que Jesús en la cruz nos escogió aun siendo sus enemigos, nos reconcilió con su el Padre para que vivamos una vida intachable, de gloria, que se transforme en buenas noticias para quienes no le conocen.  Nuestro corazón es tuyo, Señor.”                                                                               

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