Eternamente real
26 de febrero de 2023
Dios fue real, es real y será por la eternidad real, pues vivimos en una cultura de un Dios real y presente. Desde el principio y el fin de nuestros días él camina y caminará con nosotros, Dios envió a Jesús de forma real a la tierra, en un punto de la historia Dios dijo: deseo que toda la humanidad sea redimida, por eso decidió enviar a Jesús su único hijo para redimir toda la creación, la tierra. Lo envió de forma física, el Espíritu de Dios se movía por todos lados, daba poder a la gente y Dios fue levantando grandes personas a lo largo de la historia para guiar al pueblo y así vemos en el Antiguo Testamento donde Dios interviene.
Pero en un momento dado Dios decide enviar de forma real a Jesús para que todo ojo lo pueda ver, para que toda persona lo pueda escuchar y ahí se transformó la historia. Jesús vino a la tierra de forma real, murió por nosotros, resucito y ascendió. Nosotros hoy estamos en una etapa donde podemos experimentar a Jesús para manifestarlo a todas las personas que nos rodean y llegará un día en el que va a descender de forma real para verlo cara a cara.
Dios es eternamente real, él tiene un plan perfecto con nosotros, el cual es que podamos vivir un evangelio real, un evangelio tangible, palpable, al cual toda persona pueda tener acceso para ser transformada por medio del Espíritu Santo.
“Es más valioso lo nacido del Espíritu Santo que cualquier esfuerzo humano”.
Eclesiastés 9:11-18
La palabra del año nos menciona en el versículo que no es con nuestra fuerza, ni por esfuerzo humano, ni capacidades, talentos o dones, sino por el Espíritu Santo. Podemos pasar nuestra vida entera tratando de esforzarnos por agradar a Dios con méritos propios, con talentos o dones pero si el Espíritu Santo no transforma nuestra manera de vivir no nos va a servir de nada.
Cristo lo vale todo, él es merecedor de todos nuestros días, de nuestras lágrimas, de nuestras alegrías, de nuestro amor y de nuestra devoción. Cristo es digno y merecedor de todo, de lo que tenemos, de lo que podamos llegar a alcanzar, de todo lo que somos él es digno y es merecedor.
“La sabiduría no es un concepto, es una persona que es Cristo”
Cada vez que mencionamos a la sabiduría nos referimos a lo real, a lo genuino y a lo verdadero. Todo aquello por lo que vale la pena luchar y pelear es lo cual debemos perseguir. Al final de todo lo real prevalecerá sobre las apariencias, por eso vale más lo que viene del Espíritu Santo. Quizás alguna vez aparentamos algo que no somos y es difícil sostenerlo porque va a llegar el momento que lo genuino sale a la luz. A lo mejor nos queremos mostrar de una manera y en el momento menos pensado salto lo que realmente somos y no estuvimos muy conformes con ello. Siempre lo real termina prevaleciendo frente a las apariencias, por eso Eclesiastés nos menciona que vale más la sabiduría que la fuerza, vale más concentrarnos en lo genuino y verdadero que nace del Espíritu Santo que todo lo que podamos hacer con nuestras fuerzas.
Podemos alcanzar cosas por nosotros mismos, objetivos que nos propongamos o metas que tengamos, si vamos a poder, pero llegará un momento en que ya nuestras fuerzas no nos darán, se nos agotará. Por ello es necesario que el Espíritu Santo es quien sustente nuestras vidas para que todos los días podamos construir algo genuino y verdadero.
No hay nada más triste que ser exitoso en algo a lo cual no fuimos llamados. Por eso debemos abrirle la puerta de nuestro corazón al Espíritu para que prevalezca lo genuino y no estar detrás de algo que no fuimos llamados a hacer.
Eclesiastés nos menciona que a veces ve que a los justos les va mal y a los malos les va bien, esa es la cultura de este mundo, pero nosotros seguimos invirtiendo en lo que el Espíritu Santo está haciendo en nuestra familia, en nuestras vidas y en todo lo que nos rodea. Llegará un día en el que todo sea medido y todo lo que construimos de forma real y verdadera guiado por el Espíritu Santo prevalecerá sobre todas las apariencias.
“Es más valioso quien tenemos en nosotros que todo lo que poseemos”
Eclesiastés 7:12-14 (NVI)
Todo lo que acumulemos en la tierra algún día no estará, pero todo aquello que dejemos que Dios haga en nuestras vidas y le entreguemos eso sí que es valioso y permanecerá en nosotros. Esto no quiere decir que vamos abandonar todo, seremos responsables y eficientes en donde nos movemos, pero entendemos que vale más que Cristo crezca dentro nuestro que todo lo que podamos tener.
Muchas veces nos encontramos con gente que tiene mucho pero vive incompleta, asimismo gente que no tiene mucho pero disfruta de lo que tiene en plenitud. Vivimos un evangelio personificado en Cristo donde el Espíritu Santo lo derramó sobre cada uno de nosotros, a la hora de vivir un evangelio real debemos considerar qué es lo que va a sumar a ese evangelio real.
“Es más valioso lo que nace del Espíritu Santo que cualquier esfuerzo nuestro y es más valioso a que Cristo está en nosotros a todo lo que podemos tener físicamente”
Podemos aferrarnos a lo que nosotros consideremos valioso, en una escala de valores todos consideramos valioso algo diferente al resto. Eclesiastés 7:11 nos dice que podemos ponernos a la sombra de la sabiduría o de lo que nos ofrece este mundo, a la sombra de lo real o genuino o a la sombra de lo que consideremos que está bien. Nos menciona el pasaje que la sabiduría, Cristo mismo, tiene la ventaja de dar vida a quien la posee es por eso que debemos abrazar la sabiduría y caminar aferrada a ella.
Dios nos ha dado libertad para elegir a que aferrarnos el resto de nuestras vidas pero el verdadero tesoro que Él nos ha confiado es a Cristo mismo, quien es sabiduría. La sabiduría nos da vida, hace que vivamos la vida en plenitud para disfrutar y alcanzar a lo que fuimos llamados.
En cada temporada que atravesamos Dios está presente, en las buenas temporadas nuestra esperanza se fortalece, pues vemos a Jesús en ello, pero en las pruebas es bueno recordar que estamos tomados de la mano de aquel que es eterno y que todo lo puede. En las dos temporadas aprendemos y nuestro desafío es que cuando vienen los momentos de prueba nuestra mirada no se aparte de Él, que no nos desenfoquemos y sigamos considerando valioso que es mejor tener a Jesús y al Espíritu Santo en nosotros que todo lo que nos puede rodear.
Debemos amar todas las temporadas que nos tocan vivir, si Cristo está en nuestro corazón Él se revela cada día para caminar en todas ellas con gozo y plenitud. No debemos perder de vista lo real del evangelio que es Cristo mismo, para vivir un evangelio real debemos librar una batalla real.
“Las batallas por un evangelio real”
Cuando el Espíritu Santo se derramó en Pentecostés dando inicio a la iglesia gloriosa a la cual pertenecemos hoy, esa iglesia gloriosa que hoy vemos con mucho fruto. Ese evangelio el cual Jesús proclamó estando en la tierra tomó un valor mayor cuando ascendió, porque los discípulos veían que cuando su maestro estaba con ellos hacia milagros, sanaba a los enfermos, le daba vista a los ciegos, liberaba a los que estaban oprimidos y algunas veces ellos tenían intervención. Pero cuando Jesús asciende a los cielos ese ministerio queda a cargo de la iglesia cumpliéndose así ese plan tan maravilloso de que su iglesia sea la protagonista. Cada día nos toca batallar por vivir este evangelio, hablar de la buena noticia y manifestarla. Jesús derramó su Espíritu sobre la iglesia para que los que quisieran seguirle puedan transformar toda la sociedad y las naciones. El enemigo está enojado con esto tratando siempre de distraer y desenfocar a la iglesia, no desconocemos sus maquinaciones pero debemos estar preparados para batallar. Veremos a continuación cuatro batallas que debemos librar todo el tiempo:
“Comunión intima versus superficialidad”
Hoy adorar es una elección, en el día a día podemos hacerlo o no pero en la eternidad eso será una condición constante, en la eternidad será todo el tiempo adoración. Hoy tenemos la capacidad de adorar o no pero si lo elegimos vamos a comenzar a recoger los frutos de una vida de adoración.
Hoy tenemos el privilegio y la oportunidad de rendir las pasiones de nuestro corazón a Dios y que él sea nuestro deleite. Salmos 25:14 (RVR) La comunión intima de Jehová es con los que le temen, vivimos caminando en integridad reconociendo que el control de nuestras vidas está en manos del Señor. Entendemos que “cercanía no representa comunión” porque podemos estar cerca de alguien pero no tener nada en común, la comunión viene de tener un vínculo profundo que nos una. Cercanía es más que vínculos o experiencias es reconocer la dignidad de Dios sabiendo que dependemos de Él. La profundidad íntima con Jesús quema lo impuro y superficial porque en lo profundo hay tesoros que están preparados para los que se sumergen (1º Corintios 2:9-10) Todo lo que está en el corazón de Jesús está disponible para todos porque cuando vino y murió abrió el camino al Padre para todo habitante de la tierra, pero no todos eligen acercarse, entonces lo profundo del corazón de Dios está para los que deciden ir más profundo hacia su corazón.
Todo lo verdadero permanece cuando es probado por fuego. Cuando vienen las pruebas de fuego no tenemos que tener miedo sino debemos alegrarnos porque el oro necesita ser probado por fuego para revelar el valor que tiene. Nuestra vida vale mucho por eso debemos estar preparados para que vengan las pruebas de fuego, pues no nos va a consumir sino que el fuego nos va a purificar.
“Firmeza versus inconstancia”
La inconstancia viene para apagar el fuego que arde en nuestro corazón, la falta de propósito es el mayor riesgo que tenemos. Firmeza no se trata de aguantar y resistir todo lo que venga, más allá que parte del proceso sea resistir, la firmeza es saber que en medio de todas las temporadas que pasamos tenemos la fuente que es Cristo.
San Mateo 24:9-13 (NVI) Firmeza es saber que en medio del contexto de mayor perversidad y corrupción tenemos fuente que nos hace mantener incorruptible. La justicia tiene que ver con la firmeza porque el camino de los justos viene de la firmeza de permanecer en Dios.
La dependencia de la voz de Jesús nos mantendrá firmes, quizás no vamos a terminar de entender todo lo que nos toque atravesar pero si vamos a conocer más al que camina con nosotros.
Tenemos dos maneras de caminar en la vida: tratar de entender todo o invertir nuestras vidas en conocer más a Jesús que camina con nosotros, es por eso que el camino de los justos es la dependencia de la voz de Dios. La inconstancia tiene que ver con la perversidad, lo cual no es solo la persona que tiene pensamientos impuros o incorrectos, sino que tiene que ver con todo lo que se tuerce. La inconstancia nace de la corrupción y todo lo que no se cuida pierde su rumbo, podemos tener cosas hermosas en nuestras vidas pero si no las cuidamos puede torcer su rumbo. Todos fuimos llamados a permanecer firmes pero si no permanecemos dependientes de la voz de Dios hasta lo más lindo se puede corromper, como asimismo podemos estar en un contexto de mayor corrupción y perversidad permaneciendo en firmeza.
“Enfoque versus distracciones”
La ansiedad comienza cuando perdemos el rumbo de nuestro corazón, allí es donde comenzamos a corrompernos. (1º Tesalonicenses 5:4-6 NVI) Un corazón enfocado y prudente tiene beneficios: elimina las distracciones y reordena nuestras prioridades, calma la ansiedad para poder caminar con seguridad, nos mantiene sobrios y despiertos, nos hace distinguir y discernir lo que es bueno para nuestro corazón como así también lo que produce daños.
Dios tiene un plan con su iglesia y nuestra tarea es no desenfocarnos de ese plan, pero cada día hay más distracciones. Debemos de ser conscientes que hasta que Cristo venga libraremos batallas en las distracciones, todo el tiempo debemos luchar para no perder el enfoque. Las actividades y la cotidianeidad no apagan el fuego pero pueden impedir que veamos detalles que solo están en la quietud de la intimidad. Posiblemente que lo que nos distrae no apague el fuego pero si nos sacará de la intimidad, de la quietud para no ver lo detalles. Dios tiene detalles con sus hijos pero solo lo pueden ver los que permanecen enfocados en Él. Las actividades y el día a día no apagarán el fuego pero muchas veces abrimos la puerta a cosas nocivas que no dejan que Cristo crezca en nosotros. Las actividades sin propósito solo se transforman en una anestesia para nuestra ansiedad porque caminamos con ansiedad y nos llenamos de actividades para no enfocarnos en los problemas que tenemos pero llega un punto en que llenarnos de actividades maquillan la ausencia de propósito.
No hay nada más triste que vivir una vida con falta de propósito. Podemos pasarnos la vida llenándonos de cosas para no enfrentar lo que debemos, pero llegará el momento de hacerlo y nos daremos cuenta que no estamos preparados porque vivimos esquivándolo. Cuando perdemos el enfoque comenzamos hacer una anestesia para nuestra ansiedad con actividades, esto le conviene al enemigo pues nos empieza a dormir con cosas para hacer para que dejemos la intimidad con Jesús.
Quietud no es estancamiento, frenar no es estancarnos, quietud habla de enfoque. Muchas veces la ansiedad nos niega disfrutar de los procesos, este sistema todo el tiempo se nutre de lo que genera ansiedad, todo el tiempo queremos saber lo que pasa. La ansiedad nos quita la posibilidad de disfrutar a Jesús, nuestra mirada debe estar puesta en Jesús todo el tiempo porque si no en aquellos días malos que se aproximen sino lo hacemos terminaremos mal. Cuando caminamos enfocados en Jesús no hay situación que nos pueda distraer, no hay prueba que nos pueda matar, no hay nada que nos haga retroceder, nada que nos pueda separar. Una pausa en el momento indicado es mejor que andar por la vida corriendo sin rumbo. Hay un punto que en el día a día si no manejamos bien nuestras emociones nos sobrepasan, el aceleramiento del día muchas veces nos hace tomar malas decisiones. (1º Pedro 4:7 y 1º Pedro 5:8 (RVR) Nos enfrentamos a batallas pues el enemigo todo el tiempo anda buscando para debilitarnos pero nuestra postura debe ser estar alerta en todo tiempo, atentos, despiertos y enfocados.
“Cultura versus acostumbramiento”
Vivimos en una cultura de un Dios real y presente, un Dios visible. La cultura se construye cada día, no es algo de una vez y para siempre, los procesos muchas veces son largos y tardaremos años en construir, desarrollar y generar pero esto nos ayudará a valorarlos. Es sano caminar en los procesos porque nos libra de la frustración, si entendemos que la vida viviendo un evangelio real es un proceso que nos lleva tiempo, eso nos libra de la frustración y ansiedad. Generalmente siempre queremos ver los resultados enseguida de las decisiones tomadas pero muchas veces no será así, quizás en algunas situaciones vamos a permanecer toda nuestra vida en ello sin ver los frutos enseguida, pero si nuestro corazón está enfocado caminaremos en ese proceso liberándonos de la frustración. No solo se trata de ver resultados sino de quien está creciendo en nosotros y entrando en esta cultura es donde podemos observar los resultados, los frutos. Tal vez algunas ocasiones no nos van a salir las cosas e intentaremos repetidas veces sin obtener resultados, pero eso nos llevará a permanecer valorando el proceso. Estamos camino a la perfección, estamos aprendiendo siendo procesados, vamos a ver los frutos y los avances muchas veces en pequeños logros.
“Debemos aprender a contentarnos con las pequeñas victorias” pues una gran victoria está compuesta por muchas pequeñas victorias. No debemos frustrarnos, entendemos que una gran victoria se forma con pequeñas victorias. Por eso es una cultura, porque la construimos todos los días de nuestras vidas. Cada día que decidimos amar a nuestra familias tenemos una pequeña victoria, cada día que decidimos ser vulnerables y hablar lo que nos cuesta tenemos una pequeña victoria, cada día en donde tenemos un acto de justicia tenemos una pequeña victoria. En el camino nos vamos a equivocar, pero esto es eterno, estamos en un proceso y llegará el día que será perfecto pero mientras tanto batallamos para no acostumbrarnos. Hemos recibido un evangelio inconmovible, eterno, real y verdadero pero no debemos acostumbrarnos. Espíritu Santo, que no nos acostumbremos a lo que haces en nosotros, que no tomemos a la ligera lo que haces en medio nuestro. Cada vez que venimos a una reunión, cada vez que vamos al grupo de vida, que doblamos nuestras rodillas en casa estamos generando una cultura de avivamiento en nuestras vidas. Cada vez que abrimos la puerta al Espíritu Santo el comienza a transformar nuestra manera de vivir, nos empieza a radicalizar y eso hace que nuestras vidas sean de cultura de avivamiento. No tomemos como normal lo que es sobrenatural, vivamos con expectativas de lo que el Espíritu Santo quiere hacer, vivamos con hambre en el corazón.
Apocalipsis 2:3-5 (NVI) No debemos acostumbrarnos porque si no nos corremos de la presencia de Jesús, nos dormimos, nos anestesiamos, perdemos la capacidad de asombrarnos por lo que el Espíritu Santo puede hacer.
“Debemos vivir con hambre en el corazón, el Espíritu Santo todo el tiempo puede generar algo en nuestras vidas que transforme nuestra manera de pensar. Todos los días ocurren los milagros y no solo físicos sino que cuando cada día nos decidimos amar a nuestra familia como nunca, que perdonamos a los que nos dañaron, eso es avivamiento. Por eso cada día de nuestras vidas decidimos vivir una cultura de avivamiento para que esa cultura del cielo transforme todo a nuestro alrededor. La cultura nos hace caminar con responsabilidad y temor de Dios, el acostumbramiento hace que con el tiempo se diluya la esencia. La cultura produce dependencia de la voz de Dios pero el acostumbramiento nos hace tomar el control de nosotros, la cultura nos hace vivir apasionados y enamorados de Dios pero el mayor peligro que podemos hacer es desarrollar cosas sin estar enamorados de Él. Podemos servir a Dios sin conocerle, pero es imposible que conozcamos a Dios y no queramos servirle por el resto de nuestros días”.