Milagro en la tormenta

20 de agosto de 2023

Esta tormenta de la cual nos relata la historia habla de una tormenta mayor que es la vida de un hombre extraordinario, que es autor de más de la mitad del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo. Es la historia de un naufragio, de una perdida en el mar. Pero esta historia está contenida en una línea de tiempo mucho mayor, comenzando con la historia de un asesino llamado Saulo de Tarso, que era un hombre ciudadano romano, religioso, crecido bajo los pies de Gamaliel y con una sed de sangre insaciable. Se dedicaba a asesinar cristianos y a perseguir a aquellos que iban en contra de la religión judía. Con tanto celo y tanta desesperación que va a ser temido por la iglesia que recién se inicia en esa temporada.

Saulo de Tarso es conocido por presenciar el primer martirio y dar su aprobación mientras un muchacho inocente llamado Esteban es apedreado hasta morir, al cual ve gemir, ve sufrir pero en todo momento aprueba esa situación. Pablo en el comienzo de su vida es Saulo el destructor de la iglesia, el perseguidor de Dios, aquel que arrastraba y echaba a los cristianos en la cárcel, aquel que torturaba a las mujeres para que los hombres negaran su fe. Sin embargo, en medio de esa vida e historia se encuentra con un tal Jesús de Nazaret, pues mientras él cabalgaba preparado para seguir asesinando cristianos, se enfrenta con una revelación extraordinaria que le cambiaría la vida para siempre.

Si bien Jesús no estaba físicamente para que Pablo lo persiga, pero atenta contra los cristianos que conforman la iglesia de ese momento. Esa iglesia que es el cuerpo de Cristo, de la cual él es la cabeza entendemos que Saulo entonces perseguía a Jesús. El Señor se revela a Saulo camino a Damasco en una visión diciéndole: «Saulo ¿Por qué me persigues?» Este precisamente al asustarse por este encuentro se cae del caballo, la luz lo enceguece, escamas cubren sus ojos y no entendiendo lo que sucede es aislado en un rincón a donde Ananías lo visita y abraza. Ananías era parte de la iglesia de ese momento en Jerusalén al cual Dios, aunque parece una locura, le pide que visite a Saulo para que lo sane, con esta situación podemos entender como la iglesia ama a quienes la persiguen.

La iglesia de Cristo la conforman todos aquellos que hemos sido comprados por la sangre del Cordero, los que de todo pueblo, tribu y nación estamos extendiendo el reino de los cielos.

Ananías visita a Saulo y aunque tenía temor, pues el mataba cristianos, le ora declarando que es instrumento en las manos de Dios, al momento de recibir esa oración las escamas se le caen de los ojos a Saulo y literalmente el destructor se convierte en el constructor de la iglesia. Pablo se levanta de ese lugar e inmediatamente se une a la iglesia del momento, obviamente en la iglesia había mucho temor por quien era Pablo en su pasado, pero aparece en escena Bernabé, quien era hijo de Consolación, quien abraza a Pablo conteniéndolo y toda la bronca que Pablo tenía en contra de la iglesia al perseguirla, se convierte en la potencia que lleva a construirla.

El perseguidor se transforma en Pablo (que significa “pequeño” pues Dios le cambia el nombre) convirtiéndose así en una fuerza extraordinaria. Pablo antes del naufragio que nos relata el libro de Hechos, debe pasar por toda esta situación, mientras crece en la iglesia de Antioquia es enviado a evangelizar, convirtiéndose así en una ola de evangelismo que golpea naciones, una ola de evangelismo que ve milagros, señales, personas que son liberadas y sanas. Pero también lleva en la marca de su espalda todo el peso de no negar a Cristo. Intentarán matarlo, se burlaran de él, lo encarcelaran una y otra vez.

En medio del desarrollo de la iglesia el cielo lo reclama, pidiéndole que diera testimonio de Cristo en Roma como preso, como cautivo. Un profeta se levanta y le dice a Pablo que no vaya a Jerusalén, a lo cual, Pablo le responde que estaba listo para ser sacrificado debiendo caminar sobre lo que Dios tenía para su vida. En Jerusalén, Pablo es apresado y al ser ciudadano romano usa sus derechos pidiendo que el Cesar juzgue su causa, pasando por todos los estrados inferiores hasta llegar a Roma, será juzgado por diferentes autoridades y pasando por todo ese proceso no solo defenderá la causa de Cristo predicando el evangelio, plantando iglesias, sino que también escribirá cartas que son las que hoy nosotros estamos leyendo y que nos conducen a Jesús.  En medio de ese viaje increíble en la vida de Pablo, se encuentra en la etapa previa al encuentro con el Cesar, cuando lo toman preso con un grupo de personas subiéndolo a un barco para ser juzgado en Roma, y era tanto el amor que tenían sus discípulos por él, que se suben también al barco como esclavos para acompañarlo en ese proceso de juicio.

Pablo con plena convicción le advierte al oficial romano que se avecinaba una tormenta por lo cual no era bueno que zarparan, que sería mejor descansar en ese puerto que era seguro y después salieran hacia el destino que tenían. A lo cual, el oficial se niega, saliendo igual hacia el mar, teniendo un viento fresco de frente y con las condiciones dadas según ellos para navegar. Cuando de repente el viento cambia, el mar se embravece y ellos asustados sin saber cómo llevar adelante aquello, comienzan a navegar entre las islas para protegerse del viento por si se hundían, pero eso fue más riesgoso. Los más expertos en el barco comenzaron a asegurar el casco, a tirar las cosas más pesadas, pero aun así no podían controlar la embarcación, entonces comenzaron a perder las esperanzas. En este contexto, Pablo se para en el barco refiriéndoles a todos los que estaban en el barco que todas las posibilidades eran de naufragio, pero también les dice que durante la noche un ángel del Señor lo había visitado advirtiéndole que aunque se iban a hundir ninguno de los que estaban allí en el barco iban a morir porque Dios estaba con él, como debía ir delante del Cesar para ser juzgado todos los que estaban con él se salvarían.

Cuando se pierde la esperanza se pierde también la expectativa de vida, la fuerza, el ánimo y aunque puede haber posibilidades, sin esperanzas es imposible vivir.

Pablo los animaba a que se alimenten para tener fuerzas, porque más allá de que sufrirían pérdidas, sus vidas iban a ser preservadas, les daba palabras de aliento pero también Pablo les declaraba que él creía lo que Dios dijo que iba hacer. El barco se hace trizas contra un banco de arena y más allá de que se rompe totalmente, primero se lanzan todos aquellos que sabían nadar por orden de Pablo, y a los que no sabían nadar les aconseja que tomen un pedazo de barco y que floten hasta la orilla.

Llegan a la isla de Malta donde los reciben la gente del lugar, los cuales les ofrecen comida, abrigo y se decían entre ellos que quizás los dioses estarían en su contra por cómo habían naufragado, mientras tanto Pablo juntando madera para que se avive el fuego, en medio de ellas surge una serpiente, la cual se le prende al brazo mordiéndolo, pero Pablo logra zafar de ella tirándola al fuego. Los isleños esperaban el momento en que Pablo moriría, pero al ver que eso no ocurría, los habitantes del lugar pensaban que Pablo era un Dios y querían adorarlo, sin embargo Pablo tomó ese momento para poder predicarles sin más tardar. El gobernador del lugar tenía a su hijo enfermo y también recibió sanidad a través de la oración de Pablo, así estuvieron por tres meses permitiendo que todas las personas de la isla reciban a Cristo y hasta el día de hoy hay vestigios de la iglesia de Malta en esa isla.  Después de allí Pablo fue llevado a Roma, donde tendría un trato especial y frente al Cesar daría su última defensa muriendo decapitado dejándonos como legado el Nuevo Testamento.

Esta historia del milagro en la tormenta no se trata de salir del naufragio, la tormenta no es la que hizo hundir al barco, la tormenta es la vida de Pablo. Hay algo más grande que un barco hundiéndose, hay algo más grande que la crisis que atenta contra todos los que están a su alrededor, es la historia de su vida. Hay una tormenta más grande donde Jesucristo es el Señor de la tormenta. Muchas veces hacemos un mundo de nuestras dificultades cuando en realidad la tormenta es nuestra vida misma, que nos encuentra sorteando situaciones entre islas, en medio de pérdidas, en medio de dificultades. Es tremendo ver que Pablo sabía que iban a naufragar, sin embargo, él tenía su confianza puesta en Dios, sabía que habría pérdidas pero el Señor le había dado como botín su vida y la vida de todos los que estaban en el barco, creyendo que lo que Dios dijo que iba a ser lo cumpliría.

Nunca a la vida que nos llamó Cristo es lineal, o simple, pero hay un propósito que es más grande que cualquier pérdida, hay un destino que es más grande que cualquier situación difícil que podamos vivir.

En medio de la historia de Pablo y de cada uno de nosotros hay un enemigo que aprovecha las circunstancias, que sacude el mar, que pone enfrente a un oficial terco que por más que se le diga por dónde ir, él decide ir por otro lado. Un enemigo que sacude las situaciones, que se quiere quedar con nuestros hijos y familias, una batalla permanente. El enemigo sacudió a Pablo de un lado a otro, es tan fuerte que cuando llega a la orilla lo muerde una serpiente que es la referencia del infierno mismo, la serpiente fue la que sedujo a Adán y a Eva en el Edén. El infierno está loco porque lo sacude a Pablo de un lado a otro, lo azota, lo persigue, lo humilla, lo sube a un barco, hace que naufrague y cuando llega a la orilla el diablo dice que no le queda otra cosa más para hacer que morderlo. El mismo infierno ataca a Pablo cuando es mordido hay algo en sus venas que hace que repela el veneno, hay algo en el ADN de esa persona de carne y hueso que hace que la desesperanza no penetre, que hace que la perdida no lo condicione, hay algo en sus venas que hace que no acepte la adoración de las personas, ni los aplausos de la gente, hay algo en sus venas que hace que el veneno del infierno no le haga daño. Pablo esta comprado y marcado por la sangre de Jesucristo. 

No es la historia de Pablo, es nuestra historia, esta no es una palabra de consuelo, nuestras vidas son unas tormentas. ¿Por qué tenemos que vivir en tensiones? Porque es el plano ideal donde Dios nos puso para llevar a cabo su propósito, en cada esquina, en cada golpe, en cada pérdida Pablo escribiría con su vida el Evangelio que nos llegaría hasta hoy, porque somos parte de la misma historia, por eso nuestra vida tiene sentido cuando encontramos a Jesús. Lo que debemos aprender aceptar son las perdidas, pues no nos gusta, no estamos acostumbrados a perder, sin embargo la esencia de este evangelio es perder la vida para ganarla. Navegando en el propósito que él nos ha dado hay perdidas, vamos a naufragar, hay cosas que no van a resultar, hay cosas que en el tiempo tendremos que dejar a un lado para volver a recuperarlas en otro momento.

Cada una de nuestras heridas, cada uno de nuestros dolores, cada una de nuestras pérdidas, él es el Señor de cada tormenta y a Dios le agrada hacer milagros en medio de ellas.  

Podemos perder la casa, el trabajo y hasta la salud pero hay una promesa, nosotros y los que nos rodean cumpliremos su propósito. Hay momentos para soltar, para deshacernos del pecado, tenemos que salir a flote porque está en nuestra naturaleza. Cuando en medio de la tormenta escuchamos su voz aceptando las perdidas, eso nos da autoridad, porque aunque el diablo nos muerda en el cuello no nos puede hacer daño. Hay milagros en medio de las tormentas, estamos a la puerta de vivir años de tormentas, años de ser sacudidos como nunca antes, pero que eso va a proporcionar una oportunidad extraordinaria para vivir señales que antes no vivimos y para desarrollar una fe como nunca tuvimos. No hay lugar para los que se quieren tirar por la borda, no hay lugar para los que tienen peso extra, hay lugar para aquellos que comen y confían en Dios, que en medio de las pérdidas están entendiendo que todavía queda mucho por delante. Hay propósito para aquellos que llegando a la orilla, con un nuevo nivel de autoridad establecen el reino de los cielos donde van. (San Lucas 8:26-39 el endemoniado gadareno)

Lo que sucede en la tormenta nos prepara para aplastar la cabeza del diablo, las tormentas nos dan autoridad. Detrás de cada tormenta hay un nivel de dignidad mayor que nos lleva más allá.

Hay situaciones que nos dan un mayor nivel de dignidad, hay perdidas que no todos tienen el valor de vivir, y a veces pensamos que el favor de Dios nos concede cosas, pero es al revés hay personas que Dios le permite atravesar tormentas determinadas donde perderán cosas muy grandes porque el Señor tiene cosas mayores para ellos. Después de cada tormenta vendrá una mayor y cuando venga el enemigo a querer enfrentarnos para quitarnos de camino le diremos que se vaya y que se calle porque venimos de la tormenta, declarando que no tiene autoridad sobre nuestras vidas, sobre nuestras historias, sobre nuestros hijos y no solo esto, sino que diremos que somos instrumentos de Dios para que el Evangelio sea conocido en cada rincón de la tierra».

«Hay milagros en la tormenta, nuestras historias son tormentas gloriosas donde Jesucristo es nuestro capitán. Estamos todos juntos en el mismo barco, este país puede naufragar, pero no solo llegaremos con vida a la orilla, sino que aplastaremos el infierno y vamos a llenar esta nación de la gloria de Dios.»

“Así que, ¡anímense!  Porque yo le creo a Dios. Sucederá tal como él lo dijo” Hechos de los Apóstoles 27:25

Ir arriba