6 de octubre de 2024
Estamos caminando en el último trimestre del año declarando que “Somos Iglesia”, viendo a la iglesia como una novia vestida de guerra. La iglesia somos nosotros que esta vestida de amor para un Dios que la ama apasionadamente, pero también que tiene una misión en la lucha contra las tinieblas. Y aunque parece poético es real esa lucha por mantener a nuestro hogar firme, nuestra lucha por guardar la santidad, nuestra lucha para educar a nuestros hijos. Es más que una lucha personal, es vestir a la novia de Cristo y de esa manera afectamos a la comunidad y salimos adelante. El peso de aquello que son nuestras batallas es más importante que la trascendencia personal. Estamos hoy porque hemos sido escogidos con un propósito pues somos parte de un plan eterno que Dios tiene para nosotros.
En este último trimestre estaremos hablando de “Cultura de Radicalidad” lo cual tiene que ver con exclusividad, pertenencia, una pasión dirigida de manera directa. No puede haber un noviazgo o un matrimonio si no somos radicales, debemos amar radicalmente. El amor nunca resta, sino que multiplica, una iglesia debe ser radical en su manera de amar, es en la presencia de Dios donde podemos poner en pausa todo lo demás. Muchas veces la depresión, la tristeza, la angustia lleva nuestra mayor atención. La poca fuerza que tenemos ya sea física, emocional o espiritual la consumimos en meditar o en pensar en lo mal que estamos, cuando en realidad esto se trata de tomar esa poca fuerza que tenemos para ponerla en Dios, pues él es quien tiene poder para multiplicar las fuerzas al que no tiene ninguna.
Ruth 1 (NTV)
No se trata del plano de lo que nosotros podemos proponer, sino de lo que Dios propone y nos encontramos al principio de la cosecha. Hay momentos en los cuales hay resistencia o hay diferencias, pero también hay momentos de cosecha y qué triste es abandonar en medio de la cosecha porque nuestra lectura de la realidad pesa mucho más que la lectura de lo que Dios está haciendo.
La historia comienza en el libro de los Jueces el cual es la radiografía o la fotocopia de la historia de nuestra bendita Argentina, porque líderes se suceden uno tras otro tratando de hacer lo bueno o lo malo y el pueblo vive de crisis en crisis. Pero el problema no es el liderazgo, sino que es el pecado que esta enquistado en la sociedad, antes del libro de Jueces está Josué donde nos habla de la entrada a la tierra prometida. Josué es el fin de la esclavitud de años de desierto, entran a la tierra que fluye leche y miel, se plantan es ese lugar y sacan a los enemigos, pero después que Josué muere todo cambia. Cada uno empezó a hacer lo que bien le parecía, entonces comenzó el caos lo cual produce miseria y hambre. En medio de eso la tierra de Israel, Belén, entra en un hambre y en medio de ese contexto un hombre llamado Elimelec decide mudarse a Moab con su familia, la cual es tierra de sus enemigos. Deja Belén, abandona la tierra de la promesa para irse a otro lugar, se establece allí con Noemí su esposa y al tiempo tienen dos hijos, Mailon y Quelion, los cuales se casan con Orfa y Rut, mujeres moabitas. Pero al tiempo muere Elimelec, diez años después sus hijos Mailon y Quelion también mueren. Entonces Noemí queda viuda con sus dos nueras y en la tierra de Moab empieza la escasez, pero del otro lado de la frontera, en Belén, el cual ellos habían abandonado hay un cambio de temporada y la cosecha se empieza a dar y fructificar.
Noemí declara que hay caos, miseria, hay necesidad, dice: . Literalmente para una mujer quedarse viuda en este contexto histórico, era quedarse a la merced de la miseria. No tendría nombre, no tenía identidad, no tenía la posibilidad de proveerse a sí misma y encima era extranjera en una tierra que no le brindaba absolutamente nada. Pero, a pesar de no tener nada, había desarrollado un capital que eran sus dos nueras, las cuales se apegan a ella, pero Noemí les hace ver que ella ya no tiene esperanza. Les pide que vuelvan a las casas de sus padres, pero sus nueras no quieren porque sienten que desarrollaron un vínculo con ella, con la familia y le expresan el deseo de ir con ella. Noemí quiere emprender su camino y muchas veces nos pasa lo mismo, empezamos a emprender nuestro camino cuando dejamos de ver el plan de Dios para ver la realidad que nos rodea. Noemí siente que Dios ha sido duro con ella, por eso le expresa a sus nueras que ella no tiene nada para ofrecerles.
La voz de Noemí es la voz del enemigo que nos dice una verdad. El diablo es padre de mentira pero siempre engaña con la verdad, no tenemos lucha contra sangre y carne pero sí contra todos los argumentos que se levantan en contra del conocimiento de Cristo. El argumento de satanás es utilizar la verdad para ocultar sus designios y producir desanimo para destruir el propósito. Es verdad que Noemí y sus nueras no tenían para comer, que estaban viudas, solo que eso encubría una mentira porque el Todopoderoso no es un ser maligno que nos aprieta y nos asfixia.
Entonces Orfa, una de sus nueras se despide de Noemí y decide volver a la casa de sus padres. En cambio, Ruth tiene un espíritu de osadía, Ruth es la novia de alguien que no conoce todavía, Ruth sabe que hay algo más, sabe que no fue casualidad que de todas las extranjeras ella se haya casado por primera vez con un judío. Ruth le declara a Noemí y que la única manera en que se separen será que mueran juntas. La determinación de Ruth es tan poderosa, sin embargo el espíritu de Noemí sigue tan triste como antes, pide que ya no le llamen Noemí sino Mara (amargo) porque Dios me ha quitado, estoy en amargura y con esa amargura llegan a Belén.
Cuando llegan a Belén la gente la recuerda a Noemí, porque ella es significativa, representa mucho, pero ella es negativa y aun cuando Ruth le expresa que la va a acompañar sigue siendo negativa. Qué triste es cuando no nos damos cuenta de cuando Dios trae algo a nuestras vidas, cuando el corazón está desconsolado las palabras amables nos rebotan y permanecemos amargados.
Debemos entender que la amargura es la puerta en la cual el enemigo nos roba el propósito. Y no hay nada más triste que llegar a una etapa de nuestras vidas sabiendo que vivimos amargados cuando Dios tenía otro propósito, otro plan.
Dios se encarga de poner detalles del plan eterno que tiene. La historia comienza en Belén, pero la historia no va a terminar con un final feliz, con Ruth casándose con Booz y Noemí criando a un nieto hermoso, ese no es el final, es el principio de la historia. Belén es el lugar donde Jesús nacería, y del matrimonio que Ruth tendría con Booz nacería Obed que sería el abuelo del rey David, que sería parte de la descendencia del Mesías. Belén no aparece como un detalle menor, sino como un destello del plan eterno de Dios, del cual una extranjera está siendo parte.
Ruth no conoce la Torah, no conoce la historia pero se enamora de lo que hay detrás de Dios. Primero se enamoró de un hombre judío que a los diez años de matrimonio murió, pero descubrió un nuevo Dios, un nuevo pueblo y pronto en los capítulos siguientes descubrirá un nuevo esposo. Ellas llegan a Belén donde se desencadenan una serie de hechos a través de los cuales Ruth va a conocer a quien la redimirá, va a conocer a un hombre que la completará, que es una figura de Cristo. No solo le devolverá una familia para ella y Noemí, sino que le va a traer claridad sobre el plan que había por delante.
En Belén era el tiempo de la cosecha, Ruth llega viuda, quebrada y Noemí llega rota. Si Ruth no hubiese interpretado su llamado y se hubiese quedado en Moab, Dios hubiese escogido a otra mujer para traer el Mesías, entonces Ruth se hubiese quedado fuera del plan de Dios. No podemos ser felices sin saber que somos parte de algo más grande que la necesidad que tenemos hoy, del problema o la situación que nos absorbe.
Nosotros estamos dentro de un plan eterno, el cual es más grande que nuestra historia. Estamos contenidos en una historia de vida que va a durar para siempre.
Dios ha sido bueno siempre con nuestras vidas, nos ha perdonado una y otra vez, ha lavado nuestros pecados, nos ha sacado del dolor. Nos ha puesto personas que nos aman y acompañan, nos ha dado hijos, nos ha dado en los momentos difíciles y cuántas veces nosotros hemos expresado lo mismo que Noemí: y dejamos que la amargura entre a nuestros corazones y les hacemos saber a todos de nuestra amargura. Ahora debemos entender que hay un plan mayor que nos contiene es vivir con propósito, es saber para qué estamos, para qué construimos hogar, familia, es saber que hay un plan. Es saber que aun habiendo tomado las decisiones equivocadas podemos cambiar el rumbo, cuando hay una determinación que nos empuja hacia lo correcto, una determinación de vivir para Cristo cada día de nuestras vidas.
Noemí esta amargada, había muerto el padre de familia y sus hijos. Noemí, Orfa y Ruth son tres personas pero son la misma persona, es la batalla que se libra dentro de nosotros, una que se vuelve atrás, otra que esta amargada y la otra que sigue adelante ¿Quiénes somos en la historia? Las tres están dentro de nosotros y debemos elegir que vamos hacer, tenemos que encontrar el valor real de nuestra fe y como dice C.S. Lewis “no sabemos que la fe es real hasta que nuestra vida o muerte depende de esa fe”. No sabemos que lo que creemos es genuino hasta que la fe es todo lo que nos queda, hasta que la fe es la razón más poderosa.
La determinación de Ruth revela la pasión de alguien que dice y seguir a Dios es tener la claridad de todo, queremos todo, pero hay muchas veces que solo Dios nos pide que le sigamos. Debemos dejar la razón de lado para creer en lo que Dios nos ha determinado y que podamos confiar en el plan de Dios por encima de lo que entendemos y lo que no. Para Elimelec, Belén era un lugar de hambre, en el plan de Dios, Belén sería la cuna del salvador de la humanidad.
Lo que cambia el rumbo de nuestras vidas no es el peso de las malas decisiones, sino que la ausencia de una determinación clara, porque malas decisiones vamos a tomar toda una vida, pero lo que cambia las malas decisiones es la determinación firme de seguir a Cristo.
¿No será que ese lugar de hambre en donde estamos hoy o esa situación que nos aflige, que nos oprime es la cuna de algo glorioso? ¿No será que una perspectiva diferente nos puede llevar a tomar una determinación más fuerte que esa debilidad física que no podemos soportar, que ese ánimo que no viene, que esa improductividad que nos golpea? No tenemos que vivir en Moab, porque no es nuestra tierra, pues es una tierra de improductividad, donde somos extranjeros, un espacio de nuestras vidas donde todo el tiempo dependemos de los demás, tiene que haber una determinación y esa determinación empieza a borrar las malas decisiones.
Cuando hablamos de las heridas del pasado, hablamos de renuncia, de perdón, pero el perdón nos solo es hacia atrás, sino hacia adelante también, ya no caminamos en la amargura, en el dolor. Nos determinamos para que esto no pueda dominar nuestras vidas. Tiene que ser una radicalidad que nos lleva a vivir apasionados por Cristo, la determinación es una acción de fe que vuelca el cielo a nuestro favor. Por eso, Ruth después de cosechar un puñado de espigas termina convirtiéndose en la dueña del campo.
“¿Queremos cosechar un puñado de espigas o ser los dueños del campo? No estamos solo para que llenemos nuestras heladeras físicas y espirituales de bendiciones económicas, para que podamos vivir medianamente bien, con Dios estamos por todo, él nos llamó a ser dueños del campo. Cristo a quien adoramos murió, derramó su sangre, venció a la muerte, está sentado a la diestra del Padre para construir algo hermoso en la tierra que es su iglesia. En un lugar de oscuridad, de tensión, de pecado, una Ruth que ama, que se arroja a sus pies, una Ruth que va a reinar con él por siempre y para siempre. Está bien que no nos acostumbremos a vivir en la violencia, en el pecado, en el orgullo, en la maldad, pero para esto debemos tomar una determinación. Esto es vivir una cultura de radicalidad y cuando nos determinamos a ser radicales el cielo se abre a nuestro favor para proveernos, para multiplicar lo que está en nuestras manos, para empujarnos al propósito. Jesús viene a buscar a una iglesia determinada, por eso, le diremos tu pueblo, será nuestro pueblo porque tú eres nuestro Dios, vamos a tomar la tierra para reinar con Cristo para siempre.”