ACTORES DE REPARTO

En la  historia de la cruz no somos simples actores de reparto sino también protagonistas, podemos ver cómo Jesús es el principal protagonista. En la escena de la película La Pasión encontramos algunos actores de reparto que quizás los tenemos olvidados o a lo mejor los utilizamos como un recurso secundario para entender la cruz, sin embargo están puestos ahí con un propósito.

Dios está en los detalles, por eso cuando miramos la historia de la cruz encontramos esos detalles infinitos donde vemos pinceladas del amor de Jesús. Hay un personaje de reparto en medio de la pasión que aparece sin querer, pero cuando comenzamos a desentrañar y a quitar las interferencias descubrimos que nos identificamos con el personaje.

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“Con estos pasajes recordamos que Jesús murió por todos para que vivamos para siempre” La cruz de Jesús es un punto de referencia no solo para los que creemos, sino para toda la humanidad, y aunque Satanás ha querido borrarla de la historia esta sigue vigente porque tiene poder para salvar, sanar y trasformar. La cruz es el símbolo extraordinario que Jesús nos dejó, solo él pudo cambiar un elemento de tortura en una marca que se convierte en una puerta que nos lleva a la eternidad. Es más que un artículo de moda, es el lugar donde encontramos salvación, refugio, transformación y se convierte en nuestra marca personal. La pasión de Jesús está marcada por esa cruz, el madero estaba determinado, la hora fijada, el Hijo de Dios se había hecho hombre y para sorpresa de todos, inesperadamente vino a nacer en un pesebre, se revistió de humanidad (Filipenses 2:6-11) y se vistió con nuestros zapatos cargando con la cruz.

Jesús no caminó descalzo ni con sandalias, cuando nace en el pesebre lo hace con nuestros zapatos puestos, se vistió de nuestras historias, de nuestras formas de vida. Caminó por las calles de Palestina con nuestros zapatos puestos, fue bautizado por su primo, donde el cielo se abrió, y con nuestros calzados puestos sanó a los enfermos, a los leprosos, trajo redención y camino sobre el agua. Enfrentó la pasión, tomó la cruz abrazándola, la sangre que vertió con su cuerpo lastimado cayó sobre nuestros zapatos.

Si miramos con atención esa cruz del Calvario no vamos a ver sus pies desnudos, sino que lo veremos con nuestros calzados puestos.

Gritó «consumado es» con nuestros zapatos puestos, fue sepultado con ese calzado pero también descendió, venció a la muerte, la derrotó, sometió a Satanás y resucitó al tercer día. Por eso debemos entender que Satanás tiembla cada vez que damos un paso de fe porque ya conoce la marca de esos zapatos, fue un hombre que lo venció, que lo derrotó, que lo humilló públicamente, fue el Hijo de Dios hecho hombre. Debemos ser sinceros con Jesús y cuando ya no demos más porque estamos cansados, o la situación nos aprieta, nos lastima e intentamos hacer cosas con nuestras fuerzas y no podemos dejemos nuestro calzado a los pies de Jesús para que él los llene nuevamente.

No somos depósitos donde Dios pone un poco y mañana ya necesitamos de nuevo más, somos un espacio que Él quiere llenar por completo, él tiene grandes planes para nuestras vidas.

En esa escena donde Jesús llevaba la cruz pagando el precio por la humanidad, hay un lugar donde aparece el personaje que se menciona solo en un versículo de cada Evangelio. Toda la historia se concentra en Jerusalén, en ese momento la ciudad de Roma tiene un millón de habitantes, tomando gran parte del mundo conocido y la crucifixión de Jesús pasa desapercibida, ya que ese mismo día se crucificaron muchos hombre más porque era una tarea cotidiana. Sin embargo, en ese momento en una zona como casi escondida de Jerusalén lo que sucede va a cambiar la historia de la humanidad, el mismo creador del mundo que, con una palabra, cambia el rumbo de todo y tiene forma de un muchacho de 33 años.

Jesús camina hacia su propia muerte abrazando la cruz, antes de eso lo azotaron, se burlaron, lo menospreciaron pero no reaccionó, sino que entregó su vida por amor. Ese muchacho que físicamente llega a la cruz bien preparado porque si no hubiese sido imposible soportar ese martirio. Cae una vez, otra, no le pesa tanto la carga física pero si lo que sucede en el mundo invisible, las huestes de maldad y el infierno está conmovido. Satanás por primera vez percibe que puede derrotar al cielo, toda la maldad contenida en el mundo se desata sobre una persona y todo ese peso cae sobre Jesús. Los soldados romanos enceguecidos lo maldicen, aquellos que él sanó, que amó, a quienes les devolvió la vida no lo reconocen; está solo.

En medio de ese proceso llega un momento que el físico de Jesús no puede más, Jesús es el único que tiene la capacidad de ser el león y el cordero a la vez, sabe pasar de ser un Dios omnipotente a entender lo que se siente cuando el cuerpo ya no puede más. Jesús cae por el peso de la cruz no pudiéndose levantar y entra allí en escena un tal Simón que es una persona no conocida y que solo pasaba por el lugar. Simón de Cirene (que era una región de campo) tenía un aspecto rustico, estaba acostumbrado a trabajar con los bueyes, con la tierra y seguramente pasó por Jerusalén para ver qué pasaba o a ofrecer sus productos.

En el momento en que Jesús cae los soldados romanos viendo a Simón lo tomaron y lo obligaron a ayudarlo. Quizás no entiende nada de lo que pasa en el momento, a lo mejor no conoce a Jesús pero está parado en ese lugar y le impusieron el deber de llevar la cruz aunque no quería (la carga quizás le recuerda el yugo que llevan sus animales en el campo) ve cómo Jesús camina delante hasta llegar al Gólgota. Lo que Simón de Cirene no se imaginó es que no iba a ser un actor de reparto más en la historia de la pasión, sino que se convertiría en un actor extraordinario que compartió la cruz de Jesús.

El centro de la escena fue este hombre cargando la cruz de Jesús. A lo mejor el peso era insoportable pero como era un hombre de campo estaba acostumbrado a hacer fuerza físicas muy pesada y sin querer ya estaba preparado para este momento. Cuando llega al Gólgota suelta la cruz teniendo un asiento en primera fila en la redención de la humanidad, ve al Nazareno crucificado y algo sucede en ese instante que hace que Simón no vuelva a ser nunca más el mismo.

¿Por qué sabemos esto? Pues en uno de los Evangelios aclara que este Simón fue papá de Alejandro y de Rufo que fueron los primeros misioneros martirizados en Asia por llevar el evangelio, algo paso en la vida de Simón que hizo que él y sus hijos fueran consagrados para tener el máximo honor de entregar la vida por la causa de Cristo. «Dios está en los detalles.»

No somos actores de reparto, no somos uno más, quizás nos hemos sentido como alguien que está parado sin saber para qué, pero entendemos que cada detalle en nuestras vidas está alineado con un propósito que nos lleva al mismo punto que llevó a Simón de Cirene a abrazar la cruz de Cristo. No son hechos fortuitos, sino que está todo planificado por Dios. Por eso Simón lo entiende cuando abraza la cruz sintiendo la sangre que derramó Jesús en ella, viéndolo desgarrado caminando delante, siendo el protagonista más grande de la historia con ese «consumado es» que lo lleva a una transformación a tal punto que sus hijos terminan dando la vida por causa del evangelio.

Abrazar la cruz de Cristo nos hace entender que las falencias de nuestras vidas son las que nos llevaron a Jesús, que él estaba planeando cada instante de nuestras vidas.

Muchas veces estamos en una comodidad tan grande que aunque Jesús venció en la cruz aun nos sigue diciendo «que  si no tomamos su cruz no somos dignos de seguirlo». Porque la cruz no tiene que ver con un peso de sufrimiento y de dolor, sino con la gloria. Jesús va delante de nosotros, la cruz tiene una forma de marca, que determina el horizonte, pero también una forma de espada que marca la victoria. Los que portamos la cruz de Jesús vivimos en victoria entendiendo que lo que llevamos en la espalda no es el peso de las circunstancias, sino que sabemos que fuimos redimidos con la sangre del Cordero para convertirnos en la imagen de Cristo en la tierra.

Jesús entregó su cuerpo para cosechar un cuerpo, para que su carácter se revele en nosotros.

Por eso Simón es un símbolo maravilloso de la iglesia cargando con la autoridad de Cristo sobre su espalda. Por eso esta Semana Santa nos lleva a mirar de nuevo la cruz, donde encontramos redención, perdón para nuestra maldad, en la cruz su sangre todavía está tibia y no hay cosa que le produzca más terror a Satanás que esa sangre. El diablo puede interpretar la tumba y lo que sucedió, pero no comprende cómo el Nazareno, cómo Jesús, el hijo del hombre tomó un instrumento de muerte para transformarlo en un instrumento de vida. El infierno tiembla con la cruz porque allí fue derrotado, sometido, es el peor  elemento para el diablo. No  vivamos cargando el peso en nuestras vidas porque ese precio ya lo pagó Jesús en la cruz, allí quedaron nuestras incapacidades, nuestras enfermedades físicas y espirituales, redimiendo nuestra salud llenando de sueños nuestro corazón, caminando con pasos firmes nuestra vida.

La sangre de la cruz que corre por nosotros nos recuerda que somos hijos de Dios, aceptos delante de él, esa sangre nos da la vida, nos recuerda la comisión más grande que ha sido concedida a cada uno de nosotros: revelar la vida de Jesús.

En esta escena el actor de reparto que es Simón de Cirene se convierte en protagonista de la historia, cada paso que da es un paso de autoridad. Parece que justo estaba parado en ese lugar, pero no es así, Dios no improvisa, sino que prepara todo para que Simón abrace la cruz. No nos encontramos con la cruz de Jesús por casualidad, por necesidad o porque ya probamos de todo y nada nos satisfizo, sino porque desde antes de la fundación del mundo Él nos planeó y nos preparó para ese momento.

Ese encuentro con la cruz nos abre una entrada al reino del cielo, nos da el privilegio de compartir esa cruz con Jesús. Hoy cargarla no es sufrimiento, ni un suplicio, sino que es portar la autoridad que Cristo ganó para nosotros. Cargar la cruz es disfrutar de su gracia que nos libra de incapacidades, es entender que tenemos una misión, un destino que es compartir la vida de Cristo. Entendemos que no vamos donde queremos, sino que Él va delante y no estamos obligados por las circunstancias, por los problemas que nos rodean, sino que estamos obligados por el que camina delante nuestro. Es ese Dios hecho hombre, es el general de los ejércitos del cielo, es quien fue inmolado por nuestro pecado, es el Cristo resucitado que está sentado a la diestra del Padre, es quien viene a buscar a su iglesia. No cargamos con un Dios muerto ni con el peso de la religión, sino que abrazamos la cruz de Cristo y caminamos detrás de aquel que ya venció a la muerte.

“Delante nuestro está la victoria, es necesario que en este tiempo veamos con claridad. Un hombre simple y sencillo se convierte en un factor de transformación que impulsa a los reinos de los cielos a la victoria. Un hombre común se convierte en el eslabón necesario para que el cielo derrote al infierno, lo cual es permitido por un Dios omnipotente. Siempre nos hace parte de toda la historia, Él ya la escribió. Siempre amaremos esa cruz que nos dio el triunfo, que simboliza la victoria manifestada en la tierra.”

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