Cautivante

21 de enero

Estamos leyendo el libro de Génesis, donde nos habla de rupturas, quiebres, familias disfuncionales. Es increíble que para que Dios nos muestre el principio de su amor, nos muestre todo lo falible y no tenga temor de mostrar la vulnerabilidad que hay en los hombres y las mujeres que él elige. Como vimos con Abraham a quien Dios le daba promesas, que no nos olvidemos de abrazar las promesas que Dios nos dio, para que puedan ser nuestra brújula en este tiempo en medio de todas las voces que quieran detenernos.

Hay un capítulo de Génesis que es un resumen de toda la Biblia, es como si en un cuadro se pintara la escena de lo que Dios nos quiere comunicar para este tiempo. Es una historia no muy conocida pero sí es relevante para el pueblo judío porque es en parte la historia de una mujer. Cuando Abraham tiene a su primer hijo Ismael, le pide a Dios tener un hijo con Sara y ese hijo se llamó Isaac, el hijo de la promesa, la primera estrella del firmamento y el único que va a tener. Quizás podemos pensar que Isaac en la historia tendría más relevancia pero apenas es un pasaje, no parece ser tan relevante, por el contrario la que cobra relevancia es la mujer que se casa con Isaac.

Para el pueblo hebreo Rebeca es muy especial, Rebeca tiene un nombre particular que en arameo significa cautivante, conexión, tierra (lo que une el cielo y lo tierra) un punto de conexión. ¿Por qué es especial Rebeca?

Génesis 24 (NTV) 1-9 y 61-67

Podemos ver que el amor es una persona y se puede separar en tres grados, de acuerdo a la traducción del griego que se usa en el nuevo testamento: el amor philios: que es el amor entre hermanos, el que nos debemos unos a otros; el amor eros: que es el amor que conecta a un hombre con una mujer, pero hay un amor que incluye a todos, que es el único amor que ama profundamente y es el amor ágape que es el amor de Dios. Por eso podemos amar a nuestra esposa, esposo, a la gente.

Si hay ausencia del amor ágape nunca podremos amar profundamente porque ese es el verdadero amor.

Esta historia relatada en Génesis es de amor, como la Biblia que no es un libro de teología frio donde se analizan solo datos, sino que es una carta de amor porque el que la escribe es amor. Abraham ya es mayor, muere Sara su esposa y vemos en la Biblia que las mujeres nunca son actores secundarios, por ejemplo vemos como a través de la vida de Eva se desencadenan muchas cosas. Cada mujer en la Biblia marca una referencia de lo que Dios ama: su iglesia, su pueblo. En esta escena tenemos a Abraham viudo recordando las promesas, cuenta con su hijo Isaac que en ese momento tiene cuarenta años y está soltero, Abraham tiene una promesa y está preocupado porque quiere ver a su hijo casado, con una familia para materializar esa promesa. Llama a su siervo más antiguo, quien es como un hijo, es quien administra todos los recursos del hijo, es quien vio a la promesa hacerse realidad, que conoce todos los detalles, que salió con el de Ur de los caldeos, que estaba allí cuando se encontró con Melquisedec, que vio cómo Abraham amo a Lot a pesar de todo el desastre que él era, que vio como era las equivocaciones de Abraham con Agar, quien también ama a la promesa y al hijo de la promesa.

Abraham llama al siervo, pues sabe que el conoce su corazón, sabe de la preocupación porque su hijo está soltero. Entonces le pide que vaya hasta la tierra de donde salió y que busque a una mujer del mismo linaje, una mujer bonita, que tenga el mismo corazón, que tenga el mismo sentido de propósito, el mismo horizonte, que sea parte de la misma promesa, le pide que vuelva con una esposa para su hijo. El siervo hace un juramento, colocando la mano bajo el muslo y jura por su vida que lo va hacer, pero le dice a Abraham si por esas casualidades va hacia el lugar y ninguna mujer lo quiere acompañar, ¿qué pasaría? ¿Debería llevar a Isaac hacia ese lugar? Pues el siervo debería ir desde Irán hasta Israel, desde Ur de los Caldeos hasta el desierto del Neguev donde estaba viviendo Abraham, muchos días de caminata por el desierto. Pero Abraham le responde al siervo que ni se le ocurra volver atrás jamás, porque Dios le dio una promesa, tenían prohibido volver atrás porque Dios les había dado esa tierra y allí Dios cumpliría todo lo prometido.

Abraham le dice al siervo que oraría por su vida y que los ángeles del cielo lo acompañarían en ese viaje y así el siervo emprende el viaje hacia una tierra que conocía porque de allí había salido con su amo. Antes de llegar al lugar el siervo clama a Dios por ayuda pues no quería defraudar al padre de la casa, le ruega que si había en el lugar una mujer que sería para el hijo de su señor, que esa mujer se le acerque y le dé a beber agua a él y a sus camellos, para que de esa manera él sepa que esa era la mujer que había ido a buscar.

El siervo después de caminar muchos días por el Neguev, llega al pozo haciendo esa oración y aparece Rebeca, quien es una mujer cautivante. Eso no solo reflejaba el carácter de Rebeca, sino su belleza y la forma que ella tenía. Rebeca ve llegar al siervo agotado y cansado de las tierras del Neguev y recogiéndose el cabello le dirige la palabra al siervo diciendo que lo ve sediento, que le permita servirle agua a él y a sus camellos a los cuales también los veía agotados. El siervo entabla una conversación con Rebeca, ella lo invita a quedarse en la casa de sus padres, pues será bien recibido. El siervo accede a esta invitación para ir hablar con su familia contándoles el propósito de su visita, les entrega presentes a la familia, y les dice que es necesario llevar a Rebeca consigo para que pueda casarse con Isaac. El padre de Rebeca se admira por la situación entendiendo que Dios estaba en el asunto y accede a que ella acompañe al siervo. Rebeca era muy querida porque su familia le pidió por favor que se quede unos días más, pero el siervo da a conocer que el caso era urgente porque Abraham era muy mayor, entonces Rebeca parte con el siervo entendiendo que debía conocer a quien iba a ser su esposo.

Lo que hizo Rebeca estaba mal porque venía de una familia de beduinos, donde las mujeres no tenían voz, las mujeres se cubrían y no hablaban. Una mujer no podía salir al pozo y decirle a alguien si quería beber agua, pero Rebeca vio la necesidad del siervo y fue disruptiva y por encima de las culturas, atendió a la necesidad, a lo que vio. Esto nos muestra como los ojos de Dios se colocan en una chica disruptiva, que no le importa dar un giro al curso del sistema para ocuparse de lo que está sucediendo, que no le teme al trabajo, que se esfuerza, que no le teme a mostrar su corazón, que no le teme a mostrar lo que está haciendo, eso capta la atención de Dios y capta la atención del siervo. Tanto que eso es el detalle en el que el siervo se fija para saber que esa era la mujer para Isaac. Camina con ella por días en una caravana por el desierto, cuando están llegando, Rebeca vio a un hombre saliendo del campo y le pregunta al siervo quién era, a lo cual el siervo le responde que era su amo Isaac, entonces Rebeca se cubre la cara. Esto nos quiere decir que durante el viaje Rebeca llevaba el rostro descubierto, lo cual no estaba bien, entonces cubriéndose el rostro sale al encuentro de Isaac y este se da cuenta que esa era la mujer que había esperado por cuarenta años.

Isaac amó profundamente a Rebeca y fue para él un consuelo, tuvieron dos hijos, Jacob y Esaú. Aquí está el resumen de todo, se encuentra el padre que busca una novia para el hijo, está el siervo que es parte de esa trinidad, padre, siervo e hijo, hay una novia que es tomada de Ur de los Caldeos y que es guiada por el siervo para tener un encuentro con el novio. La novia se encuentra con el novio, consuman el matrimonio, el amor se establece de manera profunda y el corazón del padre está satisfecho. En este capítulo esta toda la historia de la Biblia, Padre, Hijo y Espíritu Santo y la novia que es la iglesia, al leer esta historia vemos todos los detalles. El siervo es como el Espíritu Santo, el siervo juramenta con el Padre para preparar la novia que el Hijo se merece, el siervo cruza el desierto y la busca entre la gente, no busca entre las más calificadas, sino que lo que atrae la atención del siervo de Rebeca es que un sistema perverso es impetuosa, mira la necesidad y del momento que recibe la posición por el amado su corazón se enciende y en todo el desierto ella va preguntando, con un corazón encendido para encontrarse con el Rey de Gloria.

En este tiempo en que estamos hablando de que Somos Iglesia tenemos que entender en el marco que nos encontramos y hacia donde estamos yendo. Papá Dios está preparando una novia para el Hijo y la está preparando a través del Espíritu Santo. Es una unión perfecta, es la conexión, quien produce el encuentro entre el novio y la novia, quien se moviliza para satisfacer el deseo del Padre es la tercera persona de la Trinidad, que es el Espíritu Santo.

No hay unidad en ningún aspecto en la vida sin que tenga que intervenir la persona del Espíritu Santo.

No existe la unidad en un matrimonio, por más que haya amor ágape, amor eros o todos los tipos de amores si no es a través del Espíritu Santo. Las personas pueden convivir juntas toda la vida pero sin ser uno, pueden respetarse toda la vida sin ser uno. Una iglesia, una congregación puede sobrevivir a años de historia sin ser uno, lo que conecta, lo que fusiona, lo que acerca a la novia al novio es la persona del Espíritu Santo. Si tal vez llegamos a esta etapa del viaje de nuestras vidas desmembrados, sectorizados en muchos aspectos y sentimos que podríamos haber dado mucho más, o que dimos demasiado y hoy estamos agotados, la respuesta es ”no”. Hay una sola cosa que produce el desgaste en la unidad de un  matrimonio, en una vida y en una iglesia: es la ausencia del Espíritu Santo.

La historia de nuestras vidas no tendrían sentido ni ningún propósito con la ausencia del Espíritu Santo.

El punto que conecta todo, el hilo que hilvana la historia es el siervo, él jura porque conoce el corazón del padre, él tiene los regalos, él se compromete con la promesa. Él busca a la novia e intercede por ella delante de su familia, la conduce a través del desierto. Cuando llega, el siervo le dice ahí está tu amado, sin la figura del siervo no habría encuentro, no habría matrimonio, sin la figura del siervo sería una historia vacía.

El Espíritu Santo conecta al Padre con el Hijo y al Hijo con la novia y a la novia con el Padre, es ese punto de conexión que esta desde Génesis hasta Apocalipsis. La ausencia de una amistad con el Espíritu Santo  destruye matrimonios, destruye vidas, destruye ministerios, destruye familias. Muchas de las batallas que tenemos no es porque no hemos estado haciendo lo correcto, sino es porque no le hemos dado la atención que el Espíritu Santo se merece.

Rebeca lo entendió, es cautivante, ¿Cómo nos estamos viendo hoy?

Entendamos que Jesús nos ve como alguien cautivante, porque cautivamos su atención, intervino en nuestra historia porque cautivamos su atención. A Dios no lo convenció nuestra necesidad, nuestro dolor o pecado, sino que hubo algo en nuestras vidas que lo cautivó.

De repente venimos como la familia de Abraham todos rotos, destruidos y Dios se cautivó con nosotros y nos eligió para ser parte de su historia y nos atrajo para un propósito mayor. De repente Dios nos vio crecer en una iglesia sin problemas aparentes pero vio el deseo de nuestro corazón y nos llamó con un propósito y un destino. <Estamos hoy acá porque para Él somos cautivantes>.

Estamos acá porque formamos la iglesia que Él viene a buscar y la iglesia que Él viene a buscar es como Rebeca, disruptiva, mira la necesidad y actúa, está enamorada del novio pero mira su entorno y ve la necesidad.

El Espíritu Santo le provee de joyas, de recursos y hasta de ángeles. Hay muchos recursos que nos pueden llevar a ser uno con Dios, uno en nuestra familia, uno como congregación, pero lo que nos une es el Espíritu Santo y muchas veces es al que menos le damos lugar.

Podemos culpar que las tensiones que tenemos entre nosotros o lo que no podemos resolver o los problemas físicos que se puedan dar en nosotros vienen por hacer demasiado, pero debemos entender que el desgaste se produce porque no le damos el lugar que se merece el Espíritu Santo.

Culpamos a nuestras debilidades o errores y tratamos de hacer el mejor esfuerzo y sin duda Dios lo ve, pero la ausencia del Espíritu Santo es lo que rompe la unidad. Por eso esa novia apasionada entiende que en el siervo hay algo especial, y nos podemos imaginar a Rebeca preguntándole al siervo todo acerca de Isaac. Rebeca está enamorada no por la figura de un hombre, sino por un propósito, está hastiada del sistema, pero en el camino ella pregunta. ¿Nosotros hacemos como Rebeca y le preguntamos al Espíritu Santo las cosas?, ¿cómo nos vemos, como nos ve Jesús, le agrada nuestro matrimonio, le agrada como le sirvo, que querrá para nuestro futuro, que tendrá para nuestros hijos, nos necesitara en otro lugar? Muchas veces no hablamos con el Espíritu Santo de esa manera, a veces nuestra conexión es con Jesús y está bien. Cantamos canciones que exaltan a su persona pero nos olvidamos que el Espíritu Santo es quien nos está llevando en ese viaje en el que un día nos vamos e encontrar con el amado de nuestra alma. El Padre prepara el consuelo para el corazón del Hijo, Isaías dice: entonces Jesús vera el fruto de la aflicción de su alma y estará satisfecho (Isaías 53:11)

¿Cuál es el fruto de la aflicción del alma de Jesús? Es la iglesia que en medio de un sistema perverso construye hogares, familias que escuchan la voz del Espíritu Santo y que lo siguen a través del desierto para encontrarse con el amado. Sin el Espíritu Santo no funcionamos y si nos paramos hoy frente al año que va a venir sin el entonces no será suficiente. Nos sentimos abrumados porque nuestras fuerzas no dan, nuestro dinero no alcanza, nuestra capacidad parece ser ínfima y cuanto más crecemos más necesidad tenemos.

Entendamos que no somos de los que volvemos atrás, no dejamos atrás el llamado, no somos de los que rompen el compromiso con Dios.

La Biblia nos dice <tenés que dejar> sí, nuestra tierra y parentela, pero no dejar la promesa, pues Dios nos prometió que nos iba a usar y que si partíamos lo que estaba en nuestras manos se multiplicaría. Sabemos que hay tensiones permanentes, hay fuerzas alrededor nuestro que quieren corromper nuestras vidas, que buscan dividir, partir, que nos quieren asfixiar, las personas que demandan de nosotros, fuerzas espirituales negativas, hay una guerra por nuestras vidas. El padre al siervo le dijo: que vaya porque todos los ángeles iban acompañarlo, porque todas las riquezas iban a ir con él, todos los recursos del cielo irían con él para que prepare la novia que el hijo quería.  Contra nuestras vidas puede venir lo que sea pero mucho mayor es lo que el Espíritu Santo tiene a nuestro favor.

Los tiempos que vienen no son para volver atrás, sino que  son para movernos en una amistad profunda con el Espíritu Santo, para que por medio de esa amistad los recursos del cielo estén a nuestro favor;

¿Qué quiere el corazón del Padre? Quiere presentarle al hijo una novia feliz, una novia que disfruta de entregar su vida, una novia que no le teme de llenar los cantaros de cientos de camellos, una novia que aunque sienta que no tiene fuerzas lo puede dar, que no tiene temor de dejar las cosas atrás. Y que cuando está agotada entiende que en este viaje que está haciendo no depende de sí misma, sino que depende del Espíritu Santo. Son sus camellos, son sus recursos, es tu vida que se apoya en él.

Esta historia es el deseo del corazón de Dios, es lo que está pasando y lo que va a pasar. Si nos consideramos terminados, acabados, estamos equivocados pues somos parte de esta historia donde el Hijo nos compró con su sangre, pagando el precio de las debilidades de nuestras familias, donde Él nos llamó y nos escogió. Esta historia no termina con nuestras vidas acabadas, sino que termina encontrándonos con el amado para reinar con Él por siempre y para siempre. Quizás estemos agotados y cansados porque estamos transitando un desierto, pero no estamos solos, está el Espíritu Santo y muchos ángeles a nuestro favor, pero también están los recursos que vienen del Padre y estamos todos juntos, con nuestro hermano y con el cuerpo de Cristo que es la iglesia. ¿Cómo no vamos a llegar? ¿Cómo nos vamos atrever a volver atrás? ¿Cómo nos vamos atrever a dejar huecos en el cuerpo de Cristo y abandonar el llamado que nos dio? ¡No podemos! En todo caso lo que podemos hacer es volvernos en amistad con el Espíritu Santo.

Creemos que estamos en un tiempo de romper con las excusas porque el amado nos viene a buscar enviando al Espíritu Santo para ser la familia que él quiere que seamos, vamos a responder al llamado de su corazón

Debemos reconocer cómo lo hemos ofendido, debemos reconocer cómo nos hacemos espacio y tiempo para muchas cosas, pero no para él. Tenemos que reconocer que aun haciendo lo bueno sirviéndole no nos hemos dado el tiempo necesario para salir a su encuentro. Podemos ver como la realidad de la espiritualidad de muchas iglesias en todo el mundo es que hay casi un ochenta por ciento de personas que todo su contacto con el Espíritu Santo es en la iglesia los días domingos, y así y todo les cuesta. Pero hay un veinte o treinta por ciento que está en amistad con el Espíritu Santo y que no lo vive solo un domingo, sino que lo vive cada día, a cada instante, esas personas logran una plenitud tan fuete y tan poderosa que el novio las lleva a cosas mayores.

El desafío del Espíritu Santo es presentar una novia unida, apasionada, para entregarla sin mancha ante el Rey de Gloria.

Tenemos que crecer en amistad con el Espíritu Santo porque no sabemos lo que va a deparar el viaje por delante, pero sabemos que el que está en nosotros es más que suficiente. En el viaje de esta vida él es suficiente para conducirme en la educación de nuestros hijos, para arreglar las falencias que tenemos como padres, para caminar con nosotros en medio de nuestros matrimonios. Él Espíritu Santo es suficiente para que sin importar las  cosas que aparezcan en el desierto, pueda conducirnos hasta el final de nuestros propósitos que es presentarnos íntegros con nuestro amado.

¿Quién puede amar profundamente? Solo aquel que es profundo, solo aquel que es más alto que el cielo y más profundo que la muerte.

El final del capítulo dice: <y él la amó profundamente> Solo aquel que es más ancho que las edades y los tiempos puede amar con profundidad, solo aquel que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, aquel que nos escogió desde antes de la fundación del mundo. Ese amor profundo que es capaz de absorber nuestras debilidades y potenciar nuestro propósito. Ese amor profundo, apasionado. Ese amor que es hasta incómodo porque nos lleva a entregarnos a tal punto de hacer un sacrificio, no existe un amor en esta tierra que sea igual, solo el de Jesucristo. Nos dice y ella le fue por consuelo a Isaac, Abraham iba a sacrificar en el altar a Isaac, pero sabemos que solo es un simulacro pero el novio que nos ama se dio por nosotros. Tenemos al Padre, al Hijo y a la novia, esta historia de amor termina bien, no nos rindamos y si hoy necesitamos nuevas fuerzas o necesitamos renovar nuestro ímpetu volvámonos en amistad con el Espíritu Santo. En el libro de Hechos nos dice: <clamen a Dios para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio> Cuando Jesús habla del Espíritu Santo nos dice que él es el consolador, él nos guiará a toda verdad. Él es el paracleto que nos llenará de tal manera que nos conducirá al Padre, él es el que nos preparara para su regreso físico donde nos encontraremos y reinaremos juntos por siempre y para siempre.

Vivimos por la profundidad de su amor.

No dejemos que la culpa nos consuma en medio de este viaje. Las personas que Dios llamó no damos con la medida y a pesar de no dar con la medida somos tan testarudos que queremos ser felices, que queremos tener un matrimonio completo, que ninguno de nuestros hijos se pierda a pesar de que no tenemos el derecho porque muchas veces nos portamos mal. Somos tan intensos que no solo queremos eso para nuestras vidas, sino que también servir a los demás y es por eso que hoy nos encontramos acá, en medio de una congregación.

El Espíritu Santo lo que vio en nosotros fue que somos cautivantes y por eso él vino a morar a nuestras vidas, es porque no estamos completos que él vino a llenarlo todo y en todo.

Es el paracleto que nos reúne, oremos para que vengan tiempos de refrigerio y ocurriendo esto el Señor acelere su regreso. ¡Vamos a llegar!, porque nuestra meta es más grande que llenar auditorios y convocar mucha gente, es más grande que lograr que una persona tenga para comer, es más grande que eso: es el encuentro del  novio con la novia pero entendemos que todo lo mencionado antes está incluido y ahí de sobra de parte de Dios para hacerlo, hay recursos, hay promesas pero tenemos que permitir que el Espíritu Santo sea el protagonista de nuestra historia. En esta historia de amor no es protagonista ni ella, ni el, ni el padre sino que es protagonista el siervo, el amigo del hijo, el amigo de la esposa, el amigo del Padre.

“Espíritu Santo, ven, queremos que seas nuestro amigo. Podemos ver que muchas cosas quizás no comenzaron bien en este año 2024 pero vamos a declarar que este año que pintaba complejo será uno de los mejores años para nuestro viaje con el Espíritu Santo. Él es el mejor compañero que nos acompaña, sostiene y nos ama profundamente, permanezcamos en amistad con el Espíritu Santo.”

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