De la queja a la alabanza

18 de septiembre de 2022

“Dios habló y yo confío que él está en el asunto”.

-Daniela Rosales 

Estamos leyendo el libro de Habacuc como iglesia, el cual tiene solo tres capítulos y aunque parece complicado o complejo de entender tiene relación con lo que estamos viviendo. Sabemos que Habacuc es un profeta de Israel que le habla a Dios presentándose con queja. En el capítulo número uno nos menciona cómo Habacuc veía injusticia, corrupción, idolatría, perversión, lo cual era el motivo de su queja preguntándole a Dios hasta cuándo tendría que ver todo aquello. La idolatría que no solo era adorar ídolos o imágenes, sino que tenía que ver con ligarse a algo o alguien que no tenía respuesta, estaba también relacionado con la hechicería y la brujería. La tierra estaba siendo perjudicada por los actos que realizaban las personas, veía cómo las ciudades se levantaban a costa de matar gente, de derramar sangre inocente extorsionando sin considerar a quien, la violencia, el soborno, el sacrificio. A pesar de que Israel conocía de Dios su corazón estaba torcido, alejado de lo que Dios les había dado y prometido.

Todo el tiempo el profeta veía cómo la corrupción, el engaño y la mentira crecía, Dios le responde a su queja pero no como él lo deseaba. Muchas veces pensamos que Dios nos va a responder que destruirá todo lo que nos perjudica para que vivamos bien y no es así. Torcer el corazón abriendo puertas a todo lo que nos hace daño nos perjudica trayendo consecuencias, por eso Dios le responde en aquel tiempo a Habacuc que llegaría una nación peor para purificar todo el pecado que existía. Vemos en la historia de Israel cómo el pecado llegó a un límite donde todo lo que se hace se torna intolerable. Muchas veces decimos que Dios castiga y lo que pasa es que caemos en las consecuencias de nuestras desobediencias y de no oír su voz.

Hay algo que Habacuc hace:

1) Ante la queja conversa con Dios: nos preguntamos hoy ¿Qué hacemos y cómo es nuestra reacción ante todo lo que vemos?  Quizás tenemos cosas internas que no cambien pero como iglesia e hijos de Dios mucho tiene que ver cómo es nuestra actitud con lo que vemos y escuchamos. Podemos seguir la corriente de este mundo y tomar la postura de acuerdo a como nos conviene o cuales sean los beneficios que obtenemos, o entender como hijos de luz que el Señor no se queda observando como ocurren las cosas, sino que está en el control del asunto. Tenemos la capacidad, a través del Espíritu Santo, de mirar las situaciones y orar no conforme a nuestros beneficios, sino conforme a lo que Dios quiere hacer.

Dios le delegó a la iglesia la autoridad para ser luz, para tener una mirada diferente a la de los demás.

Como iglesia debemos tener la mirada en lo que Dios está haciendo y hablar lo que el cielo habla. Tenemos que mostrar un mensaje que no viene a traer una solución por un tiempo, sino mostrar a alguien que tiene poder para transformar y cambiar. La iglesia es la voz de Dios en la tierra, lo de afuera quizás nunca cambie, al contrario, sabemos que dice su palabra que la maldad crecerá pero que la gracia de Dios sobreabundará, pero muchas veces la iglesia no levanta su voz porque no la vive, o no la escucha. Dios le advirtió a Habacuc lo que sufrirían, hoy no sabemos lo que vendrá sobre nuestra nación pero nuestro deseo como hijos del reino es que se vuelva a Cristo para que todo pueda cambiar y se dé cuenta que con lo que está haciendo no llegará a ningún lado bueno.

Cambiemos como iglesia nuestra forma de mirar lo que está pasando, no lo hagamos desde nuestra perspectiva porque nos enojamos con la realidad injusta, quejémonos delante de la presencia de Dios, hablemos con él con respecto a la realidad de nuestra nación para ver qué podemos hacer para cambiar, debemos permanecer, clamar e insistir. Dios usa su iglesia para que sea su voz y sus manos, no nos atrae a un templo, sino que a su presencia dándonos identidad, dignidad, nos saca del pozo de la desesperación y nos corona de favores y misericordias (Salmos 103:4) La gracia y el amor de Dios están accesibles siempre, por eso necesitamos buscar, mirar desde la perspectiva de Dios y juzgar conforme a su palabra que es la que tiene poder y autoridad.     

La iglesia no está llamada a opinar, sino a clamar y a hablar de lo que Dios quiere hacer en la tierra.

El capítulo dos de Habacuc es un llamado para este tiempo, nos dice el versículo -me mantendré alerta y me apostaré en los terraplenes, estaré pendiente de lo que me diga, de su respuesta a mi reclamo- 2:1 (NVI)

Lo que hace aquí Habacuc es:

2) Estar en guardia: no a la defensiva de lo que pasará sino que estar atento, alerta, esperando qué se dirá de su queja.  Debemos ser intencionales, perseverantes y pacientes pero muchas veces nos cuesta entender los tiempos de Dios y conocer su voluntad. Habacuc se propone estar en su guarda esperando lo que le hablará Dios, permanecer con los ojos abiertos y oídos atentos. Tenemos que ser intencionales para preparar nuestro corazón para lo que Dios nos quiere transmitir, su plan siempre fue hablarnos para que construyamos una relación personal con él. La religión oficial durante años intentó que uno solo tenga el monopolio de la palabra de Dios y que los demás sean simples oyentes, el plan del enemigo es mantenernos en ignorancia y estructurarnos para que dependamos de que los demás nos solucionen las cosas o nos digan que hacer. Para escuchar su voz tenemos que despertar nuestros apetitos espirituales, tenemos que darle comida a nuestro ser espiritual. Habacuc estaba entrenado en esto, no solamente porque era profeta, sino porque no participaba de lo que hacía su nación.

El plan de Dios es que todos accedamos a su palabra para oír su voz.

Uno de los reyes que estuvo antes que Habacuc fue Josías, tenía solo 8 años cuando comenzó su reinado y se determinó a no seguir los caminos de sus padres. Volvió a leer y proclamar la palabra de Dios trayendo un avivamiento a su nación, llevando reformas espirituales para que el pueblo comience a vivir de acuerdo a las leyes del Señor, pero cuando muere este rey sus hijos no supieron seguir el legado de su padre, entonces nuevamente el pueblo cayó en decadencia.

Siempre tiene que haber una voz que sea firme, hoy no tenemos la voz de un rey pero está la voz de la iglesia, pero si como iglesia vivimos como se vive en este sistema, con queja todo el tiempo en el corazón no vamos a poder tener alabanza en nuestras vidas, no vamos a tener gozo. Por eso debemos considerar cuál es nuestra guarda para permanecer y mantenernos hasta que Cristo venga, en Apocalipsis nos habla que “al que venciere yo le daré la corona de vida”. 

En el Salmos 2:2 nos menciona que los reyes de las naciones se volverán en contra del ungido. Hoy se mueven muchas cosas espirituales que ni nos imaginamos detrás de gobiernos, lugares, el espíritu del anticristo siempre existió, pues es el que quiere eliminar el reinado de Jesús, por hambre de poder o de querer más abriendo así puertas a principados y potestades de maldad.

A la iglesia nada la puede detener.

La iglesia más creciente en este tiempo es la que está en occidente donde hay persecución, que no congrega en un templo pero el deseo de ellos es que la gente no pierda su fe.  Hoy nos preguntamos ¿Cómo está nuestra fe plantada si viene una persecución? Debemos movilizarnos a hablar con Dios aun de temas incómodos, pero tenemos la gracia y el favor de Dios para recibir respuestas, tenemos al Espíritu Santo que está accesible para conversar.

Dios nos muestra en Habacuc cuatro ayes: ay del orgulloso, del violento, del perverso y del idolatra, pero en ese contexto también podemos ver tres cosas puntuales que destaca en Habacuc: <el justo por la fe vivirá>, <como las aguas cubren el mar así será llena la tierra del conocimiento de la gloria del Señor>  y <el Señor está en su santo templo, guarde toda la tierra silencio en su presencia> Aquí se nos revela que el Señor tiene el control de todos los acontecimientos. Hoy tenemos como iglesia la oportunidad de ser osados, valientes para ver lo que el mundo no ve: que Jesucristo tiene poder, autoridad y está reinando. Sabemos que la injusticia tendrá su castigo, que el perverso no quedará, pero la iglesia está para extender la mano y para estar en guardia.

Habacuc 3:1-19 (RVR)

3) Avivar el fuego con alabanza: ¿Cómo podemos alabar a Dios con todo lo que está sucediendo? A lo largo de la historia la alabanza en el pueblo judío-hebreo ha sido el arma más poderosa en contra de sus enemigos y hoy sigue siéndolo. Nosotros oramos que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo y sabemos que en el cielo todo el tiempo se adora. Dios no pide mucho, solo una actitud que es la alabanza y tiene que ver con el reconocimiento por lo que Dios hace. En medio de toda dificultad y las malas noticias que vemos a nuestro alrededor debemos alabar a Dios, lo cual no va a cambiar la realidad pero sí cambiará nuestras vidas y posición, cambiará nuestra familia, la atmósfera, nuestro lenguaje, nuestro interior, pensamientos, nos convertiremos en personas agradecidas, alegres, sanas porque estamos reconociendo a Cristo y no al hombre.

El avivamiento se va a levantar con alabanza y reconociendo a Dios en todo lo que hace.

Lo que leemos en Habacuc 3 es un cántico que se cantaba en el templo hace muchos años, debía ser entonado con emoción y sensación de victoria. Aquí se levantó una canción sabiendo que las cosas no mejorarían. En estos tiempos muchas veces nos levantamos con desesperación no solo por lo material, sino con cosas en la intimidad sin solucionar, el pasado que viene una y otra vez, pero nuestra posición debe ser la siguiente: ”Con todo yo me alegraré en Jehová”.

Las circunstancias no iban a mover a Habacuc, sino que su fortaleza estaba fundamentada en Jehová. ¿Cuál es nuestro lugar como hijos? Nuestro lugar está en las alturas, sentados con Cristo en los lugares celestiales (Efesios 2:6 RVR) y desde ahí tenemos que ver la realidad de la tierra construyendo así a nuestras familias, gestionando nuestras emociones. Si miramos a nuestro lado vamos a ver todo mal pero nuestra oración será “Aviva tu obra Señor” como en el Pentecostés donde todos fueron llenos del Espíritu Santo, donde hubo sanidades, milagros, conversiones, alegría, así debe ser este tiempo.

Debemos levantarnos como profetas para nuestra nación pero no hablar conforme a lo que vemos, sino de lo que está en el corazón de Dios.

Pablo elige alegrarse, Filipenses 4:12-13. No sabemos si vamos a vivir toda nuestra vida en abundancia pero si debemos aprender a conocer la temporada de Dios en lo que estamos transitando. Su palabra nos dice <con todo yo me alegraré y me gozaré en el Dios de mi salvación> la palabra gozaré en el original viene de la palabra gil: que es regocijarse, estar feliz y alegre, encierra la idea de danzar y saltar de gozo, ya que el verbo originalmente significaba dar vueltas rápidamente. Esto refleja lo opuesto a la teoría de que el concepto bíblico del gozo constituye solo un sentimiento de quietud y bienestar.  Dios baila de alegría y gozo por Jerusalén y su pueblo (Isaías 65, Sofonías 3:17) “El justo Mesías se alegrará en la salvación divina con tal intensidad que el salmista no encuentra las palabras con qué describir” (Salmo 21) “y a su vez los hijos redimidos se alegrarán por su rey, le adoran con danzas, con instrumentos y con cánticos aunque todo marcha mal en el mundo que rodea Habacuc, el profeta, salta de alegría por su comunión con Jehová”. Saltar de alegría es la sensación de “me gozaré” es un sentimiento que no lo encontraremos fuera de Cristo. Salmos 73:1-28 (NVI)

“Que nuestra boca se llene de alabanza, hablemos de quién es Dios, de lo que hace, declarando que es maravilloso, digno de toda alabanza. Él es quien nos levanta poniendo nuestros pies sobre una roca, nos hace estar firmes. Nada deseamos fuera de él sobre la tierra, porque es nuestra herencia, nuestra porción, llenas nuestras vidas de fe, nos sostiene, nos lleva a un destino de gloria. Que toda nuestra vida alabe al Señor. No es con nuestra fuerza, ni con ejércitos, ni con sabiduría humana, sino con su Espíritu Santo, no es por quien está sentado en el trono de la tierra, sino por quien gobierna nuestras vidas. El rey de gloria, quien es exaltado en el cielo y en la tierra nos enciende, es quien aviva su obra en la iglesia para que el gozo y regocijo se revele en nuestros corazones”.

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