1º de Juan 4:18-21 (RVR)
Dios nos declara en este pasaje que no tengamos miedo porque el perfecto amor echa fuera el temor. El amor de Dios debe ser perfeccionado en nuestras vidas, una de las peores cosas que ha provocado esta pandemia, no solo es que se ha llevado seres queridos sino que ha establecido el temor sobre toda la humanidad.
Sabemos que este virus es una realidad pero no nos debe gobernar el temor porque donde existe amor el temor se debe hacer a un lado. No podemos permitir que el temor gobierne nuestros planes, sueños o propósitos que Dios tiene para nosotros porque él es el que tiene el control por sobretodo.
El miedo es fe puesta en las mentiras del diablo, el amor también es fe pero puesta en lo que Dios dice de nosotros. Hoy podemos tener temor de muchas cosas pero sabemos que la muerte ya fue derrotada. El sistema de hoy está colapsado porque todos los ídolos cayeron, destronándose todo en lo que la humanidad tenía expectativa. Lamentablemente hoy nadie cree en nada, pero aquellos que miramos a Jesús, confiamos en el primero y el último, en el alfa y la omega, en quien venció a la muerte, resucito y pronto vendrá por los que ama.
El amor se manifiesta amándose unos a otros. En el versículo 7 de Juan nos explica que “Dios es Amor” por eso debemos permanecer en su amor para que el temor se vaya y podamos amar a la gente. La plenitud de la vida se basa en el amor, en el libro de Efesios 3:18, Pablo nos menciona que debemos comprender la dimensión del amor de Dios, porque no es algo lineal, horizontal, ni vertical, sino que tiene dimensiones “Para que seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Dios”.
Dios es amor y en él está todo, es nuestro suelo y nuestro cielo, él ordena nuestro pasado pero también está determinando nuestro futuro. Dios no es metafísico que no comprende lo que sentimos. Él se hizo carne, nos amó sin medida rompiendo nuestros límites, el amor ya venció y nos envuelve. Amamos a Dios porque él nos amó primero, nos buscó, nos alcanzó, nos dio esperanza, sanó nuestro pasado y diseño un futuro para nosotros.
Juan con autoridad nos dice que no tengamos temor, pues puede venir la peor tormenta mañana o la muerte a reclamar nuestras vidas, pero nosotros sabemos que el amor de Dios ya lo venció todo. Él diseñó una estrategia en nuestros hogares para transformar nuestras casas en casas de avivamiento, siendo hogares antorchas para alumbrar con ese amor perfecto mas allá de que este sistema nos proponga los peores valores. Hay tres cosas que permanecen en este mundo, la fe, la esperanza y el amor, pero el mayor de ellos es el amor.
“El amor de Dios nos envuelve por delante, por detrás y es más profundo que todo, el propósito de Dios sigue intacto, su amor siempre gana. Dios nos incomoda en este tiempo para que nos preparemos, su amor brilla y produce cambios, aun en las situaciones más difíciles. Busquemos ser obedientes para avanzar sobre lo que Dios nos prepara, esos hogares antorchas que serán distribuidos en los lugares más difíciles para que él se glorifique. No tengamos miedo, el proceso ha sido largo pero Dios nos acompaña. Lo que viene es mucho mayor.”